MÉXICO, D.F. (Proceso).- Mientras Rusia estuvo regida por el régimen soviético, las relaciones entre intelectuales de México y la URSS abarcaron diversos terrenos, aunque quizás el que dio frutos excepcionales fue el de la historia de México investigada por especialistas sobresalientes, como N. M. Lavrov, Anatoli Shulgovsky, M.S. Alperovich, B.T. Rudenko.
Su rigor los llevó a investigar en fuentes muy diversas: archivos, bibliografías, entrevistas, venciendo cualquier tipo de dificultades; por ejemplo: cuando Lavrov trabajaba para su libro La Revolución Mexicana 1910-1917, el Archivo General de la Nación estaba constituido por un conjunto de cajas cerradas que se guardaban en el Palacio de Comunicaciones, hoy dedicado al Museo Nacional de Arte. Sólo la férrea cuan honesta voluntad de Lavrov fue capaz de abrirlas.
Alguien que mantuvo relaciones de intercambio con escritores y periodistas rusos fue Jenaro Amezcua (1887-¿1948?), nacido en la Ciudad de México; criado en los estados de Veracruz y Puebla, con estudios en Huatusco, Orizaba, Xalapa y Distrito Federal. Militó inicialmente en el Partido Liberal Mexicano y en el Antirreeleccionista, por lo cual fue encarcelado casi un año en Huajuapan de León, Oaxaca. En 1911 se adhirió al Partido Democrático y apoyó la candidatura de Bernardo Reyes. Fue justamente al fin de ese año que decidió unirse al Ejército Libertador del Sur, donde se le otorgó el grado de teniente coronel. Contó con la simpatía y la confianza de Emiliano Zapata, quien lo envío en 1913 a divulgar el credo del Plan de Ayala en Oaxaca. Durante un tiempo se unió al grupo de secretarios del líder agrario. En 1914 firmó el Acta de Ratificación del Plan de Ayala.
Tras participar en la convención celebrada primero en Cuernavaca y después en Aguascalientes, donde se trató, sin lograrlo, un entendimiento entre Zapata y Carranza, Zapata envió a Amezcua en 1916 a los Estados Unidos a divulgar sus ideales y a comprar armas. Su actuación no quedó muy documentada, lo que sí ocurrió cuando se instaló en La Habana, Cuba, donde colaboró con artículos en los periódicos La Discusión, Solidaridad, El Mundo y otros. A partir de febrero de 1917 volvió a conectarse con Zapata, quien le enviaba materiales que él divulgó en los periódicos, como los fragmentos de una carta de Zapata que aparecieron en El Mundo; decían:
“Mucho ganaríamos, mucho ganaría la humana justicia, si todos los pueblos de nuestra América y todas las naciones de la vieja Europa comprendiesen que la causa del México revolucionario y la causa de la Rusia irredenta son y representan la causa de la humanidad, el interés supremo de todos los pueblos oprimidos.”
En 1918 el escritor norteamericano William Gates hizo una gira por México para palpar directamente la situación. Al regresar a su país publicó en enero de 1919 en North American Review el artículo México Today, donde señalaba:
“La Revolución mexicana (iniciada realmente por Zapata en 1909, antes de Madero) no terminará nunca hasta que los campesinos de las montañas de Morelos obtengan lo que les corresponde.”
El 17 de marzo de 1919 Zapata publicó lo que el historiador John Womack Jr., calificó de “desafiante carta abierta” al “ciudadano Carranza”. Por primera y última vez se dirigió “no al ‘Presidente de la República’, a quien no conozco, ni al político, del que desconfío, sino al mexicano, al hombre de sentimiento y razón, a quien imposible no conmuevan alguna vez (aunque sea un instante) las angustias de las madres, los sufrimientos de los huérfanos, las inquietudes y las congojas de la Patria”.
Sobre este escrito Womack opinó: “de lenguaje sencillo, específica en sus referencias, de tono despreciativo pero moderado, agresiva, pero sensata en su alegato, la carta era una impresionante condena del régimen carrancista. Terminaba rogando a Carranza que ‘de patriota y de hombre’ renunciase por el bien del país”. La inquina que esto despertó en Carranza equivalió a la sentencia de muerte para el todavía muy joven Emiliano.
Las críticas de León Tolstoi a la propiedad privada de la tierra y su prédica por una nueva sociedad sin miseria para el pueblo, sin explotación del hombre por el hombre, y el hecho de que pasara largas horas platicando con los campesinos que acudían a buscarlo, eran conocidas en muchos países gracias a los admiradores y divulgadores del conde de Yásnaya Poliana. Uno de estos admiradores fue justamente Emiliano Zapata, lo cual se supo por una carta que le escribió a Jenaro Amezcua el 14 de febrero de 1918, y que en 1978 él hizo llegar una copia certificada al escritor soviético Yuri Dashkevich, quien la comentó en la publicación titulada URSS, reproduciendo el párrafo siguiente:
“… sólo sería de desear que recordase y tuviese muy en cuenta la visible analogía, el marcado paralelismo, la absoluta paridad, mejor dicho, que existe entre ese movimiento y la revolución agraria de México. Una y otro van dirigidos contra lo que León Tolstoi llamara ‘el gran crimen’, contra la infame usurpación de la tierra que, siendo propiedad de todos, como el agua y como el aire, ha sido monopolizada por unos cuantos poderosos, apoyados por la fuerza de los ejércitos y por la iniquidad de las leyes.”
Y concluía Yuri Dashkevich:
“Es completamente natural que la voz de León Tolstoi como intérprete de la ideología de las masas campesinas hiciera mella en Emiliano Zapata.”
El original de esa carta se encuentra seguramente en el archivo de Amezcua, considerado por Womack como “una fuente valiosa complementaria”. Jenaro Amezcua se retiró de la vida pública en 1920 y posteriormente su archivo fue a engrosar los notables fondos de lo que era Condumex y que hoy es el Archivo Carso de la Fundación Carlos Slim.
Creo convenientemente terminar estos apuntes citando unas frases del Diario de Tolstoi:
“Más y más sufro, casi físicamente, de la desigualdad, la riqueza y la superabundancia en la vida que llevamos nosotros, por una parte, y la miseria, por la otra; no puedo disminuir esa desigualdad. En ello consiste la oculta tragedia de mi vida.”