Vanessa Infante, nace una grande en esgrima

lunes, 13 de mayo de 2013 · 09:36
Luego de 45 años, México acabó con la sequía de triunfos internacionales en esgrima. El pasado abril, Vanessa Infante obtuvo bronce durante el Campeonato Mundial Juvenil de la especialidad efectuado en Porec, Croacia. Si bien la atleta es producto del programa de detección de talentos deportivos que se puso en marcha desde 2006 en Tamaulipas, su dedicación y disciplina son las claves que ya la ubican entre las 32 mejores esgrimistas del mundo. MÉXICO, D.F. (Proceso).- Es fría, introvertida y poco amiguera. Incursionó fugazmente en el atletismo, donde quiso ser vallista, pero por una lesión en las rodillas terminó en la esgrima y en apenas cuatro años ya logró lo que ningún otro exponente nacional de esta disciplina había conseguido desde que Pilar Roldán se colgó la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de México 68. Vanessa María Infante Galván, Vanessota, como la conocen en Tamaulipas, su estado natal, ganó medalla de bronce en la categoría sub-17 en el Campeonato Mundial Juvenil de Esgrima en Porec, Croacia. La nueva referente de la esgrima nacional, originaria de Ciudad Victoria, tiene miopía y astigmatismo, al igual que sus padres y sus dos hermanas. De hecho, Vanessa utiliza lentes desde la primaria. El uso de los anteojos no le representa ningún impedimento para desarrollar sus actividades deportivas. “A veces me caía al saltar las vallas, ya fuera porque no daba bien los pasos o simplemente porque no medía la altura de los obstáculos, de modo que mis piernas chocaban con éstos. Era muy molesto traer los lentes puestos, pero ahora como adolescente caigo en la cuenta de que nunca me han molestado. Incluso forman parte de mi personalidad”. A su madre, María Guadalupe Galván, le debe haberse aficionado al deporte desde que tenía tres años, cuando decidió inscribirla en clases de natación. Incursionó en el atletismo cuando estaba a punto de cumplir 11 años, posibilidad que surgió del programa de selección de detección de talentos deportivos que aplicó Vladimir Ortiz Gómez, actual director de Alto Rendimiento de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade), en las escuelas primarias de Ciudad Victoria. “Me seleccionaron y me dieron la oportunidad en el atletismo, especialmente en las vallas, mi disciplina favorita”, cuenta Vanessa, quien aún tiene frescas las palabras de su madre cuando le advertía que asumiera la disciplina deportiva como un serio compromiso, ya que no deseaba que a la semana siguiente le saliera con excusas para no continuar. “Dicho y hecho: a los ocho días ya no quería seguir porque me sentía demasiado agotada. Por mi mamá seguí en el atletismo. Los primeros meses nada más fui como velocista para la prueba de equipos en relevos”. En 2007 representó a Tamaulipas en la Olimpiada Nacional de Puebla. El equipo no alcanzó medalla, pero estuvo cerca del podio. Al año siguiente fue inscrita en 70 metros con vallas y salto de longitud. “Me fue muy bien en las competencias; normalmente siempre estaba dentro del podio”, pero ocurre que al ingresar en la secundaria fue asignada al turno vespertino, lo cual le impedía entrenar por las tardes. Por esta causa su entrenador trabajó de manera personal con ella durante las mañanas hasta que la joven se distanció del atletismo por una lesión en las rodillas mientras realizaba una sesión de pesas, segunda disciplina entre sus favoritas. Su metodólogo, Vladimir Ortiz, le propuso que cambiara de deporte. Le ofreció tres opciones: levantamiento de pesas, tiro con pistola y esgrima. Le dijo que el cambio de deporte era lo mejor para ella, que en el atletismo no pasaría de los torneos estatales, o que “muy apenas” avanzaría a un regional. Pero el tiro con pistola y la esgrima eran disciplinas que a Vanessa le parecían “demasiado aburridas”. Su madre se opuso a que incursionara en las pesas. Pretextó que se le formaría “cuerpo de varón”. Entonces Vanessa se decidió por la esgrima el 3 de diciembre de 2008. Y fue un gran acierto del metodólogo, pues la adolescente no tuvo que esperar largas etapas para ocupar los primeros planos.   Talento natural   Durante el Campamento Invernal de 2008, en las instalaciones del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey, en Nuevo León, llegaron las definiciones. William Arzola, su entrenador, recuerda cuando se quedó sola en la pista de atletismo “como si intentara revivir su paso por las vallas, que para ella representaban su vida”. Enseguida él le preguntó: “¿Aún extrañas las vallas?”. Vanessa rompió en llanto al decirle: “amo las vallas más de lo que imagina”. La invitó a que le diera una oportunidad a su nueva disciplina y le dijo que si el metodólogo la había enviado a esgrima es porque de seguro ella tenía un futuro promisorio en este deporte. “Confía en la decisión que se tomó y verás que en la Olimpiada de 2010 las cosas serán diferentes”. En 2009 los padres de familia fueron informados del campamento internacional que se realizaría en Madrid. La única condición para asistir era que los atletas tenían que ocupar los primeros lugares del ranking nacional, un nuevo reto más para Vanessota, pues sólo había ocho lugares disponibles para un total de 20 esgrimistas. La joven obtuvo su pase con facilidad. En la Olimpiada Nacional de ese año se quedó a un punto de las medallas individuales en la categoría infantil, pero al día siguiente, y con sólo cinco meses de entrenamiento, se colgó la presea de plata en la prueba por equipos. El éxito la acompañó en 2010, cuando conquistó la medalla de oro en el I Campeonato Centroamericano Infantil, bronce en sable individual cadete menor y oro por equipos en la Olimpiada Nacional en Guadalajara. En marzo de 2011, el metodólogo le avisó a la familia que Vanessa debía trasladarse al Centro Nacional de Desarrollo de Talentos Deportivos y Alto Rendimiento (Cnar) para foguearse con otros atletas. Allí trabajó con el entrenador Benjamín Benítez y ganó la medalla de plata individual en la Olimpiada Nacional de ese año. Todavía en su condición de atleta de la categoría cadete, fue convocada a la selección nacional en 2012. Tras año y medio en el Cnar y giras por Europa regresó a Ciudad Victoria en julio de 2012 para unirse a la selección estatal, dirigida por su antiguo entrenador William Arzola. “Ella es la atleta que todos los entrenadores queremos tener no sólo por su genotipo, sino por la gran persona que es: tenaz, comprometida y trabajadora con las metas que se le trazan; no se rinde hasta cumplirlas”, asegura Arzola. Apenas el pasado 9 de abril ganó la medalla de bronce en sable femenil en el Mundial Juvenil y de Cadetes de Esgrima, categoría sub-17. En semifinales, Vanessa sucumbió 6-15 ante Karen Chang (de Hong Kong), a la postre campeona mundial. Pero antes dominó a las representantes de Grecia, Gran Bretaña, Turquía y Estados Unidos, lo que le dio acceso al primer lugar de la gráfica principal; es decir, al selecto grupo de las 32 mejores exponentes de la disciplina. En la fase de las eliminatorias venció 15-11 a Athanasia Kotzamani (Grecia) y a la polaca Karolina Cieslar (15-9). En octavos de final superó a la rusa Ekaterina Kostina (15-12) y a la mexicana Julieta Toledo (15-6), con lo que aseguró su lugar en el podio. “Para empezar, ni me acordaba que, desde el 68, México no conseguía una medalla en esgrima a nivel mundial, pero desde el principio el objetivo que nos propusimos con mi entrenador fue muy claro de que se podía obtener una presea, ¿Y por qué no la de oro? Pensamos que sí se podía y que había la capacidad para hacerlo. Así que la medalla no fue algo que me haya sorprendido”, dice Vanessa. Acepta que tras avanzar a las semifinales comenzó a sentirse muy nerviosa. “Entonces empezaron a comentar de que México ya tenía una medalla segura, pero yo estaba tranquila; en realidad por mi mente no pasaba gran cosa. Lo sentía como algo absolutamente normal”. En ese momento, relata, el presidente de la Federación Mexicana de Esgrima, Jorge Castro, le comentó que con su medalla llegaba a su fin una larga sequía en la que México no ascendía al podio en un evento internacional. “Igual yo ni sabía nada de eso. Sé de Pilar Roldán, pero ni siquiera sabía que desde su logro no se conseguía una medalla de esta naturaleza. Sinceramente no he tenido acercamientos ni tampoco he platicado con ella. Jamás que yo recuerde.” Y se explaya: “Estoy muy feliz y muy agradecida con Dios. Mi familia siempre ha sido un factor importante. Pero este resultado también me ayuda a reflexionar que no debe haber mediocridad en la esgrima de México. Ya estoy entre las 32 mejores del mundo. Creo que en todos los aspectos se puede pelear por una medalla para decir que México es un país fuerte en todo lo que hagamos. Debe ser una motivación para todos los demás”. –¿Cómo entender la ausencia de triunfos en la esgrima mexicana? ¿Por qué transcurrieron tantos años sin un logro deportivo importante? –se le pregunta. –Creo que ha sido por la mentalidad típica del mexicano conformista, pero en estos últimos años se ha apoyado y ya se tiene otra actitud. Ahora se lucha por una medalla, por pelear el podio, por ser de los países fuertes en la esgrima y no conformarse con cualquier cosa. El pasado 29 de marzo, Vanessa cumplió 17 años, justo el tiempo que su padre lleva de trabajar fuera de Tamaulipas. Por razones que la familia no quiere comentar, su padre, Guadalupe Infante, médico veterinario, se marchó a Monterrey medio año antes del nacimiento de la niña. No la vio nacer, pero cuando visita la casa acompaña a Vanessa en sus entrenamientos. La madre describe a Vanessota como una persona “muy seria, porque no se ríe con cualquiera. Es muy selectiva porque no entrega su amistad tan fácilmente a alguien. Con dos amigas que tenga es más que suficiente. Sus amistades se cuentan con los dedos de la mano”. Ante la ausencia del padre, la madre ha sido la responsable de ordenar la casa y dirigir el rumbo de los hijos. “Durante seis años llevaba a mis tres hijas a una alberca cerca de la casa, a la más chiquita la transportaba en el portabebé. Cargaba con todo; parecía kínder, pero como la alberca estaba cerca de la casa, lo tomaba como parte de mis actividades”. Hace seis meses la señora María de Jesús se jubiló del IMSS. Se enorgullece de que su padre, Gumersindo Galván, haya sido boxeador amateur, futbolista y beisbolista. “Como pugilista representó al estado, pero fue a competir al Distrito Federal y la altura lo noqueó”. Chuchita está plenamente convencida de que Vanessa heredó la pasión por el deporte de su abuelo materno.

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