Luego de la atomización del movimiento #YoSoy132, se gestaron grupos estudiantiles que fueron radicalizándose al calor de lo que consideran como represión selectiva por parte de las fuerzas del Estado y el linchamiento mediático. En entrevista con Proceso, integrantes del Frente Oriente, organización con fuerte presencia en las últimas marchas y concentraciones populares, niegan que su movimiento opte por la violencia. Y explican: con esos señalamientos las fuerzas del Estado labran un camino para justificar sus propias acciones violentas.
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Entre los comités del movimiento #YoSoy132 se les llama avienta-molochas, es decir, lanzadores de bombas molotov. Si acaso, alguno de los antiguos grupos contestatarios de la UNAM se solidariza con ellos. Sus integrantes más activos han llegado a las primeras planas de periódicos que dan cuenta de las protestas en que participan. Por ello y porque se dicen víctimas de acoso policiaco denuncian que el Estado criminaliza sus acciones con el fin de legitimar una represión violenta.
El movimiento #YoSoy132 surgió en el marco de la pasada elección presidencial y en poco tiempo se atomizó. Entre los grupos resultantes de la fragmentación se polarizó el entendimiento respecto de las formas que deben seguirse en la participación política: los violentos y los pacíficos; los moderados y los radicales; los tira-flores y los avienta-molochas; los encapuchados y los que aceptan empleo en Televisa…
“Es un lenguaje natural en un movimiento de masas como fue el #YoSoy132, pero aprovechado por el poder político que intenta desvirtuar el lenguaje para transformarlo. Tira-flores o no, se trata de un falso debate, un juego del Estado y de sus instrumentos, los medios de comunicación, para desdibujar el contenido social de la protesta, que se concentra en las capuchas o los supuestos desmanes, pero jamás en las demandas”, dice Cristóbal Hernández, estudiante de la UAM e integrante de la Brigada 24 de Abril que se opone a la supuesta privatización de esa casa de estudios y pugna por que siga siendo popular.
Los jóvenes radicalizados comentan que a raíz de la represión que sufrieron el pasado 1 de diciembre, durante las protestas contra la “imposición de Enrique Peña Nieto”, realizaron una profunda reflexión que los llevó a pasar “de la lucha estudiantil a la lucha de clases”. Aseguran que por esta razón su presencia es notoria en marchas y concentraciones.
Ellos afirman que marcharon contra la reforma educativa “porque el problema de la educación no se limita a caricaturizar a los maestros como güevones”. Participaron en la toma de la dirección del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH), en solidaridad con quienes se oponen a su reglamento, como también ocurre en la UAM. Acompañaron la marcha para tomar la Rectoría de la UNAM y también protestaron contra el plan urbanizador de la delegación Iztapalapa, entre otras acciones.
Para explicar sus propósitos y razones conceden una entrevista a Proceso, “con nombres y sin capuchas”. Sostienen que no son agentes de desestabilización, sino que forman parte de un movimiento solidario. Su consigna, gritada en cada ocasión, es “ni una lucha aislada más”.
Mosaico ideológico
El bloque radical surgido del #YoSoy132 tiene presencia en diferentes organizaciones o colectivos, cuyas orientaciones ideológicas y lugar de origen son diversos.
Tras los comicios de 2012, la Plaza de la República fue escenario de la Acampada Revolución, donde coincidieron diferentes comités del #YoSoy132. El lugar fue desalojado el 1 de diciembre.
Entre los grupos participantes en la Acampada estaba la Unión de la Juventud Revolucionaria de México, capítulo juvenil del Frente Popular Revolucionario (UJRM-FPR), originario de Oaxaca, de corte marxista-leninista. Esta organización participó en el conflicto social de Oaxaca en 2006 y desde entonces ha extendido sus vínculos hacia grupos estudiantiles en el Distrito Federal.
Debe mencionarse la presencia de En Defensa de Cuatlicue, organización con base en Iztapalapa que reivindica temas de género y defensa de la tierra. También participaron el Frente Interbrigadista, el Frente Simón Bolívar y, el más visible por el seguimiento mediático de las últimas semanas, el Frente Oriente.
De acuerdo con Carlos Esteban Jiménez, este colectivo surgió durante las asambleas del #YoSoy132 para dar organicidad a los estudiantes de la zona oriente del Distrito Federal y la conurbación mexiquense; es decir, de la UAM Iztapalapa, la FES Aragón y el CCH Oriente.
En este conjunto de organizaciones se encuentran grupos con demandas específicas, como el Movimiento Animalista, que promueve los derechos de los animales y, entre otras cosas, se opone a las corridas de toros.
Con cuadros en el CCH Oriente, a la UJRM-FPR se le identifica en varias publicaciones como la organización que está detrás de todas las demás, creadas como fachada para tener más votos en las asambleas del #YoSoy132 o darle múltiples rostros a la protesta social. Prueba de ello, se afirma, es que sus banderas, al igual que el emblema anarquista, aparecen en todas las protestas.
Eso es mentira, apunta Carlos Esteban: “lo que hay es solidaridad entre los diferentes grupos y eso no es ningún delito”.
En lo que se refiere al Frente Oriente, Carlos Esteban y Luis Barrera explican que, durante el plantón en la cárcel de Santa Marta mediante el cual pidieron la liberación de Rita Neri, detenida durante el desalojo de la Plaza de la República, decidieron llevar el trabajo asambleario a los barrios del oriente, que los acompañaron en diferentes momentos de ese plantón.
La mayoría de las organizaciones mencionadas mantiene un lazo por medio del Frente de Unión Revolucionaria (FUR), aunque en el caso del Frente Oriente su pertenencia está en suspenso mientras desarrolla sus procesos asamblearios.
Por otra parte, de la Acampada Revolución surgieron otros grupos, como las asambleas populares de Cuautitlán Izcalli y la de Naucalpan, respectivamente.
–¿Hay una definición ideológica? –se les pregunta.
–Las perspectivas no son puras. Hemos ido discutiendo nuestra cosmovisión y no tenemos una tendencia única. Hay anarquistas, comunistas, progresistas, socialdemócratas… pero en ese mosaico lo que nos define es la perspectiva de clase –apunta Carlos Roberto.
Y agrega: “Concluimos que las clases explotadas y dominadas son las que deben avanzar, así que, más allá de nuestras diferencias y las etiquetas, nuestra discusión es sobre la realidad y cómo podemos transformarla”.
Luis tercia:
“Antes de todo somos humanistas, pues creemos que el ser humano debe recuperar su esencia, arrebatada por los procesos de trabajo y producción hostiles a su existencia. En la medida en que se valoriza el mundo de las cosas se desvaloriza el mundo humano, y nosotros no estamos dispuestos a ello; es el principio ético que rige nuestras asambleas.”
A un año de la gestación del movimiento #YoSoy132, los entrevistados reivindican sus planteamientos: democracia en los medios, perfeccionamiento de los mecanismos de equidad electoral y desconocimiento de Enrique Peña Nieto como presidente. Pero ampliaron su programa.
“Teníamos que ver qué estaba ocurriendo no en el interior –del movimiento–, sino desde arriba. Ir a preguntarle a la gente y ayudar a darle organicidad, aspirar a procesos más amplios de lucha. Algunas escuelas se desmovilizaron y nosotros tomamos un tinte más popular”, explica Luis.
En las movilizaciones de la organización se escucha con frecuencia esta consigna: “Comunista, combatiente y consecuente; anarquista, combatiente y consecuente. En lucha proletaria, Frente Oriente”.
Linchamiento mediático
A partir de la toma de Rectoría, diversas publicaciones señalaron que detrás de “los encapuchados” estaba el Frente Oriente y se mencionó con insistencia a Uriel Sandoval, quien perdió un ojo durante los hechos del 1 de diciembre. Luego, al participar en la concentración alternativa del 1 de mayo en el Zócalo capitalino, aumentó la atención sobre sus miembros.
Desde el 25 de abril periódicos capitalinos se refirieron a los integrantes del frente e incluso destinaron portadas y hasta dos páginas para mostrar imágenes en las que aparecían Carlos Esteban y Uriel. A este último se referían como “activista de Andrés Manuel López Obrador”.
Ellos niegan de manera insistente cualquier militancia partidista y manifiestan su rechazo a la clase política, a cuyos integrantes califican como “zánganos del dinero del pueblo”.
Carlos Esteban dice: “Un columnista me comparó con Elba Esther Gordillo. El locutor Esteban Arce pidió cárcel para nosotros y al compañero Janzpa le dan seguimiento descontextualizado en Televisa”.
–¿Se consideran violentos? –se les pregunta.
–No. Lo más grave es que nos atribuyan la violencia por protestar, en pleno ejercicio de nuestros derechos constitucionales. Lo que decimos es que la violencia viene del Estado. Es violencia que haya medio millón de jóvenes analfabetos; que 8 millones de jóvenes no tengan acceso a la educación. Se ejerce violencia contra los detenidos, hay violencia mediática”, plantea Carlos Esteban.
Y ejemplifica: “En la toma de Rectoría de la UNAM se rompió un vidrio. La violencia que nos atribuyen es que se rompió un vidrio. Lo de fondo no es un vidrio roto, sino un sistema podrido que le pega igual a todos, seas maestro de Guerrero, joven de Oaxaca o militante. Lo de fondo es que el sistema no nos da respuestas ni alternativas; nos ha cerrado todas las puertas: la electoral, la del trabajo, la de la educación… eso es violencia”.
En cada protesta se advierte un despliegue policiaco desmedido. Según otro de los integrantes del Frente Oriente, Vidal Rojas, cientos de policías capitalinos vigilan, cercan y detienen a puñados de manifestantes. En su caso, afirman que los cercos posibilitan agresiones de granaderos, equipados ahora con cámaras fotográficas, que los golpean por debajo de los escudos y se dirigen específicamente contra varios de sus compañeros.
Las agresiones que denuncian vienen de la policía capitalina y del delegado de Iztapalapa, Jesús Valencia.
Aunque afirman que como Frente Oriente no acamparon en la UNAM, reivindican la toma solidaria de Rectoría de la UAM Iztapalapa, donde, afirman, hay acoso académico.
Ante lo que llama un linchamiento mediático que les atribuye violencia, Cristóbal Hernández sostiene que las formas de lucha, pacíficas o violentas, las decide el pueblo.
“Puede ser violencia simbólica, pacifista o política, pero siempre será como el pueblo diga. Reivindicamos y nos solidarizamos con todas las luchas populares y nos parece que los medios de comunicación han linchado al movimiento sin ver el contexto: la violencia que ha habido es consecuencia de una agresión del Estado.
“Ese ha sido el uso que le dan a la información, con cosas como los tira-flores y los avienta-molochas, los medios saben de morbo y con morbo informan. Así, la discusión se pierde y se queda en consignas sin contexto y se prepara el camino de la represión.”