MÉXICO, D.F. (apro).- El 13 de septiembre de 2011, Proceso realizó una larga entrevista con Arnoldo Martínez Verdugo sin motivo aparente. Eran los días en que la izquierda mexicana, sin embargo, se extraviaba en luchas internas y la derecha en el poder lo aprovechaba ideológicamente, a medio año de las elecciones presidenciales.
Imposibilitado de sostener una conversación, la esposa del exdirigente comunista, Martha Recasens, aceptó amablemente la intermediación para abordar a fondo los temas políticos del país desde la perspectiva de un intelectual que había luchado por hacer del Partido Comunista Mexicano un organismo independiente.
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Arnoldo Martínez Verdugo fue el último dirigente del Partido Comunista Mexicano (PCM), en 1981. Al año siguiente, disuelto este instituto político, fue candidato a la Presidencia de la República por el Partido Socialista Unificado de México (PSUM). En esta entrevista asegura que la izquierda mexicana luchó contra la línea dictada por la Unión Soviética y enfrentó al estalinismo. Además, hace un juicio sobre Octavio Paz, cuyo nombre se integra ya a la lista de mexicanos ilustres en los muros del Senado, y considera que sigue siendo válido hablar de izquierda y derecha. Sostiene también que en las próximas elecciones se enfrentarán ambas: la primera, con el planteamiento de cambiar la vida cualitativamente; la segunda, con su impulso entreguista y antidemocrático.
Martha Recasens, esposa de Arnoldo Martínez Verdugo, líder histórico del PCM, ha ido construyendo pacientemente la conversación electrónica con Proceso en varias etapas. Originalmente pintor, el político sufre de un mal en los ojos que le impide revisar sus papeles no obstante haber sido un incansable recopilador de documentos. Él fue fundador del Centro del Movimiento Obrero y Socialista (Cemos), donde se guarda la historia de una lucha poco conocida, la del comunismo antiestalinista que entre 1965 y 1981 le tocó encabezar.
–¿Por qué se inscribió en las líneas del Partido Comunista Mexicano (PCM)?
–Yo llego al Partido Comunista junto con un grupo de jóvenes que nos encontrábamos estudiando en la Escuela de Pintura y Escultura La Esmeralda. Esto fue en 1946, a invitación de José Chávez Morado (nos ligamos a partir de la actividad que realizaba entonces éste). En ese momento el partido se encontraba en una situación de crisis derivada de las luchas internas, Chávez Morado mantenía una postura antisectaria y no dogmática, y tal vez al invitarnos a participar buscaba abrirle camino a las inquietudes que manifestábamos ese grupo de jóvenes que aspirábamos a continuar la tradición que había sostenido el movimiento político cultural del que él formaba parte.
“Además de estudiar en La Esmeralda, yo trabajaba en la fábrica de papel San Rafael y participaba activamente en su sindicato. Esto representó una fuente de actividad y de conocimiento en torno a las luchas obreras, así como un contacto directo con las ideas del socialismo científico.
“Al ingresar al PCM se nos incorporó al organismo en el que militaban, entre otros, Chávez Morado y su esposa Olga Costa, así como Xavier Guerrero. El contacto con estos grandes artistas que se destacaron por su vinculación con las luchas populares, y con la solidaridad internacional influyó en mi formación política.”
–A su llegada como secretario general se le considera una figura moderna, un hombre culto, sensible, siempre investigando, a lo que no estaba acostumbrado el partido.
--¿Cómo se sitúa usted mismo y cuál fue la relación con los estalinistas cuando llegó?
–Cuando llego a la dirección del partido, yo estaba más interesado en construir un movimiento lo más cercano a como yo concebía una actividad que se preocupara por corresponder a las necesidades de la lucha de clases. Se trataba de hacer una actividad positiva que no estuviera marcada por la disputa por la dirección ni por el interés de dirigir sólo a un pequeño grupo de militantes. Lo principal para mí no era quiénes iban a estar al frente, sino crear una organización que tuviera posibilidades de desarrollarse y convertirse en un movimiento político más responsable que estuviera en concordancia con las necesidades del momento.
–¿Por qué en México había que superar el burocratismo estalinista?¿Cómo fueron los enfrentamientos con los estalinistas y quiénes eran?
–De este esfuerzo no era yo el único protagonista, participamos un núcleo de compañeros que nos vinculamos durante el complicado proceso para renovar la dirección y trazar una línea política acorde. Así se pudo llevar a cabo el congreso del partido que nombró en un primer momento a una dirección colectiva y posteriormente a mí como secretario general. Debo decir que este proceso se llevó a cabo de una manera institucional, respetando las reglas y evitando la denostación de la dirección depuesta.
“En ese momento el PCM se caracterizaba por mantener una línea de escasa o nula independencia en relación con el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), lo que le impedía actuar como una fuerza política que representara realmente los intereses nacionales de un partido revolucionario sustentado en las ideas de Marx y Engels.
“Definir la postura de la dirección removida como simplemente estalinista sería simplificar en exceso un fenómeno mucho más complejo. En ese momento para nosotros lo fundamental era transformar la orientación que había sumido al Partido Comunista en una terrible crisis. Para ello se requería paciencia, espíritu de responsabilidad, y no poner en primer plano quién iba a dirigir. Lo principal estaba en agrupar a las personas incorporadas ya de alguna manera a una lucha socialista para crear ese movimiento político al que hago referencia.
“El desarrollo de una fuerza política nacional de la izquierda revolucionaria, capaz de hacerle frente con independencia y creatividad propia a los requerimientos de la lucha política era la manera de superar lo que usted llama el “burocratismo estalinista” o cualquier otra deformación presente. Sumar la inteligencia, la creatividad y la experiencia de cada vez más amplios sectores de la sociedad al esfuerzo por crear esa fuerza era para mí una necesidad imprescindible para avanzar.”
–¿Cuál fue su posición en los congresos internacionales por la paz contra los dogmatismos de la Unión Soviética?
–En la medida en que el PCM trazaba su línea política siguiendo esas directrices era inevitable que entrara en diferencias con la mayoría de los partidos que conformaban el movimiento comunista internacional, especialmente con el PCUS. No se trataba de simplemente hacer una crítica al “estalinismo”, sino principalmente de defender la independencia y la autonomía de los partidos que formábamos parte de ese movimiento. Ello significaba defender el derecho a construir una línea política propia de acuerdo con las características de la lucha política en cada país, y exigir el respeto a esa línea.
“En otras palabras, las tendencias estalinistas en el movimiento comunista internacional se expresaban en hechos concretos y éstos los refutábamos con acciones también concretas. Ejemplo de lo anterior es la posición que el PCM manifestó contra la invasión soviética a la entonces Checoslovaquia, en 1968, así como también la invasión a Afganistán en 1979. Esta posición la defendimos en todos los foros en los que pudimos participar.”
–¿Cómo fue aquel encuentro por la paz en Budapest, cuando España envió dos delegaciones, la de Líster y la de Alberti? Parece que Siqueiros apoyaba a Líster.
–Me temo que para poder hablar de Siqueiros y del papel que tuvo frente al conflicto en la delegación del Partido Comunista de España durante ese congreso necesitaría revisar mis notas, porque no tengo muy claro el orden cronológico de los acontecimientos y en este momento el problema que tengo en la vista me dificulta esto. Tal vez en otra ocasión pueda presentarse esta oportunidad.
–Tan pronto abrieron los archivos de la URSS tras la caída del bloque, usted se lanzó a revisar la documentación sobre México. ¿Qué encontró? Parece que no alcanzó a verlo todo.
–En realidad yo hice mi primera incursión en los archivos de la Internacional Comunista que estaban en la URSS mucho antes, durante algunas visitas que hice con motivo de diferentes eventos. Este ejercicio estuvo restringido a sólo algunos de los archivos de acuerdo con el criterio oficial que en ese momento prevalecía. Sin embargo, pude encontrar ahí muchos de los documentos que me han permitido “ir hilando” a lo largo de estos años la historia del PCM y del comunismo en México. Muchos de éstos fueron la base de mi trabajo publicado en el libro que yo coordiné: La historia del comunismo en México (Grijalbo, 1985). Otros los reservé para continuar mi investigación. Posteriormente, en 1996, después de la desaparición de la URSS, hice una visita a esos mismos archivos, cuando ya prácticamente todos los documentos estaban “desclasificados”. Hasta donde mi memoria alcanza, creo que revisé lo que me interesaba en ese momento; estuve ahí alrededor de 10 días y pude obtener la reproducción en microfilme de lo que más me interesó.
“En ese entonces tenía la pretensión de documentar de manera objetiva mi hipótesis sobre muchos acontecimientos en la vida del PCM. Con esos documentos podía hacerlo. Por distintas razones suspendí mi trabajo de investigación. En realidad sólo me falta sentarme a terminar de escribir. Desde luego que a estas alturas algunas personas también interesadas en la historia de la Internacional Comunista y del comunismo mexicano, han revisado esos archivos así como los que se encuentran en el acervo del Cemos y han publicado sus conclusiones desde su propia visión.
“Curiosamente, a mediados de los años ochenta, otra fuente importante para mi investigación fue el archivo de Earl Browder, representante de la Internacional Comunista y controvertido dirigente del PC de Estados Unidos. Por una casualidad, Martha, mi mujer, se enteró de que este archivo se encontraba en el centro de documentación del New York Times. En cuanto pudimos nos trasladamos a Nueva York con la finalidad de conocerlo y la esperanza de encontrar documentos relevantes. Browder había sido enviado por la Internacional Comunista a México en distintos momentos, todos ellos cruciales para el destino del PCM. Nos encontramos con la desagradable sorpresa de que por ser vacaciones de verano el centro de documentación del periódico estaba cerrado. Ya estando ahí descubrimos que, por una reglamentación local, el New York Times estaba obligado a entregar una copia de sus adquisiciones a la Biblioteca Pública de la Ciudad de Nueva York. Martha, que había vivido parte de su infancia ahí, aún recordaba la biblioteca y su funcionamiento. Efectivamente, pudimos revisar, y solicitar copia en microfilme del archivo en cuestión. En él encontré información muy valiosa para mí, que no está incluida en el libro La historia del comunismo en México, ya que éste se publicó un año antes. Es parte de lo que me queda pendiente y no sé si podré terminarlo, ya veremos.”
–Usted fundó el Cemos (Centro del Movimiento Obrero y Socialista) con la idea de dar a conocer a la izquierda productora de avanzada de una literatura periodística del movimiento obrero mexicano. ¿Qué destino tuvo?
–El Cemos se creó como una iniciativa política y cultural en 1982 con el objeto de conformar y resguardar un archivo histórico de las organizaciones del movimiento obrero socialista mexicano. El material que conforma este archivo provino de los esfuerzos por conservar la documentación original, a lo largo de los años y frente a todas las situaciones adversas que se enfrentaron. Por fortuna, casi siempre hubo en el partido una visión histórica que ha caracterizado a los comunistas. Cuando a mí me tocó, me empeñé en continuar y perfeccionar esta reunión y conservación de los documentos originales del PCM. El archivo central del PCM se complementó con los archivos de diferentes personajes y protagonistas del movimiento. El archivo del Cemos guarda una parte de la historia nacional. Ahí se depositaron los documentos de más de 60 años de actividad de la izquierda socialista, cuyos antecedentes se remontan al siglo XIX.
“Al mismo tiempo, el Cemos fue concebido como un espacio para la discusión y la difusión de las ideas, de temas históricos y de los temas de la actualidad política. En esos años se realizaron distintos seminarios y se editaron algunos libros. Al mismo tiempo se empezó a publicar un boletín bimestral o trimestral, no recuerdo con precisión, con artículos originales de autores que representaban una posición de izquierda. Este boletín, que se llamó Memoria, se transformó posteriormente en una revista mensual que yo dirigí hasta finales de 1997 y que aún perdura.
“He considerado siempre que la difusión de las ideas y el análisis de los hechos a través del trabajo editorial es una necesidad no sólo para impedir el olvido (de ahí el nombre del boletín y la revista), sino también como un instrumento para complementar y enriquecer la lucha política en cada momento. Por ello, en el curso de mi actividad política he creado y dirigido varias revistas.
“Es posible que el Cemos no haya logrado mantenerse con el mismo ímpetu con el que arrancó. Ojalá que no se pierda de vista la importancia que tiene el esfuerzo realizado por distintas generaciones de militantes, representativos de una fuerza política nacional que data de principios del siglo pasado e hizo un importante aporte al desarrollo de la lucha política democrática en México.”
–¿Cuál fue su relación con el obispo Sergio Méndez Arceo?
–Durante los años setenta, la dirección del PCM comenzó a elaborar su tesis sobre el papel de los cristianos frente al marxismo y la lucha socialista. El contacto con el obispo Méndez Arceo se dio en el marco de ese interés, que era mutuo. Me entrevisté con él en varias ocasiones en las que sostuvimos un diálogo, en mi opinión fructífero. Recuerdo como anécdota que en una ocasión él me preguntó si yo sostenía la idea de Marx de que “la religión es el opio de todos los pueblos”. Diplomáticamente, sin contestar, le reviré:
“¿Usted qué piensa?”. Él me contestó que sí.
“En esos años se habían acercado a mí algunos compañeros manifestando su inquietud porque el PCM elaborara una posición frente a los planteamientos de lo que en aquel entonces se conocía como ‘la teología de la liberación’. El resultado de esas discusiones se plasmó finalmente en una de las tesis del PCM que se aprobaron en su XIX Congreso en 1981. Estas tesis fueron el resultado de meses de discusión amplia y abierta así como de elaboración colectiva en la que participaron intelectuales y representantes del movimiento social. Lamentablemente ya no pudimos publicarlas y se han conocido poco.”
–En entrevista reciente de Rafael Rodríguez Castañeda (Proceso, 1823) con el historiador Enrique Krauze, y en el discurso posterior de éste cuando en el Senado se colocó el nombre de Octavio Paz, reivindicó al poeta como hombre de izquierda con el que la izquierda no fue capaz de dialogar. ¿Cuál es su opinión?
–Me parece que caracterizar a Octavio Paz en función de su adscripción a una u otra corriente política es un ejercicio insustancial. Lo que trasciende es el contenido de su obra y es indudable que ésta ha significado un aporte a la cultura nacional. La lectura del suplemento Plural en su primera etapa, así como posteriormente de la revista Vuelta también en su primera etapa, fue para mí un ejercicio que generalmente disfruté, aunque pudiera no coincidir con los puntos de vista ahí expresados.
“Si bien en diferentes momentos de su actividad Paz sostuvo posturas congruentes con un pensamiento democrático, para mí fue clara su posición crítica frente a la izquierda socialista en México y en el mundo, y no considero que esto sea necesariamente una contradicción. Por otro lado, una persona puede cambiar su punto de vista y también yo pienso que ha existido una derecha que puede considerarse democrática aunque hoy no se le vea por ningún lado.
“Parece ser que representantes tanto de la izquierda como de la derecha se disputan la figura de Paz, cosa que en vida debe haber alimentado su innegable narcisismo. Algo de esto es lo que recientemente ocurrió en el Senado. Considero que una figura como Octavio Paz merece el reconocimiento, otra cosa es que desde ambos ‘bandos’ se pretenda reinterpretar el pensamiento de Paz, que para mí es suficientemente claro.”
–¿Es válido hablar de izquierda y derecha?
–Yo creo que sí sigue siendo válido hablar de izquierda y de derecha porque todavía son fórmulas que corresponden a la conducta de distintos sectores de la sociedad.
“Actualmente, ante la complejidad de las fuerzas sociales, cobra más importancia concebir la connotación de ‘izquierda’ y ‘derecha’ como el resultado de una elaboración teórica que deviene en una práctica concreta.
“Lo que importa no es la denominación en sí, sino su relación con una teoría y una actuación que corresponden a intereses concretos que se expresan en la sociedad. La comprensión del significado de estos términos se complica cuando se utilizan como eslogan quitándoles todo su contenido. Algo de esto ocurre en la actualidad.”
–Cuál es esa actualidad en la izquierda.
–Tal vez es mucho lo que pudiera yo opinar sobre la situación actual de la izquierda, sin embargo me inhibe el hecho de que siempre he tenido la práctica de discutir y hacer mi crítica al interior de los partidos: PCM, PSUM, PMS y ahora PRD, pero a partir de que la dirección del PRD me sacó, sin previo aviso y sin que mediara discusión alguna, de su Consejo Nacional hace dos años, encuentro difícil proseguir con esta práctica, sin embargo esbozaré algunas consideraciones.
“Nos encontramos frente a una coyuntura electoral cuyo resultado sin duda incidirá en el destino inmediato del país. El reto que se le presenta a la izquierda pone en juego, una vez más, su responsabilidad histórica.
“Han cambiado las ‘formas’ de hacer política de la izquierda y es natural que esto ocurra, pero debe haber claridad y consecuencia con sus principios y objetivos, de otra manera me parece que sólo se contribuirá al desaliento de la ciudadanía, cansada ya de tanta simulación y engaño; el desaliento al final favorece a la derecha.
“En estos días se definirá quién va a ser el candidato de la izquierda a la Presidencia. En este ejercicio se pone en juego, en parte, la voluntad unitaria de la izquierda, pero sobra decir que la unidad no puede reducirse a ponerse de acuerdo en la distribución de cargos. Esto es una necesidad que tiene que resolverse, pero no puede limitarse sólo a esto. Se tienen que garantizar espacios permanentes y efectivos para dirimir diferencias y alcanzar acuerdos o consensos con el fin de formular una táctica común. Y si en este ejercicio se confrontan diferencias irreconciliables, pues también habrá que hacerle frente a esto. En mi opinión lo que debe existir es claridad en los principios y objetivos comunes que reflejen la aspiración al cambio y la complejidad del movimiento social democrático. Esta es una cuestión que sobrepasa las personas, los individuos; es una tarea colectiva que debe sumar las ideas y la experiencia de aquellos sectores de la sociedad que manifiestan su interés por contribuir al desarrollo democrático.
“Los representantes de la izquierda, con su ejemplo concreto, deben tener la capacidad y la voluntad de facilitar la construcción de una cultura política donde los valores de la democracia, en su sentido más amplio, y las perspectivas de la igualdad, se impongan. Se trata de convencer de que la construcción de una sociedad fundada en la igualdad, la justicia y la participación real es viable.”
–¿Por qué cambió el arte por la política?
–Sencillamente porque en la medida en que me fui compenetrando en la actividad política encontré la satisfacción a mis inquietudes intelectuales y sociales y llegué a la conclusión de que ésta requería de toda mi concentración y esfuerzo. No quiero decir que en ese momento “sacrifiqué” mi interés por la pintura, los retos que me planteó la actividad en el PCM me entusiasmaron a tal grado que no me fue difícil tomar la decisión.
–¿Podría hacer un perfil de los posibles candidatos a la Presidencia de todos los partidos?
–No quisiera entrar en esto, ya se han esbozado de sobra estos perfiles y cada partido seleccionará a su candidato de acuerdo con sus prácticas propias. Lo relevante me parece a mí es que una parte importante de la ciudadanía lo que demanda es autenticidad, veracidad, claridad y honestidad en quienes va a depositar su confianza política. Por otro lado, si bien la “alternancia” ha propiciado que se ponga más atención en las características y trayectoria personales de quienes contienden por un cargo, lo fundamental sigue siendo la propuesta política, el proyecto que estos representan. Hoy más que nunca se confrontan dos proyectos. Por un lado, el de una derecha antidemocrática, expoliadora y entreguista que ha colocado al país en una situación de retroceso democrático, donde el Estado ya no es capaz siquiera de garantizar el derecho fundamental a la vida, y por el otro, el de la izquierda o lo que debiera ser el programa de la izquierda, un programa cuyo objetivo general yo resumiría en –valiéndome de una formulación que hice hace 30 años– “cambiar la vida”, en sentido progresivo y cualitativo, de millones de mexicanos que hoy padecen la más atroz desigualdad. Está claro que el primer proyecto lo representan el PRI y el PAN, indistintamente o en alianza, ambos representan los mismos intereses, cualquiera que sean sus candidatos. En cuanto al PRD y sus aliados, estos tienen el reto de definir a su candidato de la manera más democrática posible y ser capaces de responder a la exigencia de esa parte de la sociedad que se identifica con su programa.