MÉXICO, D.F. (proceso.com.mx).- El pianista Abdiel Vázquez se ha presentado en las salas de concierto más importantes del país y, desde hace algunos años, los escenarios internacionales le abrieron sus puertas hasta alcanzar el éxito en el Carnegie Hall, el prestigioso foro de Manhattan.
El éxito del concierto fue tanto por el virtuosismo en la ejecución como por la selección del programa: estudiante mexicano en Nueva York –nada menos que en el Manhattan Music School– ejecutó hace unas semanas el Concierto Romántico para Piano y Orquesta de Manuel M. Ponce, cuyas líneas melódicas cautivaron al exigente público neoyorquino.
La selección de un concierto de Ponce para presentar en el Carnegie Hall no sólo fue producto de un sentido de mexicanidad, pues las líneas melódicas de la obra tienen una marcada influencia del romanticismo decimonónico que, en plena frontera con el impresionismo del siglo XX, caracteriza la producción del zacatecano considerado “Padre del nacionalismo musical mexicano”.
Cuando se buscan los programas que Abdiel Vázquez ha ejecutado desde hace años, hay un denominador común: Franz Liszt y Serguéi Rajmáninov, quizás los genios más influyentes del romanticismo musical, que en el caso del joven pianista originario de Monterrey, no sólo marcan su formación técnica sino que también dan origen a sus concepciones literarias y filosóficas.
La proximidad de Liszt con Víctor Hugo, Lamartine o Heine, va más allá de la tertulia. Por ejemplo, el Estudio Trascendental No. 4 (Mazeppa), en Re menor, es un poema sinfónico inspirado precisamente en Mazeppa, un poema de Víctor Hugo.
Si para Vázquez “el romanticismo es la ilustración del siglo XIX”, el estudio de las expresiones artísticas debe acudir al encuentro con el pensamiento del período de manera que su concepción sea integral.
–¿Puede influir la literatura en su formación como músico? –se le pregunta.
La interpretación es técnica, repetición, impresión de las percepciones musicales, que tal vez existen en la mente del intérprete. La literatura y la filosofía enriquecen al individuo. No creo que la literatura influya en la calidad de un músico, pero creo que, independientemente de la vocación, que la lectura debe servir para convertirnos en mejores personas.
En su caso, Víctor Hugo, Goethe, Tolstoi, son nombres cardinales, plenos y trascendentales en su formación. Así, Los miserables le remiten a la reflexión sobre la desigualdad; Guerra y Paz, a la violencia, Fausto a la moralidad. En el caso de Goethe los famosos episodios con Beethoven que reflejan el conservadurismo del primero, lo condujeron al estudio de las posturas que el popular clásico de la música, asumió respecto a la política y las transformaciones de su tiempo. Y Beethoven, naturalmente, fue una influencia directa en el romanticismo musical.
Abdiel Vázquez lanza una idea acabada: “si algo nos hace iguales es el arte, la música”.
Sobre la música y la desigualdad
Para alguien que vivió, creció y se formó en una sociedad como la regiomontana, orgullosa de su pasado industrial, plena de una idiosincrasia capitalista, arte y desigualdad, son objeto de reflexión.
Vázquez recibió el Premio Nacional de la Juventud en 2004; ha ganado de los dos certámenes pianísticos más prestigiosos del país (el “Angélica Morales”, de Yamaha, en 2006 y, José Jacinto Cuevas, en 2010), fundó y dirigió la Juventud Sinfónica de Monterrey, un proyecto que aglutina a más de 60 cogeneracionales que hoy están dispersos por diferentes ciudades de México y el mundo dedicados a la música.
Naturalmente, con ello, los cocteles entre la clase política y empresarial son cosa frecuente, tanto como los viajes internacionales, la atmósfera de refinamiento, la proximidad con los genios musicales contemporáneos que, sea en Nueva York, Boston, Barcelona, Shanghai o la Ciudad de México, coinciden en el circuito predestinado a los virtuosos.
Del otro lado, la historia familiar. Un abuelo obrero; un padre cuya superación académica fue posible a la par del trabajo esforzado en la industria acerera; una visión, desde las oportunidades de la clase media, de los profundos contrastes sociales y, desde su residencia académica en Nueva York que inició en 2009, la contemplación de la violencia que descompone el escenario en el que transcurrió su infancia y su juventud.
“Veo las noticias sobre la violencia en México; sé de la angustia en Monterrey. Siento impotencia ¿qué puedo hacer yo como músico?”.
De visita en esta ciudad, Abdiel Vázquez tiene una agenda apretada: el jueves 23 ofreció un concierto en la sala “Manuel M. Ponce”, del Palacio de Bellas Artes, con la Orquesta de Cámara de Bellas Artes, donde interpretó una sonata de Rossini y un concierto de Beethoven, que se repitió este domingo 25 en el auditorio del Conservatorio Nacional.
Los próximos días 1 y 2 de junio, se presentará con la Orquesta Filarmónica de la UNAM, en la Sala Nezahualcóyotl, con obras de Prokofiev y Tchaikovsky.
Y en medio de la gira, ofrece la tarde de este domingo un concierto en el que ejecutará obras de Beethoven, Chopin, Liszt y Mussorgsky, a beneficio de la organización Familia de Pasta de Conchos. Se presenta a las 18:00 horas en el Conservatorio Nacional, en Polanco.
En 2006, Abdiel Vázquez aún residía en México y estudiaba piano en Monterrey. El 19 de febrero de ese año, un siniestro en la Mina 8 Unidad Pasta de Conchos cobró la vida de 65 trabajadores y dejó lesionados a 13 más.
“La noticia en ese tiempo y, hace poco, un conocimiento mayor de la situación de los trabajadores me impactaron. Si algo puedo hacer como músico, es ayudar a que puedan mantener su movimiento”, dice Vázquez.
No es la primera vez que dona un concierto. Asegura que lo seguirá haciendo.
“Como músico y como ciudadano, creo que se debe tener responsabilidad. Es lo que puedo hacer como músico, ofrecer un concierto, para ayudar a construir una mejor sociedad”.