Apoyado por el Centro de Derechos Humanos Agustín Pro Juárez, el exguerrillero michoacano Abdallán Guzmán Cruz acudió a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para ventilar el caso de su padre y cuatro de sus hermanos desaparecidos en la década de los setenta. El demandante sostiene que cuando fue detenido y torturado por elementos de la Dirección Federal de Seguridad, el propio director de esa corporación, Miguel Nazar Haro– personaje central del libro El policía, de Rafael Rodríguez Castañeda, puesto en circulación recientemente por Grijalbo–, le comentó abiertamente que si quería que le pasara lo mismo que a sus familiares...
MÉXICO, D.F. (Proceso).- De vuelta el PRI en el poder, al gobierno de Enrique Peña Nieto le corresponderá litigar en los próximos meses ante la Organización de Estados Americanos (OEA) los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la guerra sucia, y en particular los atribuidos a Miguel Nazar Haro.
Sin cumplirse aún la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos por la desaparición forzada de Rosendo Radilla Pacheco a manos del Ejército en Atoyac, Guerrero, en agosto de 1974, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) dio entrada a un caso que involucra a cinco víctimas de la política de exterminio de los gobiernos priistas de los setenta y ochenta, y en el que Nazar fue protagonista.
Durante la sesión del 12 de julio pasado, durante el 148 Periodo Ordinario de Sesiones realizado en la sede de la CIDH en Washington, seis de los siete comisionados dieron entrada a la demanda del ciudadano michoacano Abdallán Guzmán Cruz, quien reclama la presentación de su padre, José de Jesús Guzmán Jiménez, y sus hermanos Amafer, Armando, Adenauer Solón y Venustiano, detenidos en 1974 y 1976 en operativos realizados por miembros de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), con Nazar como pivote, y el Ejército.
El comisionado mexicano José de Jesús Orozco Henríquez se excusó de participar en el debate y en la decisión de someter a México al escrutinio internacional en apego al reglamento interno del mismo órgano de la OEA, según se asienta en el Informe 50/13, del que Proceso tiene copia. El documento tiene la firma del también mexicano Emilio Álvarez Icaza, secretario ejecutivo de la CIDH.
El torturador
Excombatiente del Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR), Abdallán Guzmán fue víctima del entonces director de la DFS, incluso fue encarcelado en 1974. Recuperó su libertad gracias a una amnistía en 1979. En las sesiones de tortura, cuenta, se enteró por voz de Nazar que su papá y tres de sus hermanos también fueron capturados por él meses antes.
Amafer, Armando y él, dice Abdallán, militaban en el MAR, mientras Venustiano colaboró con las Vanguardias Armadas Revolucionarias del Pueblo (VARP) y fue capturado en Acapulco, Guerrero.
“Si ellos cometieron un delito, de acuerdo a los cánones del Estado burgués, debieron ser juzgados con sus mismos cánones –señala Adballán–. ¿Por qué no los presentaron al Ministerio Público? ¿Por qué los llevaron al Campo Militar para interrogarlos y torturarlos? ¿Por qué los desaparecieron? Esos son crímenes de lesa humanidad. Nosotros seguimos firmes buscándolos a ellos y a la justicia.”
Abdallán fue detenido en octubre de 1974 junto con otras dos personas tras un enfrentamiento con policías municipales. Y aunque se presentó con otro nombre la DFS lo identificó como miembro del MAR y decidió trasladarlo a la 21 Zona Militar.
Cuenta: “Nazar llegó a Morelia y personalmente nos torturó. De ahí nos llevaron a la Ciudad de México, a la DFS, y nos volvieron a dar. En la DFS estuvimos una semana y de ahí nos llevaron al Campo Militar número Uno, donde estuvimos más de una semana.
“Nazar concurrió sólo dos veces; quien nos torturó fue su gente. A pesar de que nunca te quitaban la venda, tenías una capucha y estabas esposado y desnudo te dabas cuenta de quién era. Él (Nazar) daba las órdenes, gritaba; él era el responsable directo. Pero también estaban los de la Judicial y el Ejército, ellos también participaban en las torturas.”
Del Campo Militar número Uno, continúa, lo llevaron ante el Ministerio Público. Ahí también estuvo Nazar. “Puso la pistola en el escritorio para ver si la agarrábamos. Se puso a corregir al agente del Ministerio Público, pasándole notas que no tenían nada que ver con nosotros”...
Fragmento del reportaje que se publica en la edición 1924 de la revista Proceso, actualmente en circulación.