Los prejuicios del mexicano en "Fecha de caducidad"

viernes, 6 de septiembre de 2013 · 09:13
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Con dos años de retraso, llega a la pantalla Fecha de caducidad (México, 2011), una cinta que confirma que el cine mexicano de ficción adquiere nuevo brío. En este caso la demora no le sentó mal a la película porque la directora Kenya Márquez aprovechó el tiempo para presentarla en varios festivales internacionales, donde acumuló premios. La realizadora sorprende por su habilidad para manejar el humor negro, la precisión para crear atmósferas de suspenso y el pulso para dirigir a actores tan fogueados como Ana Ofelia Murguía (Ramona) y Damián Alcázar (Genaro). En sentido estricto, por su manipuleo de cadáveres y restos humanos en descomposición, Fecha de caducidad es una comedia macabra como hacía mucho que no se veía. A doña Ramona parece convenirle la viudez, así puede ejercerse como madre total de su hijo, Osvaldo (Eduardo España), zángano de profesión que por fortuna desaparece a las primeras de cambio; ahora todo será cosa de buscarlo, indagar y reconocer cuerpos en la morgue; en este viaje por el inframundo se cruzan una entremetida secretaria (Martha Aura), una extraña joven, Mariana (Marisol Centeno), y sobre todo Genaro, un personaje inenarrable, entre siniestro y conmovedor que Damián Alcázar compone muy bien. El guión, escrito por la directora en colaboración con Alfonso Suárez, logra que estos personajes sean todos creíbles; poco importa qué extremos, obsesivos y patéticos se descubran. El reto en un relato de humor negro es mantener el tono; Kenya Márquez nunca lo pierde, la primera escena lo establece en el núcleo de la intimidad entre madre e hijo, doña Ramona cortándole las uñas de los pies a su vástago entrado en años; al borde de lo insoportable, pero transmite exactamente el tipo de relación entre ellos, el carácter de cada uno; además, el pequeño accidente que ocurre ahí se convierte luego en una pieza clave. En interiores como en la calle, el aire que se respira es sofocante, apesta, las cosas huelen a viejo, desde el departamento de Ramona, arreglado decorosamente, hasta la lúgubre estancia de Marisol, infestada de cucarachas. En muchas escenas darían ganas de voltear hacia otra parte, pero la mezcla de morbo y suspenso que provocan las situaciones mantienen atento al público; el escape, claro está, es la risa, no la franca a carcajadas, sino la incómoda, la de pena ajena. Narrada en capítulos que llevan los nombres de los personajes, las situaciones en Fecha de caducidad se repiten desde diferentes puntos de vista, los equívocos se le van aclarando al espectador, pero la incomodidad va en aumento. No hay duda de que el resorte del malestar que logra provocar Kenya Márquez no proviene tanto de lo sórdido de las situaciones como de la verdad de los temas que toca: Matriarcado, violencia contra la mujer, prejuicios sociales.

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