Daniela Liebman, concierto de raras circunstancias

domingo, 2 de febrero de 2014 · 17:58
MÉXICO, D.F. (proceso.com.mx).- No es que a uno le guste jugar al “sospechosismo” pero hay hechos y circunstancias que necesariamente llevan a las interrogaciones y, el concierto de la jovencísima pianista, 11 añitos, Daniela Liebman, presentado al mediodía de este sábado 1 en Bellas Artes es uno de esos en que a fuerza hay que preguntarse cuál es la mano que mece la cuna y, claro, por qué y para qué la mueve. Veamos: En primer lugar el concierto, enmarcado por la Orquesta de Cámara de Bellas Artes (OCBA), dirigido por el huésped Anatoly Zatín, tutor artístico de la pianista, se ofreció como ya fue dicho, el sábado a las 12:00 horas del día y en horarios absolutamente fuera de lo común ya que, a lo largo de los 80 años de historia de este recinto, nunca nuestras orquestas han acostumbrado presentarse ese día ni a esas horas. Para la OCBA el concierto fue extraordinario y le ha de haber significado una buena entrada económica, ya que está totalmente fuera de su temporada, misma que ni siquiera ha iniciado. Tres, los palcos de la luneta, menos uno, estuvieron repletos de fotógrafos y camarógrafos, (inclusive hubo un camarógrafo todo el tiempo sobre el escenario), cosa que no ocurre ni con la presencia de artistas consagrados internacionalmente, y que evidencia que se movieron todos los hilos para que estos colegas estuvieran presentes y, más aún, que dichos palcos estuvieran disponibles para ellos. Cuatro, la sala estuvo llena con un público totalmente diferente al habitual e incluyó familias enteras de hasta niños de brazos que, por sus comentarios, revelaban que no llegaron a escuchar un concierto sino “a ver a la niña”. El lleno evidentemente se logró con boletos de obsequio, ¿Cuánto y a quién costaría todo esto? Por último, algo verdaderamente extraordinario, la colocación en la explanada de Bellas Artes de una pantalla gigante y sillas para la transmisión en directo y disfrute del concierto. El poner una pantalla gigante fuera del recinto es algo que se ha hecho muy, muy pocas veces y en ocasión de presentarse figuras consagradas de talla mundial como, si la memoria no me falla, Pavarotti, el ballet de Maurice Béjart y, esa misma noche del sábado, Joan Manuel Serrat quien tiene más de 30 años de reconocida trayectoria pero, ¿para una preadolescente que empieza su carrera? Lo menos que puede decirse es que es extraño y extraordinario, sobre todo si reconocemos que la niña es talentosa, sin duda, y posee muchos merecimientos a su corta edad pero, no es Mozart redivivo. Así las cosas, el concierto, gracias al público que entraba y salía a la hora que se le daba la gana, las voces de los niños que no estaban dormidos, y todos los que aplaudían a cada pausa de la obra de que se tratara, fue un auténtico desastre. Empero, musicalmente la cosa no estuvo igual de mala, el programa fue interesante y la OCBA se oyó bien. Se escuchó el “Preludio para Apolo y Jacinto” de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), “Sinfonía opus 12, No.4, La casa del diablo” de Luigi Boccherini (1743-1805) y el “Concierto para piano y orquesta No.8, Lutzow”, también del Divino Mozart en el que Daniela mostró sus aptitudes y talento. Y es que sin duda la niña tiene posibilidades y si, más allá de lo publicitario y comercialmente promocional, se sigue preparando en serio, seguramente llegará a ser una auténticamente destacada y merecidamente reconocida pianista a nivel internacional. Sus potencialidades, a más del concierto mozartiano, las mostró, para delirio del inhabitual público, en los ancores que otorgó y que no se limitaron a uno, a lo sumo dos como es común, sino que se prolongaron hasta cuatro. Si cuatro piezas de regalo que fueron, “La liggerezza”, segundo de los “Tres estudios de concierto” de Franz Liszt (1859-1867) cuya mayor dificultad técnica radica en la rapidez, la “ligereza” como indica su nombre; una Tocata y un Estudio de Filipenco y Moslovsky, respectivamente, autores de que confieso no saber absolutamente nada y, el “Estudio opus 25, No. 2” del gran romántico Federico Chopin (1810-1849). Concierto grato, sí, pero dado en circunstancias tan fuera de lo común que obligan a pensar en los poderosos intereses que están detrás y a preguntarse ¿qué hay más allá de lo puramente musical?

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