Las decenas de miles de víctimas de la violencia en el país se encuentran en el mismo estado de desprotección e indefensión a pesar del “cuento de hadas” de la Ley de Víctimas y como consecuencia de la ineptitud e indolencia del Estado. En el caso de Guerrero, la entidad federativa con más ejecuciones, la arquidiócesis de Acapulco asumió una tarea que en primera instancia le corresponde al gobierno: intentar recomponer una “sociedad enferma” por “el gravísimo problema de salud pública” que causan las secuelas de la violencia. Este programa busca extenderse a otras regiones del país para frenar los “deseos de venganza” que campean en México.
ACAPULCO, Gro. (Proceso).- El sacerdote Jesús Mendoza, encargado de iniciar en Guerrero un ambicioso proyecto eclesiástico para atender a las víctimas de la violencia, asegura enfático: “Actualmente, en México el rostro de los pobres es el rostro de las víctimas de la violencia. De manera que para el episcopado mexicano la opción preferencial por los pobres es la opción por las víctimas. Nosotros las ayudamos a sanar sus heridas, a que se les haga justicia y a recuperar la esperanza”.
–¿Tan grave está la situación que ya nos convertimos en un país de víctimas? –se le pregunta.
–El problema de las víctimas es tan tremendo que ya tenemos una sociedad enferma: enferma de miedo, rabia, impotencia, desesperación, angustia y deseos de venganza. A tal extremo hemos llegado que el de las víctimas ya se convirtió en un gravísimo problema de salud pública. Y nos esperan tiempos más difíciles si el Estado, principalmente el sector salud, sigue sin asumir su responsabilidad de atender a este amplio sector de la población que cada día crece más.
Ante el abandono gubernamental, la Comisión para la Pastoral Social, dependiente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), decidió hace dos años instaurar un programa nacional de atención a víctimas. Acordó entonces que la arquidiócesis de Acapulco –por tener los más altos índices de violencia– lanzara el programa piloto. El padre Mendoza fue el encargado de hacerlo.
–El programa piloto lo iniciamos en mayo de 2012. En la arquidiócesis veníamos trabajando con víctimas desde tiempo atrás, sólo que de manera lírica. Nos dimos cuenta de que vivíamos una situación de emergencia que nos rebasaba porque las víctimas llegaban a las parroquias a pedirnos auxilio. Para hacer el proyecto vinieron expertos del episcopado colombiano que nos ayudaron a diseñarlo, pues la Iglesia en Colombia tiene mucha experiencia en el tema.
Así empezaron a surgir en la arquidiócesis de Acapulco los llamados “centros de escucha” y los “talleres vivenciales de sanación”, entre otros espacios donde las víctimas de la violencia reciben atención psicológica y asesoría jurídica.
Según las estadísticas de la propia arquidiócesis, de octubre de 2012 a enero de este año atendió a mil 58 víctimas; a 112 familias golpeadas por la violencia; a 599 personas se les dio “acompañamiento psicosocial”, y a 85 víctimas se les asesoró jurídicamente...
Fragmento del reportaje que se publica en la edición 1951 de la revista Proceso, actualmente en circulación.