Pompeya, la tentación de la mafia italiana

martes, 1 de abril de 2014 · 12:24
MÉXICO, D.F. (Proceso).- En 1996 fue inscrito como Patrimonio Cultural de la Humanidad el complejo arqueológico compuesto por Pompeya, Herculano y Torre Annunziata. De gran trascendencia para la memoria colectiva universal, este conjunto ha asociado su belleza al infortunio en el transcurso de la historia: junto con las inclemencias de la naturaleza ahora convergen en este sitio el vandalismo y la venalidad, correlativos a las actividades de la organización criminal napolitana conocida como la Camorra. El complejo arquitectónico se encuentra inserto en la región de Campania, situada en la costa del mar Tirreno, al sur de Italia, que adolece por cierto de graves problemas sistémicos, entre ellos un 17% de desempleo, por arriba del 9% de la media italiana (Elisa Povoledo), así como la infiltración de las estructuras sociales y políticas por parte de la Camorra. Ya desde el gobierno de Mario Monti, el ministro de Cohesión Territorial, Fabrizio Barca (2011-2013), había alertado que la Campania registra una de las mayores concentraciones del crimen organizado en toda Europa.   El hechizo y la desolación…   Los encantos de Pompeya han seducido a intelectuales como Théophile Gautier (Arria Marcella) y Wilhelm Jensen (Gradiva), quienes la emplearon como trasfondo en las tramas de sus novelas. Pero lo trascendente de este sitio consiste en la revelación, como ninguna otra ciudad de su época, de las metamorfosis de la forma de vida romana. Además, este complejo resulta ser único para explicar la cotidianidad de los romanos a través de su arquitectura. Ésta, en sus inicios, estuvo regida por la domus italica, la típica casa romana dominada por el atrio que constituía el vértice de la vida romana y que, adosado de bustos y epitafios, estaba presidido por un relicario, residencia de los dioses protectores del hogar. La domus italica materializaba un modelo mental formativo que era el escenario del teatro de la memoria familiar (Bettina Bergmann). Esta evolución arquitectónica revela una sociedad lo suficientemente instruida como para seleccionar, de entre las características griegas e itálicas, aquéllas que mejor satisficieran sus necesidades y sus gustos. En los suburbios de Pompeya también tuvo presencia la villa romana, de grandes espacios y que se encuentra representada con excelsitud por la Villa de Poppaea, en Oplonti, ahora Comuna de Torre Annunziata. Posiblemente el aspecto de mayor relevancia en la arquitectura romana es el impacto del arte griego, que condujo a una proliferación de peristilos de origen helénico con columnas, pinturas y mosaicos en los que predominaban los mitos griegos y las escenas históricas. Pompeya es muestra sin embargo del eclecticismo que caracteriza a la arquitectura romana en su capacidad para repensar y mezclar lo mejor del pasado, así como para transformarlo en algo único romano. Pompeya es pues determinante en el estudio y conocimiento de vida de los romanos. Así como los visitantes de Pompeya y sus alrededores avizoran el drama de la destrucción de la ciudad causada por el Vesubio en el año 79 a.C., pueden atestiguar su segunda devastación, aunque ahora en pleno siglo XXI y por causas no naturales. Con todo, aquí pueden corroborar la omnipresente, polivalente, multiforme e incluso irresistible grandeza de Roma, pero de la misma manera aprecian su enorme fragilidad, proveniente del abandono de la zona arqueológica por parte del Estado italiano. La destrucción inexorable de Pompeya se inició en la década de los cuarenta del siglo XVIII, cuando los Borbones la exploraron con el propósito principal de someterla a la rapacidad y el saqueo. El botín resultante de ello fue concentrado en el Palacio Real en Porcini; algunos vestigios que sobrevivieron se exhiben actualmente en el Museo Nacional de Nápoles. A diferencia de Herculano, cuya exploración fue hecha a base de túneles, la de Pompeya se realizó a cielo abierto. Una vez removido el capelo de lava, la urbe se vio expuesta al oxígeno y a la acción corrosiva del clima, pero es el agua la que ha sido particularmente inclemente con los tesoros de Pompeya; por la acción acuífera, frescos, mosaicos, techos y enseres se han visto totalmente alterados. La revelación de la importancia de Pompeya se debe a Giuseppe Fiorelli, primer superintendente del lugar ­–su gestión abarcó el periodo 1863-1875–, quien estableció la perspectiva holística inicial de estos vestigios. A él le sucedieron otros exploradores, pero el verdadero impulsor de la zona fue sin duda Amedeo Maiuri, arqueólogo en jefe en Pompeya desde 1924 y por cerca de 50 años. A Maiuri le asistió la claridad de espíritu suficiente para comprender la importancia de preservar el entorno natural de estos sitios: impidió que fueran removidos los mosaicos, frescos, menajes de casa y todo aquello que le daba sentido al complejo arqueológico. Los acosos sin embargo no cesaron. En la Segunda Guerra Mundial las tropas aliadas no ponderaron el alto valor histórico de Pompeya y le arrojaron cerca de 160 bombas ante la creencia de que ahí se encontraban tropas nazis: destruyeron el umbral de la ciudad antigua y el museo de Porta Marina, y pulverizaron otros tantos monumentos. Los aliados repetirían la hazaña al destruir por las mismas causas la abadía benedictina de Montecasino. La degradación inexorable de Pompeya continuó. En 1980, un terremoto en las montañas de la isla de Irpina derrumbó entre otros inmuebles históricos una de las paredes de la lujosa residencia pompeyana conocida como Casa de los Vettii, así como el techo de la Casa del Laberinto, con lo que se perdió uno de los frescos más impresionantes de Pompeya. A esta desolación se agregaron los grafiti y actos vandálicos de toda índole (Andrew Wallace-Hadrill). Las alternativas culturales   La intelligentsia italiana no permaneció insensible ante esta catástrofe. Humberto Eco, Federico Zeri y Renzo Piano, con el patrocinio de la multinacional IBM, escribieron en 1988 el libro La isla del tesoro. Propuestas para el redescubrimiento y administración de recursos culturales, que le fue entregado a Vicenza Bono Parrino, en la época ministra de Bienes Culturales. Se trata de un estudio realizado por un equipo multidisciplinario que elaboró asimismo un programa de reestructuración de los servicios y accesos al complejo arqueológico, así como activos informático-didácticos en relación con el mismo. Con sorna, Eco ha referido que Bono Parrino se llevó el libro a su casa para emplearlo como calzador de una silla. Otros esfuerzos aislados se emprendieron posteriormente, pero muchos de ellos quedaron truncados en el camino y atrapados por la burocracia cultural italiana. En 1996 se lanzó junto con la Superintendencia Especial para el Patrimonio Arqueológico de Nápoles y Pompeya (SAP por sus siglas en italiano) una campaña muy ambiciosa con el objetivo de documentar digitalmente esta antigua ciudad romana en todos sus detalles. La iniciativa culminó con la elaboración del primer mapa digital interactivo; a la par se desarrollaron los criterios que debían ser considerados para evaluar todo el complejo urbano, que ya forman parte del Proyecto Neapolis, uno de los bancos de datos más exhaustivos acerca del estado actual de Pompeya. Otra tentativa similar fue impulsada por el Instituto de Humanidades Packard (adscrito a la firma de computadoras Hewlett-Packard), la British School en Roma y la SAP, que diseñaron el Proyecto de Conservación de Herculano, cuya finalidad es salvaguardar y conservar esta urbe antigua, y sobre todo fomentar su estudio y preparar al público para que pueda apreciarla. No obstante la importancia cultural de Pompeya, el gobierno de Silvio Berlusconi redujo de manera importante los fondos destinados a educación y cultura, lo que repercutió de manera negativa en el proyecto correspondiente a esa ciudad en sus diferentes rubros: conservación, exploración e investigación, entre otros muchos. Muy pronto Pompeya se convirtió en un conspicuo caso de crisis en materia de conservación arqueológica. El deterioro empezó a causar daños irreversibles. Llegó al extremo con el colapso en noviembre de 2010 de la Schola Armaturarum, uno de los lugares más relevantes de Pompeya, cuyo nombre proviene de una confusión que se originó por sus frescos de ángeles alados que portan espadas y escudos (Frank Sear). En septiembre de 2013, después de una inspección a la zona, la UNESCO previno al gobierno italiano en el sentido de que Pompeya, Herculano y Torre Annunziata, sitios que componen el complejo arquitectónico declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad, serían catalogados como patrimonio cultural en peligro de no adoptarse medidas serias para su salvaguarda. Las afectaciones han emergido por todos lados: En la Casa de Siricus y en la Casa de las Bodas de Plata los daños son evidentes. No menos deterioro reporta la Casa de Octavius Quartio, en tanto que los frescos y mosaicos pompeyanos se encuentran ya en peligro extremo. El dictamen de la UNESCO, emitido en colaboración con el Consejo Internacional de Sitios y Monumentos (Icomos por sus siglas en inglés), es lapidario: Pompeya, Herculano y Torre Annunziata están cerca del colapso. Ante la devastación progresiva de la zona arqueológica, el gobierno de Italia aprobó el Gran Proyecto Pompeya (decreto 34/2011). La Unión Europea (UE) acordó destinarle una importante contribución de 105 millones de euros con cargo al Fondo de Desarrollo Regional Europeo (ERDF por sus siglas en inglés), en consorcio con fondos italianos. En un acto reivindicativo, la UE declaró que Pompeya forma parte de la identidad europea.   La venalidad   Uno de los problemas mayores que enfrenta la restauración y salvaguarda de Pompeya es la venalidad y el crimen organizado. Por sólo mencionar un evento, al amparo de la campaña mediática “Pompeya viva. Un nuevo modo para visitar el área arqueológica de Pompeya”, el comisionado especial Marcello Fiori, personaje muy cercano a Silvio Berlusconi, incurrió en un acto censurable: para la reconstrucción del teatro antiguo adjudicó en forma directa un contrato a la empresa Caccavo SRL, cuya representante, Annamaria Caccavo, sería puesta en arresto domiciliario en febrero de 2013 bajo los cargos de escalar los costos de la obra y alterar gravemente el sitio. La empresaria tuvo la osadía de transformar el teatro pompeyano en un centro de espectáculos y no dudó en emplear cemento sobre las piedras originales. El acoso a Pompeya proviene ahora del crimen organizado. Para situar el proyecto de restauración en perspectiva, éste es inviable sin la intervención de la industria local de la construcción, controlada fuertemente por la Camorra. La inquietud social en este sentido es legítima, ya que esta organización mafiosa sería la beneficiada por los fondos europeos.   El vandalismo   Muy pronto se conocería con más detalle el grado de penetración de la Camorra en la estructura política y social de Campania. La voz de alarma la dio el hebdomadario italiano l’Expresso el 10 y 16 de enero últimos. Reveló cómo en febrero de 2007 el cabildo de la comuna de Torre Annunziata cambió el uso de suelo de un solar agrícola ubicado solamente a 500 metros de la Vía Consolare, la calle de la necrópolis de Pompeya, y a 800 metros del mar y lo adjudicó a la empresa Oplonti, SRL, que edificó ahí un conjunto comercial de comida rápida y supermercados. La información disponible indica que Oplonti, SRL es controlada por un fideicomiso cercano a la Camorra. Al iniciarse la construcción, se descubrió un suburbio dedicado a la industria y la artesanía de la antigua Pompeya, ahora conocido como Pompeya 2. Los reclamos de los arqueólogos para que se frenara esta obra ignominiosa no cesaron, pero se extraviaron en la maraña de intereses mafiosos. Pompeya 2 quedó sepultada bajo 8 mil metros cuadrados de concreto, con lo que la información albergada ahí se perdió para siempre. Hechos como éste han producido en la comunidad internacional una gran indignación. Ante este desastre, Massimo Bray, ministro de Cultura en el gobierno de Enricco Letta (abril de 2013-febrero de 2014), tuvo que recurrir a la milicia: impulsó al general de los Carabinieri Giovanni Nistri, con amplia experiencia en la recuperación de bienes culturales italianos localizados en el extranjero, para que asumiera el control del Gran Proyecto Pompeya. Nistri elaboró un protocolo ejecutivo con la finalidad de evitar la participación de la Camorra en este ámbito.   Epílogo   Para Cicerón (De oratore), recordar era como leer y escribir. Afirmaba que en su función los sitios se asemejaban a las tablillas de cera (tabulae cerae) y las imágenes a las letras; de acuerdo con esta metáfora, la memoria resultaba ser un conjunto de tablillas de cera. Las imágenes y los sitios, sostenía, se retienen más fácilmente que los pensamientos abstractos. Los romanos consideraban que la memoria era una suerte de instrumento necesario para la sobrevivencia, pero también la más frágil de las facultades humanas. Y este es un aspecto fundamental que puede asociarse con facilidad a Pompeya, el sitio arqueológico más antiguo y extenso del mundo y cuyo un significado específico dentro del conjunto de referencias multiseculares actuales remite a las nociones de identidad, nación y patrimonio. La Unión Europea ha comprometido sus recursos y su prestigio al fortalecer el mandato al Estado italiano para que salvaguarde y custodie los sitios y monumentos arqueológicos; ponderó que, al hacerlo, se preserva el interés público en la curaduría, en la restauración y el estudio del sitio. Pompeya representa no solamente un desafío en materia de restauración y conservación; más aún, significa la viabilidad del Estado italiano para honrar las obligaciones internacionales que le asisten en lo que atañe a la guarda y custodia de este patrimonio de la humanidad, y responder al mandato cultural que le impone su Constitución y la Unión Europea. Debe por tanto rechazar las voces que reclaman la privatización del complejo arqueológico, pues de lo contrario estaría abdicando de una de sus responsabilidades primarias y expondría a Pompeya a una amenaza mayor en un futuro próximo. El desafío empero es todavía más grande: simultáneamente el Estado italiano debe asegurarse y asegurarle a la comunidad internacional que los fondos que se han proveído para el rescate de Pompeya no tendrán como destinatario final a las organizaciones criminales.   *Doctor en derecho por la Universidad Panthéon-Assas

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