MÉXICO, D.F. (apro).- Quince años después de perder a su hija Hester, asesinada el 19 de septiembre de 1998 en Juárez, Chihuahua, la holandesa Arsène Van Nierop exhortó a las mujeres mexicanas a unirse para acabar con el silencio que pesa sobre el país alrededor de los feminicidios.
“Unidas junten su voz para que las escuche el gobierno y la justicia, eso es muy importante”, declaró hoy en un español casi impecable, al presentar su libro Un grito de socorro desde Juárez, mismo que Proceso reseñó en su edición 1952.
También se mostró entusiasta cuando se enteró que las mujeres de Ciudad Juárez se organizaron en una red, mientras “antes se encontraban separadas”.
Asimismo, urgió a los sectores educativos a enfocar sus programas hacia la igualdad entre géneros, y aseveró que “sería mejor hablar que pelear”.
La señora Van Nierop dijo que se siente más tranquila ahora que sabe que el sospechoso del asesinato de su hija se encuentra encarcelado. La policía mexicana lo encontró en Facebook gracias a sus rasgos –le falta una oreja, tiene un tatuaje de un pato en el brazo y 51 años–. Se encontraba en una cárcel de Estados Unidos, y ahora está detenido en México por el delito de feminicidio.
En Holanda, Arsène forma parte de una asociación de padres cuyos hijos fueron asesinados. “Mi esposo y yo nos dimos cuenta que teníamos una ventaja –en cada situación hay que ver lo positivo”, explicó:
Y la misma reside en que “el asesino de mi hija no vive al otro lado de la calle –no me puedo encontrar con él en ninguna parte–, sino al otro lado del mundo”. “Esto deja un espacio para el dolor”, enfatizó.
Irinea Buendía también conoció el horror de perder a su hija, Mariana Lima, en 2010. La madre está segura de que su hija no se suicidó, como lo asevera el policía que fue su yerno, Julio César, sino que éste la asesinó en su casa del municipio mexiquense de Chimalhuacán, donde “la mantenía como en un castillo de la pureza”.
“Julio César me dijo que se había colgado, pero cuando llegué a su casa ella se encontraba tirada en la cama, el cuerpo lleno de heridas”, relata Irinea a Apro. Pese a su llamada al Ministerio Público, ninguno funcionario se desplazó para abrir una investigación, debido a que “no fue un hecho violento”, argumento que carece de toda lógica.
En febrero de 2011 la fiscal de la Unidad de Feminicidios de Tlalnepantla, Liliana Rosillo Herrera, le planteó que no podía dedicarse a investigar su caso, ya que tenía 922 más y además “no trabajaba bajo presión”, lamenta la señora.
Con el tiempo su caso se volvió más absurdo aún. “En mayo de 2011 me pidió la responsable del Ministerio Público en el Estado de México, Liliana Ivonne Banda, que le presentara un testigo que hubiera visto todo y lo sostuviera con hechos”.
Hasta la fecha, nunca ha sido atendida por los procuradores mexiquense, incluso el actual, Miguel Ángel Contreras Nieto. “Esto muestra que no tienen ni el menor interés en resolver los feminicidios”, denuncia Irinea.
Tras agotar todos los recursos legales posibles, el caso de Irinea se encuentra ahora en la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). “Estoy confiada en que los ministros hagan un buen trabajo”, aseveró.
En la SCJN, Irinea cuenta con la ayuda de Rodolfo Domínguez, abogado de la asociación Justicia, Derechos Humanos y Género AC
Defensa obligatoria
Arsène Von Nierop relató que cuando Amnistía Internacional la convenció de visitar México –y más particularmente Juárez–, en 2004, conoció por primera vez la injusticia.
Y explicó: “Los integrantes de Amnistía Internacional me preguntaron si tenía un abogado. ‘¿Por qué?’, les pregunté –ya que en Holanda la policía investiga los asesinatos–, y me contestaron: ‘Sin abogado los policías aquí no hacen nada por ti’”.
Cuando llegó a México pudo platicar con el oficial que siguió el caso de Hester hasta el 2002. Tenía una descripción precisa del principal sospechoso, por lo que Arsène y su esposo imaginaron que la policía se encontraba a punto de encontrarlo.
“Pero el policía me explicó que la información (que había recolectado) no significaba nada”, relató la madre, quien “comenzó rápidamente a comprender cómo funciona la justicia en México”.
Pero Arsène nunca se quedó con rencor hacia México. De regreso a Holanda empezó a mandar dinero a la organización Casa Amiga, en Juárez, para combatir los feminicidios y el silencio alrededor de ellos. Mediante este apoyo que proporciona a través de la Fundación Hester, Casa Amiga da clases de capacitación y de karate a las mujeres de la ciudad fronteriza.
En 2007, Lucha Castro, abogada del Centro de Derechos Humanos de las Mujeres en Chihuahua, entró en contacto con Arsène y le aconsejó llevar su caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). A raíz de la cooperación entre ambos mujeres, el caso de Hester avanzó hasta el descubrimiento del presunto asesino y su detención en enero pasado.
Arsène está convencida de que el sospechoso es el asesino de su hija, ya que la policía holandesa tiene una representación en Washington, desde donde le confirmaron que el sospechoso era la persona que buscaron las autoridades desde el primer día.
“Sería mejor para las mujeres de Ciudad Juárez que encerraran a este sujeto peligroso, pero sólo si saben de forma segura que fue el asesino de mi hija” subrayó Arsène, quien recordó que la investigación lleva 15 años, durante los que fue reiniciada tres veces.
“Tienen que investigar de una manera más profesional que en el caso de mi hija”, sostuvo.
Según María de la Luz Estrada, coordinadora del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (OCNF), se han producido mil 872 feminicidios entre 2012 y 2013 en los estados de México, Distrito Federal, Veracruz, Jalisco, Guerrero, Campeche, Oaxaca, Chiapas, Hidalgo y Morelos.
La activista indicó que en muchos casos las autoridades se negaron a entregar las estadísticas de feminicidios presunta “por seguridad ciudadana”. Asimismo, repitió que el Estado de México impide desde el 2011 que se declarara la entidad en “alerta de género”.
Para Irinea Buendía, el problema del feminicidio reside en la falta de voluntad de las autoridades para terminar con la impunidad. Afirmó que a su esposo y ella les propusieron una pensión para compensar la pérdida de su hija.
“Les dijimos que queríamos solamente dos cosas: Justicia y justicia”, narró para luego precisar que “no queremos notoriedad ni pensiones; no tiene precio la vida de mi hija” acusó.
Enseguida aseveró que su caso “solamente” lleva cuatro años, mientras que muchos de los familiares de mujeres asesinadas –incluso Arsène– esperaron 15 años. Y añadió, con un tono leve que esconde la tragedia: “Entonces le digo a mi marido: nos faltan 10 u 11 años más”.