RÍO DE JANEIRO (proceso.com.mx).- Cuando Neymar Jr. se retorcía de dolor en el pasto tras recibir el rodillazo del colombiano Camilo Zúñiga, muchos pensaban que el crack se perdería el momento apoteósico de su carrera, cuando Brasil levantara el trofeo de la Copa del Mundo en Maracaná. Sin embargo, entre sollozos y de forma involuntaria, Neymar Jr. sólo agrandaba su leyenda como jugador en Brasil, país que le exculpa de cualquier responsabilidad por el catastrófico desenlace de la ‘canarinha’ en este Mundial. Pero, ¿quién es en realidad el joven al que se conjugan los brasileños para obtener el sexto campeonato?
Su exposición mediática y publicitaria es tan omnipresente, que para conocer al último crack brasileño en estado puro hay que remontarse al menos una década atrás. En una cinta de video de 2005 aparece un raquítico niño mulato con el 7 a la espalda que finta, pisa la bola y arrastra a los contrarios hasta la extenuación cuando intentan quitarle el balón en un campeonato nacional de futbol sala. La ropa le viene grande. El pelo lo tiene tan corto que parece alopécico. La timidez apenas le permite balbucear algunas palabras agradeciendo a Dios cuando la televisión local le pregunta qué siente al llegar a la final.
Sin crestas, tatuajes, lágrimas públicas ni ficciones comerciales, aquel niño de 13 años dotado de una habilidad prodigiosa y complexión menuda que viste la camiseta del Liceo Sao Paulo es el verdadero Neymar da Silva Santos Júnior. Por entonces apenas un adolescente nacido el 5 de febrero de 1992 en el extrarradio este de Sao Paulo, en Mogi das Cruzes, una localidad de clase baja pero no equiparable a la miseria de las favelas cariocas, que sólo quería seguir los pasos de su padre como futbolista para convertir su pasión en un modo de vida.
“Candidato a ídolo”, titula la crónica de la época del diario A tribuna, que le compara entonces con el delantero Robinho, jugador de drible extraordinario, pero que no llegó a marcar una época pese a jugar en el Real Madrid, el AC Milán o el Santos. “Era muy parecido a Robinho. Cuando estábamos juntos nos sentábamos a jugar con la PlayStation y creábamos nuestros personajes en los videojuegos de futbol. Jamás pensamos que todo aquello se haría realidad”, recuerda ‘Dudu’, su amigo de infancia y también talentoso compañero en el equipo escolar de futbol sala. “A mí me faltó disciplina, era más perezoso”, explica, en el documental Neymar. El camino del mito.
Esa disciplina se la debe Neymar sobre todo a su padre, Neymar da Silva Senior, jugador de futbol talentoso que llegó a la segunda división brasileña pero cuya ascendencia fue frenada en seco por un accidente de auto que en 1992 le provocó graves heridas en las piernas, además de casi costarle la vida de su recién nacido hijo, de apenas cuatro meses. Nadie duda de que el ambicioso padre del hoy más líder que nunca de la selección brasileña es quien ha teledirigido la carrera futbolística de su hijo desde sus inicios.
La segunda persona más importante para la trayectoria de Neymar probablemente sea Roberto Antonio dos Santos, alias Betinho, que no desaprovecha oportunidad para jactarse de ser “el descubridor de Robinho y Neymar”. “Primero le vi jugar en la playa. Parecía que flotaba. Cuando vi a Neymar por primera vez entrenando tuve la sensación de asistir a una futura estrella de futbol. En 1999, algunos días después del primer entreno, le dije al padre de Neymar: ‘tu hijo me recuerda a un jugador del que oirás hablar en algunos años. Es al menos tan bueno como él”, recuerda Betinho en referencia a Robinho, según relata el periodista danés Peter Banke en su biografía de Neymar El sueño brasileño.
Un talento codiciado por media Europa
En enero de 2005, con Neymar ya en las categorías inferiores del Santos –club en el que desarrolló su carrera Pelé–, el jovencísimo talento visitaba Europa. Fue invitado por el Real Madrid para realizar 20 días de prueba en la entidad madridista, donde fue recibido por el directivo y exjugador Emilio Butragueño, a quien impresionó por su juego. Entrenó con jugadores más experimentados, se hizo fotografías con varios de sus ídolos y logró tener una propuesta de contrato para dejar Brasil y mudarse, con toda la familia, a la capital española para seguir su formación con miras a jugar un día en el primer equipo de la entidad más laureada del fútbol europeo. Un sueño que, sin embargo, fue rechazado por su familia, pues consideraban que el joven aún debía proseguir su carrera en su país natal.
Así fue como ese mismo año Neymar logró su primer gran contrato futbolístico: un bonus de un millón de reales (casi medio millón de dólares) y un salario mensual de 10 mil reales (cinco mil dólares) para 2006, una cifra exorbitante para un atleta de su edad, pero que se reveló crucial para conseguir que la afición santista pudiera disfrutar años después del talento de su ídolo. Con el Santos, Neymar marcó 137 goles entre 2009 y 2013, y consiguió tres campeonatos paulistas (2010, 2011, 2012), la Copa de Brasil de 2010 y la Libertadores de 2011.
En un país huérfano de títulos y mitos futbolísticos desde 2002, cuando la generación de Rivaldo, Ronaldinho y Ronaldo y el Mundial de Corea y Japón suenan a otra época, la eclosión de Neymar es vivida con auténtico furor. No es sólo que la hinchada vibre con sus incursiones hacia el área sorteando varios rivales, pues en Brasil el jogo bonito vale tanto o más que la victoria, o que realce el sentimiento de ser brasileño con sus goles durante una Copa Confederaciones de 2013 marcada por las masivas protestas sociales. Su figura va mucho más allá y encarna propiamente los sueños del Brasil contemporáneo: éxito profesional, riqueza, belleza y exposición mediática. La eliminación de Brasil sin Neymar en el campo no sólo le exime de responsabilidad, sino que mantiene intacta su figura para Rusia 2018.
Por eso las marcas se han lanzado a explotar su imagen para vender cualquier cosa, desde automóviles hasta champús, pasando por helados o servicios de telefonía móvil, en un vaivén de comerciales y apariciones públicas junto a personajes como la modelo Giselle Bundchen o las celebridades de turno que le han convertido en un personaje ubicuo en Brasil. Tan expuesto está que, cuando condena vía Twitter junto a su pequeño hijo David Lucca el racismo en los estadios españoles contra su amigo Daniel Alves o deja entrever su ropa interior al término de un partido con el F.C. Barcelona, la prensa especula si ese es el Neymar de verdad o el que sus 20 asesores y empleados le dicen que sea para potenciar su imagen. Una mediatización acompañada de sus consiguientes reverberaciones: hace apenas unas semanas sus abogados lograban con éxito frenar la salida de la edición de la revista Playboy en Brasil que publicaba –en vísperas del partido de infarto ante Chile- explosivas declaraciones y fotografías de su enésima presunta amante.
“Un día le dije a Neymar que ganaría mucho dinero con el balón en los pies. Pero le dije que ganaría más dinero con su imagen. Estaba en lo cierto”, recuerda Luis Álvaro Ribeiro, presidente del Santos, en Neymar. El camino del mito. No le faltaba razón: es el decimosexto atleta mejor pagado del mundo, con más de 33 millones de dólares ingresados en la temporada 2013-2014, la mitad de ellos provenientes de publicidad, según la revista Forbes. Unas cifras que le convierten en un futbolista lucrativamente casi imbatible, ya que sólo Cristiano Ronaldo y Lionel Messi ganan más por publicidad. Sin embargo, una temporada mediocre en su estreno en el Barça y marcada por el revuelo creado en torno al presunto millonario fraude fiscal en su fichaje, refuerzan las dudas de quienes se preguntan si un joven de 22 años y sin títulos importantes en su haber está realmente preparado para combinar la sobreexposición mediática al tiempo que asume la encomienda de tomar el relevo de Pelé, Romario y Ronaldo como el siguiente gran mito futbolístico de su país.