La premio Nobel y las voces sobrevivientes de Chernóbil

lunes, 12 de octubre de 2015 · 20:31
MÉXICO, D.F. (apro).- Hace diez años, a raíz de la aparición en Estados Unidos de su libro Voces desde Chernóbil, la escritora y periodista ganadora del Nobel de Literatura 2015 Svetlana Alexievich fue entrevistada por la traductora serbia Ana Lucic para promover la casa Dalkey Archives Press. El libro compila más de 500 entrevistas con los sobrevivientes del accidente ocurrido el 26 de abril de 1986, al explotar la planta nuclear de Chernóbil en Ucrania, entonces parte de la Unión Soviética. Publicada bajo el título de Voices from Chernobyl. The Oral History of a Nuclear Disaster, esta traducción al inglés de Keith Glessen para Lannan Selections, de la casa Dalkey Archives Press (donde Lucic fungía desde 2004 como editora en lenguas extranjeras), fue galardonada por los críticos literarios estadunidenses otorgándole el National Book Critics Circle Award 2005. Penguin House Mondadori anunció en México el jueves 8, al conocerse la designación de Alexievich al Nobel, que en breve imprimirá Voces de Chernóbil. Crónica del futuro (“uno de sus trabajos esenciales publicado a inicios de este año en Debolsillo”), y La guerra no tiene rostro de mujer (“una obra maestra del periodismo de investigación sobre las mujeres que combatieron en la segunda Guerra Mundial”), en el sello Debate. A continuación, ofrecemos fragmentos de su plática intitulada “Una conversación con Svetlana Alexievich por Ana Lucic”(A Conversation with Svetlana Alexievich By Ana Lucic), escogidos y traducidos por Roberto Ponce para nuestros lectores (http://www.dalkeyarchive.com/a-conversation-with-svetlana-alexievich-by-ana-lucic/). ** ANA LUCIC (AL).- Voces desde Chernóbil es un libro impactante y emotivo. ¿Cuál es la principal emoción o efecto que usted buscaba conseguir en sus lectores? SVETLANA ALEXIEVICH (SA).- Existe una opinión, luego de tantos años, de que ya conocemos todo lo que hay que saber acerca de Chernóbil: que es cosa del pasado y que nadie quiere oír ya nada al respecto. Pero, de hecho, no sólo no se ha olvidado, sino que el fenómeno de Chernóbil nunca ha sido comprendido apropiadamente. AL.- ¿Cuáles son las reacciones más frecuentes que tiene la gente hacia Voces desde Chernóbil? SA.- La reacción más frecuente es que fue una revelación: “Yo no tenía idea de cómo las cosas sucedieron en realidad, especialmente a nivel personal.” Este libro no es tanto sobre el desastre de Chernóbil como tal –por qué y cómo explotó—, sino acerca del mundo después de Chernóbil, de cómo reaccionó la gente ante ello y cómo lo vivió individualmente. No es sólo de los daños que Chernóbil causó a la naturaleza y a la genética humana, sino cómo esas experiencias afectaron nuestras vidas y nuestra conciencia. “Mientras Chernóbil creaba nuevos miedos y sensibilidades, sacó a relucir algunos más arraigados. Los miedos de las autoridades surgieron cuando enfrentadas a la elección de huir, evacuar sus familias del peligro, o quedarse en Chernobyl y permanecer leales al Partido Comunista— buena parte escapó. El temor a la radiación evitó de esta forma, o al menos disminuyó el miedo de los jefes y las autoridades del partido. Que las autoridades estuvieran de acuerdo en mostrar las cartas del juego para escaparse, realmente fue agravado por el clima de negación en buena parte del gobierno sobre el desastre en Chernóbil. “La mayoría de las personas nada sabe de este aspecto de Chernóbil. El libro se inspiró precisamente por las reacciones que yo tenía en mente mientras lo iba escribiendo: la gente comenzó a pensar acerca del significado de sus vidas y de la vida en general; sintió la necesidad de una nueva visión mundial, una que nos salvase a todos. ¿Cómo podemos nosotros salvarnos?” AL.- ¿Cuánto tiempo tardó en juntar la información y entrevistar a los testigos? ¿Cuánto tardó en escribir el libro? ¿Qué tanto de su material acumulado entró al libro? SA.- Todos mis libros consisten en evidencias de testigos, son las voces de gente viva. Yo usualmente dedico de tres a cuatro años en escribir uno, pero esta vez tardé más de diez. “Los primeros meses que pasé en Chernóbil, hice equipo con periodistas y escritores de muchos países, todos demandando cientos de preguntas. Me fui convenciendo de que nos estábamos enfrentando a un fenómeno misterioso completamente desconocido, a la vez que todos intentábamos explicarlo en términos de palabras comunes, términos habituales. “Hablábamos de las fallas del sistema comunista y sobre la gente traicionada, el que no se les dijese qué hacer en tales circunstancias ni se les hubiera proporcionado los preparados de yodo, etcétera. Y todo eso era bastante cierto, por supuesto. Hubo sentimientos nacionalistas, anti-rusos en Bielorrusia y Ucrania, porque era una estación nuclear de Rusia la que explotó: ‘¡Los rusos nos habían contaminado con radiación!’, decía la gente. “Pero aquel tipo de preguntas a mí me parecieron superficiales. Puras respuestas políticas o científicas no bastaban –nadie intentaba ir al fondo del problema. Me di cuenta rápidamente que yo podría escribir el mismo tipo de libro como el de los demás periodistas a los que conocí allí. Había, de hecho, cientos de ellos. Así que elegí un acercamiento diverso. “Comencé por entrevistar a testigos, más de 500 de ellos, lo cual me llevó más de diez años. Debido a que repentinamente nos vimos confrontados con una nueva realidad, yo estaba al cuidado de la gente que había quedado sacudida por la experiencia, haciéndolos pensar sobre lo que realmente había sucedido y lo que estaba sucediendo en un nuevo mundo que ellos trataban de enfrentar con sus viejos métodos. “Por ejemplo, recuerdo que los helicópteros militares con pilotos de la guerra soviética en Afganistán, cuando sobrevolaban el reactor en llamas no tenían ni idea de lo que se suponía deberían hacer con sus armas. Es así como el sistema bélico funcionaba: ellos creían que el personal militar masivo y las tecnologías de guerra podrían resolver cualquier problema. Y allí debieron lidiar con física de alta energía, partículas nucleares, dosis de radiación –nadie realmente comprendía lo que estaba aconteciendo. “Yo junté material hasta el mero final. De unas 500 entrevistas o más, 107 fueron incluidas en la última versión; es decir, aproximadamente una de cinco. Esto es básicamente lo que sucede también con mis otros libros –elijo una de cada cinco entrevistas, y esa única entra en el libro publicado. Por cada persona yo grabo cuatro cintas o más, resultando de 100 a 150 páginas escritas, dependiendo del timbre de la voz o la velocidad de la historia oral, y entonces sólo dejo unas 10 páginas.” AL.- ¿Por qué decidió escribir Voces desde Chernóbil? ¿De dónde provino la principal motivación? SA.- Chernóbil nos mostró cuán peligroso para la civilización moderna es “el culto a la fuerza”. Cuán deslumbrantes son las imperfecciones de esta dependencia en el poder y la coerción del poder sobre todo lo demás. Cuán peligrosas son nuestras visiones modernas del mundo para nosotros mismos. Cómo el hombre humanitario está detrás del tecnológico. “Desde los primeros días que este desastre se metió en nuestras cabezas –y no nada más en la forma de una nube de radiación— no fue nada más la azotea del reactor la que explotó: Chernóbil voló todas nuestras visiones del mundo, minó los meros cimientos del sistema soviético, el cual primero había sido minado por la guerra Unión Soviética-Afganistán. Fue una explosión poderosa que completamente sacudió nuestras vidas. Yo recuerdo cientos de miles de marchas antigubernamentales en Bielorrusia, haciendo causa común para defender personas y niños. Yo quise contar aquella experiencia única. Así fue que Bielorrusia, con su cultura patriarcal y tradicional, de pronto debió enfrentarse a los temores del futuro.” AL.- ¿Qué tan distinta es la historia que usted escuchó de las personas a la oficial y a la de los medios informativos? SA.- Son historias completamente diferentes. Nosotros hemos siempre tenido esta situación en Bielorrusia, y en parte también en Rusia, que la versión oficial tiene muy poco que ver con cómo la gente común ve las cosas. ¿Cuál es el principal motivo de las autoridades? Siempre están tratando de protegerse a sí mismas con todo lo que puedan. Las autoridades totalitarias de esos días lo demostraron vívidamente: tenían miedo al pánico, tenían miedo a la verdad. La mayoría de las personas contaba con poco entendimiento de lo que sucedía. En su intento de auto-preservación, las autoridades engañaron a la población. Aseguraban a la gente que todo estaba bajo control, que no había peligro. “Los niños jugaban futbol en los patios, comían helados en las calles, aquellos quienes daban sus primeros pasitos jugaban con las cubetas de arena, y mucha gente incluso se bañaba en la playa. Hoy en día, cientos de miles de esos infantes quedaron inválidos y muchos de ellos han muerto. De cara al desastre nuclear de aquellos días, la gente se halló sola ante el problema. Las personas vieron que la verdad se les estaba ocultando, que nadie podía ayudar, fueran científicos o médicos. La situación era completamente nueva para ellos. “Tomemos el ejemplo de los bomberos: ellos mismos se habían convertido en una suerte de reactores diminutos. Los doctores los desnudaban y los examinaban manualmente. Esos doctores quedaron contagiados por dosis de radiación letales. Muchos bomberos y doctores fallecieron después. Los bomberos no contaban con trajes adecuados para su protección. En esa época simplemente no se les tomó en cuenta. Llegaron como si se tratara de un incendio cotidiano. Nadie estaba preparado para este tipo de situación. Mis entrevistados me contaron historias de la vida real. “Por ejemplo, en las pocas casas multifamiliares del pueblo de Pripyat, antes de que comenzara la evacuación, la gente salió a sus balcones para mirar el fuego. Ellos evocan que era una visión fantástica, toda una fluorescencia carmesí. ‘Era la visión de la muerte. Pero nunca pensamos que esa muerte pudiera verse así de hermosa.’ Incluso hasta llamaron a sus hijos para que admiraran aquella visión. ‘--¡Vengan a ver. Esto lo van a recordar por el resto de sus vidas...!’ Admiraron la vista de su propia muerte. Esas personas eran maestros e ingenieros de la estación nuclear. La gente con la que conversé me proporcionó muchos detalles acerca de la escena del desastre. “Recuerdo que dos años más tarde, un piloto de helicóptero me llamó por teléfono: ‘¡Por favor, venga a verme tan pronto como le sea posible. Me queda muy poco tiempo. Debo contarle lo que yo sé!’ Era un hombre condenado a muerte cuando me platicó su historia. Me dijo: ‘Me siento feliz de que haya venido. Yo puedo contarle acerca de lo que pasó. Por favor, escriba todo. Nosotros no sabíamos bien a bien qué sucedía en ese entonces, y por eso es muy importante tener un registro de la evidencia actual, la verdadera historia de Chernóbil, una historia que no ha salido a la luz hasta el presente…’” AL.- Usted es una escritora de Bielorrusia viviendo en París. ¿Siente pertenecer a una escena literaria de algún país en particular, o se ve a sí misma como bastante independiente de cualquier país o región? SA.- Yo diría que soy una escritora independiente. No me puedo llamar una escritora soviética, ni siquiera una escritora rusa. Por ‘soviética’ me refiero al territorio del antiguo imperio soviético, naturalmente, el reino de la utopía soviética. “Tampoco me considero una escritora de Bielorrusia. Diría que soy una escritora de aquella época, de la utopía soviética, escribiendo la historia de esa utopía en cada uno de mis libros. Yo sólo ando de paso por París; mi estancia aquí está conectada por la situación política en Bielorrusia y mi oposición a las autoridades actuales. Mis libros han sido publicados en muchos países, pero no en Bielorrusia: en los últimos diez años del mandato de Lukashenko, ninguno de mis libros se publicó allá. Pero yo continúo escribiendo acerca del hombre pequeño en contra de la utopía gigante. Describo la desaparición de tal utopía y cómo eso afecta a la persona común y corriente.” AL.- Sus libros combinan las entrevistas con técnicas de ficción. Esto me parece constituir un género único. ¿Existen algunas escritoras haciendo algo similar? SA.- La tradición de contar un relato de este modo, grabando historias orales, con voces vivas, ha permeado en la literatura rusa antes que yo. Me refiero a libros como los de Daniil Granin y Ales Adamovich acerca del sitio (nazi) a Leningrado. Por ejemplo, Vengo de la ciudad de la furia (I Came from the Fiery Village). Fueron libros que me inspiraron a escribir los míos. Me ocurre que la vida ofrece tantas versiones e interpretaciones de los mismos eventos, que ninguna ficción o ni un documento por sí mismo puede lidiar con tal diversidad. Yo me sentí orillada a hallar una estrategia narrativa diferente. Decidí juntar las voces desde las calles, del material que yacía alrededor mío. Y me di cuenta que podía hacer un libro con todas ellas. “La vida se desarrolla demasiado de prisa –sólo colectivamente podemos crear un cuadro singular en amplitud de ángulos. Yo escribí así cinco de mis libros. Los héroes, sentimientos y eventos en mis libros son del todo reales. De un relato que recoge en cien páginas lo de cada persona, no le dejo más de cinco y a veces apenas una media cuartilla. Pregunto mucho, selecciono episodios, y de esa manera yo participo en la creación de cada libro. Mi papel no es sólo el de una oreja deambulando por las calles, sino que además es del de una observadora y de una pensadora. “Para un forastero esto podría parecer un proceso simple: la gente me cuenta sus historias y nada más. Pero esto no es tan sencillo. Es importante lo que uno cuestiona y cómo hace las preguntas, y lo que uno escucha y qué es lo que se selecciona de las entrevistas. Yo creo que uno realmente no puede reflejar el vasto panorama de la vida sin la documentación, sin la evidencia humana. El retrato no quedaría completo.” AL.- Menciona en lo que llama “En lugar de un epílogo” que usted está escribiendo para el mañana. ¿Puede comentar acerca de ello? SA.- Durante los diez años que estuve visitando la zona de Chernóbil tuve la impresión de que iba haciendo registros para el futuro. La gente me sigue repitiendo como si fuera algún dicho: “Yo nunca había visto nada por el estilo. Jamás leí nada de esto en ninguna película, ni escuché a nadie en parte alguna que lo describiera.” “Chernóbil creó nuevos sentimientos, tales como el miedo de amar; a la gente le daba temor tener niños; fueron creados nuevos sentidos de la responsabilidad; se plantearon nuevas preguntas, por ejemplo, ¿qué sucedería si nuestro hijo nace con deformidades? ¿Cómo podremos desentrañar nociones tales como el periodo de desintegración de partículas nucleares, en un rango de 300 años a cientos de miles de años? Esto te brinda una perspectiva de vida completamente diferente. ¿Puedes imaginar lo que uno siente al abandonar tu propia casa y tu lugar de nacimiento, sabiendo que nunca regresarás, pero que la casa seguirá en pie? Eso fue un sentimiento totalmente nuevo para ellos. “O toma, digamos, el problema de las ciudades continentales. ¿Cómo incendiarlas? Primero, evacuar a la gente; enseguida, alrededor de cada casa, todavía con sus posesiones dentro, se debe cavar una gran fosa; matar a todos los animales y enterrarlos. De este modo, el hombre traiciona a sus animales, a su tierra, y a su hogar. Ahora, cuando uno va allá, todo lo que ve, aparte de los viejos panteones, son montañas de entierros con casas y animales dentro. Eso da un sentimiento surreal de que aquello pertenece a otra era.” AL.- ¿Qué clase de recibimiento anticipa a su libro en Estados Unidos? SA.- Estados Unidos es un país destacado, aunque tengo la impresión de que ha cambiado desde el 9/11. Se da cuenta de cuán frágil es este mundo y de que dependemos los unos de los otros. “Si alguna estación de poder nuclear explota, la lluvia radioactiva mataría a gente en cualquier lugar. Yo pienso que luego del 9/11 los norteamericanos podrían estar receptivos con mis libros, hoy más que antes. Siento que puedo hallar personas allá para quienes esta experiencia es importante. En el mundo moderno resulta peligroso rechazar la experiencia del sufrimiento de otras personas. Pensemos que se habla en Rusia –y Bielorrusia, para el caso— como una civilización de experiencias desgraciadas y de sufrimientos. A menudo escuchamos hablar de la gente en occidente, de que Rusia pacta sus compromisos con modales de orgullo altanero: siempre hay algo equivocado en torno a estos rusos… “La verdad del presente es que el mundo entero se halla en riesgo. El temor ocupa una gran parte de nuestras vidas –incluso, una mayor parte que el amor. Entonces, la experiencia del sufrimiento por Rusia adquiere un valor particular. Cada uno de nosotros necesitamos coraje para continuar viviendo. Espero que tengamos suficiente.” (Traducción del inglés por Roberto Ponce)

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