'El Principito”, sólo para iniciados

domingo, 15 de noviembre de 2015 · 14:17
MONTERREY, NL (proceso.com.mx).- El Principito (The Little Prince) entrega una propuesta ambigua. La producción se vende como una aventura infantil cuando, en realidad, es una historia dirigida al público mayor, que es el que puede acceder a su complejidad temática. La relectura del clásico literario, que mezcla animación 3D y stop motion, es una tierna anécdota que busca acercar a las nuevas generaciones a la obra escrita por Antoine Saint-Exupéry, aunque las reflexiones y los aportes filosóficos dificulten el objetivo. Los chicos posiblemente no lleguen a entender el propósito de la cinta. Es necesario aclarar que el título es tramposo, porque película no es El Principito, sino una aproximación a la maravillosa creación del escritor francés. Todos alguna vez han escuchado algo de un pequeño ser solitario que vaga entre diminutos planetas, haciendo preguntas constantes y buscando el significado de aquello que es realmente importante en la vida. Su imagen es bastante popular. Sin embargo, sólo quienes se han adentrado en el clásico podrán entender con precisión y en toda su dimensión la película dirigida por Mark Osborne y que presenta un casting superior, en sus voces en inglés. Aparecen Jeff Bridges (El Aviador), Rachel McAdams (La Madre), Marion Cottillard (La Rosa), James Franco (El Zorro), Benicio del Toro (La Serpiente), Paul Rudd (Señor Príncipe) y Mackenzie Foy (La Niña). El planteamiento inicial es astuto, al presentar a una niña recién llegada al barrio de clase media alta, que debe vivir al lado de una vetusta casa, donde habita un anciano de gran corazón, que es tildado de loco y excéntrico. Los dos establecen, de inmediato, una bella relación cómplice y secreta de amor filial, que obviamente compensa en la nena la ausencia del padre. El Aviador, entonces, le presenta la historia de su vida que es, exactamente, la del piloto que, extraviado en el Sahara, encuentra al niño maravilloso que lo mueve a la reflexión.  Las charlas lo mueven a replantear todo el sentido de su existencia. Mágicamente, el viejo vecino es Saint-Exupéry. La narración del viejo encuentra un huésped apacible en la pequeña, acosada por el orden obsesivo de su madre trabajadora. Todo en torno a la niña es cuadrado, como el pensamiento de los adultos que la rodean. Hasta los árboles de la calle están podados en forma de cubo. La casa de El Aviador, en cambio, es asimétrica, desvencijada, única y llena de misterios y fantasía. Y ahí todo es posible. Mientras narra episodios de su ya lejano percance con El Principito, hace que la chiquilla descubra su propia infancia, que hasta entonces le había sido negada por su rígida madre, quien la preparaba para el éxito con un riguroso y absurdo programa de vida. La historia, entonces, se divide en dos formas de animación. Muestra la del mundo real, de la niña, con formas computarizadas y armoniosas, con el modelo establecido por Pixar y repetido ya por decenas de predecesoras. Pero lo mejor es la técnica de stop motion para recrear el universo de El Principito, con figuras de papel, en un delicado trabajo de orfebrería que se apega a las ilustraciones que hizo el mismo escritor en su obra maestra. Cuando parece que la historia se agota, porque la novela ha sido contada en su totalidad, los guionistas Bringull y Presichetti le dan un giro espectacular en el desenlace. Crea un miniplaneta adulto, en una proyección de lo que pudo ser la historia del pequeño si hubiera perdido la ilusión. La visión del futuro adulto es metafórica y cruel: la imaginación que se desvanece con los años genera autómatas.  La luz que irradian los pequeños se desvanece en la oscuridad de la madurez. Los mayores, arrastrados en la corriente eterna de los deberes, se convierten en muertos en vida, concentrados en los deberes, ineptos para la fantasía y la esperanza. Es doloroso ver al Principito ya mayor e integrado a las rutinas aburridas del trabajo y las obligaciones. La nueva versión de El Principito le recuerda al mundo que, como lo dijo el prodigioso ser sideral, hace más de medio siglo, lo esencial de la vida no se ve con los ojos, sino con el corazón. Los iniciados en la historia del pequeño príncipe, podrán seguir plácidamente la ruta de la película. Los que la desconocen, batallarán un poco más y, necesariamente, deberán documentarse al finalizar el espectáculo.  

Comentarios