La herencia artística de 'Ferrusquilla”

viernes, 6 de noviembre de 2015 · 20:52
MÉXICO, DF (apro).- Desde niño fui fan de Ferrusquilla, gracias al entretenido programa televisivo Los trotacalles, acerca de una pandilla de chamacos que él protagonizaba y se transmitía desde Guadalajara, Jalisco, cuyo final canturreaba musicalmente: Ya se van los trotacalles, pero pronto volverán… Y en efecto, así fue: un domingo de 1984 llegué a platicar con él de manera bastante casual y sin que nadie nos presentara. Comenzaba a caer el frío sobre la ciudad vacía aquella noche septembrina cuando de reojo lo vi subir en una estación de calzada de Tlalpan al mismo vagón del Metro donde yo viajaba, dándome la espalda. Primero me llamó la atención el estuche oscuro de una guitarra que sostenía con su mano derecha. No era muy alto, pero su luminoso saco beige irradiaba cierto porte de elegancia que provocó lo observara mejor. “Se parece a Ferrusquilla”, pensé sonriendo mientras el tren se hundía por el túnel hacia el andén Pino Suárez. Cuando la marcha reinició, el cristal de la puerta frente a donde él estaba parado me permitió ver cual espejo las pecas moteadas de su rostro blanco, y un par de ojos clarísimos me invitaban a saludarlo. “¿Ferrusquilla? Perdone, ¿es usted…?” –imaginé; pero de inmediato la vergüenza me ganó en la estación Zócalo y al frenar en Allende, era él quien sonreía. Entonces me decidí y sencillo, gentil, respondió: “Sí, soy yo.” Aproveché para platicarle mi gran admiración por Los trotacalles; le conté la vez que Gutierrez Tibón alabó “el más bello himno al amor perenne” de su canción “La ley del monte”, y le conté que mi favorita era “El tiempo que te quede libre”, con María Dolores Pradera. Precipitadamente me contó: “Se la dediqué a una muchacha que amaba, pero yo le llevaba más de treinta y pico de años, la asediaban tanto los hombres que le escribí: “Y luego, cuando te reclamen y otra vez te llamen, volveré a decir: El tiempo que te quede libre, si te es posible, dedícalo a mí…” Apenas nos detuvimos en Bellas Artes, se despidió, “Bueno, pues muchas gracias y gusto en conocerlo. Con permiso…” Ay, mi Mazatlán Eran días de mágicos encuentros musicales. Conocí a Rockdrigo González y me uní al movimiento de la canción rupestre formando pronto un dueto con mi amiga de la adolescencia Nina Galindo. Solíamos vernos a diario para ensayar mis canciones, y una noche nos invitó a cenar su mamá, la primera actriz Martha Ofelia Galindo, en su dépa de la Condesa, con su novio pianista. El invitado especial del convivio: ni más ni menos que otro de mis ídolos infantiles, el creador del programa televisivo Teatro Fantástico, Enrique Alonso Cachirulo. ¡Guau! Todo excelente: la música de Porgy & Bess, los manjares, los vinos, más pastelitos, café y digestivo de sobremesa… Martha Ofelia y Cachirulo, sinaloenses ambos, se carcajearon largo rato evocando anécdotas agridulces y las mil penurias sufridas desde que llegaron de su querido Mazatlán a la Ciudad de México, en pos de conquistar al público capitalino como grandes estrellas en las carpas teatrales. Tuve la candorosa idea de relatarles el modo curioso como me topé con su paisano y colega mazatleco José Ángel Espinoza Aragón, Ferrusquilla, en el Metro, pero no terminé de mencionar su apodo, al unísono cambiaron la plática; insistí, torpe, y finalmente un disco de Gershwin me calló la boca. Después y a solas comentamos lo sucedido Nina y yo. Ella explicó que los tres (Ferrusquilla, Cachirulo y su mamá) viajaron juntos de Mazatlán a México, pero se habían distanciado. Punto. Angélica, hija de “Ferrusquilla” En el verano de 1999 entrevisté brevemente a Ferrusquilla en el puerto de Mazatlán. Estaba casi retirado por problemas de cataratas en la vista. Cuando le solicité una charla más extensa para Proceso (se acercaban las votaciones que pondrían fin al priismo nacional), cortésmente declinó. Acudí a su hija, la bellísima actriz Angélica Aragón a quien conocía por la obra Pókar de reinas de mi amigo dramaturgo Víctor Hugo Rascón Banda (qepd). Me explicó: “Mi papá no desea hablar con Proceso de la situación política en México pues está sumamente decepcionado, porque él en verdad es un hombre que ha trabajado con ímpetu, constancia y dedicación muy grandes para sacar a este país adelante, y siente que no se vale que todo quede en nada, que estemos haciendo pasos regresivos en el desarrollo socioeconómico de México.” Cuando no iba al médico, Ferrusquilla dedicaba el tiempo que le quedaba libre al Colegio de Sinaloa, y según Angélica, su papá se hallaba “sumamente decepcionado”; sentía “sinceramente que la corrupción se ha infiltrado a todos los niveles de la política ‘y no hay muchas personas confiables porque dicen una cosa y hacen otra’. “Habiendo sido mi padre un hombre progobiernista toda su vida, ahora se da cuenta de que posiblemente las decisiones que el gobierno ha tomado a través de los últimos años no han sido necesariamente las mejores para sacar al país de la crisis ni para mejorar la calidad de vida de los mexicanos. Lo reconoce abiertamente.” --¿Qué le responde usted como hija a Ferrusquilla? --Me preocupa. Es decir, nos preocupa a los dos la falta de seguridad, el futuro que le estamos heredando a las generaciones que vienen después de nosotros. “Aparte de mi hija María Sunanda, de 10 años, él tiene otras nietas de 15 y de 13 (Juliana y Yuriria Fangul) que están justamente despertando al exterior con mucha desinformación, donde el escape es el común denominador de la juventud. Y él trata de inculcarles valores que les ayuden a encontrar un centro dentro de ellas mismas y convicciones morales sólidas, que las guíen dentro del camino que deben elegir en sus vidas. “Siente que la literatura, la música clásica, estos alimentos del espíritu hay que fomentarlos muchísimo.” Lo más admirable de Ferrusquilla para la actriz de Paseo por la nubes, Pueblo de madera y De muerte natural, es “su necesidad de perfección” (Proceso 1033, 19 de agosto de 1996). “Si bien es un hombre con gran fe en la naturaleza, en la humanidad, en México, en él mismo, no es particularmente religioso. El énfasis no ha sido sobre la religión necesariamente, pero sí sobre los valores morales éticos que debe tener el ser humano. Reforzados en la literatura, el arte, la cultura en general.” Angélica gozaba de formidable éxito por la telenovela de TV Azteca Mirada de mujer. Pronto, recibiría un telefonazo de su asistente para informarme que Ferrusquilla estaba muy agradecido con Proceso y me invitaba a comer mi platillo favorito: queso relleno yucateco. Angélica recordó que Ferrusquilla había aprendido inglés y francés por los cursos en programas de Radio UNAM y refirió con sintaxis y dicción transparentes, su fina herencia auditiva: “Nos decía a mi hermana y a mí: ‘Esa gente es de Yucatán, oigan cómo pronuncian las be, todas las be son como la be grande’, nos lo hacía notar y eso me ayudó a dominar los difíciles acentos gaélicos, escoceses, irlandeses y dialectos londinenses del inglés cuando fui a estudiar a la London Academy School of Music and Dramatic Arts licenciatura en Estudios Orientales y Africanos en Inglaterra.” Posteriormente, cuando recibió el Premio Oye! 2012 en Mazatlán, Ferusquilla declaró al diario El Debate de Sinaloa: “Me siento muy bien, muy contento. Mire, puedo decirle que me siento bien por una razón, porque esto sirve para que mis nietas y mi hija Angélica Aragón revivan la buena impresión que pueden tener de mí, que recuerden que este homenaje es por mis logros. Es grato estar al lado de artistas muy de moda en este evento esperado.” Ayer, el Hombre de las mil voces (como lo bautizó Humberto G. Tamayo cuando dijo: “Ferrusquilla imitaría hasta la voz de Dios”) dejó de existir. Su legado prevalece.

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