Concierto mágico de Aída Cuevas y Fernando de la Mora

lunes, 23 de febrero de 2015 · 23:01
CHIGNAHUAPAN, Pue. (apro).- Arrancó de forma por demás exitosa el primer recital de más de ochenta que ofrecerán la cantante Aída Cuevas y el tenor Fernando de la Mora acompañados del Mariachi Gama 1000, para el programa “Fina Estampa en el Corazón de los Pueblos Mágicos”, al anochecer del sábado 21, en este municipio. Al filo de las seis de la tarde, en la Plaza de la Constitución local, comenzó el espectáculo popular con danzas de concheros. Una hora más tarde, cuando la ligera uña de la Luna ascendiente arañó el firmamento sobre el quiosco mudéjar, el Mariachi Gama 1000 subió a escena interpretando “El Son de la Negra”, provocando atronador aplauso de la población asistente. En medio del camino de la estatua erigida en 2010 a Gaspar Henanine Capulina (Chignahuapan, 1926-Ciudad de México, 2011) al quiosco morisco en la plazuela central, Jesús Chucho Gama (México, D.F., 1959), fundador del Mariachi Gama 1000, fue abordado por la agencia de noticias Apro. Manifestó: “Vamos a cumplir ya 18 años profesionalmente, pues mi mariachi inició en 1997. Desde mi particular punto de vista es muy difícil que la música mexicana de mariachi pierda popularidad, ya tenemos nuestro estandarte de mexicanos y ora sí que en todos los gustos, como la gastronomía, la cultura, la familia y en todas nuestras artes.” Según expresó el violinista y segunda voz de la agrupación vernácula, “el mariachi es como la sal de la Tierra” o, para utilizar términos propios, “somos la sal de la mesa mexicana”. Y agregó: “Quizá de lo que nos quejamos algunos compañeros músicos es que a este género nuestro no se le dé la difusión que uno quisiera y que, sin duda, merece. Pero no hay que quejarnos… Mejor hay que seguir haciendo lo que están realizando en esta importante gira de Pueblos Mágicos y prestarnos como artistas a que la gente escuche la música tradicional, sobre todo. Bajarnos de la idea de que porque no se paga bien un mariachi no habremos de presentarnos en plazas públicas, al contrario. “Y sería importante que cuando otros artistas se presenten con músicas de otros géneros, se invite asimismo a los mariachis para que se involucren en proyectar la mexicana alegría.” A su vez, Fernando de la Mora (Ciudad de México, 7 de junio 1958) expresó: “Bueno, yo no sé ustedes (periodistas), ¡pero yo me siento de vacaciones! “La verdad de venir a trabajar a estos lugares mágicos no siento que sea trabajo, sino un gran gozo. Es un privilegio, es una oportunidad de demostrarnos a nosotros mismos como artistas que México es un gran país y lo que hace grande a México es su gente, sobre todo. ¡Qué viva Chignahuapan!” Aída Cuevas (Ciudad de México, 24 de septiembre 1963) lo llamó su “gran amigo” y a veces cariñosamente también, “amiguito”. --¿Realmente sigue siendo vigente la música ranchera o ya está pasando de moda? Fernando De la Mora respondió: --Yo creo que nada más con ir a una fiesta o una boda y en el momento en que entra el mariachi, o cuando el mariachi suena y están reunidas más de cien personas, todo es un júbilo compartido, ¡es casi una fiesta nacional! Nunca va a pasar de moda. José Alfredo Jiménez es eterno, como lo son Tomás Méndez, Cuco Sánchez, Rubén Fuentes o Aída Cuevas. “Hay que recordar que yo empecé mi carrera hace 35 años y me siento orgulloso de haberlo hecho en palenques porque conocí México de una forma que no he podido hacer después, como cantante de ópera y cuando empecé a viajar por todo el mundo… “En mis inicios tuve el privilegio de conocer artistas enormes como lo son Lola Beltrán y a María de Lourdes, que en paz descansen, con quienes tuve el privilegio de compartir escenarios y créame usted que la gente ha respondido con un amor tan profundo a la música mexicana. Y no sólo a la música de mariachi, sino a cualquier música buena, bien escrita, para el futuro y la historia musical de un país. Hay una cantidad de boleros también maravillosos y de verdad que es el tiempo quien hace buena la música. “Cuando dice la gente que la música que se vende es la buena música, no es así: la gran música, la buena música es la música que se queda en el corazón de la gente por muchas décadas y hasta por siglos. La buena ópera se sigue cantando hasta por 200 años, y dentro de la buena música mexicana, la de mariachi tiene un lugar muy importante en buena parte gracias a la mismísima Aída.” Ella terció, sonriente: “Yo estoy de acuerdo con lo que dijo Fernando, ¡es un amigo adorable, vieras qué bien nos sale “Amorcito corazón” aunque esta noche no la cantemos! Pero… creo que sí, lo único que le falta a la música mexicana y es lo más importante, es el apoyo en los medios. “Creo que esta es la gran oportunidad para nosotros como exponentes de música mexicana el que de esta forma le estemos dando difusión y con el apoyo de ustedes. Lo que yo he visto es que a las nuevas generaciones les sigue gustando nuestra música y ojalá que en estas giras de Pueblos Mágicos vayan muchos niños y niñitas, porque deseo de todo corazón que ellos conozcan lo mejor de la música nacional.” El programa lo inició Aída Cuevas con “La noche y tú” (Rubén Fuentes), “Te doy las gracias” (Juan Gabriel) y su conmovedor huapango “El pastor”, de los Cuates Castilla. Va el pastor con su rebaño  al despuntar la mañana bajando por el sendero de la sierra a la pradera. Va musitando sus penas con su flautin de cañizo segudo por sus ovejas como si fuera un hechizo… Siguió “México en la piel”, de José Manuel Fernández y un popurrí añorando a la señora Lucha Villa, con “Siete versos”, “Tú a mí no me hundes” y “Ya no me interesas”, más otras del Divo de Juárez como “Te sigo amando”, “La diferencia” y “Se me olvidó otra vez”. La simpatía picante de Aída Cuevas se ganó a la multitud. Más que nada, al sector femenino, pues animó a las mujeres poblanas para ser “luchonas e independientes”. A los hombres les preguntó si eran fieles o no, y como recibió silencio por respuesta, la cantante dijo gustosa: “¡Caray, pues en Chignahuapan están los hombres más fieles del mundo!” Entonces presentó a Fernando de la Mora como “el mejor tenor de México”, cuya maestría vocal y porte se ganó la aclamación absoluta del respetable, mientras la luna turca encendía el quiosco de nacionalismo con el himno de Rubén Fuentes: Ay, caray, caray… ¡Qué bonita es mi tierra, qué bonita, qué linda es! Después, romanticismo a flor de piel: “Si nos dejan” y “Ella”, de José Alfredo Jiménez. Un sabroso arpeo jarocho al ritmo de “María Cuchena” y “El cascabel”, zapateado por dos integrantes del mariachi, para entrar en profundidades amorosas con “Paloma querida” y “Paloma negra”, meciendo la clave al compás de los recuerdos musicales de Agustín Lara. De la Mora estaba inspirado al tiempo que el Mariachi Gama 1000 tocaba feliz “No volveré”, de Juanga. Entonces, la intimidad de Jose Alfredo con “Un mundo raro”, “Qué bonito amor”, “Amanecí entre tus brazos”, “Vámonos” y levantando aires de optimismo con “Serenata huasteca”. ¡Qué voy a hacer, si de veras te quiero! Ya te adoré y olvidarte no puedo… El encore lo interpretaron conjuntamente la mancuerna de fina estampa (por cierto, ella de signo Libra cambió su traje de luces y él se puso el sombrero como buen Géminis, horóscopos afines,) con tres piezas memorables: “El rey”, “México lindo y querido” (de Chucho Monge) y la gran final con “Viva México”. La noche cayó con fuegos artificiales incendiando el cielo estrellado (ver visitmexico.com y www.chignahuapan.gob.mx).  

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