"Balas y Chocolate": la molienda de Lila Downs en vivo

viernes, 27 de marzo de 2015 · 11:18
MÉXICO, D.F., (proceso.com.mx).- Desde hace muchos años, Lila Downs entendió que con su voz trascendería el panorama de los subgéneros en que la industria de la música regional mexicana suele establecerse. Ella, a través de una exploración vocal y arreglística, universalizó su repertorio y a sí misma; a su formación musical y al destino de sus aciertos, para lograr una carrera sólida a nivel internacional (no exenta de críticas de quienes suelen trabajar de “rescatistas” del folclor). La fuerza lírica de una cantante de tal rango vocal no sólo abordó la interpretación del repertorio tradicional soberbiamente, sino que comenzó una aventura en la composición y los arreglos a través de temas que se alejaban del simple machacado de los ingredientes del son, de los distintos sones. Y ahí radica su aportación principal, tanto musical como visual-escénica. Concibió a los sones como a los moles, sin limitarse a la fusión con ellos; no hizo una simple mezcla o una hibridación: los molió. En el concierto de anoche en el Plaza Condesa de la capital presentando su octavo álbum de estudio Balas y chocolate (Sony Music Entertainment), Lila también molió chocolate y despedazó las balas de la violencia. A lo largo de su carrera, en sus sones, tal como ocurre con los moles, Lila Downs sumó ingredientes: recrea y concibe un mole que además del chocolate, alude al mezcal en una base rítmica que potencia con su trémolo; su falsete, su figura rumbera que le hace honor a Sonia López, o en su versión ranchera reivindicativa que nos remembra a Lucha Reyes. Para esta celebración incluyó a Tribu y Tloque Nahuaque, quienes además de un set de danzantes y música prehispánica, participaron en la molienda, entrelazados en el collar armónico representado en el inmenso colguije del escenario. Es muy probable que Lila también haya comprobado con sus primeras obras que la trascendencia no depende solamente del gusto por la buena música, o por arreglos contemporáneos innovadores a partir de sonidos de origen popular; sino que a la buena música también se le defiende si se le cultiva, recrea y experimenta, si posee innovación sonora aún si después hay que regresar de nuevo a los fundamentos. Lo suyo se ha ido moliendo del son hacia la cumbia, del jazz hacia el ranchero, del rock hacia la rumba, sentido inverso y oxímoron de su vitalidad y arrojo. El concierto de este jueves 26 de marzo en el Plaza Condesa así lo evidenció. Utilizando el sabor de su base cumbiera enciende las velas, toca las venas cuando vibran sus cuerdas vocales, y prende, detona el erotismo de los hipersensibles escuchas con su baile, extasiados de voz y corazón. Ha sabido decantarse; ha sabido ser mezcal. Enmezcalarse. Del 1 al 43 El público reunido, como es usual ya en muchos conciertos, enumera, exige y sentencia ¡justicia!, cuando cuenta del 1 al 43 colectivo. Ella les muestra Patria, mapas, gráfica híbrida, cruces entre el peyote y el mezcal. Con “Humito de copal” (dedicada a los periodistas asesinados), muestra grabados de calaveras entreveradas entre sus rumbas sociales. La música de Lila es espinosa, baila alacranes, idolillos prehispánicos, velas, arañas, chocolate, todo rumbo al metate visual y sonoro de su búsqueda y hallazgo. ¡Tan nuestro todo…! Algunas músicas se funden, otras se mezclan; otras se hacen híbridas, pero Lila no: Lila todo lo muele: su música le entra al mole, a la molienda, al xocolatl. Se mueve y bate y así muele el chocolate; se vuelca erótica y conduce la molienda y nombra a la canela, congrega a la sal: Dicen que en Oaxaca se mezclan mezcal y café… Le pone miel y sabe a picante, a un brote de espinas en un horizonte que puntea y crepita su música de hoguera. Toma su mezcal. Algunas letras proyectadas al fondo insisten: volcanes en erupción y signos alterados resignifican la fiesta. A los que se pasan, les va a dar una tunda, advierte: Al que no respete le parto el corazón Y a los que aman, convoca a cantar con ella “Cuando me tocas tú”, que dedica a su esposo (Paul Cohen, sax tenor). No hay balas que penetren la fuerza del amor La ruta del cacao América se traduce en un largo continente de molienda, caliente. La molienda se realiza con molenderos finos: una sección de alientos: sax tenor, sax barítono, trompeta, trombón; las guitaras Stratocaster y acústica de Angel Chacón; el acordeón y jarana de Leo Soqui, y el bajo profundo y virtuoso de Tuco Mendoza. La sección de percusiones incluye congas, tarolas y cajón de Paty Piñón, y la batería prodigiosa de Luis Suárez, que dirige Lila güiro en ristre, destaca la esencia del marcaje cumbiero prevalente. Así, Lila y su megáfono; Lila y su falsete de contralto que sopraniza; Lila en trémolo con su voz prodigiosa, con su baile rumberil que apacigua desencantos a lo largo de un concierto cumbianchero, pone a bailar a todos. Entre cambios de vestuario de norteño a oaxaqueño, perfila sus instintos musicales: no sólo le hace los honores a Sonia López y a Lucha Reyes: es más que nunca ella misma Lila Downs. Queda así grabado el que será un DVD En vivo en el Plaza, álbum que recogerá esa molienda, ese tallarle a la música popular que describe las violencias, los amores y los sinsabores del vivir intenso como sólo ella lo sabe mostrar. Nadie quiere irse de esta celebración, que concluye con un reprise de Juanga, y con muchas nostalgias, cuando manda saludos a gente fundamental en su vida. Balas y Chocolate enciende, como Lila. A seis meses de la desaparición de los normalistas, se queda en el corazón su chocolate y se vuelca en su enérgica reivindicación: “Vivos se los llevaron; vivos los queremos”, la claridad de su voz para el entierro de las balas. Lila Downs trasciende. Ya ha trascendido.

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