Sevina, un pueblo atrincherado en rebelión contra talamontes

miércoles, 4 de marzo de 2015 · 21:57
NAHUATZEN, Mich. (proceso.com.mx).- El pueblo de los remolinos lleva siete semanas atrincherado para impedir que los armados sigan robándose el monte. Una escena parecida a la de Cherán en 2011. Para resistir, los cuatro barrios de Sevina, en el municipio de Nahuatzen, Michoacán, se han organizado para cuidar día y noche las dos barricadas de los puntos de ingreso, y para hacer la comida de los guardianes del pueblo. Con el paso de los días decidieron conformar una ronda comunitaria que vigile quién entra y quién sale, especialmente para que no haya paso a la gente de Comachuén, de donde, dicen, son los talamontes. Todo ha sido trabajo voluntario y en los barrios se cooperan para darles una “ayudita” a los que hacen de vigías. La situación cambiará en las próximas semanas, ya que aceptaron la oferta del gobierno de Michoacán de integrarse a la Fuerza Indígena (corporación de seguridad creada a finales de 2014 para las regiones donde hay pueblos indígenas en Michoacán) y a mediados de este mes entregará una lista de 40 personas que tendrán que ir a la ciudad de Morelia a realizar las pruebas de control y confianza. A diferencia de Sevina, Cherán se ha negado a incorporarse a esta policía porque considera que la intención del gobierno de Michoacán es cooptar a los elementos de la ronda y poco a poco tener el control de ésta, con lo cual se perdería la esencia con la que surgió: servirle al pueblo y resguardar el bosque. El representante de Bienes Comunales de Sevina, Noé Chávez, señala que su pueblo sí aceptó porque no son cabecera municipal como Cherán, que puede gestionar recursos federales para el rubro de seguridad y con lo cual puede pagar salario a los 100 elementos de la ronda comunitaria. Sevina, en cambio, es jefatura de tenencia y no recibe el dinero que le toca proporcionalmente del municipio de Nahuatzen. “Lo importante es que va a ser pura gente de la comunidad y se eligió a los que anduvieron más activos en el resguardo del pueblo. Por eso aceptamos que se les haga también el antidoping y otras pruebas, porque tienen que ser personas que estén limpias de todo”, plantea Noé Chávez. Durante las primeras semanas del levantamiento de Sevina, el planteamiento era seguir el ejemplo de Nurío, tenencia del municipio de Paracho, que recibe sus propios recursos desde 2005 y con ello sostiene a su ronda comunitaria, la primera que se creó en Michoacán. Sin embargo,  Sevina optó por aceptar que su ronda comunitaria dependa de la Fuerza Indígena purépecha. Lo que sí planea es que la estructura sea igual a la que tiene Cherán: unos cuidarán las entradas y otros se irán a vigilar el bosque. [gallery type="rectangular" ids="397614"] El cerco A escondidas se hablaba de la impotencia de que los talamontes de Comachuén devoraran cada vez más el monte de Sevina, al punto de que “hasta los hongos se espantaron este año; ya no salieron por tanta destrucción”, cuenta el comunero Guadalupe. La rabia de que se robaran los pinos y luego le prendieran fuego al bosque se compartió en la asamblea general. Entre todos acordaron que ya no iban a dejarse y a mediados de enero tronaron el asfalto de la carretera que conecta a ambas comunidades, lo que obliga a la gente de Comachuén a rodear una hora más para poder salir hacia Morelia o Uruapan, y colocaron barricadas en los dos puntos de ingreso a su territorio. En respuesta, los de Comachuén bloquearon la carretera que conecta a Nahuatzen con Sevina. Según el comisariado de Bienes Comunales de Comachuén, Luis Hernández, están de acuerdo en que se castigue a los talamontes, pero piden a Sevina que dejen pasar por ahí a quienes salen a estudiar y trabajar. Por su parte, los comuneros de Sevina han dejado las parcelas, el trabajo, la escuela y las labores cotidianas para impedir que los rapamontes vuelvan a entrar a su territorio. “Hemos sido cuidadosos de que no se derrame sangre, que no haya muertos ni de un lado ni de otro. Hemos sido muy pacientes, pero todo tiene sus límites; el valiente vive hasta que el cobarde quiere”, dice Alberto Jiménez, suplente del comisariado de Bienes Comunales, frente a la fogata en la que se resguarda del frío mientras cuida la barricada. La comunidad de Sevina, que en purépecha se llamaba sxiuini y que significa lugar de remolinos, ya se había atrincherado antes por la misma razón; nunca por tanto tiempo porque el gobierno de Michoacán y el ayuntamiento de Nahuatzen “solucionaban” la problemática con la firma de acuerdos que nunca se cumplieron. Hoy la comunidad decidió hacerse cargo de su propia seguridad para detener a los talamontes que, piensan, están protegidos por el municipio. “Más que nada este problema ya tiene tiempecito y no lo pudimos controlar”, cuenta Alberto Jiménez. En la barricada hay unos 20 hombres más. El mayor de todos relata que el problema con los de Comachuén tiene ya unos 50 años, “o sea que nosotros acá cuidamos el monte, porque antes empezó a haber talamontes, pero eran pues pocos, hacían palillo de escoba y los estuvimos combatiendo, cuidando más o menos que no se siguieran pasando. Con los aserraderos crecieron los talamonteros, de ahí se estuvo deteniendo a la gente. Pero hace como 20 años empezaron a venir de a poquito, y de cuatro años para acá, ya definitivamente no respetaban a la gente de aquí, venían en grupos grandes”. Los convoyes que entraban eran de unos 100 “camionetones” con hombres armados, que cortaban pinos y amenazaban a quienes se atravesaran en su camino, razón por la que muchos campesinos que tienen sus tierras hacia los linderos con Comachuén, dejaron de ir a trabajar sus parcelas, igual que en Cherán cuando el narcotraficante Cuitláhuac Hernández alias “El Güero” dominaba la región y su gente acabó con miles de hectáreas de bosque y mató y desapareció a unos 20 comuneros, lo que provocó el levantamiento del pueblo el 15 de abril de 2011. De la barricada de Cherán conocida como F3 –en la salida hacia Morelia– a la barricada de Sevina son unos 10 kilómetros de distancia, pero en este último pueblo es donde ahora se vive el temor de que los “armados” regresen a vengarse contra quienes resisten el despojo de su monte. Sevina y Cherán se consideran pueblos hermanos porque sus tierras colindaban desde tiempos ancestrales, hasta que ambas comunidades cedieron parte de su territorio a familias de mestizos que pidieron tierras para asentarse en lo que hoy se conoce como Nahuatzen. Es por eso que los de Sevina van seguido a pedir consejos a los de Cherán, especialmente en lo relativo a su proyecto de seguridad y de justicia comunitaria que el próximo 15 de abril cumple cuatro años. Los de Cherán pasan de vez en cuando al pueblo vecino a dejar una gallina, corundas, fruta o lo que está en sus posibilidades para ayudar a los que resisten en las barricadas. El cerco en Sevina se ha estado manteniendo con pura faena, como le llaman en la Meseta Purépecha al trabajo colectivo, sin remuneración económica. Los que resguardan las barricadas aún no tienen armas, ni uniforme o salario, como ya lo tiene la ronda comunitaria de Cherán, que se institucionalizó desde que entró el gobierno comunal, en 2012. En ambos lugares han caído en cuenta de que cada pueblo debe hacerse cargo de su propia seguridad,  lo que incluye también el resguardo de todo el territorio. [gallery type="rectangular" ids="397615"] “Aquí manda el pueblo” La mañana de un sábado se activó la alarma de que unos de Comachuén andaban caminando por las calles de Sevina. Las dos barricadas se alertaron para  no dejar entrar ni salir ningún vehículo. “¿Cómo se metieron?” “¿qué nadie los vio?”, se cuestionaban entre algunos comuneros. Eran dos abuelos que llegaron a pie buscando a las autoridades comunales. Llegaron a la casa del representante de Bienes Comunales, Noé Chávez, a quien los dos campesinos le explicaban que en Comachuén la gente era buena, pero que ese grupo de “maleantes “que anda robando el monte, también los tiene sometidos. La petición concreta era que reabrieran el camino que conecta a ambos pueblos. “Nos afecta a todos, a los maestros, a los que trabajan, a los jóvenes que salen a estudiar… Ellos qué culpa tienen. Sus papás con mucho trabajo les pagan sus estudios y ahora tienen que rodear una hora más”, explicaba uno de los campesinos. Noé Chávez le respondía que él no podía tomar decisiones porque éstas se toman en asamblea general y que de todos modos Comachuén tenía que buscar los mecanismos para controlar a su propia gente. Unos 20 hombres llegaron a cuestionar a los de Comachuén sobre quién les había dado permiso de entrar a Sevina. –No, señores, aquí las cosas no son así. No pueden andar buscando al jefe de tenencia o a los de bienes comunales. Ellos no toman decisiones, aquí estamos organizados por barrios y todo el pueblo decide. Ustedes deberían aprovechar la presión que nosotros les estamos haciendo para expulsar a esos malandros, voy a creer que no pueden controlarlos– decía uno de los integrantes de la comisión de seguridad de Sevina. –El ayuntamiento de Nahuatzen quiere hacernos pensar que esto es conflicto entre comunidades, pero no es así. Ellos protegen a esos mañosos, me consta, porque en una ocasión nos agredieron, los policías nomás se cruzaron de brazos, no hicieron nada– intervino otro. Y es que las decisiones relativas al resguardo del bosque se han tomado en asambleas generales que se realizan en la plaza de este pueblo, conocido por la calidad de las piezas de madera que trabajan los artesanos. Otro de los abuelos de Sevina recuerda que en Comachuén primero se acabaron su cerro y luego ya no tuvieron de qué vivir, así que empezaron a robar a los vecinos tanto ganado  como pinos, “donde quiera se ven pilas de madera, como si fuera un mercado… se les hace fácil, pero así de fácil se les va en borracheras. Si los viera, están igual de jodidos que uno. Antes, cuando sí se cuidaba el monte, todos vivíamos del maiz, pero con eso del libre comercio creo que a los grandes empresarios sí les vino bien, pero a los pueblos no, de por sí estamos jodidos y el maiz ya no da, ya la gente no quiere sembrar y mejor compran maiz híbrido (…) Ahí es que se empezó a vender el monte”. “Si nos rajamos es para que nos acabemos” A Sevina nunca llegaron los talamontes del capo aquel conocido “El Güero”, gracias al levantamiento de Cherán en 2011 que logró detener a los talamontes que trabajan para el crimen organizado y que fueron un cerco para que no siguieran avanzando a este pueblo. “Los malos ya habían llegado a cobrar cuota a los aserraderos de acá. Pienso que de no haber hecho eso Cherán, ya nadie tendríamos cerro”, comparte un artesano. Con los que siempre ha tenido problemas es con los de Comachuén y ahora los de Sevina le han puesto un alto a estos talamontes. Tanto en Sevina como en Cherán saben que perder el monte sería la muerte para sus pueblos. El bosque capta el agua de la región y en éste se encuentran plantas comestibles como el quelite, el nurite para hacer té; arnica, ortiga blanca, manrubio, ajenjo, tila, valeriana y decenas de plantas que curan todo tipo de males; cuatro tipos de hongos, unos amarillos, los trompa de puerco, las pachakuas y las orejas de ratón; se pueden cazar aves o mamíferos; los “animalitos” andan sueltos comiendo “natural”; hay leña para el fogón, se pueden resinar los árboles y de un pino bien trabajado se puede hacer artesanía. El título virreinal de Sevina comprendía unas 20 mil hectáreas, pero con el paso del tiempo le fueron despojando de sus tierras hasta llegar a unas 5 mil 500 hectáreas. Ya no están dispuestos a perder más territorio ni bosque, porque “tenemos dignidad –dice Guadalupe León– si nos rajamos en este momento es para que ya nos acabemos”.

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