El Palacio Legislativo que quedó en Monumento a la Revolución

domingo, 19 de abril de 2015 · 08:19
La bisnieta del arquitecto y pintor francés a quien el gobierno de Porfirio Díaz encargó el Palacio Legislativo que nunca se concluyó y es hoy el Monumento a la Revolución, pudo conservar su legado histórico. Con el fin de que permaneciera en México, hizo varios intentos de oferta, sin resultado. Por ello acaba de donarlo al Museo de la Revolución, ubicado en el nivel inferior del monumento, que ya exhibe una exposición del artista francés. La historia de esa obra suprema que narra a Proceso Martha Bénard Calva “es fascinante”, como ella misma la califica. MÉXICO, D.F. (Proceso).- El Palacio Legislativo de la nación pudo ser tan majestuoso como el monumental Parlamento de la ciudad de Budapest, Hungría –el más grande del mundo–, de haberse llevado a cabo el proyecto del arquitecto francés Émile Bénard, que debido a algunas vicisitudes acabó convertido, por su colega Carlos Obregón Santacilia, en el actual Monumento a la Revolución. Se habló en su momento de malversación de fondos, de la neurosis de Bénard, e influyó desde luego la lucha armada de 1910. El proyecto, nacido en 1896 con la idea de unir las dos cámaras, tuvo un presupuesto inicial de 250 mil pesos para la compra del terreno y el arranque de los trabajos. Los documentos, fotografías, cartas y otros testimonios de esta historia acaban de ser donados por la familia Bénard al Museo de la Revolución Mexicana, instalado en los cimientos del Monumento a la Revolución, ubicado en la Plaza de la República, en la colonia Tabacalera. Con ellos se planea renovar la exposición permanente dedicada al frustrado proyecto de construcción del Palacio Legislativo, instalada en la primera sala del recinto, cuenta en entrevista con Proceso Martha Bénard Calva, coautora con el arquitecto Javier Pérez Siller del libro El sueño inconcluso de Émile Bénard y su Palacio Legislativo, hoy Monumento a la Revolución, publicado en 2009 por Artes de México y Seguros Argos. En sus oficinas de San Ángel, la bisnieta de Émile Bénard, quien desde julio de 2004 asumió la tarea de organizar y difundir su trabajo para cumplir con la voluntad de su tía Luisa Bénard Stockhausen, habla de la donación y relata cómo recibió la encomienda de salvaguardar el legado histórico. Su propósito fundamental es que permanezca en México. No ha sido fácil. Se acercó primero al Centro de Estudios de Historia Carso, trató de llegar incluso al mismo Carlos Slim, propietario del grupo empresarial Carso y del Museo Soumaya, pero sin éxito. Intentó con Cuauhtémoc Cárdenas, cuando fue jefe de gobierno del Distrito Federal. Y también se dirigió a Marcelo Ebrard, cuya administración adquiriría también obra pictórica de Bénard inherente al monumento. El rescate Una especie de redescubrimiento de Émile Bénard se produjo a raíz de la exposición Arquitectura en México,1900-2010. La construcción de la modernidad. Obras, diseño, arte y pensamiento, que se expuso primero en el Palacio de Iturbide, en la Ciudad de México, luego en el Museo Macay de Mérida, y ahora, hasta el próximo 15 de junio, en el Museo Amparo de Puebla. Parte de la muestra incluye fotografías (una de ellas tomada por Guillermo Kahlo), dibujos elaborados por el propio Bénard y su colaborador Maxime Roisin), y una maqueta del que sería el Palacio Legislativo Federal que ocuparía 14 mil metros cuadrados. El renovado interés comenzó sin embargo hace más de 10 años, tras una presentación en la Universidad Iberoamericana de un libro sobre el porfiriato. Ahí le pidieron a la nieta y heredera del arquitecto que ofreciera una exposición con documentos de su archivo. Existía también la tesis de Stéphanie Chouard, también pariente de los Bénard, presentada en la Universidad de La Sorbona en París. Poco antes de morir, el 28 de julio de 2004, justo el día de su cumpleaños, a los 92 años, Bénard Stockhausen comprometió a su sobrina Martha a organizar las exposiciones y difundir el archivo. Martha recuperó de casa de su tía las obras y acervo histórico y acudió al Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), donde con ayuda de Xavier Guzmán, entonces director de Arquitectura y ahora subdirección general de Patrimonio Artístico, y Gabriela López, quien era coordinadora nacional de Artes Plásticas, y Maribel Gómez Treviño, secretaria particular del entonces secretario de Educación Pública, Reyes Tamez Guerra, se inauguró el 30 de noviembre de 2006 una primera exposición titulada Émile Bénard. Arquitectura y pintura en el Museo Nacional de Arquitectura en el Palacio de Bellas. La muestra, gracias a sus hermanas Laura y Silvia Bénard, fue llevada también a Aguascalientes y a Guadalajara, donde a decir de la propia Martha fue un fracaso, pues se montó junto a una de Tepito que le ganó el público y a los dos meses de haber sido montada se la regresaron. No se dio por vencida y ha tenido a su favor hasta episodios azarosos. Relata que en una ocasión, mientras le hacían una entrevista sobre la obra de su bisabuelo en el Monumento a la Revolución, pasó un grupo de turistas y alcanzó a escuchar comentarios de que no se sabía qué iba a ser esa estructura ni quién lo iba a hacer. De inmediato se ofreció a contar la historia. “Les dije que iba a ser el Palacio Legislativo Federal y no se pudo lograr no sólo porque viene la revolución, sino porque hubo malversación de fondos (no del arquitecto sino de los funcionarios a cargo del proyecto)… Y hay quien dice que no se hace debido a la neurosis de Émile Bénard”, relata Martha. Ahora, como parte de las visitas guiadas al Monumento a la Revolución, ya se cuenta la historia, “lo cual me da mucho gusto porque estamos cumpliendo con lo que mi tía pidió y yo siempre quise: dar a conocer al genio de Émile Bénard”. Recuerda que Bénard, quien nació en el pueblo de Goderville, en Normandía (actualmente departamento de Seine, Maritime) el 23 de junio de 1844, había obtenido en 1867 el Premio de Roma –muy importante en la época–, consistente en una beca para vivir dos años en la villa Médici de esa ciudad. Se narra en el libro de Pérez Siller y Bénard Calva que realizó estudios en la École des Beaux-Arts de París y ganó el concurso internacional para la construcción de la Universidad de Berkeley. Agrega ella en la entrevista que llegó a México con el propósito específico de construir el Palacio Legislativo. El gobierno de Porfirio Díaz lo buscó en Francia para la encomienda. Originalmente se convocó a un concurso arquitectónico el cual se declaró desierto el primer lugar mientras el segundo lo obtuvo el arquitecto italiano Adamo Boari, quien entonces construía el Palacio de Bellas Artes y el Palacio de Correos. El tercer sitio fue para Pier Paolo Quaglia, aunque se determinó que sería el que se ejecutaría. Sólo que el arquitecto murió antes incluso de que su proyecto fuera dictaminado. Y fue por decisión del “poderoso” secretario de Hacienda del gobierno de Porfirio Díaz, José Yves Limantour, como se eligió a Bénard para construir el Palacio Legislativo. Quiso que fuese francés “debido a las carencias de los arquitectos mexicanos” –se dice en el libro– e hizo recomendaciones sobre el tipo de edificio y los costos, “ya que México estaba en condiciones de gastar una suma relativamente modesta en comparación con lo que se había gastado en Berlín, Washington y Budapest para el mismo objeto”. Tras varias negociaciones con el representante del gobierno porfirista, Sebastián de Mier, Bénard llegó a México en abril de 1903 para iniciar el proyecto. Se ha dicho que Bénard se inspiró en el Capitolio, pero su bisnieta aclara que más bien en el Panteón y en la iglesia de la Madeleine, ambos de París, y el Parlamento Reichstag, en Berlín. Gran artista El arquitecto francés colocó la cimentación –para lo cual se reforzó el terreno con 17 mil pilotes– y la estructura metálica para la cúpula, que se utilizó finalmente para construir el actual monumento. Bénard Calva comenta que en el Archivo General de la Nación hay documentos donde se constata que Adamo Boari le pidió consejos para detener el hundimiento de Bellas Artes: “Por donde veamos sale Émile Bénard. No sé por qué siempre estuvo guardado, ahorita llevo muchos años trabajando a contracorriente y a costa de muchos problemas, y admirando cada vez más su visión de la arquitectura, de la pintura… Su obra pictórica, sobre todo su acuarela, es perfecta.” Agrega que su producción no fue grande y parte de la obra se quedó en París. Nunca vendió un cuadro ni se supo mucho de esa faceta de pintor. También diseñaba talavera, e incluso creó la firma Talavera Moderna junto con su hijo el químico Pedro Bénard. Diseñó también el águila de la cúspide del Monumento a la Raza que, dice su bisnieta, se ha atribuido a un aguascalentense. Lo que sucede es que debió ser reconstruida, pues durante la Revolución se decapitó para hacer balas, pero está toda la documentación y todo sobre esta obra en el Museo de la Revolución. Además diseñó las cariátides que están en el Palacio de Bellas Artes y los leones ubicados a los lados de la entrada al Bosque de Chapultepec. Eran las ornamentaciones para el Palacio Legislativo. “Es fascinante su historia, nos podríamos pasar horas hablando de su obra. Pero es importante difundir mi deseo de que algún coleccionista interesado adquiera lo que iban a ser los murales que quedarían plasmados en el domo del Palacio Legislativo. Eso lo hace con Maxime Roisin, de hecho yo tengo una pintura de Maxime, las otras no me correspondieron.” Y es que, según relata, entre sus hermanos y primos, once en total, se rifaron la obra pictórica heredada por Bénard. Algunos han vendido; en octubre de 2012 se subastaron varias obras en la Casa Morton. La bisnieta del arquitecto precisa que fueron comprados tres cuadros, pero ninguno relacionado con el acervo histórico del Palacio Legislativo. Cuenta con un conjunto de seis obras donde se plasman los murales. Su idea es venderlos a un solo coleccionista. El arquitecto diseñó una doble cúpula; durante el gobierno de Marcelo Ebrard se intervino el Monumento a la Revolución y se le colocó un elevador hasta el primer nivel, y posteriormente hay que subir la gran escalera en forma de caracol: “Ahí quería poner los murales Ebrard, pero se quedó en proyecto.” –¿Los iba a comprar el gobierno de la ciudad? –Sí, pero ya no se pudo. Ahora el Museo de la Revolución no puede. Más ahorita que están restringiendo todo para la cultura, no tiene la capacidad para adquirirlos y no los puedo dar en comodato pues son de los herederos, de las familias Bénard Calva, Dalma León, Dalma Tena y Mercado Bénard. De panteón a panteón El archivo histórico documental es el que sí donaron al Museo de la Revolución Mexicana, dirigido por Miguel Ángel Berumen, a quien se solicitó una entrevista pero canceló de último momento. Bénard Calva resume que los originales de planos y cortes transversales del Palacio se encuentran desde siempre en el archivo de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (anteriormente Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, SCOP) y cualquiera puede solicitar su consulta. Pero indica que otros planos y cortes “importantísimos”, que iban a ser desechados de la planoteca de Bellas Artes, fueron rescatados e incorporados al acervo que ella resguardaba: “La donación que acabo de hacer al museo todavía no sale a la luz pública, vamos a hacer una carta donde me hago responsable por cualquier problema con los herederos, aunque espero que nunca pase, porque es lo mejor que puede pasarle al país. Yo no sé qué haga el país, no me interesa la política, me interesa el grano de arena que puedo aportar, que tengo la capacidad de hacer y es donar la historia de lo que hubiera sido el Palacio Legislativo Federal.” Aunque se malogró el proyecto, resume: Todo el mármol está en Bellas Artes, las cariátides están en Bellas Artes. Y recuerda que cuando se hizo el libro sobre los 70 años del Palacio de Bellas Artes, pidió que se precisara esa información, la respuesta fue que ya no se podía pues el libro ya estaba hecho “y no lo pusieron, pero era muy importante”. El archivo incluye documentos, fotografías, obras a lápiz…: “El maestro Miguel Ángel Berumen ha querido todo, hasta el más mínimo papelito… él va a ensamblarlo todo con la planoteca del Museo de la Revolución y la Secretaría de Cultura, que dirige Eduardo Vázquez.” Adelanta que con todo ello se cambiará la exposición permanente. –¿Entonces se ampliará la parte dedicada a Émile Bénard? –Ah, claro, va a tener más espacio. Ellos mandaron a hacer la maqueta, también el Centro Cultural Banamex hizo otra maqueta para la exposición. Ya pasó por el Palacio de Iturbide, por Mérida y termina en Puebla en agosto. De ahí no tengo otro paso a seguir. El maestro Berumen quiere poner otra exposición fotográfica con las fotos del salón donde Émile Bénard daba clases a sus dibujantes, son fotos realmente bellas. –¿Qué otro tipo de documentos hay? –Cartas, cartas con Luc-Olivier Merson (quien también colaboró en el proyecto), con la SCOP, hay contratos originales, a algunos les cortaron el sello, no sé por qué, otros lo conservan, y fotografías. Yo podría quedármelas y venderlas, pero no quiero desacompletar este archivo, lo importante es dar a conocer la historia de Émile Bénard, que es parte de la historia del país. Enfatiza que no hubo remuneración económica al ceder el acervo pues lo importante es rescatar al arquitecto francés: “Hay quienes piensan que el archivo vale millones, sí vale millones pero en cultura, no en dinero. Eso es muy importante, he tenido que sacrificar mucho, mi trabajo, pero ha sido maravilloso conocer a Émile Bénard a fondo y a personas realmente dedicadas a rescatar este tipo de cosas sin nada a cambio.” Se le comenta que instituciones en el extranjero sí pagan mucho dinero por archivos históricos como el de su bisabuelo, aunque ella destaque el valor cultural simbólico. Su interés, insiste, es que instituciones de esa naturaleza tengan el archivo escaneado, y es un proyecto que patrocina la Universidad de Puebla, pero insiste en su deseo de que sea México el país que acoja ese acervo. Por eso tocó las puertas con el Grupo Carso, con Cuauhtémoc Cárdenas y con Ebrard. Quiso también alguna vez que el Museo d’Orsay, ubicado en la antigua estación tranviaria de ese nombre en París (diseñada por Victor Laloux, Lucien Magne y Émile Bénard), se conociera su obra, pero cuando intentó entregar el libro hecho con Pérez Siller y la tesis de Chouard a las autoridades del museo no le dieron la debida importancia. Bénard, cabe decir, participó también en el diseño del edificio de la Ópera de París. Si bien admite que quizá la situación económica del país no era la mejor para un Palacio Legislativo como el diseñado por el arquitecto francés, Bénard Calva considera una tristeza que no se lograra cuando estaba ya casi todo en México, montada la estructura, con los mármoles aquí, realizadas las cariátides y el águila. El 23 de noviembre de 1910, iniciada la revolución, se efectuó la ceremonia oficial de colocación de la primera piedra. Pero nunca se puso la última. Bénard volvió a Francia en el otoño de 1912. Años después, abandonado su monumental proyecto, intentó convencer al gobierno de Álvaro Obregón de hacer, ya sólo con la estructura de la cúpula, el Panteón de los Héroes. La respuesta fue que resultaba fuera de lugar. Émile Bénard regresó a París y murió el 15 de octubre de 1929. Los avances de la construcción quedaron al garete, el gobierno propuso la venta del terreno pero se opusieron los arquitectos Federico Mariscal y Manuel Ituarte, quienes consideraban los avances como una obra artística de relevancia. En 1938 el arquitecto Obregón Santacilia, yerno de Benito Juárez, concluyó el actual Monumento a la Revolución, decorado con las esculturas de Oliverio Martínez, donde yacen los restos de Venustiano Carranza, Francisco I. Madero, Francisco Villa, Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas.

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