La historia de un capo inventado

viernes, 11 de septiembre de 2015 · 10:28
El caso de Martín González Moreno, detenido por agentes estatales de Jalisco como sospechoso de pertenecer a la delincuencia organizada y traficar con crystal, muestra los métodos de la cuestionada Fuerza Única Regional. A falta de resultados reales en las tareas de seguridad, sus efectivos recurren a la tortura y a falsos testimonios para convertir a un comerciante en un reo de alta peligrosidad e incluso en un connotado jefe de plaza. GUADALAJARA (Proceso Jalisco).- En su afán de encontrar culpables ante el aumento desmedido de la delincuencia en algunas regiones de Jalisco, integrantes de la Fuerza Única Regional (FUR) convierten a comerciantes o ciudadanos en “peligrosos delincuentes” en menos de 24 horas, como ocurre en la región Valles. Luego de ser torturados con golpes, toques eléctricos en los genitales y con intentos de asfixia, los presuntos culpables son obligados a confesar hasta lo que no hicieron, según denuncian familiares de personas afectadas (Proceso Jalisco 527 y 557). Los testimonios sobre las 128 inconformidades presentadas contra la FUR ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Jalisco (CEDHJ) coinciden en denunciar detenciones y cateos sin las correspondientes órdenes judiciales, así como los falsos testimonios de policías involucrados en esas capturas. Destaca el caso de Martín González Moreno, un comerciante de 43 años, oriundo de Tala, detenido el 18 de septiembre de 2014 bajo el cargo de ser el líder del Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG) en ese municipio. Su esposa, Edna Lizette Vega Ramos, es contadora en una empresa de alimentos enlatados y afirma que en menos de 72 horas los agentes de la FUR convirtieron a González Moreno en un delincuente peligroso y “desbarataron” la vida de ambos. “A Martín se lo llevaron como a las 8:30 de la noche del 18 de septiembre del año pasado. Yo llegué cerca de las 10 a la casa y lo busqué, pero no estaba. “Yo estaba embarazada. Observé que había algo extraño en la vivienda, pero mi esposo nunca apareció. Entré en shock al presentir que algo grave había ocurrido con él y empecé a sentir cómo la bebé se me movía mucho en el vientre. Me puse como loca y unos familiares le hablaron a la policía; me dijeron que revisara todo. Luego llegaron mi cuñado y mis primos, que trataron de calmarme.” Añade que, como no se sentía segura en su casa se fue a la de sus padres. Tres días después supo que Martín estaba detenido en la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (SEIDO) en la Ciudad de México. “Él me habló hasta el domingo en la madrugada –recuerda– y me pidió que en forma urgente buscara a un abogado para que lo defendiera.” Al día siguiente, prosigue, “llegamos a la SEIDO y me lo negaron, dijeron que no estaba en ese lugar y que volviéramos después. Les mencioné que él me había hablado para decirme que ahí estaba y el abogado metió un escrito para que no me pudieran negar el poderlo ver, pero luego me aclararon que ya no estaba en esas instalaciones, que lo habían trasladado a la cárcel de alta seguridad de Perote, en Veracruz”. Ya lo habían internado en el Centro Federal de Readaptación (Cefereso) número 5, ubicado en Perote, sin permitirle defenderse ni llamar a su abogado. La señora Vega Ramos puntualiza: “Les reclamé y pregunté por qué lo trasladaron. Les exigí que me dijeran de qué lo acusaban y me informaron que para conocer esos detalles tenía que regresar a Guadalajara y buscar su expediente en uno de los juzgados penales del núcleo penitenciario de Puente Grande.” Entonces fue a esa prisión a buscar el documento, y así se enteró que Martín estaba acusado de delincuencia organizada, robo de combustible y narcotráfico. Los cargos se fueron diluyendo, excepto el de portación de droga para la venta. “Supuestamente se le encontraron varios gramos de crystal para fines de venta, o sea narcotráfico, pero es mentira”, sostiene la señora. Relata que, “cuando Martín ve a los agentes que llegaron a la casa, él estaba a punto de guardar los carros que tenía a la venta y refiere que observó varias patrullas. Él salió y les dijo a los policías de la FUR en qué les podía servir y ellos le preguntaron si ya sabía a qué iban”. González Moreno respondió que no. Entonces, de una de las patrullas bajaron a un joven que traían todo golpeado y descalzo. Los policías señalaron a Martín y le preguntaron al otro si era él. Ese hombre les dijo que sí, “pero en realidad ni siquiera conocía a mi esposo”. De todas formas los agentes “entraron por la fuerza a la casa, voltearon todo, buscaron en todos los rincones y no encontraron absolutamente nada relacionado con actividades ilícitas y menos de los asuntos por los que lo acusaban”. Martín le reclamó al joven que lo señalara, sin conocerlo. Incluso le pidió que dijera su nombre y el muchacho golpeado callaba, pues no lo identificaba. Todo fue en vano. “A mi esposo lo torturaron en la calle 14 (integrantes de la Fiscalía General del Estado) y (policías federales) en la SEIDO, en la Ciudad de México. Me contó que le aplicaban toques eléctricos en los testículos y le echaban agua mineral en la nariz; le decían que en la SEIDO ya tenían una tablita para hacerlo hablar y que tenía que firmar las declaraciones de todo lo que le estaban imputando, pero Martín nunca firmó.” Y reitera: “Mi esposo no está relacionado con ningún grupo de delincuentes, trabaja de manera honrada: tiene un negocio de celulares desde hace más de 15 años en Tala y se dedicaba a la compraventa de carros que traía desde California; él mismo los legalizaba para venderlos”. Falsedad y tortura González Moreno está a punto de cumplir su primer año de encierro en una cárcel de alta seguridad (expediente 193/2014-III del Juzgado Sexto Penal), dentro de una averiguación abierta por el Ministerio Público Federal y derivada de acusaciones de policías de la FUR. En las declaraciones ministeriales de los agentes estatales que lo detuvieron hay varias contradicciones. Por ejemplo, tres de ellos dicen que lo aprehendieron cuando iba con otros sujetos en un convoy sobre la carretera Guadalajara-Teuchitlán. Vega Ramos comenta que en la versión de los policías, “los detenidos viajaban en varios vehículos y les parecieron sospechosos cuando avanzaban en varias camionetas… notaron nerviosismo y les marcaron el alto. Cuando los revisaron y les pidieron que abrieran la puerta de la camioneta (BMW) en la que supuestamente viajaba Martín, vieron que llevaba una pistola en la cintura y que en la parte de atrás del vehículo iba una mujer. Argumentaron que en la camioneta encontraron decenas de envoltorios que contenían mariguana, que llevaba armas”. Pero ella sostiene que eso es falso: “La camioneta BMW es de mi propiedad y el día de los hechos estaba estacionada en mi casa, es la que yo uso. No es cierto que iba en un convoy, es más, estaba cargada con piso que acabábamos de comprar en Guadalajara para la construcción de una casa. Esa mercancía se la robaron los policías porque no volvimos a ver esas cajas”. Otra contradicción es que uno de los agentes asegura que la detención de Martín se realizó en la carretera a Cuisillos, en un rumbo opuesto a donde supuestamente interceptaron el convoy. Cárcel en la niebla Vega Ramos describe el Cefereso: “Es un penal gris. Desde que llegas te das cuenta de que ingresas a un lugar perdido en la niebla, alejado de todo. Hace mucho frío y ahí muy pocas veces sale el sol, siempre hay niebla”. De Xalapa, la ciudad más cercana, toma 35 minutos llegar en autobús a la cárcel de Perote. La gente conoce el tramo como “la ruta de la niebla”, pues a veces sólo se ve a menos de un metro. Una vez ahí, hay que soportar el trato despótico de los custodios. Para ver a su esposo, la señora debía presentar tres cartas de recomendación y le rechazaron una. Cuando le dijo al burócrata que iba desde Guadalajara y no podía conseguir otra misiva al momento, aquél le contestó: “Eso a mí no me importa”. Además, comprobó que la comida es escasa, sin sal, y las tortillas se sirven frías. “Mi esposo bajó 18 kilos mientras estuvo ahí: pesaba 90 kilos y llegó a 72”, comenta. Para colmo, prohíben usar prendas abrigadoras, incluidos guantes y gorros. “A pesar del frío que hace en la zona, a los familiares sólo se les permite portar una chamarra. Y si la prenda no cumple las especificaciones que ellos marcan, te la quitan si quieres entrar. Pero parece que ellos están en el Polo Norte: siempre andan bien cubiertos”. En enero la familia logró que Martín fuera trasladado a Guadalajara, con lo que mejoró su condición, en especial por el clima. Comenta que ese cambio es sólo una parte de la lucha por la libertad del comerciante. Región controlada por el narco Desde hace tres años, las autoridades del estado reconocen que la delincuencia organizada se salió de control en la región Valles, a raíz de los constantes enfrentamientos entre miembros del CJNG, el Cártel de Sinaloa y el del Golfo por el control de la plaza. En los últimos cinco años de la administración del gobernador panista Emilio González Márquez se hablaba de al menos seis enfrentamientos entre policías y bandas de criminales en los municipios de Etzatlán, Magdalena, Hostotipaquillo, Amatitán y San Juanito Escobedo. En 2012, la Policía Rural reconocía un saldo de 25 detenidos, decenas de muertos y el decomiso de 22 armas y mil 886 cartuchos, además de la incautación de 10 vehículos, uno de ellos blindado. En la región Valles se han realizado los mayores aseguramientos de cultivos de enervantes en el estado. Entre 2007 y 2012 se destruyeron 2 mil 92 plantíos de droga, es decir, 10 millones de plantas de mariguana, que pesaban 24 toneladas. Esa región incluye los municipios de Amatitán, Ameca, Ahualulco del Mercado, El Arenal, Cocula, Etzatlán, Hostotipaquillo, Magdalena, San Juanito de Escobedo, San Marcos, San Martín Hidalgo, Tala, Tequila, Teuchitlán y Villa Corona. Las autoridades estatales consideran que no se puede tener bajo vigilancia permanente esa región montañosa, lo que han aprovechado los traficantes para cultivar droga y transportarla a Nayarit y Zacatecas. También en el sexenio de González Márquez se decomisaron más de 285 armas; más de 13 mil 700 cartuchos; 11 granadas de fragmentación; 34 metros de cordón detonante y 18 vehículos usados por el crimen organizado. Esa zona es muy peligrosa para los mandos y efectivos policiacos: el 30 de octubre de 2012 un comando asesinó al director de la Policía de San Martín Hidalgo, Casimiro Zárate. Semanas antes, en Magdalena, fueron asesinados el jefe de la policía, Raúl Hinojosa, y dos agentes municipales (Proceso Jalisco 417). A finales de enero de 2013, un grupo de pistoleros acribilló al jefe de la Policía de Hostotipaquillo, Lucio González Astorga. Habitantes de la región señalan que la situación se tranquilizó un poco en los dos últimos años, pero los narcotraficantes controlan Valles a tal punto que a veces se estacionan junto a la carretera y ostentan sus armas o hacen como que las limpian, sin que la autoridad los detenga. En cambio, los pobladores evitan transitar ciertas carreteras de noche o en la madrugada para evitar ser agredidos o desaparecidos.

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