Presentan "Madera rebelde: Movimiento agrario y guerrilla 1959-1965"
CHIHUAHUA, Chih. (apro).- Con el compromiso de rescatar las historias de quienes participaron en el asalto al cuartel de Madera, en 1965, y las luchas sociales de los años 60 y 70, el escritor Jesús vargas Valdez presentó este viernes su libro “Madera rebelde: Movimiento agrario y guerrilla 1959-1965”.
El tema de las madres que rezaban, apoyaban o impulsaban a sus hijos en las luchas sociales desbordó las emociones en el auditorio del Tribunal Superior de Justicia.
Salieron a la luz muchas anécdotas de hombres y mujeres que conformaron redes de apoyo para los guerrilleros, cuyas familias tuvieron que huir de la persecución del Estado y vivieron en la clandestinidad.
Alicia de los Ríos Merino, una de las presentadoras del libro, señaló que el pasado miércoles 23, cuando se conmemoró el 50 aniversario del asalto al cuartel Madera, "parecía un mitin o verbena popular”.
Y recordó que en noviembre de 1965, mientras se encontraba en el panteón municipal, las mujeres se peleaban los cuerpos de hijos y esposos, pese a la estigmatización y señalamientos en su contra.
La conmemoración del miércoles, agregó, “era como las piezas de un rompecabezas de los 60 y 70 (...) Ahí estaban cabecillas de guerrilleros, leninistas, mahoistas, socialistas, unos más y otros menos, buscando, cargando frustraciones".
Alicia de los Ríos habló de los desaparecidos de antaño y los que continúan desapareciendo, y destacó que los hechos ocurridos en Ciudad Madera en 1965 fueron un parte aguas de la izquierda radical, porque ya no sólo fue la lucha de campesinos, sino de obreros, estudiantes, etcétera.
Lee aquí el especial de Proceso Madera, medio siglo después:
http://madera.proceso.com.mx/
Sobre el libro, sostuvo que habla principalmente de dos personajes: Álvaro Ríos y Salvador Gaytán, ninguno de los cuales estuvo presente en el asalto al cuartel, pero dieron continuidad a la lucha social.
"Álvaro Ríos no quería ir a la guerrilla. Había otras formas de creer para transformar, distinta a las armas. No sabemos si eran mejor o no, más comprometidas o no (...) Salvador no llegó el 23 de septiembre de 1965, pero buscó una y otra vez el encuentro con el combate. No estuvieron en Madera, pero no se quedaron quietos", asentó.
Luego comentó la incursión de Jesús Vargas y su esposa Marcela en la lucha social. En 1968, dijo, estuvieron en Torreón de Cañas, Durango, por invitación de Álvaro Ríos, para no apartarse del movimiento.
De los Ríos y el antropólogo Horacio Almanza, otro de los presentadores, resaltaron el encuentro que tuvieron el pasado miércoles con el indígena pima Paulino Rivera, quien en 1964 fue encarcelado por simpatizar con los guerrilleros y protegerlos.
Almanza compartió que en una investigación previa que aún no concluye, se evidencia el papel de los pimas (en peligro de extinción) durante la lucha campesina en la región de Madera, en la Sierra Tarahumara.
El antropólogo relató que entre 2003 y 2004 se acercó a las comunidades El Cable y Mesa Blanca, entre otras, para hablar con los pimas sobre aquel episodio histórico, hasta esa fecha sepultado.
Los pimas vivieron la rebelión de manera particular, y "lo poco que contaban lo vi ahora en el libro del profesor Vargas (...) La principal aportación en el contexto de la obra da luz a los problemas de latifundio y la lucha agraria. Se explican mejor más de cuatro décadas de latifundio, que se ve principalmente en la zona del noroeste. La persecución (de los terratenientes) era contra quien se rebelaba", apuntó.
Paulino Rivera, dijo, platicó cómo dio alojamiento a los alzados, principalmente a los del ejido de Cebadilla –una zona controlada por caciques–, como Ramón Molina, pero éste llamó al Ejército y detuvo a campesinos de Mesa Blanca, entre ellos el propio Paulino. “Lo desnudaron, lo colgaron de un árbol y lo pusieron preso un año. Cuando sale había pasado el asalto y luego los de Cebadilla fueron a ejecutar a Ramón Molina", contó Horacio Almanza.
Actualmente, agregó, el problema continúa con los proyectos de extracción que laceran el territorio y afectan la vida indígena, rural e incluso urbana en algunas regiones.
Y, lo peor, de nuevo hay criminalización contra la protesta social. Como aquel tiempo, "no importa a quién desojar, el factor central es favorecer a terratenientes".
En su libro, Jesús Vargas refiere que entre 1960 y 1964 el estado de Chihuahua era un “hervidero”, había más de 50 latifundios en Durango y Chihuahua y se movilizaron más de 30 mil campesinos para tomarlos de manera pacífica.
Para 1964, luego de tocar las puertas de oficinas de la burocracia, los caminos legales se les cerraron, y lo único que les quedó fue organizarse.
En su intervención, Jesús Vargas habló del 20 de noviembre de 1960, cuando el discurso revolucionario aún servía.
Poco antes, dijo, los campesinos realizaron un mitin en Madera por primera vez. En esa ocasión Álvaro Ríos reunió a más de 500 agraristas “que habían tenido enfrentadas a las autoridades agrarias por Francisco Luján, asesinado en su casa a cuchilladas. Se sospechaba de los empresarios y terratenientes de Bosques de Chihuahua”, señaló.
Con la papelería que tenía cada campesino para demostrar que tenían derecho a las tierras, llegaron a Chihuahua más de 500. Iban armados de manera discreta, porque conocían cómo había actuado el gobierno contra por lo menos cuatro líderes agrarios.
"Los campesinos se previnieron y buscaron dónde esconder las pistolas, como previsión de la violencia”.
Aquel 20 de noviembre llegó el presidente Adolfo López Mateos a Chihuahua para celebrar el aniversario de la Revolución Mexicana y recibió a una comisión de campesinos, pero nada cambió.
En 1962 los conflictos aumentaron por los problemas de tierra, a pesar de que había por lo menos 5 millones de hectáreas que podían distribuirse en la entidad más grande del país. Era el estado que más tierra tenía, pero sólo se favorecía a pocas familias, puntualizó el autor del libro.
En 1938 se desató el conflicto en la Babícora y en 1959 en la región de Madera. En 1964 los campesinos invadieron los latifundios de manera simbólica, pero fueron golpeados y encarcelados, como es el caso de Arturo Gámiz, entre otros.
"Entre febrero y marzo se rompe la legalidad, prohíben las manifestaciones", apuntó Vargas, quien comparó al gobierno chihuahuense con el de Durango. También en 1964, este último repartió uno de los latifundios en Torreón de Cañas.
"En Chihuahua no se respetó el Código Agrario ni la Constitución. Todos los guerrilleros habían participado en el movimiento agrario, no sólo los 13 que llegaron al asalto. Era una sociedad que participaba en la lucha. La ciudad de Chihuahua no siempre ha sido igual de apática que ahora, (entonces) se distinguía por su solidaridad", reprochó Vargas.
Luego habló de otras luchas como Tomóchi, cuando el pueblo fue arrasado y quemado, y los combatientes sin armas fueron fusilados.
En Chihuahua se habla de familias cuando se trata de luchas revolucionarias, no sólo de individuos, y el revolucionario, explicó, sabe del sacrificio que conlleva la lucha.
"En Chihuahua se resquebrajó el discurso de gobierno sobre la Revolución, el capital que habían acumulado en 50 años. Desde entonces no había un grupo que enfrentara al gobierno. Se evidenció que los del gobierno eran porfiristas (...) Estamos en un gobierno que no piensa en la mayoría del pueblo".
Antes de finalizar el evento, tomó la palabra uno de los sobrevivientes, Florencio Lugo, y detalló la forma en que invadían los predios los latifundistas.