Norman Manea, el escritor de la resistencia rumana

lunes, 5 de diciembre de 2016 · 17:42
El escritor rumano de origen judío recibió el día 26 de noviembre, de manos del secretario de Salud doctor José Narro, el Premio de Literatura en Lenguas Romances 2016 que otorga la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL). Manea vuelve a México luego de 26 años. Aquí se ofrece una crónica del evento. GUADALAJARA, JAL.- El rumano Norman Manea es autor de una prolífica obra casi desconocida en México, aunque en 1990 fue invitado al coloquio La Experiencia de la Libertad, organizado por la desaparecida revista Vuelta de Octavio Paz, que en 1991 le publicó una selección de relatos breves, El impermeable. Veintiséis años después el autor del Regreso del húligan, una novela autobiográfica; Felicidad obligatoria, una feroz crítica a la dictadura comunista de Nicolae Ceaucescu, quien gobernó Rumania de 1967 a 1989; El sobre negro, donde esboza los motivos de su salida de la opresiva Rumania; La guarida, un singular ajuste de cuentas con la pléyade de intelectuales conservadores de su país –sobre todo Mircea Eliade, el célebre historiador de las religiones y novelista– , y los ensayos compilados en Payasos: el dictador y el artista, y La quinta imposibilidad, volvió a México, ahora para recibir el Premio en Lenguas Romances 2016 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Esta vez acudió al Auditorio Juan Rulfo en la Expo Guadalajara, donde volvió a hablar, entre otros, sobre los temas que lo han marcado: cómo se inició en la literatura, el exilio, y sobre sus vicisitudes en su país natal, donde incluso fue considerado un enemigo de la humanidad por motivos políticos. El 26 de noviembre todo estaba listo para que, a las 11:00 horas, comenzara la ceremonia de entrega del premio, pero el retraso en el vuelo del secretario de Salud, José Narro –quien llevaba la representación del presidente Enrique Peña Nieto– obligó a que el evento se iniciara con 40 minutos de retraso. Una contingencia que no ahuyentó al público. Tras los discursos del presidente de la FIL, Raúl Padilla López, del rector de la Universidad de Guadalajara, Tonatiuh Bravo Padilla, del gobernador Aristóteles Sandoval Díaz, de la portavoz del jurado, Mercedes Monmany, y del escritor argentino Alberto Manguel, los asistentes esperaron pacientes el discurso del galardonado, lleno de remembranzas tristes y graciosas. Con voz pausada, el narrador oriundo de Suceava, nacido el 19 de julio de 1936, leyó su escrito de aceptación en rumano, una lengua que se niega a abandonar y que –lo ha dicho innumerables veces– siempre lleva en sus espaldas, como el caracol. El auditorio pudo leer la traducción de su compatriota Ioana Gruia en una pantalla que se colocó frente a ellos, detrás del pódium, donde estaban sentados políticos y escritores. Manea, a quien su también compatriota Mihail Shafir llamó el “rey de los matices” o el “creador de obras maestras”, fue deportado junto con su familia a un campo de concentración cuando sólo tenía cinco años. Abrió su discurso citando al poeta Paul Celan –otro rumano trágico–: “Vengo de una región donde vivían personas y libros.” Prosiguió: “Estas palabras podrían haber sido dichas también en sus respectivos exilios por Joyce o Nabokov, Dante o Víctor Hugo, Thomas Mann o Czeslav Milosz, o por Soljenitzin, Joseph Brodsky o Basehvici (sic) Singer. Fueron pronunciadas de hecho por Paul Celan, el más importante poeta en lengua alemana del siglo XX, nacido en mi cosmopolita Bucovina, que se suicidó durante su exilio en París.” Manea vive en Nueva York, Estados Unidos, donde es profesor en Bard College. Su trabajo refleja sus vivencias: los cuatro años de reclusión en un campo de concentración, el yugo que significó para él la dictadura de Nicolae Ceaucescu, y el exilio, tema éste recurrente en sus artículos periodísticos y en sus cátedras, que le han ganado la admiración de escritores como el italiano Claudio Magris, quien también recibió el Premio de Lenguas Romances en 2014. El discurso Recordó Manea: “La mañana del 9 de octubre de 1941, después de que el gran monstruo de la cruz gamada había declarado la guerra, fui incluido entre los enemigos de la humanidad y expulsado, junto con la familia y los demás condenados del mismo origen, en el vagón de ganado que nos iba a llevar al otro lado del Stix, llamado Nistru, al Apocalipsis. “En el camino sin fin la masa de desesperados se lamentaba entre heces y oraciones, una primera y esencial lección sobre vida y horror. El campo fue un continuo ejercicio de deshumanización, humillaciones, salvajadas, donde reinaba la incertidumbre: no podías estar seguro de que en el próximo momento no se decidía el final del juego de la muerte (…) Fue mi primer exilio, mi primera iniciación a la pesadilla siempre repetida del odio del hombre hacia el hombre.” Una vez que concluyó el exilio, regresó a su hogar en abril del año siguiente. Tres meses después, el 19 de julio de 1945, a los nueve años, recibió como regalo un libro de cuentos de Ion Creanga: “Fui hechizado al instante por la lengua de la ficción, tan diferente de la calle o de la ruidosa retórica política del momento, y deseé con desesperación ser aceptado por la familia de los hacedores de libros y evasiones librescas”, mencionó el galardonado. Rememoró un pasaje divertido de su vida que arrancó las carcajadas de los asistentes. Dijo que su primer texto fue “un discurso amoroso, destinado a una compañera de clase, de coletas rubias y ojos azules (…) El poema fue leído una espléndida tarde de otoño, en el bosquecillo de hayas en las afueras de la ciudad, delante de la musa indiferente y de un grupo de púberes admiradores”. Otra de las anécdotas que compartió con el auditorio también motivo de risas, es cuando en 1986 ingresó a una librería para pedir un ejemplar del Manifiesto del Partido Comunista de los patriarcas Marx y Engels. La vendedora se mostró incrédula con la petición, “convencida de que se encontraba delante de un provocador, un deficiente mental o ambas cosas”, comentó. La vendedora optó por ofrecerle los discursos de Ceausescu, cuando fue defenestrado y ejecutado –expuso Manea. Con relación a su obra refirió que “en mi escritura se aliaron la experiencia biográfica de la exclusión y la opresión con la alegría libresca de la literatura, sobre todo la literatura de Europa Central y Europa del Este, como testimonio espiritual de primer rango de la vulnerabilidad, la melancolía y las ambigüedades de la existencia.” Y siguió: “Mi página tiene la cicatriz de los traumas, pero también la firmeza de la resistencia a ellos (…) Fui siempre muy circunspecto frente a los riesgos de la canonización, la oficialización y la comercialización, la vulgarización del sufrimiento y la manipulación ideológica. No por casualidad la primera monografía escrita sobre mí tiene como título La estética, una este-ética. Aproveché en la escritura todo lo que pude, la autoironía y el espíritu moral judaico, la movilidad cultural romana, los efectos cartesianos y cosmopolitas del pensamiento occidental, la fisura moderna en el arte como apertura hacia la innovación y el experimento.” Resumió al decir que “mis libros tratan, espero, el enfrentamiento entre la individualidad y la agresión de la historia, la fe en la belleza, el bien y la verdad de creación, la estimulante simbiosis entre Atenas y Jerusalén en el pensamiento europeo, la herencia activa de la literatura centroeuropea en la construcción de la modernidad. Son premisas importantes para mi biografía y mi bibliografía”. El escritor rumano ha incursionado en todos los géneros literarios, todos ellos escritos en su lengua materna, “única lengua latina en un gran territorio eslavo, la lengua rumana tuvo que enfrentar muchas presiones internas y externas que tendían a diversificar y desviar sus opciones y sus valencias; la raíz latina resistió heroicamente a las tensiones. La psique rumana estuvo sin embargo dividida por la conjunción contradictoria entre la lengua latina como vínculo con Occidente, la Europa Occidental (Roma, Paris, Madrid) y la religión cristiana ortodoxa del este (Rusia y Grecia)”. Manea dijo en su discurso que México, si bien “geográficamente lejano del enclave de mi evolución, es un vecino espiritual cercano a mi corazón. El hecho de que su país dedique inteligencia y tesón a los ideales humanistas en la perpetuación de la cultura, es un hondo motivo de mi admiración”. También presumió que su provincia es un semillero de poetas, compositores y escritores, entre ellos Mihai Eminescu, George Enescu, Itzik Manger, Abraham Goldfaden y Rosa Ausalander. Se le nombra “la placenta de la literatura”, o “la última Alejandría de Europa”, mote que le concedió el polaco Zbigniew Herbert. Días después, el 29 de noviembre, Manea tuvo un encuentro con Enrique Krauze, a quien conoce desde los noventa. El historiador lo llamó su hermano mayor, y el invitado le devolvió el cumplido con una frase propia de los rumanos, conocidos por su toque metafísico: “como renací en México, soy menor que tú”. Además habló de un personaje que causa temor y angustia a los mexicanos; Donald Trump, presidente electo de Estados Unidos. Para él, el triunfo de MacDonald Trump es una de las dificultades que plantea la libertad. Finalmente, los electores estadunidenses sólo ejercieron, dijo, el derecho a la estupidez.

Comentarios