A 400 años de la muerte de William Shakespeare, que se cumplen este día 23, se presenta el texto siguiente, que es la continuación de “Versiones de sonetos de Shakespeare” (reproducida en la revista Proceso edición 2060), de las muestras de traducciones del doctor en literatura comparada Alfredo Michel Modenessi. El es el único miembro mexicano de la Shakespeare Association of America, la International Shakespeare Association, la International Shakespeare Conference, así como corresponsal de la World Shakespeare Bibliography. A decir del académico, sus traducciones son un mero “ejercicio dinámico de conocimiento sólido y capacidad dramatúrgica y poética desde y mediante nuestro español”, libre del prejuicio de que para hablar del dramaturgo y poeta inglés se debe sonar “antiguo” o “como de la edad de oro”. Nada más alejado.
CIUDAD DE MÉXICO apro).- Vale la pena leer el archiconocido 116 siempre junto con su “gemelo oscuro”, el 117, a fin de apreciar cómo éste, al hacer contrapunto de cada verso de aquél, modifica por entero la impresión de que el 116 es “la más grande verdad” que se haya dicho del amor, socavando, de paso, las más comunes y estériles ideas que circulan sobre su autor, en especial el que se le crea solemne y carente de sentido del humor. Así también habría que valorar el 129 como un gran ejercicio de ironía, entre lo grave y lo lúdico, más allá de impresiones superficiales que lo han supuesto mero exabrupto autoflagelante.
El origen de los sonetos y las rimas de Afanes de amor en vano se explica por sí solo, pero no sobra decir que son apenas tres ejemplos del trabajo que implica traducir esa comedia, la más endiablada de todas las obras de Shakespeare en cuanto a la presencia de rimas y formas fijas. Mi traducción íntegra se puede hallar en el volumen dos del Teatro Completo de Shakespeare publicado por Espasa (Madrid, 2012), colección que exigió un trabajo estricto en consonantes.
Si de algo sirve el comentario, la mayoría de estos ejercicios me ha sugerido que trabajar los sonetos de Shakespeare en endecasílabos asonantes --amén de ser algo que Andrés Ehrenhaus ya hizo íntegramente-- resulta muy provechoso, quizá para proyectos futuros, en tanto permite una considerable cercanía semántica y beneficia la emulación de juegos de palabras, figuras retóricas y otros recursos formales, como las anadiplosis y los encabalgamientos. Igual, no hay que olvidar que cualquier traducción está siempre en proceso.
Finalmente, las décimas que acompañan a estas versiones son producto de un reto lanzado por un amigo tras una jugosa charla sobre el tema, inspirada en el trabajo del gran repentista cubano Alexis Díaz Pimienta. En lo personal, me deslindo de la bardolatría, pero sí suscribo ciertos conceptos incluidos en el producto de este juego.
SONETO 3
Mírate en el espejo y di a ese rostro
que ha llegado la hora de ser padre,
pues si de tu frescor no das retoño,
le niegas gloria al mundo y a una madre.
¿Habrá una hermosa virgen tan soberbia
que no entregue su vientre a tu cultivo?
¿O un necio tal que extinga su ascendencia
sepultando su amor sólo en sí mismo?
Eres la estampa de tu madre, y ella
repite en ti su abril esplendoroso;
haz un nuevo cristal y allí contempla,
tras los años, tu propia edad de oro.
Mas, si prefieres, muere en el olvido:
solo, tu imagen morirá contigo.
SONETO 26
Señor de mi pasión, soy tu vasallo
por fuerza de tu gran merecimiento.
Te escribo este mensaje y te lo mando:
es prueba de deber y no de ingenio;
deber tan grande al que mi ingenio escaso
podría desnudar, falto de verba,
salvo que las figuras de tu vasto
genio siempre lo cubren con su seda.
En tanto el astro que me guarda y guía
no conceda a mi aspecto un bello augurio
y vista mi querer con ropas finas,
para que sientas que merezco el tuyo,
me abstendré de vocear cuánto te adoro.
Mientras, donde tú estás, oculto el rostro.
SONETO 116
No admito oposición a que las almas
se enlacen si son fieles. No hay amor
cuando ante el cambio los amantes cambian,
o los separa una separación.
¡No! El amor es como un recio faro
que mira la tormenta y no se cimbra;
la estrella de los barcos extraviados,
cuya altitud no iguala a su valía.
Con él no juega el tiempo, aunque a frentes
y labios les arranque su frescura;
no lo alteran semanas ni horas breves:
hasta el juicio final amor perdura.
Y si prueban que estoy equivocado,
será que no escribí y nadie ha amado.
SONETO 117
Hazme esta acusación: que te he negado
bienes que sólo tú merecerías;
que de tu amor constante me he olvidado,
aunque nos ate un lazo día a día;
que me he unido con almas pasajeras,
que a cualquiera he franqueado tus derechos,
que les he permitido hinchar mis velas
y alejarme de ti a todos los vientos.
Haz que conste mi empeño en el pecado,
y a la evidencia añádele sospechas;
haz de mí el blanco de tu ceño airado,
mas no me hiera el odio de tus flechas:
sólo busco, según mi apelación,
comprobar la firmeza de tu amor.
SONETO 129
Es derroche de esencia y de vergüenzas
el acto de lujuria; y antes que acto:
perjurio, crimen, culpa, una bajeza;
inmundo, cruel, grosero, sucio, basto.
Es repugnante en cuanto se le goza;
loco deseo que, recién cumplido,
se odia con locura: anzuelo en boca
que echan adrede por causar delirio.
Con delirio se busca y se le alcanza;
antes, durante o luego, nada colma;
edén hacerlo, y hecho, pena amarga;
al principio es anhelo, al fin es sombra.
Mas nadie, aunque lo sepa el mundo entero,
sabe eludir el cielo de este infierno.
SONETO 130
Los ojos de mi amada no son soles;
el coral es más rojo que sus labios;
no hay un blancor de nieve tras su escote;
su pelo es hilo negro, no dorado.
He visto rosas encendidas y albas,
pero no las advierto en sus mejillas;
y en los perfumes hay una fragancia
que de su boca nunca emanaría.
Me encanta oírla hablar, pero me consta
que la voz de la música es más bella.
Jamás he visto cómo anda una diosa;
al caminar, mi amada deja huella.
Mas, por Dios, la que yo amo vale tanto
como ésas que nos pintan con engaños.
Tres poemas de “Afanes de amor en vano”
(love’s labour’s lost)
SONETO (acto 1, escena 1, habla BEROWNE)
Aprenda yo más bien que una mirada
disfruta al contemplar otra más bella
que la deslumbra y, en cuestión de nada,
se vuelve el faro que ilumina a aquella.
El estudio semeja al sol glorioso
que al insolente no se muestra pleno;
muy poco aprende el necio puntilloso,
salvo la autoridad de un libro ajeno.
Quien a una luz del cielo pone nombre
desde la tierra llana, tanto admira
el fulgor de una estrella como el hombre
que con ojos abiertos nunca mira.
Saber de más no es más que saber nada:
ganarse fama que ha sido ganada.
SONETO (acto 4, escena 3, habla el REY DE NAVARRA)
No besa el áureo sol con tal encanto
el néctar de la rosa en la alborada,
como de mis mejillas limpia el llanto
el fresco resplandor de tu mirada;
ni la luna de plata se refleja
en el fondo translúcido del mar,
como atraviesa el agua de mi queja
la luz de tu semblante. Al llorar,
en mis lágrimas viajas, y montada
en mi pena celebras tu victoria.
Mira mi faz, de lágrimas colmada:
allí verás la estampa de tu gloria.
Mas no adores tu imagen, pues querrías
por espejo tener lágrimas mías.
RIMAS (acto 4, escena 3, habla DUMAINE)
Cierto día, ¡fecha oscura!,
Amor, de mayo criatura,
vio una flor esplendorosa
darse al aire, generosa.
Entre sus hojas jugaba
la brisa, y tanto gozaba,
que el amante, en un lamento,
dijo: “Flor, quiero ser viento.
Si él triunfa apenas te toca,
yo ansío rozar tu boca.
Mas juré en mi juventud
no cortarte en plenitud:
ingenuo error que quisiera
borrar y arrancarte entera.
Si por ti quebranto un voto,
no soy falso, soy devoto:
por ti Júpiter a Juno
dejaría y, uno a uno,
sus títulos y su nombre
cambiaría con un hombre”.
Repentina bardólatra
Alfredo Michel Modenessi
¿Sobre Will Shakespeare me pides
que décimas improvise?
Como el cubano lo dice:
es cuestión de cómo mides
los versos, y de que cuides
las rimas en sucesión,
con un ritmo sabrosón
que haga justicia completa
al dramaturgo y poeta
que te causa admiración.
Luego, con frases sonoras
revelarás cuán adentro
de tu corazón, tu centro,
está el arte que tú adoras,
el que ha llenado tus horas
de diálogos, narraciones,
conflictos, amor, acciones,
personajes... esa historia
de que el teatro hace memoria:
la vida de las pasiones.
No hay arte que nos entregue
tan cabal, cercanamente,
la evidencia contundente
de que vivimos; nos llegue
hasta el alma y no nos niegue
el privilegio de vernos,
mortales o sempiternos,
dolidos o enamorados,
por entero retratados:
en paraísos o infiernos,
pero siempre, siempre, humanos:
cambiantes a cada paso,
renuentes a hacerle caso
a los consejos más sanos;
dispuestos a ser villanos
tanto como a hacer el bien—
y a ser víctimas, también—
para que el público crea
lo que observa, y así vea
qué es qué y quién es quién.
Y, al final, volvernos sombra:
ser, de nuevo, sólo un sueño...
como nos lo dijo el dueño
de un teatro que aún asombra
porque todo lo que nombra
se nos hizo imprescindible,
y es la prueba ineludible
de que lo mejor del mundo
dura en escena un segundo
mas toca el alma... intangible.
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