Los pasos previos al perdón

viernes, 6 de mayo de 2016 · 20:59
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Ante el crecimiento de las llamadas “pedagogías del perdón y la reconciliación”, consideradas por algunos como herramientas clave para alcanzar la paz en México, Miguel Álvarez Gándara, presidente de Servicios y Asesoría para la Paz (Serapaz), opina: “No se pueden crear condiciones de perdón y reconciliación sin resolver primero las causas estructurales de la violencia. La reconciliación viene al final, y además debe ser también política y social. Todos los procesos deben tener un orden, aunque, por supuesto, hay víctimas que de inmediato optan por perdonar. “Cuando se quiere acelerar el proceso de perdón y reconciliación, la gente siente que se le quiere manipular con la intención de escamotear el conflicto y de que no se haga justicia. Pregúnteselo a las víctimas de Acteal o a los familiares de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa. Para éstos, el problema es saber dónde están sus hijos y dónde está la justicia”, dice. Con amplia experiencia como mediador de conflictos, Álvarez Gándara fue secretario ejecutivo de la Comisión Nacional de Intermediación (Conai) que impulsó el diálogo entre el gobierno y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN); es integrante del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, y actualmente media en el caso Ayotzinapa, entre otros. El experto en labores de pacificación ve con buenos ojos la proliferación de diplomados, talleres y seminarios que promueven el perdón y la reconciliación para contener la ola de violencia en México, algunos de los cuales incluso son impartidos por Serapaz. Opina al respecto: “Estamos viviendo un fenómeno social muy importante y novedoso, ya que todos estos cursos y talleres son producto de una nueva sensibilidad de la sociedad mexicana que reacciona ante la violencia con un rotundo ‘¡Basta!’ “Es un fenómeno muy sano porque, además, intenta comprender qué nos toca hacer frente a la violencia. Es, pues, una creciente búsqueda emprendida por distintos sectores de la sociedad pero que aún se está manifestando de manera dispersa y desarticulada, a veces ni siquiera es visible.” Álvarez Gándara compara este fenómeno con el surgimiento de los grupos de autodefensa, pues ambos comparten una misma característica: “Son una respuesta social y defensiva ante el problema de la violencia, y ante la incapacidad del Estado para contenerla”. Agrega que, hasta el momento, es el sector eclesiástico, y concretamente la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), el que tiene “una visión estructural y más de fondo” sobre esta propuesta de paz sustentada en la reconciliación: “Para la CEM, la paz es un reto central. Viene afinando el tema de la justicia, el perdón y la reconciliación. Tiene incluso una exhortación pastoral que le sirve de guía; Que en Cristo nuestra paz México tenga vida digna. Además cuenta con los documentos y discursos del Papa Francisco y de la Iglesia en general que le son muy orientadores. “Sin embargo, a la CEM aún le falta aterrizar a situaciones más concretas. Esta bajada le corresponde hacerla a su Comisión de Pastoral Social, a la que acaba de entrar el arzobispo de Acapulco, Carlos Garfias (como nuevo encargado de su Dimensión de Justicia y Paz), quien tiene amplia experiencia en la materia y seguramente le dará mayor empuje y claridad a este trabajo de la Iglesia”. Álvarez Gándara hace la siguiente distinción: “Algunos, cuando hablan de reconciliación, ponen el énfasis en lo psicológico y lo religioso. Pero no olvidemos que además está la problemática social y política, donde también se necesitan procesos de reconciliación para solucionar conflictos. “Las mismas víctimas, que son los actores clave de todo esto, pasan por un proceso que va del dolor individual al colectivo, de la lucha individual a la lucha social, como sucedió con Javier Sicilia.” Señala también que los talleres y seminarios que se están impartiendo en materia de perdón y reconciliación, pueden funcionar para un determinado tipo de víctimas, pero no para otro. Pone como ejemplo los tan demandados cursos impartidos por la Fundación para la Reconciliación del religioso colombiano Leonel Narváez. “A los familiares de Ayotzinapa y a las víctimas del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, la metodología del padre Narváez simplemente no les funciona”, dice. –¿Cuál es la razón? –se le pregunta. –Con ese método, creo que estas víctimas se sienten incomprendidas y forzadas a acelerar el paso para perdonar al perpetrador, aunque la intención del método no sea desconocer las causas. –¿Ustedes en Serapaz han seguido ese método? –No, aquí no lo seguimos. Pero lo respetamos porque a muchas víctimas les sirve. Nosotros somos una instancia civil de orientación cristiana. Y en nuestra Escuela de Paz nos centramos en la mediación, consenso y transformación de conflictos. –¿Utilizan el diálogo víctima-victimario? –No, no lo tenemos en nuestra agenda. No hacemos ese trabajo. Aunque sí trabajamos con cosas que a la larga pueden propiciar ese diálogo. Es un escenario que puede ocurrir a futuro, pero que ya depende de la parte afectiva, cultural, religiosa y psicosocial de los actores. A la gente no se le puede obligar a perdonar. Pero claro, el ideal de todo constructor de paz es llegar a la reconciliación, que no se da a corto plazo. “Por ello participamos en cursos y talleres encaminados a la reconciliación. Tenemos muy bien diseñado un taller sobre violencias, y si nos lo piden, lo adecuamos a una región u actor. Aparte, colaboramos con otras organizaciones sociales y con el episcopado mexicano”. Álvarez Gándara concluye recalcando que lo importante es que la sociedad, y no sólo el Estado, “se convierta en actor y aporte soluciones para resolver el problema de la violencia. Y estos cursos y seminarios están surgiendo precisamente de la sociedad civil”.

Comentarios