COXCATLÁN, Pue. (apro).- En un funeral como nunca se había visto en esta comunidad, con 11 féretros en fila --uno de un pequeño que no alcanzó a nacer--, el sacerdote Anastasio Hidalgo Miramón reclamó justicia, aunque advirtió que en este país no hay a quién pedirla.
“Pedimos que se haga justicia, pero decir justicia en este país es como una voz que grita en el desierto”, expresó el clérigo durante una misa que se ofreció en el estacionamiento de la presidencia municipal, donde fueron velados los cuerpos de 11 de las 12 víctimas de la masacre ocurrida la noche del jueves 9 en la comunidad El Mirador de este municipio.
El cuerpo de Israel, la pareja de Silvia, fue llevado a Zoquitlán, de donde es originario.
Los restos de los integrantes de la familia, entre ellos dos niñas y el bebé con ocho meses de gestación que aún estaba en el vientre de su madre de nombre Belén, tuvieron que ser sepultados en Coxcatlán, aunque los parientes querían llevarlos a El Mirador. La misión resultó imposible, pues tenían que caminar casi una hora con los 12 ataúdes a cuestas.
En su sermón, el sacerdote hizo referencia a la pobreza que se vive en esta región, lo cual hace que para sus pobladores sea aún más lejana la justicia en la tierra y no queda más que esperar la justicia divina.
“(Las víctimas) son hermanos nuestros de la Sierra Negra ¿cuándo han sido tomados en cuenta los hermanos de la sierra? ¿Cuándo se les ha dado los servicios que merecen?”, cuestionó; “ellos vivían casi una hora a pie… siempre han sido marginados, siempre han vivido en la extrema pobreza”.
“Por eso cuando yo digo: exigir justicia ¿pero a quién le exigimos justicia?”, recalcó. “Decía uno de los familiares al llegar ¿Justicia? ¿Aquí en la tierra? Sólo esperamos justicia divina, porque aquí en la tierra, yo creo que unos ocho días más y lo metemos al archivo del olvido, este país lo que no tiene es memoria histórica, entre más rápido se olvide, mejor”.
¿Tienen que ser 11, tienen que ser 12? ¿Alguien que ni siquiera conoció la luz de la vida?”, deploró el sacerdote.
“¿Tienen que ser 43 en Ayotzinapa, tiene que ser Tlatlaya, tiene que ser Apatzingán, tiene que ser Tetelcingo? En este país, repito ¿quién va a hacer justicia? Aun así tenemos que seguir, como Juan Bautista, como una voz en el desierto, exigiendo justicia”.
En los ataúdes yacen Plácida Sánchez Martínez, sus hijos Ángela, de 30 años de edad; Ángel, de 23, y Jhony de 18, así como las niñas Monserrat y Carolina Hernández Palacios, de 10 y 9 años, respectivamente, quienes eran hijas de Ángela.
Igual están Baltazar Sánchez Montalvo, y su esposa Isabel Hernández Sánchez, junto con sus hijas Silvia --ultimada junto con su esposo-- y Belén, quien tenía 22 años de edad.
Sobre el féretro de esta última fue colocado el más pequeño de todos, que contiene los restos del bebé que ya llevaba ocho meses de gestación y fue ultimado antes de nacer.
En el lugar pocos son los que comentan sobre las causas que ocasionaron esta tragedia.
De acuerdo con las investigaciones que lleva a cabo la Fiscalía General del Estado, basadas en los testimonios de cinco testigos, el responsable de este multihomicidio sería un sujeto que hace más de nueve años abusó sexualmente de Silvia y la dejó embarazada.
Según esto, este hombre habría advertido a la mujer que no podía tener pareja porque regresaría para matarla.
Silvia apenas tenía unos meses que se había “juntado” con Israel, por lo que el sujeto, cuya identidad ya está ubicada, habría decido darle muerte a ella y a toda su familia.
Los habitantes han revelado que este hombre tenía apenas poco tiempo de haber vuelto a la comunidad y que se hacía acompañar de otros sujetos armados, de Veracruz y Oaxaca, que cometen asaltos y agreden a los habitantes de la región.