Montado sobre una economía en ruinas, a Meade lo espera la tormenta

Este jueves 22, cuando comparezca en San Lázaro, el nuevo titular de la Secretaría de Hacienda, José Antonio Meade, mostrará su habilidad para defender un paquete económico que él no elaboró. Especialistas consultados por Proceso consideran que el reto del funcionario emergente es hacer un recorte en serio al gasto público para que la deuda no siga creciendo, descomponga más la economía y la lleve al precipicio. Sin embargo, advierten, tiene poco margen de maniobra, pues muchas de las partidas ya están comprometidas. CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Con apenas dos semanas en el cargo, este jueves 22, José Antonio Meade se estrena como el nuevo titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) de la administración de Enrique Peña Nieto. Comparece ante el pleno de la Cámara de Diputados para explicar, detallar y defender el programa económico para 2017, en el que, por cierto, no tuvo injerencia ni en su concepción ni en su confección. Tuvo una primera aparición pública como titular de la dependencia el lunes 12, en un foro organizado por la revista Expansión, pero obviamente no pudo decir gran cosa del paquete económico 2017, por desconocerlo. Político que es, sobradas sus tablas en el sector público –25 años en él, siempre en áreas dependientes de la SHCP– apuntó que los proyectos de ingresos y egresos de la federación enviados por el Ejecutivo al Congreso de la Unión el jueves 8, son “un paquete económico que manda señales distintas… que por primera vez en muchos años tiene un techo de gasto menor que el que teníamos el año pasado. “Un paquete económico que nos va a regresar a tener un superávit primario, que va a regresar nuestra deuda a una trayectoria sostenible, a que como porcentaje del PIB vaya cayendo.” Nada distinto de los que ya venían declarando su antecesor, Luis Videgaray, y el presidente Enrique Peña Nieto. Aunque sí hizo énfasis –y fue lo último que dijo en relación al paquete económico– en una idea que dejó sugerida: se hará todo lo posible para que el sector privado sea el que empuje a la economía nacional. Lo dijo así: Tenemos que “aprovechar (los) nuevos espacios que las reformas (estructurales) han permitido, (para darle) un papel diferente y más relevante a la iniciativa privada”. Fue todo. La comparecencia Para este martes 20, el nuevo titular de la SHCP ya habrá tenido tiempo de adentrarse en los vericuetos del programa económico de 2017. Un tema que no le es ajeno, pues ya fue titular de la SHCP: subsecretario de Ingresos, subsecretario del ramo, coordinador de asesores del secretario Agustín Carstens, en el gobierno de Felipe Calderón. Y él siempre fue, en todos esos cargos, cabeza del equipo negociador con los ­diputados, con los grupos parlamentarios, con los gobernadores, con los actores políticos, empresariales y sociales que demandaban recursos. Negras se las veían él y el entonces titular de la secretaría, Agustín Carstens, con los legisladores –diputados y senadores– del PRI, que entonces era partido opositor y que pretendió siempre frenar, achicar, entorpecer, cualquier iniciativa que viniera del Ejecutivo federal, encabezado por el PAN. Y que, sí, muchas veces logró el PRI obstaculizar iniciativas presidenciales, provenientes de Hacienda las más. Pero esta vez Meade llegará a comparecer a la Cámara de Diputados como funcionario del gobierno priista, por lo que no se espera el trato áspero que le prodigaron en la administración pasada los legisladores de ese partido. Un ejemplo de esto último fue su comparecencia en la cámara el 21 de septiembre de 2011, 12 días después de haber sido designado secretario de Hacienda por Felipe Calderón. Tras su discurso inicial, terso, conciliatorio, pero con una voz tan baja como ­desesperante, y sin mucha convicción, tuvo que soplarse los maltratos de los priistas, en un salón de plenos que prácticamente estaba vacío al término de la comparecencia, una de las más aburridas en los años recientes. Y, cosas de la vida, el entonces diputado priista Alfonso Navarrete Prida y hoy compañero de gabinete de Meade, pues encabeza la Secretaría del Trabajo, se le fue a la yugular; a él, pero sobre todo al partido que representaba, el PAN: “El PAN recibió en el año 2000 una economía creciendo al 6% anual; 10 años después la desplomó al 1.7% anual”, le espetó el priista. En 11 años, agregó, el PAN tuvo los mayores excedentes presupuestales de la historia, que no supo traducir en crecimiento económico y desarrollo humano, “pero sí en deuda y gasto corriente, que creció 100 mil millones de pesos por año. En eso utilizaron el IETU (Impuesto Especial a Tasa Única) y el punto (adicional) del IVA (que había subido su tasa de 15% a 16%). “Los gobiernos del PAN son caros y malos”, dijo Navarrete, quien calificó la propuesta económica para el año siguiente (2012) de recesiva, centralista, generadora de pobreza y con un tinte eminentemente electoral. Esta vez, quizá, Meade no se encuentre con la animosidad de aquel día. Representa al partido en el poder; en el PAN goza de buena reputación, y en el PRD lo respetan. Acaso encontrará denuestos de parte de los legisladores de Morena. Y, sin embargo, Meade acude a la cámara con todo en contra y sin posibilidad de ofrecer garantía alguna de revertir los males que heredó de Luis Videgaray. Es decir, como todo el paquete económico 2017 está diseñado para sanear las finanzas públicas –reducir el tamaño de la deuda; darle la vuelta al balance entre ingresos y gastos para aspirar, por primera vez en nueve años, a tener un superávit primario que no obligue al gobierno a estar pidiendo deuda para sólo pagar los intereses–, al nuevo secretario de Hacienda le queda poco margen para lograr una tasa de crecimiento económico diferente a las registradas en los años de Videgaray. Y, por lo mismo, las aspiraciones de un mayor bienestar para la población quedan relegadas a un segundo término, aunque persista el discurso optimista. Y para lograr un balance financiero positivo, la ortodoxia dicta que debe reducirse y contenerse el gasto público. Y así lo propone el paquete económico necesariamente, pues resulta que –de acuerdo con el Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP)– el gasto público ejercido en los 12 últimos años ha sido mayor que el gasto aprobado por el Legislativo. En ese lapso, dice la organización civil, “el gasto ejercido se ha sobrepasado en 1.9 puntos del PIB, cada año, respecto de lo aprobado”, y eso se ha traducido “en un incremento en los saldos históricos de los requerimientos financieros del sector público” (SHRFSP); es decir, la deuda pública en su concepto más amplio, que este año terminará según las estimaciones de Hacienda en 50.5% del PIB y para 2017 se propone reducirlo a 50.2% del PIB. Es decir, que la deuda pública neta total es equivalente a un poco más de la mitad de todo lo que vale la economía nacional. El problema es que ese gasto creciente, superior al prometido año con año, y el consecuente aumento de la deuda por arriba de lo propuesto en el paquete económico de cada año, es lo que ha generado la desconfianza de las calificadoras internacionales, los grandes inversionistas, el mercado, pues, en el manejo de la economía que se ha hecho en los últimos años. Poco margen de maniobra El economista Jonathan Heath, en su cuenta de Twitter hace este ejercicio, con base en cifras oficiales: En 2013, se aprobó un gasto equivalente a 24.4% del PIB, pero el realmente ejercido fue de 25.9% del PIB. En 2014, el aprobado fue de 25.7% y acabó siendo de 26.2%. En 2015 aparentemente hubo un propósito de contener el gasto: se aprobó uno igual al del año anterior, de 25.7%, pero se ejerció uno de 27%. Para este 2016 se aprobó un gasto menor, de 24.7% del PIB, pero acabará en 27.2% del PIB. En consecuencia, según la información de Heath, la deuda siguió el mismo derrotero. Para 2013 se propuso una deuda equivalente a 37% del PIB y resultó de 40.4%. En 2014, la meta era llegar a una deuda de 40.5% del PIB y terminó en 43.4%. En 2015 se disparó de un 43.5% propuesto, a un nivel 47.6%. 4.1 puntos porcentuales más en un solo año. Y en este año 2016 se propuso una deuda de 47.8% del PIB y llegará a 50.5%. Todo ello, a pesar del creciente monto que se destina del presupuesto para cubrir cada año el llamado costo financiero de la deuda, que incluye intereses, comisiones y otros gastos asociados a la deuda. Por ejemplo, en todo el gobierno de Felipe Calderón se destinaron casi 1.8 billones de pesos para pagar la deuda y ésta, de 3.3 billones en 2007, acabó en 5.9 billones de pesos. Pero para hacerlo comparable con los primeros cuatro años del gobierno de Peña Nieto, en ese mismo periodo Calderón destinó casi 1.2 billones, mientras que con Peña Nieto el presupuesto destinado al costo financiero de la deuda será de más de 1.6 billones de pesos. Y si agregamos los 568 mil 200 millones de pesos que se tienen propuestos para ese pago en 2017, en cinco años el gobierno de Peña Nieto acabará pagando más de 2.2 billones de pesos; en cinco años, para una deuda neta total que pasó de 6.5 billones de pesos, en 2013 a más de 10 billones de pesos en este año. El círculo vicioso: cada año se paga más y más por la deuda y ésta, antes que bajar, sube y sube. Pero más allá de los números y los porcentajes, el problema concreto es que la deuda está creciendo más rápido que la economía, lo cual es insostenible, por los efectos perniciosos que causa en la economía: sube el tipo de cambio y, al final de cuentas, la inflación se dispara. Y vaya que si ha crecido la deuda mucho más que la economía: en 2013, la economía creció 1.4% y la deuda pública total lo hizo en 10.4%; en 2014 el PIB avanzó 2.2% y la deuda en 14.5%; en 2015, el PIB creció 2.5% y la deuda 16%. Para este año se espera que la economía crezca 2.3% pero la deuda ya apunta a un crecimiento de 9%. El economista Juan Moreno Pérez lo explica así: “Lo que las calificadoras y los grandes inversionistas están viendo es que el país está otra vez a un paso de que reviente su economía. Cuando la deuda crece mucho más que la propia economía, los mercados se alarman y empieza a presionarse el mercado cambiario: los inversionistas empiezan a sacar su dinero del país porque ven que esto se está descomponiendo. Y el peso se deprecia, el dólar sube y, ya descontrolado, necesariamente impacta en los precios. “Para evitar eso sólo tienes estas opciones: aumentar ingresos o disminuir el gasto, o una combinación de ambas. El gobierno ya decidió no aumentar ingresos, mucho menos por la vía de los impuestos, porque eso es políticamente impopular. Entonces, se van a ir por el gasto. “Las calificadoras y los inversionistas –dice Juan Moreno– no han visto ningún cambio. No puede seguir creciendo la deuda más que el PIB porque si no la economía revienta y quien paga los platos rotos es la población, los de menos recursos principalmente. La razón, explica: “de seguir así, con ese desorden en las finanzas públicas, de que la deuda crezca más que el PIB, va a suceder lo que tanto ha advertido el Banco de México a la Secretaría de Hacienda, de que se ‘desanclen’ las expectativas inflacionarias. Y eso lleva a que se dispare la inflación. Y la inflación qué es, a final de cuentas: el más gravoso impuesto para la población, sobre todo para los más pobres, por la fuerte pérdida de poder adquisitivo. “Y lo que el Banco de México tendría qué hacer para contener eso es aplicar una política monetaria más restrictiva, subir las tasas de interés, y eso a lo que lleva finalmente es a una recesión, que siempre es muy costosa, como las que ya hemos vivido en la época de las crisis recurrentes.” Entonces, la urgencia que tiene enfrente el secretario Meade es un recorte en serio al gasto público, para que no siga creciendo la deuda y descomponga más la economía y la lleve al precipicio. Evitar eso, ese es el reto del nuevo titular de Hacienda, pero como han señalado los especialistas más calificados, no tiene mucho margen de maniobra, pues el mismo Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación evidencia que no hay mucho de dónde cortarle al gasto el próximo año. Muchas partidas y ramos presupuestales ya están comprometidos y no se pueden recortar.

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