La pequeña Bana, en el centro de la guerra de la desinformación

domingo, 1 de enero de 2017 · 05:31
A Bana la acusaron de no existir, de ser un invento de la propaganda occidental para desacreditar a Rusia y acusarla de crímenes de guerra que no ha cometido. Pero Bana –la niña tuitera que reportaba in situ el horror de la destrucción de su ciudad, Alepo, bajo los bombardeos sirios, rusos e iraníes– sí existe y acaba de recibir refugio en Turquía, donde su primer acto público fue darle las gracias al mandatario turco… Es decir que ahora sí, y sin quererlo, la heroína de Alepo se convirtió en un producto propagandístico de Ankara. CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- “Escapé de #Alepo Oriental. – Bana”. En sólo 35 caracteres –la cuarta parte de un tweet–, este mensaje provocó alivio en cientos de miles de seguidores, intrigó a otros y provocó rechazo en muchos más. En principio no debería haber controversia: una niña de sólo siete años, Bana Alabed, que durante tres meses reportó con su lenguaje infantil las tragedias de la población de su ciudad, con carencias, bombardeos y muertes terribles, estaba avisando que por fin se había salvado del horror; gratas noticias para la generalidad de sus 350 mil contactos en Twitter. No eran pocos quienes no lo veían así. Durante semanas, cientos de usuarios mantuvieron una campaña de hostigamiento contra quien manejaba la cuenta @AlabedBana, con un lenguaje agresivo porque, afirmaban, seguramente no estaba en Alepo ni era árabe y ni siquiera existía como niña, sino que formaba parte de un montaje de la propaganda occidental para engañar a la opinión pública, haciéndole creer que los habitantes de Alepo sufrían bajo las bombas de los aviones sirios, rusos e iraníes, y que se oponían a su inminente liberación. En un longevo conflicto en el que la guerra de la propaganda se ha intensificado cada año, para otro sector la salida anunciada de Bana podría convertirse en una luz de certeza, entre oscuridades en las que ya no saben a quién creerle. Desde que la presencia de periodistas destruyó la narrativa del gobierno estadunidense sobre su guerra en Vietnam, en los sesenta y setenta, es práctica común de las potencias intervencionistas influir en la opinión pública manipulando la ­información. Un ejemplo es el de la invasión a Irak: en septiembre de 2003 la corresponsal senior de la cadena CNN, Christiane Amanpour, reconoció que la prensa de su país no se había apegado a sus principios de imparcialidad. Lo explicó así: “Me apena decir que la televisión, y hasta cierto punto mi estación, se vieron intimidadas por la administración (de George Bush) y su infantería de (la cadena) Fox News”, lo que “creó un clima de autocensura”. Fox News respondió: “Mejor ser vistos como la infantería de Bush que como una portavoz de Al Qaeda”. De manera parecida, los vanos esfuerzos del aparato israelí de propaganda por desacreditar la información que salía de Gaza durante su ofensiva de 2014 –especialmente las imágenes de niños muertos o mutilados– provocaron que el primer ministro Benjamín Netanyahu dejara ver su frustración al declarar que “las bajas civiles no son nuestra intención, sino la intención de Hamas”, que para ello utiliza “palestinos telegénicamente muertos”. Ahora, ante el asedio y toma de Alepo, Rusia y sus aliados están aventajando a sus competidores, sostienen expertos citados en un reportaje de la agencia Reuters publicado el miércoles 21 con un título elocuente: El gobierno de Estados Unidos pierde frente a la campaña de desinformación de ­Rusia. De acuerdo con el investigador Clinton Watts, Washington está perdiendo esta guerra de desinformación debido a que “ya no tiene una organización que provea contranarrativas, tal como hizo la Agencia de Información de Estados Unidos durante la Guerra Fría”. Por eso, según el reportaje citado, miembros del Congreso de Estados Unidos han solicitado crear un Centro de Compromiso Global que realice algunas de esas tareas. Los sofismas de Moscú Entre septiembre de 2015 y el pasado martes 20, la fuerza aérea rusa realizó en Siria “más de 30 mil misiones y eliminó más de 62 mil objetivos militares”, aseguró ese mismo día el vicecomandante del Estado Mayor ruso, Pavel Kurachenko. No precisó cuántas bajas humanas provocaron esas acciones, entre combatientes y civiles. De hecho, la postura oficial del gobierno ruso y de medios afines es que cualquier baja o calamidad ocurrida en esta guerra en ningún caso le puede ser atribuible, pues no se trata más que de fabricaciones de la prensa europea y estadunidense. En un artículo publicado el martes 20 en el Centre for Research on Globalization, un portal que suele replicar las posiciones de las autoridades de Moscú, y que se titula Diez historias masivamente falsas sobre Alepo con las que los medios occidentales te han estado alimentando, el autor Baran Hines resume las principales líneas rusas de argumentación, entre ellas: “En la ciudad no hay ‘rebeldes moderados’ sino sólo terroristas del brazo sirio de Al Qaeda. “Las denuncias de abusos y crímenes por parte de las fuerzas gubernamentales o de daños provocados por la aviación rusa carecen de fundamento. “En cambio, las denuncias de abusos y crímenes de los grupos ‘terroristas’ son sistemáticamente ocultados por la prensa occidental. “Esos medios esconden también que en todas las ciudades que captura el ejército sirio, la población sale a festejar. “Los mensajes grabados en video y enviados al mundo por personas en Alepo, mostrando la destrucción de los bombardeos y las muertes de civiles, especialmente niños, son fabricaciones, parte de una maniobra coordinada (esto incluye a Bana Alabad, quien, según el activista progubernamental Maythan al Ashkar ni siquiera podía hablar con él en árabe). “También las imágenes de niños y personas víctimas de los ataques son falsas o tomadas en otros países. “Son los rebeldes, y no el gobierno, los que han destruido infraestructura civil, como los depósitos de agua.” La cadena televisiva RT –fundada en 2005 con el nombre de Russia Today, con el objetivo de sostener “un punto de vista ruso sobre los eventos mundiales”– y la agencia de noticias Sputnik son las plataformas internacionales más influyentes de las que dispone el gobierno ruso. Sputnik difundió la conferencia que una de las colaboradoras de RT, Eva Bartlett, presentada como periodista independiente de Canadá–, ofreció el sábado 10 en la embajada de Siria en la ONU. Ahí, Bartlett afirmó que los sirios están abrumadoramente a favor del presidente Bashar al Assad, como quedó demostrado por 88% de los votos que recibió en las elecciones celebradas en medio de la guerra, en 2014, sólo en las zonas controladas por el gobierno. Consideró falso que la aviación hubiera bombardeado hospitales. Aseguró que el hecho de que una niña de nombre Aya hubiera aparecido como víctima de la violencia en dos reportes, en meses diferentes, demuestra que esas denuncias no tienen credibilidad. Y cuestionó al diario The New York Times y a Democracy Now! (medio independiente de izquierda): “¿Cómo pueden sostener que el gobierno sirio está atacando civiles en Alepo cuando todas las personas que están saliendo de las áreas ocupadas por terroristas están diciendo lo opuesto?”. Desmentidos por una niña “Nos obligan a marcharnos de nuestro país, no podemos quedarnos ahí porque hay muchas bombas, no hay agua limpia, no hay medicamentos”, declaró Fatemah Alabed, mientras abrazaba a su hija Bana, en la primera entrevista que concedió al salir de Alepo, el lunes 19. En un inglés imperfecto, añadió: “Incluso atacaron hospitales y escuelas”. Madre e hija aparecen en un video grabado en un punto de concentración montado por la Media Luna Roja a las afueras de Alepo para recibir a las personas que son evacuadas de la parte oriental de la ciudad, donde “la gente está sufriendo por las bombas y todo, porque no hay vida ahí”. De hecho, esta evacuación es parte de un pacto para entregarle el control total al gobierno sirio. Junto con Ghassan, padre de Bana, y sus hijos Mohammed (de cinco años) y Noor (de tres), la familia enfrentó un complicado y peligroso proceso de traslado, que fue interrumpido numerosas veces por violentos desacuerdos entre las partes: “Cuando salimos, tuvimos mucho sufrimiento porque estuvimos más de 24 horas en un autobús, sin agua ni comida”, continuó Fatemah. “Estábamos como prisioneros, como rehenes”. La cuenta de Bana, saboteada desde réplicas fraudulentas (con direcciones similares a la suya, @AlabedBana, como @AlabedBanana, @Alabed_Bana y @BanaAlabed1), llamó la atención del presidente sirio Bashar al Assad, quien declaró a la televisión danesa que sus tweets “son promovidos por terroristas y quienes los apoyan”. “Señor Assad, no soy una terrorista”, respondió Bana en Twitter, el 6 de octubre. “Sólo quiero vivir y ya no más bombardeos, por favor”. La misma existencia de Bana fue cuestionada en diferentes tonos. Cuando la niña reportó que el edificio y el departamento donde vivía fueron afectados por las bombas, el lunes 12, y añadió un tweet que decía “Mi papá está herido. Estoy llorando”, el usuario @raj_bandari replicó 20 minutos después: “Wow! Estoy llorando pero puedo tuitear; mi papá herido – está bien, déjenme tuitear. El humanismo perdido ante la propaganda”. Nick Waters y Timmi Allen, de la web de periodismo de investigación Bellingcat, se dieron a la tarea de resolver el enigma: revisaron la descripción de su familia; el aviso en la cuenta de que no era manejada por la niña sino por su madre y cada uno de los 580 tweets: 121 seguidos del nombre “Bana” y concordantes con un lenguaje infantil; 181 firmados por “Fatemah” o “madre de Bana”; uno asignado a Mohammed, el hermanito de cinco años; y 124 sin atribución, pero, por su complejidad, probablemente hechos por Fatemah. Revisaron asimismo la geolocalización de los videos que subieron a Twitter y a una cuenta de Periscope (que dio la ubicación 36º 12’ 16” N y 37º 11’ 09” E) y su consistencia con imágenes de los alrededores obtenidas por satélite, la disponibilidad de servicio eléctrico, a través de celdas solares; y el acceso a internet, pues muchos residentes en la parte oriental pudieron utilizar la red celular que funcionaba en la mitad occidental de Alepo controlada por el gobierno. Además, tanto un proyecto rebelde como iniciativas individuales establecieron conexiones por microondas hacia Turquía, con lo que montaron modestos servicios de WiFi. Por si no fuera suficiente, Bellingcat verificó algunas de las aseveraciones hechas por Bana, como el bombardeo que destruyó parte de su edificio, que confirmaron con fotografías satelitales, o la alerta que lanzó Fatemah el domingo 4 de que se aproximaba “el ejército que seguramente nos capturará”. Su barrio fue tomado ese día, efectivamente, pero la familia logró escapar a otra área. El miércoles 14 Bellingcat publicó el artículo con sus conclusiones: Bana y Fatemah existen y dicen la verdad, pese a lo cual ambas han sido objeto de “un ataque sostenido de críticos que utilizan mentiras, desinformación y malentendidos deliberados con el propósito de deslegitimizarlas”. Sólo cinco días más tarde, la llegada de la familia Alabed al punto de control de la Media Luna Roja, en los autobuses procedentes del Alepo bajo sitio, terminó de desmentir a sus detractores. Pero no sólo a ellos: también confirmó que es falso que todo el mundo reciba feliz la “liberación”, que los bombardeos aéreos contra infraestructuras civiles y población no combatiente se produjeron de manera sistemática y que es espuria la acusación de que las imágenes de niños muertos fueron fabricadas. Mientras tanto, la web Snopes.com, especializada en analizar la verosimilitud de leyendas urbanas y declaraciones de políticos, revisó las afirmaciones de Eva ­Bartlett y les dio la calificación de falsas. Entre ellas, que la aparición repetida de la niña Aya descalifique las versiones de que existen víctimas infantiles. La reportera Bethania Palma encontró no las dos Aya que mencionó Bartlett, sino tres, en momentos y lugares distintos del país, “pero son niñas distintas, por su descripción y apariencia”. Por lo tanto, concluyó, “la existencia de múltiples niñas llamadas Aya no indica un ‘reciclaje’ de víctimas ni prueba que son falsificados los reportes de violencia del gobierno sirio contra civiles. Sólo da cuenta de la popularidad del nombre Aya entre las familias sirias”. En manos de los turcos “Dejé mi alma ahí”, declaró Fatemah en esa primera entrevista tras salir de Alepo. “Quiero llevar mi libertad ahí, no quiero vivir como refugiada en otros países. Quiero un buen futuro para mis hijos”. Son dos deseos que parecen incompatibles. El gobierno turco le cumplirá sólo uno. Calumniada por unos, negada por otros, seguida por cientos de miles, la pequeña Bana, “estrella de Twitter”, se ha convertido en un activo de relaciones públicas que los líderes turcos supieron aprovechar de inmediato. En 48 horas, la niña pasó del desastre de Alepo a la dura incertidumbre del autobús, al alivio del campo de la Media Luna Roja y a las rodillas del presidente turco Tayyip Erdogan: ahí los sentaron a ella y a su hermano Mohammed, con el temido gobernante dedicándoles la mirada dulce de un abuelo bonachón, frente a las lentes de los medios. Bana, quien puso en evidencia a quienes la acusaban de ser un instrumento de la propaganda, terminó siendo utilizada como tal. “Gracias por apoyar a los niños de Alepo y ayudarnos a salir de la guerra”, le dijo a Erdogan, con la voz dulce que conocen sus simpatizantes y que captaron bien los micrófonos. “Te quiero”, expresó mientras el político apretaba tiernamente a ambos niños contra sus mejillas y una cámara disparaba “clicks” con velocidad de ametralladora. El video de 15 segundos y varias fotografías fueron reproducidos de inmediato por las cuentas oficiales de Erdogan y de los ministerios turcos, y por la de @AlabedBana, con un mensaje postrero: “Muy feliz de reunirme con el Sr. Erdogan. – Bana #Aleppo”.

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