La historia de la primera ampáyer del beisbol mexicano

domingo, 24 de diciembre de 2017 · 09:35
“Por malas decisiones estoy aquí”, cuenta feliz Luz Alicia Gordoa Osuna cuando explica cómo es que se convirtió en la primera ampáyer del beisbol mexicano. En entrevista con Proceso, la sinaloense de 41 años, exárbitro de futbol —deporte que también jugó como defensa central— dice que su pasión por impartir justicia en el terreno de juego surgió cuando era joven, al ver que los errores arbitrales perjudicaban a los equipos en los que estaba. Luz Alicia se sigue preparando, ansiosa por la llegada de 2018, año fijado para su debut en la temporada regular de la Liga Mexicana de Beisbol. CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- La vida de Luz Alicia Gordoa Osuna se iluminó el miércoles 18 de octubre. En la pantalla de su teléfono móvil apareció un mensaje de texto de Luis Alberto Ramírez, director de ampáyers de la Liga Mexicana de Beisbol (LMB). La contactó para presentarse, para informarle que la llamaría. Lo que escuchó a través de la línea telefónica la entusiasmó. Llegó una oportunidad que no esperaba; cinco semanas después se convirtió en la primera ampáyer en un partido oficial del beisbol mexicano. A Gordoa Osuna no le sudaron ni las manos al saltar al terreno de juego del estadio de los Petroleros de Salamanca, el 23 de noviembre, cuando recibieron a los Cajeteros de Celaya en un juego de la campaña 2017 de la Liga Invernal Mexicana (LIM), el circuito de desarrollo de prospectos de la LMB. La asignaron en la tercera base. Marcó acertadamente un out y un safe. Hizo sus desplazamientos y asistencias a la segunda base de la forma correcta. Nada que reprochar. El proyecto es convertirla en la primera mujer que funja como ampáyer en un juego de temporada regular de la LMB. Si su preparación y desarrollo se da conforme a lo esperado, se integrará al grupo de 46 ampáyers a finales del primer campeonato de 2018 o a más tardar a principios del segundo que comenzará en julio. La idea de incluir a las mujeres en una actividad que históricamente ha estado reservada para los hombres tiene años cocinándose en la LMB. El 27 de septiembre, Javier Salinas asumió el cargo de presidente ejecutivo de la liga. Habló con Luis Alberto Ramírez sobre el tema. Le encargó que buscara posibles candidatas. En cuestión de días ya tenía las referencias de cinco mujeres: además de Gordoa Osuna, que vive en Culiacán, y Paulina Barajas, en la Ciudad de México, encontró a una muchacha en Mazatlán, otra en Chihuahua y una más en el municipio de Romita, en Guanajuato. Sólo las dos primeras aceptaron viajar de inmediato a la Academia de Beisbol de la LMB en El Carmen, Nuevo León, para tomar un curso de formación. Las demás no pudieron por compromisos laborales o escolares. Gordoa ha sido ampáyer durante siete años en las ligas municipales de Sinaloa, estado donde también pitó partidos de futbol por 21 años. Barajas ha trabajado el mismo tiempo en torneos de las distintas ligas infantiles y juveniles de la Ciudad de México. El 28 de octubre, Gordoa y Bajaras llegaron a la academia donde los 16 equipos de la LMB desarrollan a sus jugadores más jóvenes. De ahí han egresado peloteros de exportación para Grandes Ligas, como el infielder Ramiro Peña y los pitchers Roberto Osuna y Joakim Soria. También es la sede donde la liga capacita a los ampáyers, entrenan y hacen pretemporada. Las dos realizaron el mismo entrenamiento que sus compañeros. Primero una evaluación antropométrica para diseñarles un programa personalizado de acondicionamiento físico. En el salón de clases repasaron las reglas del beisbol y analizaron videos para comprender las situaciones que pueden presentarse en un juego. En el campo practicaron las técnicas de reacción y carrera, el sistema de cuarteta (aunque también hay de pareja, tercia, y sexteta), la colocación en las bases y desplazamientos para tener un buen ángulo y distancia que les permita tomar decisiones acertadas. También las situaciones simuladas con variables, como cuenta del bateador, número de outs, corredores en base y dirección de la pelota. “Cuando Luis Alberto me llamó le dije de inmediato que sí, que estoy puesta. No lo pensé. Me fui a la academia a Monterrey. Yo no conocía a Paulina. Las dos estábamos muy emocionadas, orgullosas de estar ahí. Fue algo muy especial porque todos los compañeros ampáyers, los entrenadores y los jugadores nos recibieron con los brazos abiertos, con respeto”, cuenta Gordoa en entrevista con Proceso. Tras haber trabajado en nueve partidos de la LIM, Luz Alicia Gordoa regresó a Culiacán. En febrero volverá a la academia para continuar con su preparación. Ella espera que también Paulina Barajas debute en 2018 y que en el corto plazo más mujeres se sumen a esta actividad. Igualdad de condiciones Está consciente de que debe tener el cuero muy duro para aguantar los insultos propios de la profesión —chinga tu madre, ampáyer; pinche ciego, ampáyer pendejo—, pero ahora en femenino, y los que podrían llegar por su condición de mujer. Sabe que las agresiones pueden nacer de la tribuna, pero también de los propios peloteros o managers. “Yo pido el mismo trato que reciben mis compañeros. No puedo pedir que no me digan nada porque soy mujer. Debo ser imparcial y un juez justo. Sé que me van a gritar por las decisiones que voy a tomar. En caso de que haya insultos por mi condición de mujer, haría un reporte y expulsaría a quien lo haga”, adelanta la ampáyer. –¿Pide que la juzguen por su capacidad, no porque es mujer? –Me puedo equivocar igual que se equivoca un hombre. Los errores son de humanos, no de género. Esto también es cuestión de educación, de entender que hombres y mujeres tenemos los mismos derechos y la misma capacidad. Las primeras descalificaciones las recibió en sus cuentas de redes sociales. Las clásicas ofensas de género (¿Qué haces de ampáyer? Vete a lavar los trastes. Deberías estar limpiando tu casa. Atiende a tu marido. Vete a lavar ropa). “No contesté”, se ríe. “A quienes me dicen ‘qué bueno, qué orgullo’, les digo gracias. A los que te dicen que ‘no vales nada’, se les ignora. No me molesta porque me estoy preparando para algo que me gusta. Vine a quedar bien conmigo misma”. –¿La LMB le informó si su salario será el mismo que el de los hombres? –Tiene que haber igualdad. No sé cuánto ganan. Yo vengo a realizar un proyecto, no por lo que voy a ganar. Tengo que sacar adelante esto, independientemente de cuánto gane o si me van a pagar igual. Luis Alberto Ramírez asegura que la decisión de la igualdad salarial no es tema de discusión en la LMB. “El presidente dijo que desde la academia se le dé lo mismo a hombres y mujeres, y si llegan a la LMB cobrarán los mismo: ni un peso más ni un peso menos”. Ramírez ha sido ampáyer de la LMB desde 1988. En 2004, estando aún en activo, la LMB lo nombró coordinador de sus compañeros. En 2010 se retiró y se quedó como responsable de esa área. En noviembre pasado fue ascendido a director. Dice que no hay un tiempo exacto para determinar cuándo un ampáyer está listo para comenzar, que hay algunos como Michael Salazar, a quienes les toma seis meses estar listos. A otros, hasta tres años. Lo que sí es que cuando no tienen madera para este oficio máximo en dos meses se les da de baja. Con el proyecto de las mujeres no hay prisa, asegura. “No hay que aventarlas nada más”. El proceso requiere pasar por cada una de las bases y por el home plate, aprender la complejidad de cada posición. Lo más difícil siempre es la posición de ampáyer principal, el que canta las bolas y los strikes. Implica tener buena visión y conocer la zona de strike. “Ellas estuvieron en las sesiones de bullpen (las prácticas que hacen los pitchers para ir puliendo sus lanzamientos) con los equipos. Eso lo hacemos con los ampáyers jóvenes que nunca han trabajado en home. Los ponemos atrás para que empiecen a dominar la zona de strike. No es fácil ver disparos a 90 millas (144.8 kilómetros por hora). Hay que educar el ojo. Hay que aprender a no tener miedo de un pelotazo o a los piconazos o faules que a veces golpean a uno”, explica Ramírez. El máximo responsable de los ampáyers asegura que, aunque en los reglamentos de la LMB se prohíbe el acoso, discriminación, bullying o cualquier otra forma de agresión explícita o silenciosa, sí se establecerá que los comentarios machistas contra las ampáyers no serán tolerados. “Ella está preparada para enfrentar eso y más. Desde siempre lo ha estado”, asegura Arturo Gordoa, padre de Luz Alicia, la mayor de sus cuatro hijos, dos mujeres y dos varones. “Les enseñé a mis hijos a no dejarse de nadie. Les enseñé a ser humildes, pero jamás cobardes. Ella nunca fue peleonera, pero jamás se deja de nadie”. Al señor Gordoa, un maestro avecindado desde hace 45 años en La Cruz, municipio de Elota, a una hora de Culiacán, no le preocupan los obstáculos que pudiera enfrentar su hija. Cuenta que desde secundaria, cuando empezó a formar parte de equipos representativos de distintos deportes, se acostumbró a viajar sola y a estar en un entorno que hasta hace unos años parecía exclusivo de los hombres: el deporte profesional. Desde los ocho años, Luz Alicia ha practicado voleibol, basquetbol y atletismo. Un poco más grande comenzó en el futbol como defensa central y en el softball en la posición de catcher. La inquietud por ser árbitro o ampáyer le despertó cuando una mala decisión afectaba a su equipo, asegurando que ella lo haría mejor. Por eso se inscribió en el Colegio de Árbitros de Culiacán y luego en el de ampáyers, junto con una amiga. Unos días era jugadora; otros, quien impartía justicia en el terreno de juego. Su estatura (1.70 metros), su pasión por el deporte, pero sobre todo su voluntad de acero le ayudaron a sobresalir. Hubo quien la criticó “por machorra”; no prestó oídos. “Todo se le resbala. No aceptó que la minimizaran, menos los varones. Estaba embarazada cuando murió su esposo. Le dolió mucho. Le dije: cásate, ten más familia. Me dijo: ¿para qué? Mejor voy a sobresalir en el deporte. Ella nunca se rajó en nada. Y dijo: yo puedo sola. “Ella es la única de mis hijos que le ha gustado ser errante, buscando su sueño mexicano, y ya lo logró”, dice su padre. Cuando se supo que haría historia como la primera ampáyer, se hizo una fiesta en su honor en Elota, el poblado de unos 50 mil habitantes del cual ahora se habla por ser su cuna. Al cuidado de los abuelos está su hija Dafne, una adolescente de 14 años que festejó como nadie el éxito de su madre. No le pidió que se quedara o que no la dejara. La presume con orgullo. Arturo Gordoa todavía recuerda cuando a los siete meses de gestación nació su hija. Su esposa, también de nombre Luz Alicia, parió en el Centro de Salud que está frente a la casa donde vivían. “Estaba chiquitita. Pesó apenas dos kilos. Cabía en una cajita de zapatos”, dice. Por andar de deportista, Gordoa Osuna no concluyó la licenciatura en Educación Física que comenzó a estudiar en la Universidad Autónoma de Sinaloa, pero a cambio trabajó 12 años como coordinadora deportiva en el ayuntamiento de Elota y otros tantos como promotora en el Instituto Sinaloense de Cultura Física y Deporte, en Culiacán. Adiós al futbol A Luz Alicia ya no le interesa ser árbitro de futbol. El beisbol la cautivó. “Se me dio la oportunidad aquí y ya no regreso a otro lado”, asevera. No pudo ser silbante profesional porque tenía 38 años cuando la invitaron. Si acaso debía tener 23 para ser tomada en cuenta. A los 41 espera ansiosa el día de su debut en un juego de la LMB. Y ya piensa como un reto estar detrás de home cantando bolas y strikes. Y también que en la liga las cuartetas de ampáyers sean mixtas o de puras mujeres. Javier Salinas anunció que no descarta sumar mujeres en las posiciones de manager y coach. Ve la puerta entreabierta y Gordoa se asoma a la llegada de las mujeres mexicanas a un espacio masculino. “La mujer se está abriendo camino en todos lados, está saliendo adelante. Si ha de ser como coach, ampáyer, manager, que así sea. Muchas somos madres solteras. Vamos adelante. Mujeres –les dice– salgan de la zona de confort, tomen sus propias iniciativas. Yo voy a defender mi proyecto por convicción, aunque tenga muchos malos ratos, aunque me regateen los éxitos.” El coordinador jurídico del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), Pablo Navarrete, señala que así como se abren espacios con un compromiso genuino de favorecer la equidad de género, también hay quien lo usa como un instrumento de legitimación. En ambos casos existe un proceso de adaptación de los espacios para contrarrestar la cultura patriarcal y machista que ha excluido a las mujeres, en este caso del ámbito deportivo. De entrada, plantea que Luz Alicia Gordoa debe tener un vestidor propio donde esté segura y tranquila, y la LMB le debe garantizar un contrato y condiciones laborales idénticas a los de sus pares hombres y cumplir cabalmente con lo que marca la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia. Pero en virtud de que la ampáyer trabajará en juegos donde está expuesta a los integrantes de los equipos que se enfrentan y a los aficionados en las gradas, la LMB debe prever esos escenarios, invitar al público a la no violencia por una cuestión de género e, incluso, crear un decálogo para evitar la violencia machista o sexista, donde deben desterrarse expresiones como “vete a cocinar”, “andas en tus días”, “ya cásate” o “vieja menopáusica”. –En caso de insultos o agresiones físicas a Luz Alicia, ¿la LMB debe hacer excepciones? –No, porque se coloca en una posición de desventaja. En teoría no debería haber insultos ni agresiones ni a los hombres, pero en el deporte hay mucha permisividad con la excusa de que es “al calor del juego”. Si le impones condiciones a la LMB, ésta puede cerrar el paso a la participación de las mujeres porque requieren de un “trato especial” por su condición de género. “Si detrás del insulto o de la agresión hay una razón de género, la situación se agrava y la liga debe analizar el contexto y castigar en consecuencia, porque si no, lo que se evidencia es que las mujeres son vulnerables y entonces podría pensarse en dejar ese espacio para quienes sí pueden, o sea, los hombres”. –¿Cómo se mide el éxito de abrir este espacio a las mujeres? –Si vemos que hay piso parejo. Se tiene que garantizar el ingreso, pero, sobre todo, la permanencia de las mujeres en estos espacios. Piso parejo para que puedan desarrollarse plenamente. “Si no se hace el acondicionamiento de los espacios ni se respetan las condiciones laborales, se condena al fracaso a una mujer que llegó con esfuerzo. Entonces, ella es la responsable del fracaso. Como una demostró que no podía, las demás ya no tienen oportunidad. Y lo que no se dice es que no hubo condiciones estructurales adecuadas. “Ojalá tengamos muchas Luz Alicia en los estadios de beisbol. Su llegada será un espacio de prueba para la LMB, para los espectadores y para la sociedad. Es el gran desafío de abrir los espacios vetados para las mujeres”, agrega. Este reportaje se publicó el 17 de diciembre de 2017 en la edición 2146 de la revista Proceso.

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