"Guerrero", estremecedor documental de Bonleux

domingo, 14 de mayo de 2017 · 10:02
La policía comunitaria Coni López Silva, el profesor rural de Tlapa, Juan López y Mario Vergara, fundador de Los Otros Desaparecidos de Iguala, conforman la tríada activista central del largometraje Guerrero, rodado por Ludovic Bonleux, quien cierra así un ciclo de testimonios fílmicos que comenzó hace una década con El crimen de Zacarías Barrientos y continuó con Acuérdate de Acapulco hace cuatro años. “Son tres personajes representativos de entre miles de guerrerenses luchando contra la impunidad”, según define el documentalista galo radicado en México. CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Desde hace 15 años el cineasta Ludovic Bonleux investiga los derechos humanos en Guerrero y le “aterra” que la mala situación en ese estado “no cambie, ¡más bien empeora!”. Empezó a estudiar los problemas en aquella zona de México con el reportaje fotográfico La herencia de los guerreros (2003); luego creó los largo-documentales El crimen de Zacarías Barrientos (2008), Acuérdate de Acapulco (2013), y Guerrero (2017), el cual recorre la República Mexicana con Ambulante Cine Documental Itinerante. Según el realizador francés radicado en México, con dicha cinta concluye su ciclo de exploración en la zona guerrerense. La película Guerrero muestra a Coni López Silva, una policía comunitaria del Frente Unido para la Seguridad y el Desarrollo del Estado de Guerrero (FUSDEG), quien se enfrenta a los grupos delincuenciales en la región de Chilpancingo; así como a Mario Vergara, que anda en busca de su hermano Tomás, secuestrado y desaparecido, pero tras perder el miedo ya empezó a buscar en los alrededores de Iguala algún rastro de su familiar. Además, a Juan López, un maestro rural de la montañosa Tlapa de Comonfort, luchando por la justicia en el seno del sindicato Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación en Guerrero (CETEG) y de la organización política Movimiento Popular Guerrerense.

Tráiler "Guerrero" (Dir. Ludovic Bonleux) from AMBULANTE on Vimeo.

Los tres son captados por la lente en medio del caos generado por la desaparición forzosa de los 43 estudiantes y las elecciones del 2015. Ellos se cuestionan diariamente sus límites personales al borde del sacrificio en Guerrero. “Me enfoqué en la lucha de estos activistas, pero también en sus dudas”, expresa en entrevista Ludovic Bonleux, señalando que no quiso trabajar con líderes, aunque Mario “con el tiempo se volvió famoso”. El fundador de Los Otros Desparecidos de Iguala es igualmente miembro de la Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas. El director del documental de 115 minutos destaca que “el cotidiano de los guerrerenses es tener amigos o familiares que asesinan o desaparecen”. Bonleux trabaja desde el 2002 como director, productor y fotógrafo en América Latina, Francia y México. Después de estudiar historia en la universidad girondina de Burdeos, cursó varios talleres de fotografía documental en Estados Unidos (Pasadena Art Center), México (Centro de la Imagen) y cursó un master en cine documental en la Universidad de París. Se ha especializado en documentales con archivos en la FEMIS en la Ciudad Luz (Taller ARCHIDOC patrocinado por MEDIA y la Région Aquitaine). Contra el mal gobierno Coni, serena y con una mochila en su espalda, revela en la cinta: “Nunca quise luchar con armas contra los narcos, contra el mal gobierno he querido luchar toda mi vida, ¡eso sí!…” A cuadro, Juan, con desánimo, igual denuncia: “A lo largo de los años, los partidos políticos sólo han servido para dividir al pueblo.” Y prosigue su relato en el filme: “Como activistas somos una amenaza para el Estado. En este país todo es peligroso. Andar en el activismo, mucho más. A lo largo de la nación hay desaparecidos y asesinados que han sido activistas; pero también si no hacemos nada es más peligroso, porque están haciendo de las suyas.” Al límite de la desesperanza, Mario aún posee fuerza para buscar en las fosas a su hermano y ante la cámara, expone que “en este país existe la palabra justicia, pero no se aplica”. Denuncia que le tomó una foto con el celular a un agresor que lo amenazó, así: “Dice el jefe que ya le pares o te vamos a chingar”, y que él le respondió: “Dile a tu jefe que yo sólo busco a mi hermano, no busco a la gente que lo hizo, y ni me interesa, ¡sólo quiero recuperar a mi hermano!”. Bonleux recuerda cómo surgió su documental Guerrero, producido por Bambú Audiovisual, Cadalpiotz, Romy Tatiana Graullera y el Instituto Mexicano de Cinematografía: “Antes quería filmar sobre el activista Luis Olivares, asesinado en 2013; después pasó lo de Ayotzinapa, y quise filmar todo ese ambiente, casi de levantamiento y de enojo que se veía en Guerrero; de la gente que bloqueaba carreteras, ocupaba ayuntamientos, edificios públicos, y entonces quise retratar aquellos momentos de dolor. “A final de cuentas, el personaje de Luis Olivares desapareció del documental y me quedé con los tres activistas más que nada por razones de duración de la película. Son tres personajes muy representativos de los cientos, de los miles de guerrerenses que están luchando contra la impunidad.” El realizador pretendió abordar a alguien que fuera parte de las policías comunitarias “y le interesó una mujer”. Escogió a un maestro rural, indica, porque los estudiantes de Ayotzinapa iban a ser maestros rurales. Y optó captar la labor de alguien que busca a los desaparecidos en Iguala, como Mario, “porque muchos perdieron el miedo cuando los papás de los 43 empiezan a indagar sobre los cuerpos de sus hijos desaparecidos”. –¿Encontró enseguida a los personajes? –Fue complicado. Me acerqué a esas organizaciones, al FUSDEG, al CETEG y Los Otros Desaparecidos de Iguala, y resultó que empecé a filmar a Coni, Juan y Mario. Hubieran podido ser otros, pero ellos respondían bien ante la cámara y tenían muchas cosas que decir. Recuerda cómo halló a Coni, en febrero del 2015: “El FUSDEG que estaba en otras zonas, por Tierra Colorada, llegó a Petaquillas y libera la ciudad de los narcos. Petaquillas se encuentra muy cerca de Chilpancingo, por lo cual era muy simbólico que una policía comunitaria estuviera a dos pasos de la capital del estado, y también era muy peligroso para las autoridades que estuviera tan cerca de una gran ciudad. “Fui a Petaquilla en marzo de ese año. Empecé a preguntar si podía filmar y conservaba en mente grabar a alguien como Nestora Salgado García, con el uniforme, las armas… pero en ese entonces no aceptaban que las mujeres cargaran armas… Allí conocí a Coni, quien posee una larga historia, una larga experiencia y mucho sentido crítico con respecto a las luchas. Su papá fue fotógrafo y tomó imágenes de la masacre de 1960, cuando el ejército disparó a la multitud en Chilpancingo. Gracias a ella podemos entender todo el largo pasado de represión y de lucha en Guerrero.” Durante la masacre de 1960, el papá de Coni fue herido por un soldado, al percatarse de que estaba tomando fotos. “Ella empezó a colaborar con la policía porque veía algo más. Aspiró a que esa policía no fuera únicamente una lucha armada contra delincuentes, sino más, algo de desarrollo social”, platica Bonleux, quien escribió el guión con Pedro García. Un pueblo heroico En la cinta se observa que en Tlapa, Guerrero, maestros y activistas toman el ayuntamiento. Ahí la cámara capta una gran manta con el retrato de Benito Juárez, en la que se lee: Malditos aquellos que con sus palabras protegen al pueblo y con sus hechos lo traicionan. En otra escena, se advierte que en Iguala, familiares de los cientos de desaparecidos organizan la búsqueda de sus seres queridos. Mario abraza a un niño que va con ellos, y le comunica: “Serás el próximo buscador de fosas”. Así, llegan a un hueco donde se encontraron 30 cuerpos quemados. Explican que encontraron dicha fosa y fue la Procuraduría General de la Republica (PGR) a levantar restos; la gente regresó después y demuestran que esa institución “no hizo bien su trabajo”, porque no se llevaron todos los huesos. Enseguida, empiezan a recogerlos en una bolsa. “Aquí fue la primera vez que lloré. Aquí se huele el dolor, el odio, la impotencia”, declara Mario con tristeza. Él y su familia narran que el carro de su hermano estaba en marcha y con la puerta abierta. La negociación para que lo liberaran duró dos meses. Les ponían en el teléfono una grabación de su hermano pidiendo que pagaran su rescate. Hasta ahora, nada saben de él. Bonleux, afligido, relata a Proceso: “Cuando iba con ellos no sabía que íbamos a encontrar huesos. La PGR mandó peritos al lugar y supuestamente se habían llevado todos los restos para analizarlos. Resulta que cuando regresamos, se hallaron huesos mezclados. ¡No entiendo por qué lo hicieron! Parece que fue a propósito para que no se puedan realizar las pruebas de ADN y no se sepa de quiénes son los cuerpos. Eso se quedó en la edición porque es muy importante que la gente vea que hay fosas clandestinas alrededor de Iguala, como en Coahuila, Veracruz, Tamaulipas, y bueno, ¡en un montón de lugares del país! Además, es muy importante mostrar que la autoridad no hizo su trabajo.” El documentalista se refiere a Juan como un maestro que destaca porque decidió no callar, y lo define: “Para él, la democracia no es sólo elegir a alguien, poner el voto en una urna, sino que debe haber asambleas populares al modo de las comunidades indígenas. Él es así.” Sorprende cuando Juan le platica al director del documental: “El que protesta y defiende sus derechos es un delincuente. Ya me andan buscando.” En el largometraje, aparece el enfrentamiento de la comunidad de Tlapa con los policías, por lo que se le pregunta a Bonleux qué pensaba en ese momento al grabar todo, y explica con serenidad: “Hubo momentos complicados, pero uno está ahí para filmar. Ernesto Pardo, fotógrafo del documental, dijo: ‘No hay que parar la cámara’. Uno debe filmar hasta que le pase a uno algo, o no… Pero fue muy duro cuando mataron a Toño (un activista y licenciado en Derechos Indígenas, quien sale varias veces en el documental). “El peor problema es que no hubo investigación respecto a su asesinato. Hasta el día de hoy sigue impune su fallecimiento. Por desgracia no fue el único que murió durante el rodaje. Varias personas que conocí cuando empecé el rodaje, murieron”, lamenta Bonleux, quien también rodó un corto que se agregó a Ayotzinapa26 (2016), largo colectivo de Amnistía Internacional. “En Guerrero existe una suerte de herencia del sacrificio, y es que entre los luchadores sociales la única manera de seguir combatiendo es de generación en generación.” –¿Cómo es que hay mártires sacrificándose por la causa y nada se resuelve? Ello se refleja en la película… –No lo sé, no puedo juzgar si sirve de algo o no, tengo mis dudas; pero también hay personas muy dignas, y esto igual lo quise retratar, que son valientes sin sacrificarse. Que la situación no cambie por supuesto que es aterrorizante, porque hasta empeora. “Si regresamos a los años setenta, el pueblo de Guerrero vivía en la pobreza y quizá los perseguidos eran los militantes, ahorita todos pueden desaparecer, porque los secuestran y después desaparecen a sus familiares. No se necesita ser un activista para que no lo desaparezcan, ahora a cualquier persona la desaparecen. “Se está empeorando la situación en Guerrero y el Estado no hace nada, y lo vemos con el caso de los 43 que no hay ningún avance. Es muy preocupante porque además hay gente muy brava en Guerrero que no se deja.” Tardó un par de años y tres meses en terminar Guerrero, que con Ambulante se proyectará en Coahuila (del 4 al 11 de mayo), en Querétaro (del 11 al 18 de mayo) y luego en Veracruz, donde aún no hay fechas (consultar la cartelera de Cinépolis para ver dónde se exhibe el documental). El cineasta informa que en breve lo presentarán en todo el país, con debates. Remata: “En el documental no hay una moraleja. Tampoco es como una apología de la lucha de los activistas, porque hay un sentido crítico.” En tanto, los tres personajes, por separado, continúan en la lucha. Este texto se publicó en la edición 2114 de la revista Proceso del 7 de mayo de 2017.

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