Al ofrecer su versión sobre las fosas comunes improvisadas por la fiscalía estatal, el gobierno de Morelos no contaba con que algunos vecinos observaron la apertura de los grandes huecos en la tierra y el brutal tratamiento de los restos. Uno de esos testigos, indignado porque la autoridad actúa como si ignorara dónde hay más cuerpos, relata cuándo se excavaron tres de las fosas y cómo apilaron en ella los restos humanos antes de ocultarlos bajo tierra.
JOJUTLA, Mor. (Proceso).- En el panteón municipal de Jojutla, el gobierno de Morelos no sólo cavó una fosa común clandestina; son al menos tres, de acuerdo con el testimonio de una persona que pudo observarlas. “Todavía no sacan ni la mitad de los cuerpos que fueron enterrados”, dice a Proceso.
El testigo, quien solicitó no difundir su nombre, asegura que en el tramo final de la gestión del alcalde priista Enrique Retiguín (2009-2012) se cavaron al menos dos fosas: una “pequeña” para 19 bolsas con un número incierto de cuerpos, y la segunda, “más grande”, para tirar “como animales, como basura”, otras 70 bolsas.
A esas dos se suma la que se hizo el 14 de julio de 2014, durante el gobierno municipal (2012-2015) de la perredista y actual diputada Hortencia Figueroa Peralta. En esta “se colocaron 35 bolsas”.
“Entre las tres excavaciones e inhumaciones que vimos… en total son 124 bolsas negras… En cada bolsa puede haber uno, dos o tres cuerpos”, asegura.
Relata cómo presenció las inhumaciones en los días finales del gobierno de Retiguín: “Yo vivo cerca. Nos percatamos, por el ruido, de que llegó una máquina retroexcavadora e hizo una fosa pequeña”.
Después llegaron vehículos del Servicio Médico Forense (Semefo) de Morelos, cuyos empleados “abrieron la puerta de las camionetas y aventaron los cuerpos” sin ningún orden. Eran los últimos días del gobierno estatal del panista Marco Antonio Adame Castillo y los primeros del que encabeza el perredista Graco Ramírez.
“Unos dos meses después –prosigue el testigo–, la máquina llegó otra vez a trabajar. A las 10 de la noche comenzó la excavación. La máquina hizo la fosa y como a las 11 de la noche uno de los ministeriales dijo por teléfono: ‘Llámales a los de Cuernavaca, diles que se traigan sus camionetas’. Y luego: ‘Llámales a los de Cuautla, que se traigan sus camionetas’. Y comenzaron a llegar.
“Eran demasiadas camionetas, cada una traía 10 bolsas. Los ministeriales comenzaron a apilarlas dentro de la fosa. Ésta tenía mayores dimensiones que la anterior, pero estaba a un lado de ella. Hicieron una pila con 70 cuerpos. ¿Te imaginas lo que era aquello?
“Pero eso no fue lo peor. Cuando los cadáveres ya estaban apilados, los ministeriales le pidieron al operador de la retroexcavadora: ‘Extiéndelos con la mano de chango”. Fue feo ver cómo los esparció: las bolsas se rompieron, algunos cuerpos estaban desmembrados y se salieron, pero no les importó. Le dijeron al operador que le siguiera y después cerrara la fosa”, sostiene el vecino.
Observó que también estaban presentes varios “licenciados” con cubrebocas y de traje, quienes firmaban papeles y no se acercaban a las fosas. “Cuando llegaron las camionetas, la máquina misma les alumbraba. La acercaban al borde de la fosa y bajaban los bultos como animales; los arrastraban y aventaban. Las bolsas se rompían y no les importaba. Simplemente fueron formando una pila.
“Traían muchas bolsas. Escuchamos que eran 70 y además, desde donde estábamos observando, las fuimos contando. A lo mejor nos equivocamos, pero eran muchas bolsas… Terminaron esa vez como a las 3-4 de la mañana.”
Las fosas a las que se refiere el testigo se encuentran justo en la entrada de la llamada “zona cero”. De hecho, durante la diligencia de las exhumaciones, en esa zona se estacionó una camioneta del Semefo para depositar los cuerpos recuperados. También están ahí las mesas donde los empleados limpian los cuerpos, los revisan, les toman la muestra genética y la parten en cuatro partes para entregar una a la fiscalía de Morelos, otra a la Procuraduría General de la República (PGR), una más a la división científica de la Policía Federal y otra para el equipo de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM).
La tercera fosa se localizó al menos a 10 metros de las dos primeras. Es imposible que al abrir una descubrieran las otras. El testigo confirma lo que este semanario publicó en junio de 2016: que las anteriores inhumaciones en esa zona no se realizaron con la profundidad requerida: “La gente de este lugar se quejaba del olor fétido que salía de esa zona del panteón. Una vez descubrimos a un perro con un hueso humano”.
Finalmente, narra que al abrir la fosa mayor, un trabajador de la fiscalía estatal le preguntó al operador de la retroexcavadora: “¿Dónde ponemos esto?”, “¿Qué es?”, respondió el aludido. “Son cabezas y otras cosas”, le dijo el empleado, y echaron la bolsa en una esquina de la fosa.
La tercera herida
“En 2014, ya con la licenciada Hortencia (Figueroa), se abrió la tercera fosa y ahí se enterraron 35 bolsas. Esa vez las cosas se hicieron un poco mejor, porque ya les dieron trajes y tapabocas a todos los que participaron. No se abrió donde estaban las otras dos, fue más cerca de la esquina del panteón”.
El croquis que hace el testigo confirma que se trata de la que excavan los equipos forenses desde el 21 de marzo en la esquina suroeste.
Pero aquel 14 de julio de 2014 “ocurrió algo raro. La máquina comenzó a abrir la tierra en una zona pero comenzaron a salir restos humanos. Vimos cómo rodaba algo, como una piedra. Era un cráneo. La licenciada que estaba a cargo le dijo al operador de la máquina que mejor tapara ese hoyo y que hiciera otro a un lado.
“Esos restos eran de inhumaciones de gobiernos anteriores y se hicieron de manera manual, con pala y pico. No se cuidó la profundidad a la que se dejaron esos cuerpos. Por eso cuando la máquina comenzó a rascar salieron los huesos.”
Entonces se cavó una fosa de aproximadamente tres metros de profundidad y seis de diámetro. “Ahí se inhumaron 35 bolsas, pero las cosas se hicieron mejor: colocaron unas placas de triplay, luego se acomodaron 10 cuerpos y enseguida le pidieron al operador de la excavadora que echara una capa delgada de tierra. Encima colocaron otras placas de triplay y luego otro piso de cuerpos. Y así hasta acomodar las 35 bolsas”.
–¿Dónde están excavando ahorita, cuál de las tres fosas abrieron?
–La (que se abrió en el periodo) de la licenciada Hortencia Figueroa, donde enterraron 35 bolsas. Porque esa quedó como a metro y medio de la barda perimetral. Las otras fosas están como a seis metros de la barda, justo a un lado de una cripta, y forman como una letra L.
Por eso, el testigo afirma que “no están rascando donde realmente están los cuerpos, porque ahí hay menos cuerpos. Hay 35 bolsas, no sé cuántos cuerpos. Yo creo que todavía les faltan más de la mitad de cuerpos por exhumar”.
A pesar de que el fiscal de Morelos y el gobernador Graco Ramírez habían dicho que sólo había 35 cuerpos correspondientes a 25 carpetas de investigación, el número de bolsas exhumadas, tan sólo en la primera fosa, es de 78 y aproximadamente contenían 85 cadáveres.
Desde el 21 de marzo, en esa primera fosa (que sería la última en abrirse para rescatar cuerpos) se encontraron las 78 bolsas y todavía no culmina el trabajo. A pesar de que el 27 de abril supuestamente se habían exhumado todos los cuerpos, al perforar pozos de sondeo en las orillas se descubrieron más bolsas a una profundidad distinta. El problema es que los cuerpos descubiertos, al menos dos visibles, se encuentran justo bajo una tumba ocupada.
Al tratarse de un lote privado y ocupado, las autoridades deben solicitar una serie de permisos, incluyendo el de la familia de quien está enterrado en esa tumba, a fin de que sea trasladado a otra zona del cementerio y continuar la intervención en dicha fosa del panteón de Jojutla.
El testigo se dice molesto de que las autoridades, que conocían las dos primeras fosas, sólo se hayan avocado a la tercera. Y las desapariciones en el estado continúan:
“Tengo un vecino a quien le desaparecieron un hijo. ¡Es importante que sepan dónde están sus familiares! Quizás no estén vivos, pero que al menos haya un lugar dónde decir: ‘Ahí está mi hijo’, prenderle una veladora y llorarle.”
“Hay responsables en el Estado”
En entrevista con este semanario, el fiscal Javier Pérez Durón dice que se harán pozos de sondeo en otras áreas del panteón, “adonde digan las familias de las víctimas”, aunque no puede asegurar cuántas fosas existen en el panteón de Jojutla o en cualquier otro de la entidad. Se justifica: “Nosotros no hicimos esta inhumación; lo que estamos haciendo es transparentarla”.
Si bien se sabe que trabajadores del ayuntamiento y la fiscalía han sido llamados a declarar, incluso con un citatorio de la Fiscalía Regional Sur-Poniente, Pérez Durón asegura que eso no es posible, porque antes de este proceso de exhumación no había ninguna carpeta de investigación:
“No podemos citar a nadie hasta que no abramos las fosas. Yo no puedo citar a declarar a la gente de (Servicios) Periciales y decirles: ‘A ver, creo que hay una fosa en el panteón de Jojutla, dime dónde está’. No puedo hacer eso.”
Sin embargo, señala, “ya con esta carpeta de investigación que hemos abierto a partir de esta exhumación, hemos girado citatorio a todos los que estuvieron en Servicios Periciales desde 2002 para que rindan declaración, nos expliquen qué pasó ahí y nos digan si hay más fosas”.
–Tenemos testimonios de personas que presenciaron las inhumaciones. ¿No tiene registro de otras fosas?
–Ya se lo he dicho varias veces: el fiscal que diga que no hay fosas en su estado, miente. Lo que estamos haciendo aquí es transparentar el proceso y, desde luego, acomodando todo lo malo que se hizo en administraciones pasadas, no necesariamente con dolo.
Mientras tanto, familiares de víctimas de Morelos y otros estados acuden al panteón municipal de Jojutla con la esperanza de encontrar a sus seres queridos. Algunos participan de manera directa en la observación de los trabajos. Muchas mujeres llevan su propio registro de las exhumaciones; otras más, en la “zona tres”, conviven con reporteros, fotógrafos y camarógrafos, así como policías uniformados y ministeriales e incluso con “orejas” de varias agencias gubernamentales que escuchan, graban, toman fotos y videos a los presentes.
Consultado al respecto, el fundador del Movimiento de Paz con Justicia y Dignidad, Javier Sicilia, indica que el proceso de las exhumaciones en estas fosas “no es una graciosa concesión del Ejecutivo. Es producto del trabajo de los colectivos de atención a víctimas y del acompañamiento de la UAEM.
“Por eso este modelo de trabajo, donde participan las víctimas, autoridades federales e instituciones académicas, debe ser implementado en otros estados. Pero no olvidemos que hay responsables de esto y están en el Estado. Son, para este caso, Graco y sus compinches.”
Este reportaje se publicó en la edición 2113 de la revista Proceso del 30 de abril de 2017.