El taller de los niños de Todos Santos

viernes, 23 de junio de 2017 · 12:25
Los niños de aquel “taller vivencial” que la maestra y bióloga marina Rocío Maceda Díaz abriera en este puerto de pescadores de Baja California Sur, de profunda raigambre pictórica, reciben poco más de una década después la publicación del libro donde plasmaron sus trabajos de arte y escritura. La también periodista, narradora, dramaturga, musicóloga y documentalista habla a Proceso de esta experiencia que cuenta ya con la edición respectiva. CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Fue en la década de los ochenta cuando la crítica de arte Raquel Tibol (1923-2015) viajó al Primer Festival de las Artes en Todos Santos, Baja California Sur, y constató que aquel oasis marino sudcaliforniano era el sitio donde más galerías pictóricas per cápita existían en la República mexicana. Había sido invitada por la bióloga marina y promotora cultural Rocío Maceda Díaz, nacida en Isla Margarita, Mar de Cortés, quien no olvidó ese diagnóstico de la antigua colaboradora de Proceso, y pensó que un buen día ella aprovecharía el gusto de la población pesquera por la pintura, antes de que la globalización arrasara con las tradiciones y paisajes de Todos Santos. Amante de la naturaleza, hace poco más de dos lustros Maceda Díaz cristalizó el proyecto denominado Los niños de Todos Santos. Lo hizo convocando al estudio del artista plástico Gabriel Rodríguez Villalpando y Caldera (La Paz, 1991), alias Gabo, ubicado justo en el barrio de pescadores de San Vicente en Todos Santos, a una decena de chamacos de cuatro a 11 años de edad que retrataron personajes, relatos, paisajes, leyendas y animales de la región, durante un “taller vivencial”. Sus nombres: Alberto, Alejandra, Alejandra Mayte, Alejandro, Carlos, Fernando, Lucero Adeline, Luis Ángel, Isamar del Rosario, y Maribel. Su obra: “La fiesta de nuestro pueblo”, “La misa de los pescadores en Punta Lobos”, “La huerta de mi Tata”, “El Centro Cultural Néstor Agúndez”, “El parque de Los Pinos”, “Liberación de tortugas caguamitas”, “Leyenda de La ahorcadita”, “La presa”, “Los panteones”, “El desfile”, “La iglesia”, “El ojo de agua”, “El molino”, “Nuestro barrio San Vicente”, “Nuestros perros y el gato Godínez”, “El juego de canicas”, “La Fundación Gabo”, “Los mangos de Todos Santos”, “El día de mi cumpleaños”, “La Sierra de La Laguna”, “La Poza” y “Los palmares y el pueblo”. Cápsula del tiempo En otoño de 2016, apareció la primera edición con las historias recopiladas por Rocío Maceda de viva voz de los infantes, así como 22 de sus cuadros coloridos en el libro ilustrado Los niños de Todos Santos (Gobierno del Estado de Baja California Sur/Secretaría de Cultura/Instituto Sudcaliforniano de Cultura. 69 páginas). Lo acaba de presentar “en el taller de Gabo”, con Jorge Antonio Barajas Salgado, director del Teatro Manuel Márquez de León local, y prólogo de Salvador Bernabeu Albert (Murcia, 1990), de la Real Academia de la Historia, Universidad Complutense de Madrid, que dice: Las voces de los niños, sus vivencias, sus imágenes… todo lo que les importa es trasladado a un pequeño gran libro, que nos descubre las costumbres, los quehaceres, las ilusiones y parte de las raíces históricas de Todos Santos […] Los relatos nos hablan de los juegos, de la llegada de los camiones con vendedores y las atracciones de la feria, los desfiles y los cumpleaños, que rompen la monotonía de los días. Pero también de los trabajos y los esfuerzos de hermanos y padres, de los molinos de azúcar, testigos de industrias fracasadas, de la vida tan ancestral como frágil. Todos Santos no está detenida en el tiempo; pero vivía y vive dando la espalda a muchos de los falsos mitos de la despiadada globalización. Qué felicidad encontrar a los niños hablar de cosas misteriosas, a las puertas de sus casas, sin estar solos en sus habitaciones esclavizados a un cable. Los juegos son centenarios; los sabores, auténticos; las palabras de los niños; sus aspiraciones, como la de subir en una barca o sus familias, y el agua dulce, que es igual a vida […] No dudo que haya más miradas; pero ninguna tiene más verdad y más profundidad que la de los niños de Todos Santos […] como todo oasis, tiene una fragilidad que hasta ahora han salvado sus pobladores, quizás oyendo los consejos de todititos los santos. Y esa será la mejor herencia para los futuros niños, que saldrán a jugar a las canicas a las puertas de sus casas, mientras escuchan la música de los hogares y las olas del Pacífico. Que ningún demonio cambie el destino, porque les doy mi palabra de honor que Todos Santos es Patrimonio de la Humanidad. También periodista, narradora, dramaturga, musicóloga y documentalista, cuyas publicaciones incluyen Niños de los Oasis, Isla Margarita, Niños de las Misiones, La ballena y la sirena, y ¡Tortuga a la vista! (Premio Conacyt/Alas y Raíces 2017, “La ciencia y la técnica también son cultura”), Rocío Maceda rememora los pormenores del proyecto prístino: “Decidí que el taller sería vivencial. Visitaríamos todos los lugares que fueran importantes para los niños y después generaríamos el texto, a partir de la técnica de oralidad y mentalidades, que llegó a tierras sudcalifornianas por la labor de Salvador Bernabeu Albert, especialista en la materia. “El primer problema a resolver fue la dinámica de trabajo del taller de creación literaria, porque la mitad de los niños, por la edad, no sabían escribir. En aquella temporada, después de regresar de alguna de nuestras incursiones a sus sitios favoritos, nos reuníamos para compartir los momentos vividos entre risas y juegos, para luego generar una creación colectiva. En el caso del taller de pintura con técnicas mixtas, los trabajos fueron todos individuales. “Los materiales generados permanecieron en un contenedor hermético por 11 años, como una cápsula del tiempo, resistiendo huracanes e inundaciones… Ahora, cuando me encuentro a algunas de las niñas ya crecidas y con sus retoños propios, los materiales del libro estarán a la venta en mi correo rociomaceda@yahoo.es o vía Amazon.com, agradeciendo a todas esas niñas y niños por haberme regalado ese otro Todos Santos que nunca podrá salir de mi corazón.” Este relato, “Los panteones”, es del pequeño Carlos Johnson Orozco: Aquí en Todos Santos, aunque somos pocos tenemos dos panteones. Al panteón viejo, le llamamos La Calera. Realmente no sabemos por qué es que se construyó otro panteón si éste todavía tiene espacio. Posiblemente se construyó el nuevo porque el terreno del primer panteón tiene muchas piedras y es posible que les costara mucho trabajo hacer las tumbas. En cambio, en el nuevo la tierra está blandita. Todos los años los días 1 y 2 de noviembre se celebra El día de muertos. Cada familia va al panteón a limpiar las tumbas, poner flores y veladoras y a rezar por los muertos. En un rinconcito de la casa, mi mamá coloca una mesa. Ahí pone las fotos de todos sus difuntos, un vaso de agua, una veladora y algo de comer. Ese día, casi siempre cocina. Ella piensa que sus muertitos vendrán esa noche y los espera. En la escuela ponemos un altar de muertos y si es posible, lo hacemos en cada salón. Nosotros celebramos estas fiestas, pero el 31 de octubre ya pedimos Halloween y nos disfrazamos de muertos y de monstruos. Este reportaje se publicó en la edición 2120 de la revista Proceso del 18 de junio de 2017.

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