Históricos hallazgos en el corazón de la CDMX: Del basamento de 1843 al Huey Tzompantli

martes, 11 de julio de 2017 · 19:28
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- La sorpresa que causó el hallazgo de una estructura circular que data de 1843 y sería la base para un monumento a la Independencia, cuya construcción ordenó el entonces presidente Antonio López de Santa Anna en la Plaza de la Constitución, terminó en desencanto cuando el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) informó que la plataforma sería enterrada por una nueva plancha de concreto. El descubrimiento fue realizado durante los trabajos de rehabilitación de la Plaza Mayor de esta ciudad por los arqueólogos Alejandro Meraz, Gonzalo Díaz, Rubén Arroyo y Ricardo Castellanos. Se trata de una plataforma de ocho metros de diámetro y 28 centímetros de altura, esto es la base o zócalo de la columna de la Independencia que jamás logró construirse. No en ese momento ni en ese sitio, al menos, pues curiosamente el diseño es parecido al que finalmente, pero a principios del siglo XX, realizó el arquitecto Antonio Rivas Mercado para conmemorar el centenario de la Independencia, en Paseo de la Reforma. A través de un comunicado del INAH, los arqueólogos, investigadores de la Dirección de Salvamento Arqueológico, detallaron que “conforme a la documentación, en 1843 López de Santa Anna quiso aumentar el espacio libre de la Plaza Mayor de la Ciudad de México y para ello mandó derribar el mercado del Parián (venido a menos en esa época), que ocupaba casi la mitad de la misma. Su idea era erigir un Monumento a la Independencia al centro de la explanada, y con ese fin se convocó a un concurso con la Academia de San Carlos, resultando ganador el proyecto del arquitecto Enrique Griffon, pero ‘Su Alteza Serenísima’ designó la realización de esa obra a Lorenzo de la Hidalga”. Por la deuda internacional, el monumento no avanzó en su construcción. Se quedó en el zócalo, pero al paso de los años ese basamento terminó por darle nombre a la Plaza Mayor, que ahora se conoce como Zócalo, e incluso se ha extendido, pues otras plazas principales en el interior del país son llamadas Zócalo. Según el INAH, la acepción es incluso reconocida por el Diccionario de la Lengua Española como “plaza principal de una ciudad, especialmente la del Distrito Federal”, ahora llamado Ciudad de México. El instituto, responsable de los trabajos de excavación y de la conservación del patrimonio arqueológico e histórico del país, informó que la estructura circular será protegida con cantera, piedra y malla geotextil y se rellenará con tepetate, para ser enterrada de nuevo y ponerle finalmente la capa de concreto. Antes se tomará un registro fotográfico minucioso, con dibujo y escaneo para recordar el hallazgo, aunque los arqueólogos destacaron que hubo varias referencias a su existencia en diferentes momentos, entre ellos cuando se hicieron excavaciones para la Línea 8 del Metro, que finalmente, debido a la protesta ciudadana e incluso de trabajadores del propio INAH, se desvió su traza hasta el Eje Central Lázaro Cárdenas y no pasó por el Zócalo. Ventanas a la historia Consultado sobre la posibilidad de permitir a la ciudadanía ver los restos de la plataforma circular que da nombre al Zócalo capitalino, en tanto que es una referencia urbana no sólo en esta ciudad sino para muchos mexicanos, el historiador Luis Barjau responde a Apro que quizá sí sería interesante o deseable poner un vidrio, una especie de ventana arqueológica como la que está en la Catedral Metropolitana. Según datos proporcionados a los medios por el INAH hace un par de años, en la Ciudad de México hay más de 40 ventanas arqueológicas que permiten mirar restos de construcciones precolombinas o del periodo colonial. Entre ellas se abrieron algunas en la calle de Argentina en las proximidades del Templo Mayor, para observar las paredes de lo que se considera fue un templo dedicado a Tezcatlipoca. Entre los edificios con ventanas pueden mencionarse el Palacio Nacional, los museos Nacional de las Culturas, de la Autonomía Universitaria de la Universidad Nacional Autónoma de México, de la Casa de la Primera Imprenta, de la Caricatura, el Ex Teresa Arte Actual y el Centro Cultural de España. Se solicitó una entrevista con los arqueólogos responsables del proyecto de excavación en el Zócalo para conocer las razones técnicas o de preservación del patrimonio que motivan al recubrimiento de la base circular del que sería el monumento planeado por Santa Anna, pero hasta el cierre de esta edición no hubo respuesta. Y es que mucha gente desconoce el origen del nombre del Zócalo. Si estuviese ahí a la vista el referente tendría mayor conocimiento sobre ese aspecto histórico de un espacio urbano, cívico e histórico tan emblemático para los mexicanos. Hace unos años, durante el ciclo de conferencias “La plaza principal, su entorno y su historia”, organizado por la Dirección de Estudios Históricos del INAH, Barjau --que entonces encabezaba dicha dirección-- expuso que el Zócalo es “el ombligo del mundo… el origen de nuestra historia, el escenario del drama, de la fiesta, de la protesta, del símbolo, del establecimiento del Estado. En fin, el eje central de las coordenadas de nuestra historia y de nuestra razón de ser”. En los términos de la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos, el Zócalo o Plaza de la Constitución es un monumento, aunque no sea en sí mismo una construcción de niveles. Es parte del Centro Histórico de la ciudad declarado zona de monumentos por decreto presidencial del 11 de abril de 1980 y fue inscrito en la Lista del Patrimonio Mundial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura en 1987. Al cubrirse los restos del basamento de lo que sería la columna de la Independencia no se destruirán, pero quedarán fuera de la vista de la ciudadanía. Cambiará la historia Para Barjau, mucho más importante que el hallazgo de esa base circular del siglo XIX, es el descubrimiento por parte del arqueólogo Raúl Barrera del programa de Arqueología Urbana del INAH, de una torre edificada con 461 cráneos de hombres, mujeres y niños frente al Templo Mayor, que ha planteado la idea de que la cultura mexica no sacrificaba únicamente a los prisioneros de guerra. “Este hallazgo es sumamente importante porque el sacrificio humano se había considerado como el resultado de la captura de combatientes en guerra; esa era la idea que prevalecía. Al descubrir estos cráneos, entre los que había cráneos de niños y de mujeres y por lo tanto no eran nada más de prisioneros de guerra, se complica muchísimo la historia prehispánica.” Barrera, quien llama a la torre el Gran Tzompantli o Huey Tzompantli (altar de cráneos), explicó a la agencia EFE que se trata de una estructura cilíndrica colocada sobre una plataforma rectangular de 34 por 14 metros. Y plateó una hipótesis sobre el porqué pudieron haber sido sacrificadas personas que no eran guerreros: “En las sociedades prehispánicas y en particular las mexicas, había algunos individuos que podían ser hombres y mujeres, incluso niños, que personificaban deidades. Desde la infancia podían personificar a algún dios y finalmente su destino era ser sacrificados en el Templo Mayor.” El historiador Barjau considera que habrá que investigar la causa de estos sacrificios, y plantea a su vez que podría haber sido como en otras culturas: “Por ejemplo, entre los griegos, en las tragedias de Eurípides (480 a.C.-406 a.C) Las suplicantes o Los Heráclidas, tenemos reportes de sacrificios. Se sacrifica a mujeres y esos sacrificios son para prever el triunfo de la guerra, o sea, cuando van a pelear contra otro pueblo hay un sacrificio hacia los dioses, por lo general Atenea, y se sacrifica una gente. En este caso de Las suplicantes, se sacrificó a Macaria, que era una hija de Hércules. “Entonces tenemos que pensar que si en México encontraron estos cráneos que no son elegidos en guerra, debió haber otra causa parecida a aquella de los griegos, una cuestión religiosa en honor a los dioses para conseguir algo. Como los mexicas era un pueblo eminentemente guerrero, es probable que estos sacrificios hayan sido premonitorios para conseguir el triunfo en batalla, pero esto no se sabe, es una deducción mía.” A pregunta de esta agencia indica que no se puede distinguir un esqueleto de una persona común de quien fue un guerrero, pero a través de la antropología física sí es posible distinguir un cráneo femenino de uno masculino, y saber la edad aproximada de la persona. Y es muy posible que los guerreros, como ha dicho Barrera, provengan de diferentes lugares de Mesoamérica, pero quizá las mujeres y los niños pertenezcan a Tenochtitlán. Todo ello deberá ser resuelto por las investigaciones. Insiste Barjau que lo relevante será que este hallazgo obligará a replantear parte de la historia sobre la cultura mexica. En lo pernal, añade, no se ha propuesto ninguna investigación, pues –considera– corresponde al ámbito arqueológico, pero “a mí me interesa el sacrificio humano y sus causas, por eso he estudiado mucho el mundo griego donde había sacrificios”.

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