Entre la privatización y el abandono, las sedes olímpicas de México

domingo, 21 de octubre de 2018 · 10:54
A 50 años de la realización de los Juegos Olímpicos de México 1968, algunas instalaciones deportivas que fueron construidas para la justa internacional apenas sobreviven. El tiempo y el desinterés de las autoridades locales les ha quitado el brillo que lucieron cuando recibieron a los atletas de todo el mundo. En el velódromo, por ejemplo, aún son usadas las bicicletas de la época. En otros casos, como el del Palacio de los Deportes, se cambió la vocación deportiva por los conciertos, las exposiciones comerciales y los mítines políticos.  CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- La suerte ha jugado diferente para las siete sedes deportivas que fueron construidas hace 50 años ex profeso para los Juegos Olímpicos de 1968. Sólo cuatro de ellas operan con cierta regularidad bajo los objetivos que les dieron origen. Las tres restantes yacen entre el olvido y la privatización. El Polígono de Tiro en el Campo Militar 1, la Sala de Armas en la Ciudad Deportiva Magdalena Mixhuca, la Alberca Olímpica Francisco Márquez, el Gimnasio Olímpico Juan de la Barrera, la Pista de Remo y Canotaje Virgilio Uribe, el Velódromo Olímpico Agustín Melgar y el Palacio de los Deportes son parte de los 27 inmuebles que albergaron la justa internacional. El arquitecto Luis Martínez del Campo, quien fue el director de las instalaciones olímpicas de México en 1968, asegura en entrevista que los siete inmuebles fueron concebidos bajo una consideración básica: que después de las olimpiadas esa inversión se reflejara en favor del deporte, de la juventud mexicana de la Ciudad de México y para la formación de futuros atletas nacionales.  “Son instalaciones que fueron pensadas para que duren muchísimo tiempo, amortizando una inversión que fue muy buena porque no había dinero que pagara toda la propaganda que México obtuvo en aquel momento ante 600 millones de televidentes en el mundo”, expuso. La construcción de las instalaciones olímpicas estuvo a cargo del comité organizador que creó la Dirección General de Instalaciones Deportivas. Sin embargo, el Departamento del Distrito Federal publicó en 1972 el acuerdo número 782 con el cual eliminó la Dirección de Instalaciones Olímpicas. De esa manera, la administración de los mencionados inmuebles pasó a ser responsabilidad de la Dirección General de Acción Deportiva. Un año después entró en vigor la Ley Orgánica del Departamento del Distrito Federal con la cual desapareció la Dirección General de Acción Deportiva y dejó en manos de los gobiernos delegacionales la responsabilidad de los recintos olímpicos.  “Son obras imperecederas. Son como el Estadio Azteca, en el que tuve la oportunidad de intervenir en el proyecto y en la obra. Lo único que puede acabar con los recintos deportivos es la demolición o un terremoto. Si se les da mantenimiento, si se les actualiza, todas las obras pueden seguir funcionando”, dice el arquitecto que hace 50 años coordinó el funcionamiento de los inmuebles para las olimpiadas.  Transformación de las sedes El Palacio de los Deportes, inaugurado en 1968 para los partidos de basquetbol de los Juegos Olímpicos, ahora es un recinto de 22 mil espectadores que es operado bajo la empresa privada Ocesa. En este lugar se realizan principalmente conciertos, ferias, exposiciones y cierres de campaña.  El llamado Domo de Cobre ocasionalmente recibe partidos de baloncesto de la selección mexicana y de la liga profesional de Estados Unidos.  Otro inmueble que está lejos del esplendor que presumió en los olímpicos es el velódromo Agustín Melgar. Ya sin su famosa duela africana, aún hay ciclistas que se ejercitan en su pista usando bicicletas de hace medio siglo. En abril de 2016, Israel Moreno Rivera, entonces jefe delegacional de Venustiano Carranza, develó una placa conmemorativa por la reinauguración de estas instalaciones. Se dijo que el proyecto requirió de una inversión de 25 millones de pesos. Sin embargo, dos años y medio después de dicho anuncio las instalaciones del velódromo deslucen: la humedad se apoderó de las paredes y los techos tienen goteras. En esta temporada de lluvias los trabajadores disponen de cubetas de plástico para atajar las filtraciones que hay por todas partes. No se aprecian rastros de una remodelación de 25 millones de pesos, apenas una capa de pintura resalta en uno que otro lugar del velódromo.    Hace cinco décadas este inmueble fue motivo de orgullo nacional. Su pista recubierta de madera africana de doussié hizo de ésta el escenario ideal para la búsqueda de marcas mundiales. Alberto Miranda, entrenador de la única escuela de ciclismo de pista que hay en la Ciudad de México, explica qué ocurrió con la madera africana del velódromo. Recuerda que al principio se requería de un mantenimiento especial: tenía que ser mojada periódicamente para prolongar su vida útil.   Sin embargo, el encargado de mantenimiento creyó que los seis aspersores colocados a lo largo de la pista tenían la finalidad de regar el centro del óvalo y no la madera. El resultado fue fatal.  Posteriormente, continúa el entrenador, se intentó rescatar la duela con capas de resina sin saber que esta sustancia lo único que haría era retener la humedad. Cuando la madera africana ya no aguantó más a finales de los noventa se intentó reemplazarla con madera chiapaneca.  “Los técnicos nunca se percataron que esa nueva madera se pandeaba al hacer los cortes y le metieron clavos que después comenzaron a botarse. Tenían que fijar la madera con pijas desde la parte inferior, pero no supieron hacerlo”, explican Alberto Miranda y Rafael Bejarano, también profesor de ciclismo. Así, con el paso del tiempo y el abandono, el velódromo que construyó el alemán Herbert Schurmann ahora sólo sirve como escuela de ciclismo.  Miranda, quien comparte su experiencia con unos 50 alumnos, explica que algunos jóvenes entrenan con su propio equipo, modernas y funcionales bicicletas, y que los demás con unas que fueron usadas en 1968.  “Ya no conservan el modelo original, pero sí el cuadro construido con acero de hace cinco décadas. Las bicicletas aerodinámicas de fibra de carbón no se conocen aquí. Nunca llegaron aquí. Pudieron haber llegado con un buen proyecto, pero no hubo algún visionario del deporte para tal fin”, lamenta. Este profesor, que lleva 37 años en el velódromo, explica que esas viejas bicicletas siguen funcionando porque la Unión de Ciclismo Internacional (UCI) lo permite. “La UCI indica que no puedes utilizar una bicicleta de menos de seis kilos con 800 gramos. Las de 1968 pesan cerca de nueve kilos. Obviamente vas a estar en desventaja con los demás porque técnicamente no tienes una bicicleta más rápida como las que usan los demás corredores”. Además de la escuela de ciclismo, las instalaciones albergan un campo de tochito en el centro de su óvalo. Pero el Velódromo Olímpico Agustín Melgar no sólo ha resistido el paso del tiempo, en 2016 corrió el riesgo de ser demolido cuando el entonces jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, y el director general del Instituto del Deporte, Horacio de la Vega, promovieron el cambio de uso de suelo para construir el nuevo estadio del equipo de futbol profesional Cruz Azul. Al final no prosperó la destrucción de las instalaciones deportivas.  A un paso del abandono La Pista de Remo y Canotaje Virgilio Uribe, en Cuemanco, tampoco está en óptimas condiciones. Desde abril de 2017 Proceso dio a conocer en su edición 2110 que las condiciones de la pista –una nata verde generada por agua estancada– causaron náuseas a los atletas que ahí se preparaban.  Parece que la zona está suspendida en el tiempo: hace años que al malecón no se le da mantenimiento, el piso está agrietado y gran parte de la malla que separa el circuito está vencida. Prácticamente ocurre lo mismo con el inmueble de la Alberca Olímpica Francisco Márquez: las paredes y los techos lucen descuidados, hay cables que sobresalen del concreto. Están vencidos algunos de los viejos plafones y faltan lámparas.  En resumen, son evidentes los daños por humedad, grietas y suciedad. En una parte de las instalaciones se acumula la basura y llantas usadas. El estacionamiento principal sirve como bodega para alojar los puestos metálicos que la alcaldía decomisa al comercio informal.   Remodelación polémica La realización de los Juegos Olímpicos ameritó en unos casos la construcción de sedes y en otros sólo hubo adecuaciones, como en el Teatro de los Insurgentes, que fue habilitado para recibir las competencias de levantamiento de pesas ,y la Arena México fue acondicionada para el boxeo. El Estadio Olímpico Universitario, inaugurado en 1952, fue utilizado para la ceremonia inaugural y como escenario de las pruebas de atletismo. “Todos estos proyectos, como el Palacio de los Deportes, la alberca olímpica o el gimnasio olímpico, fueron diseñados por magníficos arquitectos mexicanos, salvo la pista del velódromo. Es decir, pese a los problemas que pudieran presentarse por sismos ahí están estas instalaciones bien construidas”, recuerda el arquitecto. Sin embargo, actualmente la remodelación del Gimnasio Olímpico Juan de la Barrera –cedido al empresario Moisés Cosío, dueño de recintos deportivos como el otrora llamado Estadio Azul, la Plaza de Toros México y el Frontón México– detonó polémica entre quienes defienden la conservación del inmueble y los impulsores de su actualización.  Luis Javier de la Torre, presidente del Patronato Ruta de la Amistad, la fundación que busca preservar la Ruta de la Amistad y parte del legado de los Juegos Olímpicos de México 1968, cuestiona el proceder de las autoridades deportivas locales en el gimnasio olímpico. “Pasó de ser la única joya inmaculada que permanecía del legado de las olimpiadas a un acervo histórico destruido. Peleamos duramente por preservar el último escenario deportivo original olímpico, pero los señores Miguel Ángel Mancera, el delegado en Benito Juárez y Horacio de la Vega lo destruyeron a principio de año”, denuncia De la Torre sobre los trabajos que se hicieron. El martes 9, la alcaldía Benito Juárez confirmó a Proceso que el 7 de junio de 2017 se celebró un convenio entre el entonces jefe delegacional, Christian von Roehrich, y los representantes del equipo Capitanes para que el gimnasio Juan de la Barrera fuera la casa del conjunto de la Liga Nacional de Baloncesto Profesional, a partir de la temporada 2017-2018. Después de la firma del convenio, el director general de Desarrollo Social, Antonio Ferrari Muñoz Ledo, anunció la remodelación total del complejo, impulsada por el gobierno delegacional. Según las autoridades locales, el gimnasio tendría una nueva zona de gradas, butacas y barandales. Se actualizaría su red eléctrica y habría nuevos vestidores y baños. Se le daría mantenimiento profundo a la duela. Además, se incorporaría un sistema de luz robótica y tableros funcionales para los juegos de basquetbol. El funcionario agregó que todas esas modificaciones formaron parte de los lineamientos técnicos que exige la Liga Nacional de Baloncesto Profesional. La alcaldía Benito Juárez agregó previa consulta que los trabajos implicaron 26 millones de pesos. El convenio tiene vigencia de cinco años.  Para el arquitecto Luis Martínez del Campo, entonces director de las instalaciones olímpicas de México en 1968, las restauraciones de las instalaciones, en específico la del gimnasio olímpico, dependen de la utilización que se pretenda darles.  “Si en algún momento el inmueble va a tener un uso al público, por ese lado habría algunas cosas que modificar y actualizar, porque las butacas son de hace 50 años. Si por otro lado la idea es conservar una instalación auténtica, un museo que sea la imagen o icono de las instalaciones olímpicas de México, también es válida la opinión de quienes cuestionan las obras”, agrega.  Este reportaje se publicó el 14 de octubre de 2018 en la edición 2189 de la revista Proceso.

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