Otra extraña muerte que sacude a San Miguel de Allende

sábado, 29 de diciembre de 2018 · 10:17
La versión oficial sostiene que seis agentes de las Fuerzas de Seguridad Pública de Guanajuato fueron agredidos por tres hombres que viajaban en una camioneta por un camino rural. Pero sólo quedó un cadáver en el vehículo: el de Leonardo Reyes, joven migrante que había vuelto a su pueblo –Corralejo de Abajo, en San Miguel de Allende– para festejar a la Virgen de Guadalupe. Las pruebas periciales y los testimonios recogidos por Proceso indican que la supuesta agresión contra los uniformados no existió y que éstos habrían ultimado sin motivo al muchacho. SAN MIGUEL DE ALLENDE, Gto. (Proceso).- “Voy al internet”, fue lo último que Leonardo Reyes Cayente dijo antes de salir de su casa el pasado jueves 13. Murió en la oscuridad de una noche en despoblado… Otro hecho violento en las cercanías de esta histórica ciudad. Esta vez las inquietudes apuntan hacia la participación que agentes de las Fuerzas de Seguridad Pública del Estado –adscritos a la Secretaría de Seguridad Pública– tuvieron en la muerte de Leonardo Reyes. El joven residente en Estados Unidos no tenía ni una semana de haber vuelto, sólo para celebrar a la Virgen de Guadalupe y pasar el fin de año con sus familiares en su pequeña comunidad de Corralejo de Abajo. El jueves 13, el comunicado de la Secretaría de Gobierno, coordinadora del Eje de Seguridad del gobierno estatal, describió un enfrentamiento y persecución de tres hombres armados en el tramo carretero Guanajuato-San Miguel de Allende-Juventino Rosas, en el que efectivos de las Fuerzas de Seguridad Pública del Estado (FSPE) “abatieron al conductor, y fueron aseguradas dos armas de fuego”. El comunicado cita a otros dos hombres dentro del vehículo inicialmente estacionado a la orilla de la carretera, una camioneta Ford Expedition negra con placas de Texas. “Los elementos, al acercarse, fueron agredidos sin motivo aparente con detonaciones de arma de fuego al tiempo que los agresores emprendían la huida. “Al iniciarse la persecución, los tripulantes de la camioneta no cesan la agresión a los elementos, impactando los disparos en varias ocasiones contra la unidad policial. Al ser abatido el conductor, la unidad se estrelló contra un árbol… (los otros dos hombres) se dieron a la fuga, aprovechando las condiciones de oscuridad de la noche.” Dos armas habrían sido aseguradas dentro de la camioneta: una escuadra 9 mm y un revólver .38 especial. Pero este comunicado también incluyó unas líneas inusuales en este tipo de reportes del gobierno estatal: “Los integrantes de las FSPE actuaron en cumplimiento a los protocolos nacionales e internacionales del uso de la fuerza y ante un peligro inminente de muerte en su contra, repelieron la agresión al ser atacados”. No obstante, una denuncia presentada por la madre de Leonardo pocas horas después de lo sucedido incluye testimonios que evidenciarían no sólo un proceder erróneo de los policías, sino también que éstos habrían acomodado vehículos y armas alterando la escena, lo mismo que su versión en el reporte oficial, para ocultar una ejecución extrajudicial. Entre estos testimonios y las declaraciones asentadas por los seis agentes que participaron en el supuesto operativo –cinco hombres y una mujer– hay contradicciones, incluso con la versión que el viernes 14 dio la comisionada de la Unidad de Análisis Estratégico en Seguridad del estado, Sophía Huett López, quien defendió férreamente la intervención de los agentes apenas unas horas después de lo ocurrido: “Los informes en general que tenemos refuerzan el reporte de que fueron agredidos nuestros integrantes… más que asesinado (Leonardo), hay que ser muy cuidadosos, los compañeros hicieron uso legítimo de la fuerza ante un ataque letal; los compañeros policías se defendieron. Eso responde a cuando ellos son agredidos…”, dijo a reporteros. La funcionaria sostuvo que el grupo de FSPE acudió al sitio “a un llamado… donde se escucharon detonaciones, ellos acuden y son agredidos”, y que “se defendieron de un ataque letal utilizando fuerza letal”, como lo establecen los protocolos. Pero en la carpeta de investigación, los agentes consignaron que se dirigían a la ciudad de Guanajuato para llevar unos oficios cuando se encontraron con la camioneta Expedition a un costado de la carretera. Ninguno mencionó que habían atendido un reporte de disparos en la zona. El conductor de la camioneta era Leonardo Reyes Cayente; tenía 23 años y unos seis de vivir en Estados Unidos, donde trabajaba en la construcción y ganaba 750 dólares semanales. Era integrante de una familia que desde la comunidad de Corralejo de Abajo echó también raíces en Dallas y San Antonio. Ya tenía residencia en Estados Unidos, lo mismo que sus padres, a quienes recogió en San Antonio para viajar a Corralejo. Llegaron el domingo 9. El miércoles 12 jugó como portero en el torneo de futbol organizado para la fiesta de la Virgen de Guadalupe. “Voy al internet”, les dijo esa noche a algunas mujeres en la casa, antes de salir en la camioneta hacia un cerro cercano conocido como La Loma, donde suelen dirigirse los pobladores para “agarrar señal” en sus celulares. Testigos silenciosos En Corralejo de Abajo nadie cree lo que dice ese boletín de la Secretaría de Gobierno. Mucho menos en la casa de Leonardo. Proceso conoció los testimonios directos de dos personas, cuyas declaraciones también quedaron dentro de la carpeta de investigación iniciada por agentes del Ministerio Público de la Unidad Especializada en Homicidios de la Subprocuraduría de Justicia en San Miguel de Allende, por la denuncia de Guadalupe Cayente, madre de Leonardo. En la entrevista, los dos testigos están acompañados por los abogados de la madre de Leonardo, Mikhail Antonio Ornelas y Juan José Padierna Salazar. Ellos narran que al acudir a la subprocuraduría el jueves 13 para atestiguar la presentación de estos mismos testimonios, les fue impedido el acceso; se les negó la posibilidad de conocer las declaraciones en ese momento o antes de que fueran firmadas y también les fue negada la copia de la carpeta que solicitaron en su calidad de asesores legales de la ofendida. Según estos testigos, alrededor de la 01:00 o 01:30 horas, dos tíos, un hermano y la cuñada de Leonardo salieron juntos de la casa hacia La Loma, luego de que uno de los tíos llegó corriendo a la comunidad preguntando si todos estaban bien, pues iba regresando a su casa cuando vio los vehículos a lo lejos y escuchó disparos. “Cuando íbamos en camino por las brechas escuchamos dos disparos; ya luego cuando estábamos ahí, hubo otro… Entonces oímos que se reían. Eran los policías (de las Fuerzas de Seguridad)”, narra uno de los testigos. Escondidos a pocos metros de donde estaban los agentes, alcanzaban a ver la camioneta de Leonardo. Delante de ella había una patrulla; atrás había otra; ambas con los motores encendidos. La camioneta del muchacho estaba apagada. Lo escucharon toser y quejarse unos minutos, “como si se ahogara”; supieron enseguida que era él. Luego, ya no hizo ningún ruido. “Había una mujer y los demás eran hombres. Escuché que dijeron ‘puto Reyes’ y alguien comentó que movieran la camioneta. Luego otro dijo: ‘Perro’ y se rieron. Luego también alguien dijo: ‘Ya valió verga’. Y luego la mujer dijo: ‘Aquí nadie vio nada, aquí no ha pasado nada’, y se volvieron a reír. Fue cuando volvieron a decir que movieran la camioneta y la movieron y ya luego le sacaron fotos”, asegura el testigo. Instantes después, uno de los hombres hablaba con alguien más y daba indicaciones del lugar para que llegara una tercera patrulla; “les decía que encendieran las luces (de las torretas) y que las apagaran”. El otro testigo permanecía también oculto en un punto distinto de los matorrales. El tercer disparo “me pasó muy cerca”, afirma. Después escuchó claramente cómo el arma se encasquilló. “Uno dijo: ‘Esta chingadera ya no quiso’; entonces otro le dijo que la tirara al suelo, que el chiste era que le quedara pólvora”. –¿Alguien daba órdenes? –No. Entre todos se ponían de acuerdo, hablaban, riéndose. Es el coraje que da, que se reían de él… estuvimos ahí tan cerca y no pudimos hacer nada para salvarlo. Nada. No podíamos ni sacar los celulares, no sabíamos si nos iban a hacer algo –narra el testigo. Al legar la tercera patrulla, según estas versiones, varios de los agentes comenzaron a extender la cinta amarilla que se usa para resguardar una escena delictiva. “Lanzaron luces con una lámpara. Fue cuando nos fuimos. Un milagro que no nos vieran”. Habían estado en el lugar poco más de una hora; regresaron a su casa pasadas las dos de la madrugada. “Antes de irnos yo volteé hacia el lugar y pude ver la camioneta de Leo. No estaba chocada, nada…”, señala uno de los dos testigos entrevistados por Proceso el martes 18. Todavía alcanzaron a oír que alguno de los agentes iba a llamar al 911. “Creímos que llevarían a Leonardo al hospital; fuimos y nada. Fuimos a la subprocuraduría y nada más dejaron entrar a su mamá, y tampoco nada”. El cuerpo del muchacho les fue entregado más de 24 horas después. La carpeta de investigación en manos de la procuraduría estatal incluye declaraciones de seis agentes de las FSPE, cinco hombres y una mujer, que señalan las 03:30 como la hora en que se desató todo, dos horas después de lo referido por los testigos. Viajaban en una sola patrulla (la 0902); en la parte delantera iban el conductor y un comandante; atrás, dos agentes, y en la caja de la camioneta, los otros dos. Algunos de los agentes refieren que vieron la camioneta Expedition a un costado de la carretera, sobre el crucero del camino a San Damián, y pensaron que necesitaría ayuda; otros vieron el vehículo como “sospechoso”. Todos declararon que al estacionarse detrás de la camioneta y dirigirse verbalmente a los ocupantes, éstos les dispararon y arrancaron con rumbo a San Damián y luego hacia Corralejo de Abajo. En ese punto, de acuerdo con estas declaraciones, nuevamente le dispararon a la patrulla; dos balas dieron en el parabrisas, a la altura de la cabecera del lado del copiloto; tras otro intercambio de disparos, a un kilómetro de la entrada a Corralejo, la Expedition chocó contra un árbol y dos ocupantes bajaron y huyeron, dejando al conductor en el interior. “Los cinco hombres dicen que cuando los dos acompañantes de Leonardo corrieron al monte, no los siguieron por seguridad. Pero la mujer dice que vio que dos de sus compañeros se bajaron a perseguirlos; no dice quiénes, pero que aunque se fueron tras ellos, no los alcanzaron”, señalan los abogados. Dentro de la patrulla no se hallaron los casquillos de las balas que supuestamente se dispararon desde la Expedition. “El conductor de la patrulla declaró que como la ventanilla del comandante iba abierta a la mitad, los casquillos salieron por la ventana, que por eso no quedó ningún casquillo; esto es algo totalmente ilógico, absurdo”, resaltan los asesores de la madre de Leonardo. Cinco de los policías refirieron que cuando la camioneta estaba sobre el crucero a San Damián, vieron cómo les disparaban desde el interior; que el conductor afirmó que los presuntos agresores sacaban las manos y disparaban desde afuera. “Eso implicaría que habría casquillos ahí, pero no hay constancia de ninguna pericial o revisión en ese punto”, explican también Ornelas y Padierna. Amenazas Sobre los supuestos cómplices de Leonardo, nadie sabe nada. La familia sabe que salió solo y que no pensaba reunirse con nadie; el punto donde supuestamente chocó la camioneta está al pie de un barranco pronunciado, por lo que los abogados se preguntan: “¿Para dónde pudieron correr esos supuestos acompañantes?”. A las 05:30 horas se inició la carpeta de investigación con las pruebas periciales en el lugar. Los abogados y familiares acudieron a la entrada a San Damián, donde se supone que hubo un tiroteo como parte de la persecución, y corroboraron que no hubo casquillos ni una revisión pericial en este punto. “Cuando los peritos se retiraron fuimos al lugar donde estaba chocada la camioneta; uno de los familiares se encontró un casquillo ya embalado (asegurado en la bolsa de la cadena de custodia), sellado y numerado, tal como se prepara para almacén de indicios de la procuraduría, tirado en el camino. El mismo familiar lo llevó a entregar a la fiscalía”, revelan los asesores. En otro punto de la zona hallaron una venda blanca manchada de sangre. La reconocieron de inmediato como la que Leonardo traía en la rodilla, pues se había raspado durante uno de los juegos del torneo en el que participó horas antes de su muerte. Quisieron entregarla al agente del Ministerio Público, “pero dijeron que no era relevante, que si así hubiera sido, ellos mismos la habrían recogido. ¿Cómo fue que se le cayó la venda? Eso nos hace dudar sobre la labor pericial en el lugar y las pruebas aseguradas”. Tras rendir su declaración, los familiares acudieron a la Procuraduría de Derechos Humanos del Estado de Guanajuato (PDHEG) para ratificar una queja que oficiosamente inició el organismo. “Los del Ministerio Público que nos tomaron la declaración nos decían y nos volvían a decir que si sabíamos que nos podían meter a la cárcel si echábamos mentiras. Sí tenemos miedo, pero no por eso nos vamos a quedar callados, porque no mentimos. Si algo nos pasa, hacemos responsables a las autoridades”. Lo primero que les pidieron en la PDHEG fue que no hablaran con los medios. El jueves 20, Huett reiteró a Proceso que para la Secretaría de Seguridad no hay nada que incrimine o levante sospecha sobre el proceder de los seis agentes, que permanecen activos. Este reportaje se publicó el 23 de diciembre de 2018 en la edición 2199 de la revista Proceso.

Comentarios