La batalla (futbolística) de Argel

domingo, 29 de abril de 2018 · 09:19
Movilizados por el Frente de Liberación Nacional (FLN) de Argelia, el delantero Rachid Mekhloufi y 31 futbolistas argelinos más renunciaron a los equipos franceses en los que jugaban para formar una “selección nacional” que impulsara e hiciera visible a escala internacional la batalla por la independencia de su país. En el contexto del Mundial de futbol que está por comenzar, la corresponsal de Proceso en París ofrece la crónica de este balompié de resistencia –inédito en el mundo– que de alguna manera contribuyó a vencer en 1962 al gobierno de Charles de Gaulle.  PARÍS (Proceso).- 10 de abril de 1958. Mokh­tar Arribi y Abdelhamid Kermali llegan a la ciudad industrial de Saint-Etienne, en el sureste de Francia. Disponen de muy poco tiempo para cumplir su misión. Al día siguiente tienen que reintegrarse a sus clubes de futbol: Arribi es entrenador del Avignon Football 84; Kermali luce como atacante del Olympique Lyonnais. Con cautela de agentes secretos, sin aviso previo, le caen a Rachid Mekhloufi, el “prodigio” de 21 años del AS Saint-Etienne, un jugador excepcional. El encuentro deja pasmado a Mekhloufi. No es para menos. El joven atacante admira desde niño la brillante carrera de ambos futbolistas veteranos oriundos –como él– de la ciudad argelina de Sétif. Pero sus dos paisanos no lo buscan para hablar de futbol. En tono confidencial, Arribi y Kermali le revelan que pertenecen al Frente de Liberación Nacional de Argelia (FLN) y que la organización armada clandestina –a la que el gobierno francés considera terrorista– “contempla su participación en una misión de la más alta importancia”. Misteriosos, le advierten: “Argelia te necesita. Pasaremos por ti el domingo 13 de abril por la noche, después de tu partido contra Béziers. Tendrás que estar listo. Se acabo tu carrera en Francia. Te espera otra mucho más noble”. No le dan más detalles ni le contestan sus preguntas. Le ordenan no comentar nada con nadie y se van. 13 de abril. Últimos minutos del partido Saint-Etienne contra Béziers. El marcador indica dos en favor de Béziers y uno para Saint-Etienne. Rachid Mekhloufi, autor del único gol de su equipo, arriesga un ataque intrépido para empatar y salvar el honor. Lo rodean jugadores del Béziers. La tensión es máxima. Al tratar de romper el cerco, el goleador choca violentamente con N’Jo Lea, un compañero de equipo. Se derrumba; dos camilleros lo sacan de la cancha. Mokhtar Arribi y Abdelhamid Kermali, quienes siguen el partido por radio, se miran consternados. Sea como sea tienen que marcharse cuanto antes de Francia con Mekhloufi y con Abdelhamid Bouchouk, lateral del Toulouse Football Club, también “contactado” por el FLN. 14 de abril. Siete de la mañana. Kermali irrumpe en el hospital donde está internado Mekhloufi; 10 minutos después los dos hombres salen sin llamar la atención del personal. Temblando de excitación, el joven goleador disimula su pijama debajo de una larga gabardina. Se siente arrojado en una película de suspenso. 14 abril. Siete de la noche. El coche en el que viajan los cuatro futbolistas se detiene en la frontera con Suiza. Conscientes de que van muy atrasados en relación con el plan inicial, y de que pueden ser detenidos, todos fingen desenvoltura y serenidad al entregar sus pasaportes a dos imponentes agentes de la policía fronteriza. Con suma seriedad, éstos revisan sus documentos, luego se miran entre sí con expresión estupefacta. Cunde el pánico en el coche. “¡Mekhloufi! ¡Kermali!”, exclama el oficial más joven, quien no da crédito de que se trata de sus ídolos. Los policías bromean con los futbolistas y les piden autógrafos. Todavía no les ha llegado la orden de arresto que las autoridades francesas acaban de emitir contra los fugitivos. A las once de la noche, el cuarteto alcanza en Lausana a otros dos “conspiradores”: Said Brahimi, atacante del Toulouse Football Club, y a Mohamed Boumezrag, futbolista retirado y cerebro de todo el “operativo”. Los seis hombres apenas tienen tiempo para agarrar un tren de noche hacia Roma, donde verán a los demás integrantes del “complot”: Hammadi Khaldi, Abderrahmane Boubekeur, Abdelaziz Ben Tifour, Amar Rouaï, Kadour Bekhloufi y Mustafa Zitouni, quienes también se escabulleron de sus clubes para responder a la “convocatoria” del FLN. Mientras Rachid Mekhloufi y sus compañeros festejan el éxito de la primera parte de su epopeya en el tren nocturno, la noticia de la desaparición coordinada de nueve célebres futbolistas argelinos sacude todas las redacciones de los periódicos franceses. El escándalo es monumental y se torna aún mayor con la llegada de los “fugitivos” a Túnez durante la tarde del 15 de abril. 16 de abril. Enjambres de reporteros galos toman por asalto el hotel Majestic donde están hospedados los jugadores. Se improvisa una rueda de prensa. El comandante Hamaï Kaci, miembro del Gobierno Provisional Revolucionario Argelino (GPRA), con sede en Túnez, anuncia oficialmente “la creación del Equipo Nacional de Futbol de Argelia”. El estupor de los periodistas alcanza su clímax cuando Kaci presenta a los jugadores como “patriotas dispuestos a sacrificarlo todo por la independencia de su país”. “¡Son ejemplos de rectitud, valentía y altruismo para todos los jóvenes argelinos!”, exclama el vocero del GPRA. Provocador, agrega: “Nuestro equipo de futbol va a jugar un papel capital en la eclosión de una identidad nacional argelina”. En Francia, la noticia ya no es un escándalo. Es una bomba. En un comunicado feroz con resabios de colonialismo, la Federación Francesa de Futbol condena a Los once de la independencia. Directivos de clubes de futbol rompen públicamente los contratos de varios jugadores. Periódicos, estaciones de radio y la incipiente televisión denuncian un “Hiroshima futbolístico” y una “humillación nacional”. Los futbolistas, celebrados hasta el 13 de abril como “hijos eméritos de Francia” y “perfectos modelos de integración”, se convierten en “viles traidores”, “musulmanes felones” y “terroristas”. Un titular rabioso del diario Le Figaro resume el furor general. Dice: “Ayer, franceses; hoy, fellaghas”. Fellagha –chusma o criminal– es una palabra árabe, sumamente insultante, que periodistas y políticos galos usan para referirse a los guerrilleros independentistas argelinos, restando cualquier carácter ideológico a su lucha. Osada estrategia Es difícil entender esa explosión de histeria colectiva sin recordar el contexto histórico francés e internacional en el que se da. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial van creciendo los movimientos de liberación nacional en el llamado tercer mundo y se imponen nuevos líderes que defienden con fuerza “el derecho de los pueblos a disponer de sí mismos”. El imperio colonial francés se desmorona. Indochina conquista su independencia en 1953 y pasa lo mismo con Marruecos y Túnez en 1956. Pero Francia no quiere “soltar” a Argelia. A diferencia de Túnez y Marruecos, que fueron “protectorados” franceses, Argelia forma parte integrante del territorio nacional galo, pero si bien los argelinos tienen la nacionalidad francesa, no dejan de ser tratados como ciudadanos de segunda categoría. Admirados, queridos, inclusive adulados –en el caso de los más talentosos–, los futbolistas argelinos –cada vez más numerosos en los clubes galos– constituyen la única excepción a esa regla. Es en 1954 cuando empieza realmente la guerra de Argelia con la multiplicación de operativos armados impulsados por el FLN en su propio territorio y en Francia, donde la organización armada cuenta con una sólida estructura clandestina. De hecho, el FLN controla a los 300 mil integrantes de la comunidad argelina que se extiende por todo el territorio galo, exigiéndoles, entre otras obligaciones, el pago puntual de un impuesto revolucionario. Uno de los cuadros importantes del FLN en Francia es Mohamed Boumezrag. La censura que impone el gobierno francés a los medios de comunicación es tan férrea que resulta casi imposible escribir sobre lo que pasa en Argelia. La mayoría de los franceses no sabe que las fuerzas armadas de su país y los independentistas argelinos libran una verdadera guerra en los llamados “departamentos” (entidades administrativas) galos de Argelia. Oficialmente no hay guerra en Argelia, sólo ocurren “évènements” (acontecimientos) deplorables causados por “criminales y terroristas”. Poco visible en Francia, la lucha por la liberación de Argelia también es desconocida en el resto del mundo. ¿Cómo romper ese cerco informativo? Con un golpe mediático espectacular, enfatiza entusiasta Mohamed Boumezrag ante la cúpula del FLN en 1957, a su regreso del Festival Mundial de la Juventud, recién celebrado en Moscú. “El futbol es el deporte universal por excelencia y sería absurdo no aprovecharlo”, dictamina. El plan de Boumezrag es audaz. Prevé arrebatar los mejores jugadores argelinos a los clubes franceses, para crear un equipo de futbol argelino a la vez profesional y “de propaganda” que viajara por el mundo. “Antes de la patada inicial de cada partido se alzará nuestra bandera argelina y se cantará nuestro himno nacional”, decreta Boumezrag. Maquiavélico, anuncia que la fecha ideal para lanzar su ofensiva futbolística es la noche del 13 al 14 de abril de 1958, dos meses antes del inicio del Mundial de Futbol de Suecia en el que participa Francia. Bien sabe que por lo menos dos jugadores –Rachid Mekhloufi y Mustafa Zitouni– son preseleccionados para integrar el equipo nacional galo. El alto mando del Ejército de Liberación Nacional, brazo armado del FLN, expresa su escepticismo, pero no se opone al proyecto. Un año más tarde, el impacto en Francia y a nivel internacional del nacimiento del equipo de futbol del FLN deja atónitos a los líderes revolucionarios que distan, sin embargo, de sospechar el alcance que va a tener la jugada de póker de Mohamed Boumezrag. A lo largo de cuatro años, de 1958 a 1962, Los once de la independencia recorren unos 40 países del norte de África, Europa oriental y Asia. Disputan 91 partidos, ganan 65, pierden 13 y empatan 13. En total, anotan 349 goles y conceden 119. Recuerda Rachid Mekhloufi: “Por lo general, la gente no sabía nada de la guerra de Argelia. Ni siquiera ubicaba a Argelia. Aprovechamos todas las oportunidades para resaltar nuestra lucha de independencia y platicar de nuestra historia. Acabamos siendo auténticos embajadores revolucionarios.” El partido que Mekhloufi recuerda con más emoción es el primero que disputa, el 9 de mayo de 1958, contra el equipo nacional de Marruecos. No cabe ni un alfiler en el estadio Zouiten. Habib Bourguiba, presidente tunecino, y todos los ministros del gobierno ocupan la tribuna oficial mientras centenares de guerrilleros del FLN –que viajaron a Túnez especialmente para asistir al partido– destacan entre los 30 mil espectadores. Visten uniformes de combate. Enarbolan fusiles y banderas argelinas. Guerrilleros y futbolistas entonan el himno argelino. Todos lloran. Ganan Los once de la independencia con marcador de dos goles contra uno. Eufóricos, los combatientes celebran la victoria disparando al aire; dos días después, en el segundo juego, los argelinos enfrentan al equipo nacional de Túnez que queda aplastado. El resultado es cruel: 6-1. Ambos encuentros tienen bastante eco en la prensa internacional. Boumezrag, quien se desempeña como entrenador del flamante equipo, aprovecha el éxito para solicitar oficialmente su adhesión a la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA) y a la Confederación Africana de Futbol (CAF). Presionadas por Francia, ambas organizaciones rechazan, sin miramientos, la petición argelina. La FIFA, además, amenaza con excluir a las selecciones nacionales que se atrevan a jugar con el equipo del FLN. Festejos en silencio La Guerra Fría irrumpe en el futbol. Las federaciones nacionales del Bloque Occidental se apresuran para boicotear a los argelinos; las del Bloque Oriental inventan estratagemas para acogerlos sin enfurecer a la FIFA. Los países árabes se dividen. Marruecos y Egipto optan por un perfil bajo, a diferencia de Libia, Túnez, Jordania, Irak y Siria, cuyos gobiernos se burlan del veto de la máxima autoridad del futbol mundial. Todos los países de Europa Oriental que recorre el equipo del FLN –Bulgaria, Yugoslavia, Rumania, Hungría, Checoslovaquia, República Democrática de Alemania– acogen fraternalmente a los argelinos, salvo Polonia, que se porta pésimo con ellos. La “culpa” la tiene el líder soviético Nikita Jrushchov, quien impone la visita del equipo del FLN a la Federación Nacional de Futbol de Polonia. Esta se venga hospedando a los indeseables en hoteles de mala muerte, descuidando sus comidas; hay connatos de racismo. La situación amenaza con empeorar cuando las autoridades deportivas polacas intentan prohibir que se toque el himno nacional argelino en los estadios. No lo logran. La entonces URSS impresiona a Los once de la independencia. China les abre los brazos y prolonga su estadía por tres semanas, a cambio les pide capacitar a los entrenadores de futbol del Instituto Deportivo de Beijing. La gira por la República Democrática de Vietnam es, sin embargo, la que más estremece a los argelinos. Pasan tiempo con el general Giap, quien acepta contarles los pormenores de su triunfo sobre Francia en la larga batalla de Dien Bien Phu (noviembre de 1953–mayo de 1954). Les impresiona la ironía mordaz con la que Giap se refiere a ese último capítulo de la colonización gala de Indochina. Pero deja deslumbrados a los futbolistas su desayuno con Ho Chi Minh, primer presidente de la República Democrática de Vietnam. Ninguno prueba bocado y todos escuchan con veneración al ascético líder del Vietminh. Vo Nguyen Giap y Ho Chi Minh son leyendas vivientes. Andando el tiempo son Los once de la independencia quienes se convierten, si no en leyendas vivientes, por lo menos en ídolos de los argelinos. La radio clandestina del FLN los sigue en sus giras y transmite en vivo sus partidos. En Argelia como en Francia los argelinos se juntan para escuchar en secreto estas retransmisiones “ilegales” y festejar sin bullicio los frecuentes triunfos de “su” equipo. Nace un futbol de resistencia. Sus múltiples viajes agotan físicamente a los jugadores o afectan su vida familiar. Mohamed Boumezrag se siente con la obligación de seguir “confiscando” sus mejores futbolistas a los clubes franceses. En total, les quita 32 elementos. Rachid Mekhloufi, el más joven de todos, parece de hierro. No se pierde ningún partido y agradece el destino por “ese camino iniciático”. “Cuando dejé el club de Saint-Etienne yo era una especie de perrito loco, un futbolista que sólo soñaba con el cine, la pesca y las chavas… En la cancha sólo me interesaba marcar goles y me comportaba como un jugador oportunista. El equipo del FLN me transformó por completo. Personajes como Ben Tifour, Boubekeur y Zitouni, quienes eran mayores que yo y llevaban años de militancia en el FLN, me ayudaron a perfeccionar mi futbol, mi estilo, mi técnica, y a forjarme una consciencia política.” 1 de julio de 1962. Conforme a los acuerdos de paz de Evian, negociados entre el FLN y el gobierno francés, se consulta por referéndum a los argelinos sobre el porvenir de su país: 99.7% de los votantes se pronuncia en favor de la creación de la República Argelina. 3 de julio. El presidente Charles de Gaulle declara solemnemente que Francia reconoce la independencia de Argelia. 5 de julio. El FLN proclama la independencia de Argelia. 15 de septiembre de 1963. Ahmed Ben Bella, líder revolucionario histórico, es electo presidente de Argelia. Poco tiempo después de su arribo al poder, a finales de 1963, el flamante presidente argelino invita a los jugadores del equipo del FLN –que deja de existir como tal en marzo de 1962– y les agradece por su papel de “incansables embajadores de la revolución argelina”. Luego de conversar amistosamente con ellos sobre su pasión por el futbol, ríe al contarles que en 1940 había probado suerte como medio centro en el Olympique Marsella. Tenía sólo 24 años y la Segunda Guerra Mundial interrumpió su efímera carrera. Rachid Mekhloufi se acerca a Ben Bella y, asustado por su propio atrevimiento, le pide permiso para reintegrarse a su club, el AS Saint-Etienne, cuyos directivos no censuraron su compromiso político. El presidente sonríe. “Tienes que sentirte libre, Rachid –le dice. ¿Acaso tú y yo no hicimos la revolución para ser libres?”. Dos años más tarde, el 15 de junio de 1965, Ben Bella es derrocado por un golpe militar que encabeza el coronel Houari Boumedien, otro líder revolucionario. Pasa 15 años encarcelado y 10 más en el exilio, antes de volver a su país. Después de seis años de reluciente carrera en el AS Saint-Etienne, Rachid Mekhloufi se desempeña como entrenador de la selección argelina de futbol, pero se encuentra con obstáculos políticos que acaban por desanimarlo. A punto de cumplir 82 años, Mekh­loufi vive retirado en Túnez. Ya no se interesa tanto por el balompié. “Hoy –dice– el mundo se ha vuelto muy materialista, y también los futbolistas”. Este texto se publicó el 22 de abril de 2018 en la edición 2164 de la revista Proceso.

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