El atentado del sábado 12 en París, que cobró la vida de una persona y dejó heridas a cuatro más, fue cometido por un joven de origen checheno, reclutado por el Estado Islámico, organización que reivindicó el ataque. Para entender por qué un joven –Khamzar Azimov, cuya familia huyó de la guerra de Chechenia– se convirtió en un sicario fundamentalista, hay que recorrer la historia del conflicto bélico desatado en el Cáucaso tras la caída de la Unión Soviética y que repercute lustros después, tal como lo vaticinó el fallecido mandatario Djokhar Dudáyev: “Europa observa en silencio la cruenta política de Rusia. Mal hecho. Si es necesario, extenderemos esa guerra a toda Europa. Progresivamente la guerra alcanzará al mundo entero y cambiará la correlación de fuerzas”.
PARÍS (Proceso).- “Si pueden matar a un infiel –en particular a franceses espantosos– pues mátenlo… poco importa cómo: golpéenlo en la cabeza con una piedra, degüéllenlo con una navaja, atropéllenlo, tírenlo desde un lugar alto, estrangúlenlo, envenénenlo…”
Las instrucciones difundidas por los órganos de propaganda del Estado Islámico (EI) son claras. Y el pasado sábado 12 Khamzar Azimov las siguió al pie de la letra.
Armado con una navaja, este francés de 20 años, de origen checheno, se lanzó contra paseantes del barrio de restaurantes, bares y teatros en los alrededores del edificio barroco Garnier, sede de la Ópera de París, en el centro de esta capital. Mató a cuchilladas a un hombre de 29 años, hirió a cuatro personas más e intentó apuñalar a un policía –quien se salvó gracias a su chaleco antibalas– antes de ser ultimado por otros dos uniformados.
Testigos aseguran que Azimov gritó varias veces “Allahu akbar” (Dios es grande).
El EI reivindicó el atentado la noche del sábado 12 y el domingo 13 Amaq, su agencia de propaganda, difundió un video en el que un hombre joven –aún no identificado, pero presuntamente se trata de Azimov–, con el rostro tapado por un pañuelo negro, proclama que su ataque es una respuesta a “la coalición de infieles que lucha en Siria e Irak”.
Luego arenga a los islamistas: “Si tienen la posibilidad de hacer la hijra (emigrar a un país musulmán), háganla. Si no pueden, pues actúen aquí, en tierra de infieles. Si nos impiden hacer la hijra, pues los vamos a castigar en su propia tierra”.
No es la primera vez que un terrorista perpetra un ataque sin armas de fuego o cinturones explosivos. De hecho, siete de los 13 atentados cometidos en Francia desde 2015 fueron con armas blancas y costaron la vida a siete de las 246 víctimas del islam radical. Lo inédito es que el autor de estos crímenes sea de origen checheno.
Poco se sabe de Khamzar Azimov. Nació en 1997 en Chechenia, llegó a Francia con sus padres en 2000 y su madre obtuvo el estatuto de refugiada política en 2004. Cuatro años después madre e hijo fueron naturalizados franceses.
Tras vivir un tiempo en el sur de Francia se mudaron a Estrasburgo, en la frontera con Alemania, donde Khamzar frecuentó un círculo de jóvenes musulmanes que, según los servicios galos de inteligencia, parecían atraídos por la yihad en Siria.
Desde 2016 Azimov y su mejor amigo –también checheno y detenido el domingo 13– estaban en la mira de la policía antiterrorista de Estrasburgo. Aún no queda claro si fue por esa razón que la familia decidió mudarse a París hace pocos meses.
La diáspora
Entre 30 mil y 60 mil chechenos viven actualmente en Francia, según las autoridades galas. Como la familia Azimov, llegaron a principios de este siglo huyendo de la guerra que libraban los independentistas de la república del Cáucaso convertidos al Islam radical y las fuerzas rusas.
Los servicios galos de inteligencia vigilan de cerca a esa pequeña y cerrada comunidad, esparcida en el este y el sur de Francia y en los alrededores de París.
Según la Dirección General de Seguridad Interna, 10% de los jóvenes franceses –o extranjeros radicados en Francia– que salieron para hacer la yihad en Irak y Siria en los últimos tres años son de origen checheno.
Los servicios de inteligencia suponen que los jóvenes caucasianos radicalizados estarían cambiando de estrategia a raíz de la desaparición del llamado Califato de Irak y del Levante.
Como sea, la aparición de Azimov en el escenario terrorista galo arroja luz sobre el papel de los salafistas chechenos en el seno del EI, un problema poco considerado en las esferas políticas occidentales, pero de suma importancia para Rusia.
Es preciso remontarse al desmoronamiento de la Unión Soviética para entender el origen de esa alianza entre EI y los líderes islamistas del Cáucaso.
En 1991, mientras Boris Yeltsin sentaba las bases de la futura Federación de Rusia, Djokhar Dudáyev, presidente de la República de Chechenia, proclamó la independencia del país, que se convirtió en la República Chechena de Ichkeria. Moscú condenó la iniciativa y empezó a tomar medidas para contrarrestarla, al tiempo que la comunidad internacional se rehusaba a reconocer al nuevo Estado. Muy pronto surgieron graves divergencias políticas entre Dudáyev y Doku Zavgayev, el presidente del Parlamento.
La sociedad chechena se estructura alrededor de clanes y cofradías religiosas de distintas tendencias sunitas, en su mayoría sufíes. Dudáyev y Zavgayev se apoyaban, cada uno, en poderosos clanes. Sus enfrentamientos duraron tres años y llevaron al país al borde de la guerra civil. El 11 de diciembre de 1994 Yeltsin lanzó una gran ofensiva militar para retomar el control de la república rebelde. Empezó así la Primera Guerra Chechena, que duró hasta agosto de 1996.
La violencia de esa guerra tuvo consecuencias capitales sobre la evolución ideológica de los independentistas chechenos y en particular sobre Dudáyev, exgeneral soviético y, durante años, de firmes convicciones ateas.
Señala Viatcheslav Avioutskii, experto francés en el Cáucaso y autor de varios libros sobre esa explosiva región:
“Es impresionante para un analista de la problemática geopolítica de Chechenia observar con qué velocidad un exgeneral de la aviación del Ejército Rojo se convierte al islamismo radical y cómo una lucha política independentista se transforma en yihad. No sobra recalcar que ese cambio vertiginoso se da en una sociedad sometida durante siete décadas al sistema soviético”.
Según cuenta el especialista, el 5 de abril de 1996 Dudáyev –quien murió un mes después, alcanzado por un misil ruso– explicaba, en entrevista con el diario Zaman-Kazakhstan, que la impresionante resistencia de los chechenos a la maquinaria de guerra lanzada en su contra por Yeltsin sólo se explicaba por “su fe inquebrantable en Alá”.
Nunca mencionó la exigencia secular de independencia de su pueblo. Luego lanzó una advertencia, que hoy suena extrañamente premonitoria: “Europa observa en silencio la cruenta política de Rusia. Mal hecho. Si es necesario, extenderemos esa guerra a toda Europa. Progresivamente la guerra alcanzará al mundo entero y cambiará la correlación de fuerzas”.
Al Khattab
La irrupción del saudita Ibn Al Khattab en el Cáucaso en 1995 y la Segunda Guerra Chechena (entre agosto de 1999 y febrero de 2000) jugaron un papel capital en la radicalización de los independentistas.
Primero, Al Khattab combatió contra los rusos en Afganistán, luego en Tayikistán antes de involucrarse de lleno en el Cáucaso. Wahabita radical contó con financiamiento saudita y acabó creando una “Brigada Internacional Islamista”, que se destacó por su combatividad al final de la Primera Guerra Chechena y a lo largo de la segunda.
Afirma Avioutskii que la influencia de Al Khattab fue determinante. Fue quien planeó una serie de atentados terroristas de una violencia extrema en numerosas ciudades de la Federación de Rusia, empezando por Moscú, y fue bajo su influencia que la guerra de independencia chechena se volvió una yihad anticristiana.
Khattab –quien fue enlace entre los independentistas chechenos y Osama Bin Laden– murió en 2002 en un operativo militar ruso.
En enero de 2000 el Estado Islámico de Afganistán reconoció a la República Chechena de Ichkeria. Un mes más tarde Rusia proclamó su victoria militar sobre los rebeldes chechenos y se apoyó en políticos favorables a Moscú para intentar restablecer su control en el país.
Aslán Masjádov, presidente de la República Chechena de Ichkeria, pasó a la clandestinidad en febrero y un mes después se reunió con Bin Laden en la ciudad afgana de Kandahar. Los dos sellaron una alianza y Bin Laden se comprometió a apoyar la lucha chechena con dinero, combatientes y armas. Así, los primeros talibanes llegaron a Ichkeria pocas semanas después.
Según Avioutskii, Chechenia jugó un papel importante en la estrategia de Bin Laden, que planeaba crear un Estado Islámico Unificado del Cáucaso como primera etapa de su conquista del mundo.
Tras siete años de sangrientas tensiones políticas, que incluyeron, entre otros, el asesinato en 2004 de Ajmad Kadyrov, presidente prorruso de Chechenia, en un atentado perpetrado por islamistas; y el de Masjádov en 2005, eliminado por fuerzas especiales rusas, Ramzán Kadyrov, hijo de Ajmad, conquistó en 2007 la presidencia de Chechenia. Cuenta con el apoyo incondicional de Vladimir Putin, gobierna con mano de hierro y llevan adelante una implacable política antiterrorista.
Los yihadistas chechenos se reorganizaron en la clandestinidad y pusieron en marcha el plan de Bin Laden, creando el 31 de noviembre de 2007 el Emirato del Cáucaso, nuevo nombre de la Republica Chechena de Ichkeria, que abarca además Ingusetia, Osetia del Norte, Daguestán y otras pequeñas entidades.
Más que una entidad geográfica –que no deja de ser simbólica–, el Emirato del Cáucaso es una red de yihadistas activos en toda la región, estrechamente ligados con Al Qaeda. Los dirige Doku Umarov, “veterano” de las dos guerras de Chechenia y quien se hace llamar emir Abu Usman.
En 2012 los primeros combatientes del Emirato del Cáucaso llegaron a Siria para participar en la famosa Batalla de Alepo, ciudad que se disputaron durante tres años fuerzas de Bashar Al-Asad y una heterogénea coalición de oposición al régimen sirio.
Al inicio de su intervención en Siria los chechenos se involucraron con el Frente al Nosra, rama siria de Al Qaeda, y con Ahrar al-Sham, guerrilla hostil al EI.
Sin embargo fuertes disidencias internas no tardaron en sacudir al Emirato del Cáucaso, cuyos integrantes –en particular los jóvenes– se sintieron cada vez más atraídos por el EI, que les parece más “moderno y dinámico” que Al Qaeda.
Y finalmente, Siria
En 2014 Doku Umarov murió durante un operativo militar ruso. El Emirato del Cáucaso desapareció en 2015 y la mayoría de sus combatientes integraron el EI. Los servicios de inteligencia rusos y occidentales consideran que entre 3 mil y 5 mil chechenos e islamistas radicales de Daguestán llegaron a Siria entre 2014 y 2017. En su mayoría venían del Cáucaso, pero con el curso del tiempo los alcanzó un número creciente de jóvenes de la diáspora caucasiana.
Los chechenos se impusieron rápidamente como “grandes profesionales de la guerra”; los órganos de propaganda del EI elogiaron “su ardor en los combates” y pronto varios de ellos asumieron cargos de alto mando.
Destacó Tarkhan Batirashvili, más conocido como Abu Omar el-Shischani. De padre georgiano y madre chechena, sirvió en los temibles spetsnaz –fuerzas especiales rusas– antes de convertirse al Islam radical. En 2013 fue el primer jefe de milicia islámica caucasiana en jurar lealtad a Abu Bakar al Baghdadi.
Shischani, celebrado como “héroe” en todo el Cáucaso y entre exiliados chechenos radicalizados, murió en combate en Shirqat, cerca de Mosul, en julio de 2016.
Batirashvili estaba tanto en la mira del Pentágono, que ofrecía 5 millones de dólares por informaciones “serias” sobre él, como de Putin y de Kadyrov, preocupados por un eventual regreso de ese combatiente aguerrido y de sus tropas a Chechenia.
De hecho, la eliminación física del mayor número de estos miles de yihadistas caucasianos es un objetivo importante de la intervención de Putin y Kadyrov en Siria.
Por un lado la Fuerza Aérea rusa bombardea desde 2015 zonas en las que se encuentran estos combatientes; por otro, Kadyrov –como reconoció en enero de 2017– participa activamente en la lucha antiterrorista en Siria con tropas de la Guardia Republicana de Chechenia.
Explica Anna Arutyunyan, experta en temas del Cáucaso del International Crisis Group: “Para Kadyrov es una gran oportunidad de deshacerse de opositores peligrosos susceptibles de regresar a Grozni y demostrar su lealtad para con el Kremlin, cuyo apoyo económico le permite mantenerse en el poder”.
Como resultado de la estrategia de Moscú y Grozni, la guerra del Cáucaso se desplazó a Siria e Irak, con enfrentamientos directos entre fuerzas chechenas prorrusas y otras islámicas radicales.
Desde la caída de Mosul (Irak) y Raqa (Siria) y el consiguiente desmoronamiento del Califato de Irak y del Levante, los servicios de inteligencia rusos y chechenos, al igual que los de Estados Unidos y Europa, siguen de cerca la pista de las tropas vencidas del EI replegadas en zonas desérticas del este de Siria y oeste de Irak, así como en Libia y Turquía.
Les preocupa tanto el regreso de los integrantes extranjeros de EI a sus países de origen como las repercusiones de la derrota militar del EI entre los círculos más radicalizados de sus comunidades musulmanas.
El atentado de Azimov parece confirmar estos últimos temores.
En el caso de Rusia y Chechenia, las consecuencias del derrumbe del EI amenazan con ser aun más violentas. A mediano plazo, el regreso de los combatientes puede volver a prender el polvorín del Cáucaso, que de hecho nunca se apagó del todo. A corto plazo no se deben descartar atentados terroristas durante el Mundial de futbol que se celebrará del próximo 14 de junio al 15 de julio en 11 ciudades rusas.
Más que nunca, todas las fuerzas de seguridad de la Federación de Rusia están en pie de guerra.
Este reportaje se publicó el 20 de mayo de 2018 en la edición 2168 de la revista Proceso.