El gobierno de Salvador Allende era observado muy de cerca por las oficinas estadunidenses de inteligencia (FBI, CIA), que temían que el médico socialista convirtiera a Chile en una especie de faro “comunista” que alentara movimientos similares en otros países latinoamericanos. Un representante notable del allendismo fue Pablo Neruda –galardonado con el Nobel en 1971 y muerto en circunstancias no muy claras en septiembre de 1973–, sobre quien las agencias de Estados Unidos mantuvieron una vigilancia extrema, como se sabe ahora, cuando se han desclasificado cientos de documentos del Archivo de Seguridad Nacional de la Universidad George Washington.
VALPARAÍSO, Chile.- “El embajador chileno en Francia, Pablo Neruda, reconocido poeta comunista, ganador del Premio Nobel en 1971, desarrolla una amplia actividad con diplomáticos latinoamericanos, en París, por la solidaridad hemisférica en pos de la vía chilena a la revolución socialista, a través de proceso electoral. Neruda, en sus contactos con colegas diplomáticos, se ha expresado enérgicamente en favor de la expropiación de intereses de Estados Unidos. Este es un tema con gran impacto histórico y emocional en las naciones latinoamericanas.”
Este es parte de un cable “confidencial” enviado el 10 de noviembre de 1971 por el director del FBI, John Edgar Hoover, al Consejero de Seguridad Nacional del presidente Richard Nixon, Henry Kissinger.
Este documento se emitía sólo tres semanas después que el autor de Canto general fuera galardonado por la Academia Sueca, y cuando se estaba por cumplir un año de que Salvador Allende asumiera la Presidencia de Chile.
En dicho documento Hoover consigna que “Neruda no ha restringido sus contactos a naciones que actualmente siguen doctrinas ultranacionalistas y antiestadunidenses”, sino que “también ha cabildeado por la causa chilena con potencias tradicionalmente amigables con Estados Unidos, como Argentina y Brasil”. El escritor y diplomático chileno había ocupado su cargo en París en marzo de 1971 y se volvió el principal rostro de la revolución de Allende.
Hoover concluye que “la campaña de Neruda es de particular importancia, porque el desarrollo de un concepto de solidaridad entre las naciones latinoamericanas, promovido por Chile, podría tener como resultado un enfriamiento de las relaciones (de éstas) con los Estados Unidos”.
En entrevista con Proceso, el director de la sección Chile del Archivo de Seguridad Nacional de la estadunidense Universidad George Washington, Peter Kornbluh, afirma que el citado reporte “reconoce tácitamente una verdad histórica: gracias a la elección de Allende como presidente de la República, Chile se había convertido en un símbolo mundial de un tránsito pacífico hacia cambios socioeconómicos. Un símbolo que debía ser destruido, que es lo que la política estadunidense concibió para Chile”.
Consultado respecto a las razones que tuvieron el FBI y la CIA para seguir los pasos del poeta, Kornbluh responde: “¡Pablo Neruda era Pablo Neruda! Un poeta famoso en el mundo entero, cuyo poder discursivo, tanto poético como político, tenía más peso que el del típico diplomático. Claramente, J. Edgar Hoover consideró que Neruda era potencialmente más influyente que los típicos miembros del Partido Comunista chileno”.
Kornbluh –quien ha jugado un rol relevante en la desclasificación de los archivos secretos de organismos de inteligencia de Estados Unidos relacionados con la dictadura de Augusto Pinochet– acota que “el temor alarmista que trasunta el documento es característico de los disparates que informaba el FBI durante la Guerra Fría”, aduciendo que “hacía aparecer las interacciones de Neruda mucho más siniestras de lo que eran realmente”.
Neruda también aparece mencionado en la ficha Chilean Facilitation of subversives activities in Latin America, incluida en el memorándum 449 de la CIA del 18 de diciembre de 1970. Este informe lleva la firma del “director en funciones” Robert Everton Cushman Jr. y también fue enviado directamente a Kissinger. Expone los peligros que supondría para Estados Unidos la irrupción de un gobierno “marxista” en América Latina.
En el punto 2 se sostiene que “el hecho de que Chile tenga un gobierno marxista será potencialmente útil para las actividades subversivas soviéticas y cubanas en América Latina”. En ese sentido se indica que “el nuevo gobierno chileno está en condiciones de ayudar significativamente a movimientos insurgentes contra otros gobiernos de países latinoamericanos”.
Añade: “Es posible que permita que estos grupos entrenen, organicen y usen a Chile como base o refugio seguro. También es posible que facilite viajes, acceso a documentación, armas, atención médica o fondos”.
Específicamente se subraya el hecho que tras la muerte del Che Guevara en Bolivia (el 9 de octubre de 1967), “Allende asistió a tres cubanos sobrevivientes de su grupo cuando ellos y guías locales escaparon desde Bolivia a la frontera chilena. Allende personalmente acompañó a los guerrilleros a Tahití, en su vuelo de regreso a Cuba”.
Se agrega que “Cuba ya tiene varios representantes en Chile y los sentimientos procubanos de muchos funcionarios en el gobierno de Allende sugieren que las actividades de estos no serán restringidas”.
Se agrega que “los soviéticos probablemente intentarán influir en la actividad cubana en Chile para adaptarla a la estrategia soviética”, asegurando que en este objetivo “tendrán la ayuda del Partido Comunista de Chile (PCCh)”.
En el informe se señala que algunos de los intereses que la Unión Soviética tenía en Chile se relacionaba con necesidades de Aeroflot y de sus flotas de barcos; y también con el deseo de establecer en este país estaciones meteorológicas y de exploración en la Antártida.
En la página 6 de este memorándum aparece el apartado: “Potencial papel de la oficina exterior chilena en la subversión internacional”:
“El personal nombrado por Allende en el Ministerio de Relaciones Exteriores también puede contribuir a la subversión externa: las instalaciones, los privilegios, la protección dada por los chilenos y por las embajadas chilenas en varios países podría ser útil para aquellos que participan en actividades subversivas.
“Miembros de alto rango en el Partido Comunista han sido nombrados en puestos importantes (…) Pablo Neruda, candidato presidencial del PCCh, miembro del Comité Central, mundialmente famoso como poeta, activista por la paz, candidato al premio Nobel, ha sido designado embajador en París, un lugar clave de tránsito, apoyo y contacto para agentes internacionales.”
Este informe había sido mencionado en el libro La CIA en Chile (Aguilar, 2013) del periodista Carlos Basso.
Tanto el documento de la CIA como el del FBI fueron liberados para su publicación tras la detención del senador vitalicio y exdictador Augusto Pinochet, en Londres, en octubre de 1998. Entonces el gobierno del demócrata Bill Clinton se allanó a desclasificar documentación gubernamental relacionada con la intervención de Estados Unidos en Chile. Esto, en virtud de la Ley de Libertad de Información, que posibilita que cualquier persona pueda acceder a la información sobre los actos de su gobierno, con algunas excepciones relacionadas con materias de seguridad nacional.
Defensor del cobre
La mención que hace Hoover en relación con la tendencia del embajador Neruda en favor de la expropiación de intereses estadunidenses en Chile no era del todo baladí.
Aunque sus biógrafos han tendido a relegar este pasaje al olvido, Neruda desempeñó sus funciones como embajador con un gran compromiso político. Prueba de ello es la firme defensa que hizo de los intereses económicos de Chile, amenazados por las grandes corporaciones mineras estadunidenses.
En efecto, el 11 de julio de 1971 el Parlamento chileno aprobó, por unanimidad, el proyecto allendista de nacionalización de la Gran Minería del Cobre. Según se establecía en dicha ley, dadas “las ganancias excesivas” que estas compañías habían tenido desde 1955, no fueron indemnizadas.
En respuesta, la Kennecott Copper Corporation (propietaria, entre otros, de la mina El Teniente) y la Anaconda Cooper Company (copropietaria junto a la estatal Codelco del gigantesco mineral de Chuquicamata) comenzaron una embestida global contra Chile, que contó con el respaldo de Washington.
A principios de 1972 Kennecott consiguió que un tribunal en Nueva York decretara el embargo de empresas chilenas con oficinas en ese estado.
“Desde que entraron en vigor las órdenes de embargo, las operaciones chilenas se han visto perjudicadas. CODELCO (Corporación del Cobre), CORFO (Corporación de Fomento de la Producción), CAP (Compañía de Aceros del Pacífico) y otras agencias chilenas no pueden utilizar dinero en cuentas estadunidenses y deben pagar a sus proveedores a través de cuentas europeas; hay retrasos en los pagos y confusión. No podemos trasladar bienes por el estado de Nueva York y no podemos moverlos a ninguna parte de Estados Unidos sin correr el riesgo de embargo (...) El hecho básico es que Estados Unidos está librando una guerra económica y política contra Chile y está buscando cualquier acción que pueda realizar para dañar al país.”
Es lo que señaló el estadunidense Edward Boorstein, entonces asesor de la Corfo en Nueva York, en memorándum preparado para sus superiores que aparece citado en el artículo Las reservadas negociaciones de los gobiernos de Allende y Nixon sobre la nacionalización del cobre, de la periodista Pascale Bonnefoy.
Kennecott también presentó una demanda de embargo contra el cobre chileno ante el Tribunal de Primera Instancia de París, que no tardó en ser acogida. Esto implicaba que cada barra de metal rojo chileno que se desembarcara en puertos franceses sería requisada hasta que Chile no pagara lo que supuestamente adeudaba a las compañías estadunidenses. Esta medida amenazaba con expandirse a todo el mundo debido a las acciones que realizaba Kennecott ante tribunales de otros cuatro países europeos.
El papel de Neruda fue capital para revertir esta amenaza. Se reunió con sindicatos de estibadores y portuarios y ante diversos auditorios explicó la necesidad de que la sociedad francesa rechazara esa medida.
En la 17 Conferencia General de la UNESCO, desarrollada en París en octubre de 1972, afirmó: “Si estas fuerzas tenebrosas llegan a apoderarse del cobre chileno, los niños chilenos no tendrán ni pan ni leche, ni libros de lectura, ni escuelas”.
Finalmente los argumentos legales del gobierno de Chile, sumados a la defensa de Neruda, permitieron que el embargo fuera levantado en Francia y Chile pudiera seguir nutriéndose de los ingresos que le daba el cobre.
En carta enviada desde París el 5 de noviembre de 1972 por Neruda y su esposa, Matilde Urrutia, a su cercana amiga María Martner, el poeta expresaba al cierre: “Aquí peleamos por el cobre de noche y de día”. Esta carta fue publicada en el libro –coescrito por este corresponsal– El doble asesinato de Neruda (Ocho Libros, 2012).
Las razones contra Chile
Hay dos razones fundamentales que explican la fijación que tuvieron sucesivas administraciones de la Casa Blanca con Chile, y que desembocaron en la brutal intervención contra el gobierno de Allende.
Una tiene que ver con el hecho que en el país andino se encuentran las mayores reservas de cobre del mundo, siendo este mineral fundamental para el funcionamiento de las industrias modernas, sobre todo, dadas sus inigualables cualidades como conductor de electricidad.
La otra razón se relaciona con el hecho que –a ojos de Washington– el experimento político encabezado por Allende representaba un pésimo ejemplo, que ponía en riesgo su hegemonía a nivel mundial y era necesario exterminar.
Documentos de las propias agencias de inteligencia confirman esto.
En 1953 la estación de la CIA en Santiago realizó un estudio prospectivo del tipo NIE (National Intelligence Estimate) enteramente dedicado a Chile. En éste se resaltaba la importancia para Estados Unidos del cobre chileno, que entonces representaba 20% de su consumo.
También se dan cuenta de diversos peligros que se cernían sobre Anaconda Cooper y Kennecott Corporation, especialmente relacionados con la considerable presencia comunista en los sindicatos.
En este documento –que aparece en el citado libro de Basso– se consigna que el recién asumido presidente nacionalista Carlos Ibáñez (1952-58) “preferirá maximizar las ganancias del gobierno con las empresas norteamericanas en Chile, sin proceder al extremo de la nacionalización”.
Basso señala que un NIE del 3 de octubre de 1963 –que se aboca a la elección presidencial de 1964 que confrontaría a Salvador Allende con el democratacristiano Eduardo Frei Montalva–, sostenía que en Chile “existía un declive económico debido al cual la mitad de la población chilena estaba mal vestida, mal alimentada y en malas condiciones de vivienda y ‘consecuentemente’, el incremento del descontento popular ha llevado a una sostenida tendencia de izquierda”.
Este reporte precisaba el nivel de injerencia que tenía Estados Unidos en Chile: “Las inversiones privadas de EE.UU. (estimadas en 800 millones de dólares) suman el 70% de todas las inversiones extranjeras en Chile. La inversión de Estados Unidos se localiza principalmente en minería y bienes públicos, actividades en las cuales el capital extranjero es particularmente vulnerable al ataque en América Latina”.
Allí también se establece que las compañías mineras estadunidenses se encontraban “amenazadas por propuestas de nacionalización y sujetas a un tratamiento discriminatorio” y que “hay acuerdo en todo el espectro político, desde comunistas a conservadores, que debe hacerse que las compañías extranjeras contribuyan más a Chile”.
Este reportaje se publicó el 29 de septiembre de 2019 en la edición 2239 de la revista Proceso