La revolución iraní…  en la cancha

domingo, 10 de noviembre de 2019 · 12:04
Asistir a un estadio de futbol es una actividad normal en casi todo el mundo. En Irán no lo es. Apenas el 10 de octubre último, tras presiones de la FIFA, el gobierno permitió la asistencia femenina a un juego de la selección nacional. En ese país las mujeres han estado vetadas durante 40 años por cuestiones religiosas. Así que en Irán no sólo son aficionadas, también heroínas porque con tal de apoyar desde las gradas se disfrazan de hombres para no ser echadas, retando a un régimen que ferozmente controla su cuerpo. PARÍS (Proceso).- .- Un viento de libertad sopló el mes pasado en Irán. Se precipitó por las calles de Teherán, su capital, y se acanaló hasta el gigantesco estadio Azadi (significa “libertad” en farsi). En su interior, niñas, adolescentes y señoras asistieron vestidas de rojo y verde; agitaron la bandera de su pueblo y entonaron los cánticos a la gloria del Team melli, el apodo de su selección nacional. Las aficionadas cantaron felices, bailaron, celebraron un gol, luego otro y otro más por primera vez en 40 años de prohibición de parte de la república islámica, que desde la revolución de 1979 le ha quitado a la mujer la mayoría de sus derechos, incluido el de asistir a un juego de futbol. En Irán, el poder religioso del líder supremo de la revolución islámica, Ali Jamenei, supera al del gobierno. “En nuestro país nos excluyen de las tribunas porque el poder religioso nos prohíbe mirar los cuerpos masculinos desnudos. Y en el futbol podemos ver las piernas de los jugadores”, lamentó Mahshid Meraji, periodista especializada en política, quien asistió al Azadi. “¡Pero eso es estúpido! ¡Desde las gradas apenas vemos sus piernas! ¡Las chicas quieren ver futbol, no mirar los cuerpos de los hombres! Haber logrado ir a un estadio para una iraní es como ganar una guerra civil”. El 10 de octubre último fue un día histórico: 3 mil 500 fanáticas conquistaron el privilegio de asistir al estadio de futbol. En un rincón de las gradas, vigiladas por 300 mujeres policías, las iraníes fueron cercadas como ganado. De hecho, la gran mayoría de los 80 mil lugares en el Azadi no ha recibido ni un espectador. ¿El marcador global? Una aplastante 14-0 infligido al débil equipo de Camboya. Saghar es una de las afortunadas en haber conseguido un boleto. Disfrutó ese día como una niña en dulcería. “Con mis padres y toda mi familia nos estuvimos preparando para el partido”, recordó emocionada la adolescente. “¡Siempre soñé con poder alentar a mi equipo en mi propio país!” En realidad, Saghar ya había puesto un pie en el Azadi seis años antes, pero fue acompañada por su papá y disfrazada de niño. “Normalmente hay que ser astuta, pero esta vez fui a la tribuna con mi verdadero aspecto. ¡Nunca me había sentido tan bien!” Travestis en el estadio Barba falsa, cabello escondido debajo de una gorra, cinta apretada alrededor del tórax… Se trata de decenas de chicas que así han desafiado al régimen, travistiéndose de hombre para asistir a un juego. Se trata de una práctica que la fotógrafa Forough Alaei inmortalizó, cuyas imágenes le valieron el premio World Press Photo 2018, año en el que “al menos 40 mujeres fueron arrestadas por intento de intrusión”, denunció la organización Amnistía Internacional. Masih Alinejad es periodista y vive exiliada en Estados Unidos desde 2009. Está amenazada por el régimen porque hizo una campaña contra el uso obligatorio del hijab, el velo musulmán. Ver a las chicas en el teatro del futbol la llenó de alegría, pero también de tristeza “porque se necesitó la muerte de Blue Girl para que la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA) presionara a Teherán”. Sahar Khodayari, conocida como Blue, era seguidora del Esteghlal Futbol Club. El 8 de septiembre último esta joven de 29 años se inmoló prendiéndose fuego; le acababan de anunciar que la sentenciaron a prisión por haberse disfrazado con el afán de asistir a un partido. La noticia del suicidio de Blue Girl superó las fronteras persas y la FIFA tuvo que enviar a Irán una delegación de expertos en derechos humanos. “La amenaza de la FIFA de prohibir la participación de la selección iraní en los torneos internacionales ha sido decisiva para dejarlas entrar al siguiente partido”, dijo Masih Alinejad. Sin embargo, varios expertos sobre el tema señalan que la medida fue un engaño. Mansoureh Mills, investigadora iraní de Amnistía Internacional encargada de Medio Oriente, denuncia “una táctica de comunicación por parte del régimen” y considera que lo peor sería “voltear hacia otro lado pensando que el problema está resuelto”. Masih Alinejad también considera este avance como una estrategia electoral. “Nos acercamos a las elecciones legislativas y el gobierno de Hasán Rohaní quiere utilizar los temas femeninos para ganar votos”. Y parece que así es: durante la última campaña presidencial el poder político ya había prometido abrir las puertas de los estadios a las mujeres. Pero después de las elecciones Rohaní incumplió su palabra a causa de la presión ejercida por los ayatolas de Qom, la élite religiosa en manos del líder supremo de la revolución islámica, Ali Jamenei. “Me temo que, una vez que la presión de la FIFA se desvanezca, las fanáticas del futbol sean nuevamente excluidas de las gradas”, dice la periodista desde el exilio. Apoyo desde la cancha ¿Qué debe pasar para que Irán deje de ser el único país que prohíbe la entrada de las mujeres en los estadios de futbol? Para Mansoureh Mills, de Amnistía Internacional, “la FIFA debe presionar a la Federación Iraní de Futbol y pedirle a las autoridades dejar de reprimir a las que intentan ingresar a los partidos”. Si la organización no gubernamental cree en el poder de la FIFA, ya puede contar con algunos jugadores que han asumido el papel de abanderados de la causa. Después de la muerte de Sahar Khodayari, los jugadores del Esteghlal lucieron durante un entrenamiento una camiseta con la inscripción “Blue Girl”. Después publicaron fotos en Instagram en apoyo a las aficionadas y heroínas de las tribunas. El año pasado, con la euforia de la clasificación para el Mundial 2018, Masoud Shojaei, capitán de la selección, le pidió a su gobierno más indulgencia. Excepcionalmente, las puertas de la arena de Teherán se abrieron para que la población pueda seguir en familia en las pantallas gigantes del inmueble los partidos del Team melli durante la Copa del Mundo de Rusia. “Desde entonces, las autoridades no han tomado medidas concretas para levantar la prohibición por completo”, lamenta Mansoureh Mills. En 2018 el régimen permitió a las seguidoras del Persépolis asistir a la final de la Copa de Asia frente a los japoneses del Kashima Antlers. No obstante, el diario Sazandegi dijo que la mayoría de las espectadoras fueron “cuidadosamente seleccionadas” entre las familias de los futbolistas y jugadoras del Persépolis. Por ejemplo, Mahshid Meraji no pudo ingresar a Azadi ese día: “Muchas vinieron de ciudades lejanas y pueblos remotos. Esperamos mucho tiempo en el frío, arrebatadas por el cansancio… Pero antes del partido nos enteramos de que había chicas que no sabían nada de futbol, pero sí fueron elegidas en lugar de nosotras. ¡Protestamos… muchas lloraron!” Mahshid y sus amigas lograron ver los últimos momentos de la final a través de una reja desde afuera del complejo. El 10 de octubre reciente, Mahshid pudo por fin ir al Azadi y ver el enfrentamiento con Camboya: “Lloré de nuevo, pero de alegría esta vez”. Al negarles el acceso a los estadios, la nación no aprovecha la pasión incomparable que tiene el pueblo persa. “Es una locura mayor que en Brasil”, dice la adolescente Saghar. Y quizá tenga razón: en cada clásico entre Persépolis y el Esteghlal FC, más de 80 mil fanáticos acuden al Azadi. “Cualquier iraní le va a un equipo de la liga. ¡Yo veo todos los juegos de Persépolis, sin excepción!”, dice la joven. Pero como buena habitante del régimen islamista, Saghar no culpa a las autoridades. “Me siento agradecida con mi país porque nos dieron permiso de ver el partido. Respeto la ley de mi gobierno”, dice. Difícil de criticar al régimen, el miedo a ser vigilada en la calle y en las redes sociales la persigue en su intimidad. Un derecho entre miles La realidad es que en Irán no es más que un recuerdo lejano la época en la que las estudiantes andaban en faldas por los pasillos de la Universidad de Teherán. Ahora “los matrimonios precoces y forzados son muy frecuentes”, denuncia Mansoureh Mills de Amnistía Internacional. “Debería de existir un mecanismo de quejas para las víctimas de discriminación, violencia y acoso, debido a que la ley no penaliza la violación conyugal. Además, la edad de responsabilidad penal es de 9 años para las niñas y de 15 años para los niños. El Estado controla ferozmente los cuerpos de las mujeres”. Pero las libertades son reprimidas mucho más allá del futbol persa. Por ejemplo –dice la investigadora de Amnistía Internacional– se debe pedir permiso para salir del país, divorciarse y pedir empleo. “Las medidas relativas al uso del hijab comenzaron con el establecimiento de la república islámica”. Desde su exilio estadunidense, Masih Alinejad considera que la lucha tiene su futuro dentro de las fronteras. Está convencida de que los futbolistas y aficionados pueden movilizarse, pero también menciona que los equipos deberían compartir mensajes como “Irán, deja a las chicas entrar en los estadios de futbol”, o expresar su apoyo a las aficionadas, “como el Barcelona y la Roma lo hicieron cuando murió Sahar Khodayari”. Lo mismo puede suceder con las estrellas de la cultura popular, como pasó con la actriz Saba Kamali, quien corrió un serio peligro cuando comparó el sacrificio de Sahar Khodayari con el de los mártires chiítas del siglo VII, lo que le valió una orden de detención, según la agencia de noticias Fars. “Si la FIFA realmente está dispuesta a apoyar su causa, las mujeres mantendrán la presión”, dice Masih Alinejad. Ella apela a Gianni Infantino, quien encabeza la organización que rige al futbol mundial. “La FIFA habla de igualdad de género y promueve el futbol femenino, pero hasta entonces ha fracasado terriblemente frente al apartheid sexual de la república islámica”. En realidad, la ola de progreso democrático no sólo debe llegar al futbol. “Si nosotras nos activamos mediante la desobediencia civil, como ocurre con el movimiento que promueve quitarse el hijab en vía pública, entonces avanzaremos”. La sanción por ser vista en público sin el velo incluye una multa, arresto o, incluso, cárcel o la flagelación. Mientras las mentalidades evolucionan, Mahshid Meraji y sus compañeras se aferran a sus sueños y continúan la lucha: “Deseo que algún día pueda ver con mi hija un partido de futbol en el estadio”. Este reportaje se publicó el 3 de noviembre de 2019 en la edición 2244 de la revista Proceso

Comentarios