La COP 25: El naufragio de las buenas intenciones

jueves, 26 de diciembre de 2019 · 15:18

La cumbre climática COP 25, realizada en Madrid, fue decepcionante para la mayoría de las 196 delegaciones de Estados y territorios participantes, ya que no se logró apuntalar el Acuerdo de París de 2015 –uno de los objetivos– y ningún bloque regional consiguió avances en sus prioridades. En el caso de América Latina, Chile (país que presidió la conferencia) no pudo acercar a las partes, México tuvo una participación secundaria y Brasil se alineó con los principales emisores de carbono. En cuanto a la Unión Europea, tuvo que ceder ante el peso de China, Estados Unidos e India. De esa forma, la cumbre se clausuró sin un pacto.

MADRID (Proceso).- Dos momentos, uno al inicio de la vigésimo quinta Conferencia de las Partes (COP 25) de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC) y otro al cierre, ilustran la senda que siguió la reunión durante dos semanas de negociaciones duras y decepcionantes.

El primero ocurrió el 2 de diciembre, en la primera jornada de la COP en Madrid, cuando la presidenta de las sesiones, la ingeniera chilena Carolina Schmidt, aceptó la petición de los delegados africanos de reabrir el debate sobre cuál región es más vulnerable a las consecuencias de la crisis climática, cuestión presente por años.

Schmidt ignoró el llamado de varios bloques latinoamericanos a rechazar la petición –el representante de Honduras se quedó con la mano levantada pidiendo la palabra–. Las delegaciones latinoamericanas no se lo perdonaron y ese instante marcó el devenir de las tratativas, cuyo lema fue “Tiempo de actuar”.

La segunda instantánea ocurrió en el trayecto final de la COP, la tercera consecutiva que se realizó en Europa, cuando, ante el atasco de las negociaciones, Schmidt pidió el domingo 15 –día y medio después del hipotético cierre de las jornadas– que los negociadores enviaran los últimos borradores de los temas en formato digital, planteamiento que recibió una negativa rotunda.

Los días intermedios fueron una cadena de forcejeos entre las 196 delegaciones de Estados y territorios de la CMNUCC que calentó las instalaciones de la sede, la Feria de Madrid, en el noreste de la fría capital española. Una arista que volvió complejo el proceso fue la existencia de un país con la presidencia de la cumbre (Chile) y otro con el hospedaje (España).

Astrid Puentes, codirectora ejecutiva de la no gubernamental Asociación Interamericana para la Defensa del Ambiente y presente en la COP, menciona “un cúmulo de situaciones” que refleja la perspectiva de gobiernos fuertes, como Australia, Brasil y Estados Unidos, a los que “vimos en acción” en Madrid.

“Si bien algunos países latinoamericanos estaban activos, no había liderazgo fuerte que compensara el ataque respecto a los acuerdos que ya existían. La Unión Europea no está unida. Al corte de la primera semana, nos dimos cuenta de que temas que considerábamos ya resueltos, como la inclusión de respeto a derechos humanos, eran muy problemáticos. Las cosas no iban a pasar como pensábamos”, relata Puentes a Proceso.

En la COP, América Latina no pudo liderar las negociaciones hacia resultados que respondieran a la emergencia climática, pues Chile careció de capacidad política para acercar a las partes, México envió una delegación de segundo nivel y Brasil se alineó ahora con los sospechosos usuales de obstruir cualquier avance. La Unión Europea (UE) tampoco pudo imponer su peso colectivo frente a China, Estados Unidos o India.

Desde el principio llamó la atención la ausencia de los presidentes de Estados Unidos, el empresario conservador Donald Trump; el de Rusia, Vladimir Putin; de India, Narendra Modi; de China, Xi Jinping; de Brasil, Jair Bolsonaro, y el primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, en la apertura de la cumbre, síntoma del desinterés por fortalecer el Acuerdo de París (AP), firmado en la capital francesa en diciembre de 2015.

El 4 de noviembre último, Mike Pompeo, secretario de Estado de Estados Unidos, anunció que su país iniciaba ante la Convención el proceso formal para retirarse del acuerdo –una promesa de Trump durante la campaña electoral de 2016–. En París, los países se comprometieron a mantener el calentamiento global en 1.5 grados centígrados y para lo cual presentaron en 2016 metas voluntarias de contracción de las emisiones.

En Madrid se dieron cita más de 27 mil personas, entre unos 50 jefes de Estado y de gobierno, mil 500 periodistas y representantes de 196 delegaciones oficiales y de organizaciones de la sociedad civil.

Las negociaciones se centraron en el financiamiento a las políticas climáticas nacionales, las reglas para el mercado de reducción de emisiones –plasmadas en el artículo 6 del AP de 2015–, la actualización de las disminuciones nacionales de emanaciones y los recursos del Mecanismo Internacional de Varsovia sobre Pérdidas y Daños, diseñado para ayudar a las regiones azotadas por las secuelas del colapso climático.

Chile presume de haber alcanzado siete de ocho acuerdos fundamentales, pero el debate radica en su contenido y cómo se llegó a ellos.

Señales proféticas

En la primera semana de las COP las delegaciones trabajan en los aspectos técnicos de los textos, para que en la segunda arriben los políticos para negociar y decidir al respecto.

La plenaria de la madrugada del sábado 7 alrededor del formato, contenido y la transparencia de los reportes nacionales de las reducciones comprometidas ante el Acuerdo de París, ilustró cuál sería el devenir de la cumbre. En esos debates, China presionó para que el tema se discuta en la sesión intermedia en Bonn de junio próximo.

Durante dos horas, países y bloques como Australia, Canadá, Estados Unidos, la Unión Europea, Japón, los pequeños estados insulares y las naciones latinoamericanas le pidieron al francés Paul Watkinson, presidente de la sesión y director saliente del Organismo Subsidiario de Asesoría Científica y Tecnológica de la CMNUCC, que no clausurara sin un arreglo y les diera más tiempo para negociar. Con el respaldo de India y el grupo africano, China logró su cometido: cerrar la reunión sin un pacto.

El lunes 9 dio más indicios de las posturas distantes entre los miembros de la CMNUCC sobre los temas sensibles.

En un foro sobre el artículo 6 del AP que estipula la creación de un mercado de carbono (CO2), el gas generado por las actividades humanas que ocasiona el recalentamiento planetario, varios negociadores expusieron las diferencias existentes, en una exposición regidas por las reglas de Chatham House: la difusión de los puntos de vista sin atribución directa.

Un negociador lamentó que los documentos habían vuelto “a la casilla de salida” y que las posiciones se habían endurecido. La perspectiva se veía desalentadora.

La presidencia de la COP también se enemistó con redes de organizaciones de la sociedad civil, eco de la crisis política por la que pasa Chile desde octubre pasado. Schmidt se entrevistó en al menos tres oportunidades con esos colectivos para revisar el estado de las negociaciones y acordar las manifestaciones pacíficas dentro del recinto. Pero la dirigente chilena no quería que la Red de Acción Climática Internacional (CAN, por sus siglas inglesas) anunciase al Fósil del Día, el enemigo del planeta, designación que recayó en Brasil por sus políticas antiambientalistas.

De hecho, una manifestación pacífica el día 11, antes de la primera plenaria, que acabó con la expulsión de más de 200 personas de la cumbre por romper las reglas de la COP, tensó más la relación con la presidencia chilena. Luego, casi todos recuperaron su acreditación.

Hubo más desencuentros similares, como cuando la secretaria de la CMNUCC, la mexicana Patricia Espinosa, trató en vano el 5 de diciembre de prohibir la distribución del boletín ECO, elaborado por CAN para informar diariamente de las discusiones, con el pretexto de que la COP quería ser sostenible y evitar el uso excesivo de papel.

La plenaria del 11 de diciembre encerraba la esperanza de alcanzar acuerdos y enderezar la nave global hacia metas de reducción de contaminación más profundas. Pero no era una expectativa realista, pues los mayores emisores del planeta no estaban dispuestos a hacerlo y las propuestas resultantes distaban de lo que el Acuerdo de París, que empezará a operar en 2020, necesita para su cumplimiento.

En el filo

Conforme fluyeron los textos sobre mayor ambición, financiamiento y el artículo 6, fue patente que la ruta hacia la clausura de la COP era difícil.

Esos documentos no pretendían urgir a los países a mejorar sus Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDC, en inglés), el conjunto de políticas voluntarias adoptadas por cada nación para cumplir con el AP, a incrementar el financiamiento para los Estados menos desarrollados para enfrentar los efectos de la crisis climática ni a nuevas fuentes de recursos.

En al menos dos ocasiones el secretario general de la ONU, el portugués Antonio Guterres, urgió a los países a incrementar la ambición y responder a la emergencia, pero sus palabras cayeron en oídos sordos.

El jueves 12, el beliceño Carlos Fuller, negociador en jefe de la Asociación de Pequeños Estados Insulares (AOSIS, por sus siglas inglesas), un grupo de territorios muy vulnerables a las secuelas de la crisis climática, alertó en una rueda de prensa sobre el riesgo de hacer concesiones en temas que “socavarían la plena integridad del Acuerdo de París”.

Los villanos de la reunión ya tenían nombre y rostro: Australia, Arabia Saudí, Brasil, China, Estados Unidos, Japón y Rusia.

Schmidt fracasó varias veces en la construcción de consenso –esa es la modalidad de las negociaciones climáticas– con varios borradores de la declaración final, que fue titulada Chile-Madrid. Tiempo de Actuar.

Conforme se aproximaba el cierre de las tratativas, quedó claro que Chile prefería obtener cualquier conclusión que salir con las manos vacías, deseo cuestionado por muchas delegaciones y OSC. La presidencia partió de los objetivos más bajos, cuya negociación sólo la debilitaría, en vez de buscar los más ambiciosos y así negociar un mejor resultado.

Para Puentes, el momento crítico de la COP abarcó las últimas 36 horas, a partir del viernes. “No sorprendía que se prolongara hasta el sábado, como ha ocurrido siempre. Pero fue excesiva la dilación hasta el domingo”, afirma.

Los negociadores dedicaron la madrugada y la mañana del sábado a mejorar la cuestionada propuesta chilena.

En la recta final, Teresa Ribera, la ministra española para la Transición Ecológica y veterana de las COP, entró al quite y, si bien allanó acuerdos en la declaración final, no pudo enderezar el camino. Ello permitió alcanzar siete arreglos, pero no en el trascendental artículo 6. Así, fue la cumbre más larga, seguida por la COP 17 escenificada en la septentrional ciudad sudafricana de Durban en 2011.

En una sesión a puerta cerrada el sábado en la mañana para superar los obstáculos, quedaron fuera los pequeños estados insulares, lo cual desató protestas airadas. Una maniobra similar de los países más desarrollados desbarrancó en 2009 la COP de Copenhague.

Al mediodía de ese sábado, las OSC efectuaron su propia plenaria de cierre, en la cual cuestionaron el bloqueo de los mayores contaminadores a avances y el debilitamiento del AP.

En las primeras horas del domingo salió una nueva versión sobre las reglas del mercado de carbono con menos brechas, pero los países fueron incapaces de lograr un consenso y postergaron el tema para 2020, cuando habrá sesiones intermedias en Bonn e Italia. Este reportaje se publicó el 22 de diciembre de 2019 en la edición 2251 de la revista Proceso

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