'Una falacia” que el Tren Maya sea neoliberal: Fonatur

jueves, 26 de diciembre de 2019 · 14:44

El arquitecto Rogelio Jiménez Pons, director de Fonatur y encargado de promover el Tren Maya, responde en entrevista a las acerbas críticas que suscitó el megaproyecto emblemático del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, sobre todo porque, según sus detractores, repite los esquemas proempresariales de las anteriores administraciones. A decir del funcionario, la principal diferencia es que este gobierno es de izquierda y privilegia la inclusión de las comunidades locales en el desarrollo.

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Milardy Douglas Rogelio Jiménez Pons, el director del Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur), asegura que el modelo del Tren Maya llevará a las empresas hoteleras e inmobiliarias a tener socios “locales” para desarrollar sus negocios en la Península, “y este socio, por primera vez, va a decir ‘bienvenido el dinero’”.

A lo largo del último año, el funcionario se dedicó a recorrer los cinco estados de la Península de Yucatán, donde promovió incansablemente el megaproyecto emblemático del gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

De visita en Mérida el viernes 6, donde sostuvo reuniones con autoridades y dueños de medios locales, Jiménez Pons asegura a Proceso que el Tren Maya detonará el desarrollo de la región sureste de México; recita con un ritmo rápido un discurso ensayado y batea las críticas de sus detractores, quienes ven el tren como una ampliación del modelo de Cancún.

“Es muy fácil prejuiciar, decir que se van a repetir los mismos errores terribles que se han cometido… Nada más se les olvida que somos un nuevo gobierno, que es un cambio total de régimen: nosotros, para empezar, somos un gobierno de izquierda.”

–Ustedes se presentan como de izquierda. Las comunidades locales han visto pasar muchos gobiernos y, en términos prácticos, se les ha pedido lo mismo: entregar tierras para proyectos de desarrollo…

–¿Entregar? –corta Jiménez Pons–. Ahí está la falacia, se los he dicho muchas veces: te estás quedando con las tierras, no estás entregando. Te sientas al lado mío y vemos lo que podemos hacer juntos. No me estoy agandallando tu tierra, entiéndelo. Te quedas conmigo.

Desde su punto de vista, “hay una amarga experiencia en México de lo que no se debe hacer, y es Acapulco: se privilegió una costera, unos hoteles de lujo, y lo demás que se hagan bolas”. Agrega que “la expresión más clara del neoliberalismo en la Rivera Maya” se expresa en la especulación y el despojo de tierras.

“Donde había grupos originarios los quitaron, les compraron –enfatiza el funcionario–. Antes los sacabas a bayonetazos, ahora se civilizó: los compras y los desplazas. Eso ya se acabó, se tiene que acabar (…) mucha gente critica, está bien que sea crítica, lo único que pedimos es que sea crítica objetiva, mas no prejuiciosa. ¿Por qué dicen que vamos a hacer lo mismo que Cancún? Fonatur ya cambió”, asevera.

“Socios” originarios

Próspero empresario, Jiménez Pons hizo negocios en las últimas cuatro décadas en los sectores del urbanismo –encabezó, por ejemplo, el megaproyecto Tabasco 2000–, el hotelero y el turístico; impulsó entre otros la Ruta Maya, ahora conocida como Mundo Maya.

El arquitecto, egresado de la UNAM, está convencido de que las ciudades son un “modelo de la civilización” y que el ordenamiento territorial, combinado con los ingresos del turismo, resolverá los problemas de marginación en la Península de Yucatán.

“Conforme aumente el nivel de urbanización en los países, la población dispersa empieza a integrarse y le es más fácil acceder a servicios como en temas de salud, educación, empleo, producción; en sí, las ciudades son modelo de la civilización para integrar y facilitar el acceso a muchos beneficios, mucho bienestar. Cuando tienes muchos elementos dispersos, como es el caso de Chiapas, la población está dispersa, no puede llegar a los servicios de salud y demás, pues tienes indicadores muy dolorosos”, sostiene.

Por ello, aparte de los mil 425 kilómetros de vías, el Tren Maya contempla la creación de “polos de desarrollo”, que según Jiménez Pons serán “ciudades nuevas o complementarias” de mil hectáreas, ubicadas alrededor de las estaciones del tren y conformadas por hoteles, comercios y viviendas, con capacidad hasta para 50 mil personas.

Al preguntarle por qué estos nuevos asentamientos no fueron mencionados en las asambleas informativas sobre el Tren Maya, que el gobierno federal llevó a cabo en 15 comunidades indígenas de la península como parte de su proceso de consulta, Jiménez Pons admite: “Porque todavía está en proceso todo”.

El Fonatur pretende que los ejidatarios se vuelvan “socios” de los proyectos inmobiliarios en las nuevas ciudades, es decir, que aporten sus terrenos en fideicomisos cuya duración es de 100 años, mientras inversionistas privados aportan el capital para la construcción. Dentro de estos fideicomisos la tierra se convierte en un “certificado de participación”, indica Jiménez Pons.

“Viene un hotel ad hoc al desarrollo, no va a venir el Meliá a hacer un all inclusive, va a venir un hotel boutique o un hotel modesto; tú lo metes con dos opciones: o te asocias con él, o se asocia contigo más bien; o te renta. Pero tú no pierdes la propiedad en ninguna de estas dos alternativas (…) Yo pongo la tierra, tú pones el proyecto, tú te quedas con 70% y yo con 30%, pero tu participación en precio va subiendo tu nivel de valor”, explica.

Abunda: “Tú vas a recibir la plusvalía del plan que estoy generando. Si valía 100 pesos por metro cuadrado, en el momento en que firmamos el convenio ya vale 200. Ahí te va, ¡bum! Tú no vendes para nada, siempre tienes tu parte de garantía que vas a recibir rentas o participaciones. Si vendes, vendes después un pedacito de tu certificación, no de tu tierra.

“Cuando tú llegas a cierto nivel, y si todo madura conforme al mercado y todo está bien hecho, damos un brinco importante, que es meter esto en una Fibra (Fideicomiso de Infraestructura y Bienes Raíces), o sea bursatilizar. En este momento esta gente gana mínimo, mínimo, dos veces y media lo que tenía ganado; si subió a 300 pesos, puede ir a mil pesos.

“Eso implica que tú vendes un tercio para que te hagas una casita o te vayas de vacaciones, o haz lo que quieras. O mete a tus hijos a un programa de capacitación (…) Es fundamental: el empoderamiento de los grupos indígenas es su tierra.”

–En estos polos de desarrollo se plantea un mismo modelo de hoteles, comercios y desarrollos inmobiliarios –se le comenta.

– ¿Y cómo vamos a garantizar que haya empleo? ¿Cómo garantizamos que la gente se incorpore económicamente al desarrollo? ¿Cómo garantizamos que este potencial de desarrollo tenga en lo práctico una nueva viabilidad económica, si no es través de nuevos hoteles?

Y precisa: “No hablamos del all inclusive convencional, sino de nuevas formas de turismo ambiental, étnico, de ecoturismo y otro tipo de cosas, y hablamos también de otro tipo de desarrollo”.

Modelo integral

En los años setenta, Fonatur impulsó el desarrollo de Cancún como destino turístico; cinco décadas más tarde, la ciudad costera es un desastre ambiental y social; representa, según Jiménez Pons, un “error que no podemos repetir”.

“Cancún, al igual que muchos lugares de Fonatur, siempre pecó de excluyente: en Cancún tienes la opulencia en un lado y la miseria por otro lado. No puede ser, y esto es por la falta de una visión integral de desarrollo (…) ¿Cuál fue el error fundamental de Cancún? No integración social e irresponsabilidad ambiental; estas cosas ya no pueden pasar.”

Y suelta: “Hay que pensar mucho más a futuro. Estos modelos de sobreexplotación, de sobrecarga, ¡Ya no funcionan!”

–Habrá estaciones del Tren Maya en lugares ya sobreexplotados –se le plantea.

–Pero hay que empezar a redistribuir la gente. Por acá, fuera de esta jugada, donde podamos sanear el desarrollo; con crecimiento razonable… bueno, hacer bien las cosas, que tengas calles con árboles, sombras, una proporción sana de elementos.

Jiménez Pons rechaza las críticas según las cuales el Tren Maya promueve un modelo de desarrollo neoliberal, basado en las ganancias de las grandes empresas y la explotación de la población local como mano de obra:

“¿Qué tiene de neoliberal esto? ¡Nada! ¿Qué tiene de neoliberal que tú dejes a los dueños originarios de la tierra y que tengan modelos de participación distintos, y modelos de explotación muy acotados?

“Si las familias empiezan a recibir dinero por sus tierras, y pueden canalizarla para la preparación de sus hijos, que ya no sea la servidumbre, que sean labores para nuevas alternativas de desarrollo para estos muchachos; que participen en otro nivel, es factible en la medida en que tengan una plataforma económica que les permita escalar en una visión más integral de desarrollo. Y la base es su tierra.”

Después concede que los primeros empleos que generará el Tren Maya entre los habitantes de las comunidades serán en la construcción y luego en los servicios de turismo, una industria “que es muy generadora”, pero insiste: “El objetivo es el desarrollo integral”.

El funcionario califica de “simplista” el argumento de que el Tren Maya solamente plantea el transporte de turistas, como se planteó en un principio. “Un solo estado domina el turismo, es Quintana Roo. ¿Los demás qué actividad tienen? La agroalimentaria”, dice.

“El programa importante, en el fondo, es llevar trabajadores, llevar gente, llevar mercancías, llevar una serie de componentes que la tecnología nos permita, y ya tenemos programas agroalimentarios: centros de acopio, cadenas de frío… Todo esto se está trabajando también con la Secretaría de Agricultura, con la Secretaría de Bienestar, con este tipo de dependencias. Ese es el Tren Maya”, subraya.

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De acuerdo con la información que Fonatur proporcionó en las asambleas de noviembre pasado, el gobierno federal aspira a que el Tren Maya se financie en 70% con el transporte de carga y en 30% con el traslado de turistas. De igual forma, contempla que los habitantes de la Península de Yucatán se beneficiarán de una tarifa especial, cuyo precio “sería equivalente para los locales a una combi; porque tienen que hacer servicio social”, dice Jiménez Pons.

En las asambleas informativas, el Fonatur no detalló cómo planea obtener los recursos del transporte de carga; las voces críticas advierten que el gobierno federal piensa financiar el proyecto mediante el traslado de los productos de las grandes industrias de la región, entre ellas las refresqueras y cerveceras, las granjas agrícolas y avícolas, o las grandes productoras de soya transgénica, todas responsables de graves daños ambientales.

Jiménez Pons reconoce de manera evasiva que “no podemos negarles el acceso a un sistema de transporte”, pero insiste en que el Tren Maya pretende detonar la producción en las comunidades y fomentar el surgimiento de industrias locales. “Ellos lo van a usar, seguro –comenta–; es para todos. pero me interesa que lo usen los pequeños productores de Chiapas, Tabasco, de Campeche”.

–¿Quiénes tienen los recursos para enviar sus cargamentos por tren?

–Los grandes, y los chicos también. Te voy a decir por qué: los chicos tienen una escala de producción que va a ser muy interesante, que tiene mercado en las zonas de consumo: la comida orgánica.

Sin embargo, cuando se le pregunta si ya tiene mediciones para determinar cuánto aportarán las grandes industrias y los pequeños productores, el funcionario se muestra, de nuevo, poco preciso. “Sabemos que el mercado que tú mencionas (las grandes empresas) ya existe. Está bien. Pero a mí me interesa el otro productor, que tengo que incorporar. El otro ya está, y qué bueno que esté”.

Respecto al turismo, afirma que “sí va a pagar, porque ahorita tenemos hotelería de alto nivel ahí, y lo tendremos, y el turismo que va a llega al Usumacinta también tiene que ser un turismo refinado, pero también de aventuras”.

Zapatismo

“¿Por qué se pierden las reservas de biósfera en todo el país? Por algo que es común a todos los bosques de Monarcas, a Montes Azules, el Ajusco… la marginación y el abandono. Y que la gente voltea por otros lados porque hay corrupción, porque sacan toda la madera con certificados chuecos”, deplora el titular de Fonatur.

“A nosotros nos criticó mucho el zapatismo, dice que vamos a destruir la selva”, admite, en referencia al repudio que expresó en reiteradas ocasiones el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) hacia el Tren Maya, como sucedió en su aniversario 25, celebrado el pasado enero.

En contraparte, Jiménez Pons expone que “la selva zapatista, que es Montes Azules, la Selva Lacandona, ¿sabes con qué promedio anual se ha ido perdiendo en los últimos 25 años? Diez mil hectáreas anuales. Entonces que no nos digan que no tenemos una estrategia de atención específica a la gente… Posiblemente no la conozcan, porque no nos hemos sentado con los zapatistas, pero si no sacas a la gente de la marginación va a seguir comiendo, como la humedad, va a seguir penetrando y fastidiando. ¿Qué hay que hacer? Atender esta gente”.

Y recalca: “El zapatismo, delante de sus narices… no digo que ellos sean responsables…, la marginación ha creado la pérdida en esa zona de Chiapas de 10 mil hectáreas anuales, nada más ahí”. Esta entrevista se publicó el 22 de diciembre de 2019 en la edición 2251 de la revista Proceso

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