Europa: Aquí también sangra el periodismo

sábado, 7 de diciembre de 2019 · 11:32

Al igual que en América, en Europa los casos de corrupción y de fraude son la sombra detrás de los homicidios de periodistas. En entrevista con Proceso, algunos profesionales del periodismo que viven bajo amenaza relatan la situación que padecen en sus países. En casos como Italia, por ejemplo, unos 20 reporteros están bajo resguardo y 200 han recibido amenazas que la policía califica como “preocupantes”.

 

ROMA (Proceso).– Manuel Delia es un conocido bloguero maltés que puede presumir de tener bastante sangre fría. En los últimos dos años, por sus artículos y actividades en defensa de la libertad de prensa, fue amenazado por el hijo de un importante funcionario del Partido Nacionalista maltés (centroderecha), al que ahora un juez le ha emitido una orden de restricción.

  Delia también se ha visto obligado a denunciar una agresión física contra su mujer, atacada cuando dejaba flores en homenaje a la periodista Daphne Caruana Galizia, asesinada en 2017 en un atentado con coche-bomba. El crimen ha sido vinculado al Ejecutivo maltés del laborista (centroizquierda) Joseph Muscat; la víctima investigaba la corrupción en esta isla del Mediterráneo.

“Lo cierto es que el asesinato de Daphne nos ha dejado muy afectados. Creo que sólo ella era consciente del alcance del problema en esta isla. Había entendido que este lugar se ha convertido en un gran centro de blanqueo de capitales y fraudes de todo tipo. Por eso la asesinaron”, explica Delia en entrevista telefónica desde La Valeta, capital de Malta.

 

“La cuestión es que ahora ya casi no quedan periodistas de investigación; serán una media docena, no más, que no pueden confiarse de la protección del Estado. ¿Por qué? ¡Porque no existe una diferencia clara entre el gobierno y el Estado!”, asegura. Caruana Galizia señalaba en su blog (Running Commentary) a miembros del Ejecutivo de Muscat, agrega.

 

En las últimas semanas, la investigación por el asesinato de la periodista tuvo sobresaltos. El miércoles 20 fue detenido un empresario al que Galizia investigaba, Yorgen Fenech, como uno de los presuntos autores intelectuales del crimen. Seis días después dimitieron dos ministros y el jefe del gabinete del gobierno, Keith Schembri.

 

La familia de la reportera consideró el desenlace una buena noticia, aunque instó a las autoridades a descubrir las “actividades criminales de larga data y a gran escala” de Schembri.

 

Matthew, hijo mayor de Galizia, quien también es periodista, denunció que el asesinato de su madre llegó tras múltiples ataques incendiarios, amenazas y otros actos de intimidación contra su familia. Estas agresiones, explicó, se repetían cada vez que la mujer investigaba casos de corrupción y otros delitos financieros en la isla.

 

Reporteros Sin Fronteras (RSF) recientemente lanzó una alarma en una Europa que hasta ahora se suponía era segura para informar, al subrayar que el problema no es sólo de las partes meridional u oriental del continente.  

“Aunque Europa sigue siendo el continente con mayores garantías para la libertad de prensa, los periodistas de investigación enfrentan cada vez más obstáculos para realizar su trabajo”, puntualizó RSF en su informe de 2019.  

“Agresiones físicas y verbales, intentos de asesinato, homicidios… Los periodistas europeos padecen múltiples presiones y formas de intimidación, así como un acoso judicial creciente”, escribió RSF en el documento ¿Se ha roto un dique?   El caso Italia

El periodista siciliano Paolo Borrometi, nacido en Ragusa hace 36 años, es un ejemplo de carne y hueso. En los últimos seis años casi nunca ha estado solo. Por escribir sobre la mafia en Italia, vive escoltado por cinco agentes que lo acompañan perennemente y limitan sus desplazamientos. Es el precio a pagar para alguien que, por sus textos, ha sido condenado a muerte por cinco familias mafiosas (cuatro de la Cosa Nostra y una de la Ndranghetacalabresa).  

“No hay que olvidar que la mafia empezó a poner bombas en 1983 cuando asesinó a (el magistrado antimafia) Rocco Chinnici”, dice Borrometi en entrevista.  

Sin embargo, a diferencia de Galizia, Borrometi sí recibió escolta, una protección que el Estado italiano ofrece a quienes sufren amenazas que pueden desembocar en un peligro para su vida.  

“En Italia son unos 20 los periodistas que están bajo escolta y 200 los que han recibido amenazas calificadas por la policía como preocupantes”, explica el reportero italiano, también presidente de una asociación dedicada a la libertad de expresión, Articolo21.  

“Italia es uno de los países europeos con el mayor número de periodistas muertos en el último siglo, la mayoría asesinados por las mafias”, lamenta.  

Los últimos dos periodistas en recibir escolta en Italia fueron Nancy Porsia y Nello Scavo, a quienes la policía protegió luego de que recibieran amenazas por haber publicado que uno de los mayores traficantes de inmigrantes libios participó en una reunión con autoridades italianas en 2017. “Estoy muy preocupado, pero soy consciente de lo importante del trabajo de Scavo”, dijo Marco Tarquinio, director de Avvenire, el diario de los obispos italianos donde ese periodista trabaja.  

En el caso de Borrometi, la escolta llegó luego de que intentaran incendiar su casa. Antes se había ocupado durante años de los negocios secretos y los vínculos de las organizaciones criminales con la política. Recibió decenas de amenazas y fue víctima de vandalismo. En abril de 2014 dos encapuchados lo atacaron en su casa en Sicilia y le desgarraron los músculos del hombro, dejándole lesiones que aún le causan molestias.  

Pero Borrometi no se ha rendido. Siguió escribiendo. Publicó nombres, cifras y cantidades, llegando a revelar que una de las empresas que cultivaban el famoso tomate de Pachino de Italia era propiedad de los hijos de dos mafiosos. Uno de ellos, incluso, participaba en este altamente rentable negocio pese a sus antecedentes penales. La denuncia puso en alerta a la policía, que empezó a investigar. Poco después el Ministerio de Agricultura italiano les retiró la patente, con lo cual se les impidió seguir vendiendo.  

Furiosa, la mafia no se echó para atrás. Y, en marzo del año pasado, cuando Borrometi ya llevaba una existencia bajo escolta y alejada de su familia, las autoridades italianas interceptaron una conversación telefónica entre algunos mafiosos en la que hablaban de un complot para asesinarlo.  

–Ese es un dato inquietante, ¿no cree? A usted también la mafia lo quería asesinar con un coche-bomba, como a Caruana Galizia.  

–Pues sí… En marzo del año pasado la policía grabó esa conversación. Decían que “de vez en cuando” hay que matar a algún periodista, que eso sirve también para enviar una señal y generar miedo en los periodistas que quieren investigar.  

–¿También el homicidio de Daphne tenía este objetivo?  

–Tenemos que esperar a que termine la investigación de las autoridades maltesas. Pero yo creo que sí, que también existía este objetivo. Buscaban generar miedo, evitar que otros siguieran el mismo camino de Daphne y se pusieran a investigar los errores del estado de derecho en esta isla. Castigar a uno para educar a cientos.  

Sin embargo, de momento, el plan afortunadamente ha fallado. Borrometi no sólo sigue hoy escribiendo sobre la mafia. También se comprometió a ayudar a los periodistas que sufren situaciones similares en otros países de Europa. Así fue como se involucró también en el caso de Galizia, por la que hizo varios viajes al extranjero, en particular a naciones de la Unión Europea para exigir presiones sobre el gobierno y la justicia de Malta.

Bulgaria, Chipre y Eslovaquia

Stelios Orphanides es un periodista de 54 años con experiencia en medios internacionales, que en octubre de 2018 abandonó su país, Chipre (la parte de la isla reconocida por la comunidad internacional). Se mudó a Bosnia, donde ahora vive y trabaja para el equipo de investigación Organixed Crime and Corruption Reporting Project, una plataforma sin fines de lucro que se dedica a investigar grandes casos de corrupción y crimen organizado en la región.  

La razón de su traslado, sin embargo, no tiene que ver con el entusiasmo de una nueva oportunidad laboral.  

Orphanides explica en entrevista que abandonó Chipre luego de que una de sus fuentes fuera agredida y él fuera sometido a una campaña de difamación e insultos por parte de funcionarios del gobierno, por sus artículos sobre casos de corrupción y lavado de dinero.  

Desde 2016 redoblaron la presión sobre él tres pleitos judiciales presentados por algunos de los turbios protagonistas de sus reportajes, entre ellos un abogado vinculado con un oligarca ruso y gestores de un banco, sospechosos de negocios con grupos terroristas de Medio Oriente.  

“Es otro tipo de intimidación. Lo explico con otro ejemplo. El diario en el que yo trabajaba fue comprado este año por el abogado que me demandó”, cuenta.  

“En Chipre no hay libertad de prensa. En Chipre todo es corrupto. La policía es corrupta. Todas las instituciones, quizá con la excepción de la universidad, son corruptas”, asevera. “Ese es el problema. Por eso apenas hay periodistas libres. Porque si alguien los amenaza, no tienen dónde acudir para pedir protección. Es una situación muy frustrante e inquietante”.  

Orphanides, como también los periodistas de investigación de Malta, dedicaron mucho tiempo a indagar sobre las llamadas “visas doradas”, con las que algunos países europeos –entre ellos Malta y Chipre– otorgan la residencia temporal o la nacionalidad a ciudadanos extracomunitarios que realizan grandes inversiones, como la compra de viviendas de lujo.  

En enero último la Comisión Europea alertó de los peligros de seguridad para la Unión Europea sobre la posibilidad de que estos mecanismos permitan el uso de esas visas para cometer delitos financieros, como la evasión fiscal o el lavado de dinero.  

La corrupción y el fraude también han sido las sombras detrás del reciente asesinato de una periodista búlgara, Viktoria Marinova, de 30 años y cuyo cadáver –con señas de violación y estrangulamiento– fue encontrado en octubre de 2018 en un parque de Ruse, la ciudad en la que vivía y trabajaba.  

El asesinato de Marinova ocurrió poco después de que la periodista emitiera en el programa de televisión de la cadena TVN un reportaje sobre una historia de corrupción ligada a fondos de la Unión Europea, destinados al país y supuestamente malversados por una red de políticos y empresarios locales. Aunque las autoridades detuvieron al presunto asesino, y sugirieron que el caso podría no tener que ver con su muerte, la opinión pública local y asociaciones de periodistas han continuado el reclamo de que se haga justicia.  

Más conocido aún es el caso de Jamal Khashoggi, cuya muerte se produjo en 2018, un año –junto con 2017– particularmente nefasto para la prensa en Europa.

Antes de Khashoggi –quien fue brutalmente asesinado y desmembrado en la embajada saudita en Estambul–, no tuvo eco en el extranjero el homicidio de Saeed Karimian, de 45 años y quien fue asesinado el 19 de abril de 2017 en esa misma ciudad turca.  

Sin embargo, también su homicidio fue brutal. Karimian murió a manos de algunos hombres con pasamontañas que lo balearon. Su cadena, la GEM TV, difundía contenidos periodísticos de canales occidentales en el idioma farsi. Por eso Karimian incluso había sido condenado “en ausencia” en Teherán, por “difundir propaganda” contra Irán.  

Otro caso es el del eslovaco Ján Kuciak, un joven cronista de 27 años, quien también escribió sobre corrupción y otros tejemanejes de la política con los poderes económicos. El 25 de febrero de 2018 fue asesinado a tiros en su casa de Velka Maca, cerca de Bratislava, junto a su novia, Martina Kusnirova. Su última investigación había sido sobre una presunta red de corrupción que involucraba a políticos y empresarios de su país que se sospecha estaban involucrados con la Ndrangheta, mafia considerada una de las más peligrosas de Europa.  

El homicidio causó manifestaciones multitudinarias en Eslovaquia que finalmente desembocaron en la renuncia del entonces primer ministro, Robert Fico, quien había llamado a los periodistas “sucias prostitutas antieslovacas”, “idiotas” y “hienas”, como denunció RSF.  

Por ese asesinato, en octubre fueron imputadas cuatro personas, entre ellas un influyente empresario, Márian Kocner, protagonistas de un artículo sobre corrupción de Kuciak y el presunto autor intelectual del homicidio, según los jueces eslovacos. Pero eso sólo podrá confirmarlo la justicia eslovaca.  Este reportaje se publicó el 1 de diciembre de 2019 en la edición 2248 de la revista Proceso

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