Alegna González, el éxito detrás de la soledad

domingo, 10 de marzo de 2019 · 10:03
Premio Nacional de Deportes 2018, Alegna González Muñoz se definió por la marcha desde los 15 años cuando entrenaba en una pista en penumbras en su natal Ojinaga. Invicta, considerada la mejor marchista juvenil en la historia de México, cuenta en entrevista las dificultades que el deporte le exige sortear y el secreto para mantener una destacada carrera rumbo a los Juegos Olímpicos de Tokyo 2020. Revela: “He estado a punto de tirar la toalla… pero siempre hay un poco más para dar”… CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- La Venta, Parque Nacional del Desierto de los Leones, al poniente de la Ciudad de México. Altitud: dos mil 700 metros; 7:35 horas de febrero, 15 grados centígrados. La campeona mundial juvenil de los 10 mil metros de marcha, Alegna González Muñoz, comienza su calentamiento.  Le esperan 20 kilómetros de subidas y bajadas sobre la carretera que cruza el bosque. El recorrido le tomará una hora y 45 minutos marchando a un ritmo constante.  La acompañan Valeria Ortuño, medallista de plata en los Juegos Olímpicos de la Juventud de Nanjing 2014 y bronce en la Copa Mundial de Roma 2016; César Córdoba, de 16 años, primer lugar mundial de la categoría sub 18, y Virgilio Galindo, de 24 años, empecinado con esta disciplina.  Es la etapa de entrenamiento en la que se trabaja la resistencia. Al grupo de marchistas del entrenador Ignacio Zamudio les toca sesión de volumen. Caminar y caminar. Resistir. No hay pausas ni para hidratarse. Zamudio se baja de la camioneta que los acompaña durante el recorrido para entregarles en mano las botellas de Gatorade. Se apresura a darle a uno y a otro.  Los cuatro marchistas se acompañan hasta que en la pendiente más pronunciada Córdoba y Galindo se adelantan. Unos metros más Ortuño sigue firme. Alegna se rezaga, se queda sola. Las piernas le pesan. Caminar. Resistir. Desde la camioneta a vuelta de rueda Zamudio le acerca la bebida hidrante. Un trago. “A Alegna le cuestan mucho trabajo las pendientes”, dice el entrenador. No hay señales del esfuerzo en el rostro de la atleta. Otro trago. La mirada extraviada. Siente dolor, pero no lo enseña. Sigue caminando. Resiste. Alegna sola en medio del bosque. La solitud de la marcha.  A Alegna le cuestan las subidas, pero en los recorridos planos es como una gacela. En el Campeonato Mundial por Equipos de Marcha, realizado en Taicang, China, en mayo de 2018, caminó el último kilómetro en 4:08 minutos. Iba en tercer lugar detrás de la ecuatoriana Glenda Morejón y de la japonesa Nanako Fujii. González se vislumbraba en el podio con una medalla de bronce cuando la australiana Katie Hayward la rebasó.  Faltaban 2 mil metros para completar los 10 mil del recorrido. Alegna caminaba a una velocidad de 4:30 minutos por kilómetro. Aceleró el paso. En un cierre espectacular cruzó la meta en primer lugar. Su registro fue de 45:08 minutos. Medalla de oro para México. Alegna, enorme sonrisa pintada en la cara, terminó la prueba como si no se hubiera esforzado.  “Se estaban definiendo los lugares en los últimos kilómetros y yo iba diciendo: ‘Ya tengo medalla, qué bueno’. Ya estaba conformándome cuando me alcanzó la de Australia. Ahí pensé en luchar por todo lo que he hecho. Si doy todo en los entrenamientos también voy a sacarlo aquí. Empecé a jalar y funcionó. Me gusta la velocidad. Es algo que he aprendido: nunca has caminado lo suficientemente rápido. Siempre hay un poco más para dar”, cuenta. Dos meses después, en julio, ocurrió una historia similar en el Campeonato Mundial de Atletismo Sub 20 en Tampere, Finlandia. Hasta la mitad del recorrido, González se mantuvo en el pelotón más grande. Las marchistas llegaron a los 9 mil metros con Glenda Morejón y la turca Meryem Bekmez en las posiciones uno y dos. Alegna era tercera.  En el último abastecimiento de agua las dejó atrás. Cuando faltaba una vuelta a la pista de atletismo se despegó. Camino sola el último kilómetro a una velocidad de 4:05. Detuvo el reloj en 44:13.88 minutos. Oro para México. Alegna González Muñoz, hija de madre soltera, 20 años, nacida en Ojinaga, Chihuahua, Premio Nacional de Deportes 2018. La mejor marchista juvenil mexicana de la historia. Todos los días, Alegna González salta de la cama a las seis de la mañana. Una camioneta de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade) recoge a las 6:30 horas al equipo de marchistas de Ignacio Zamudio en las instalaciones del Centro Nacional de Desarrollo de Talentos Deportivos y Alto Rendimiento (CNAR).  En el grupo también se cuentan Sofía Ramos, plata en los 5 mil metros en los Juegos Olímpicos de la Juventud de Buenos Aires 2018; Ximena Olivares, michoacana de 14 años, y Uziel Vázquez, vecino de la zona de La Merced que combina la marcha con su trabajo de cargador en la Central de Abasto.  Cruzan la ciudad de oriente a poniente y padecen el tráfico mañanero hasta llegar al Desierto de los Leones. Por las tardes, las sesiones de entrenamiento son en la pista del CNAR, donde Alegna González ha vivido desde hace casi cuatro años, cuando entre ruegos y reclamos obligó a su mamá a dejarla venir a entrenar con Zamudio.  Como un diamante  El grupo de marchistas está en fase precompetitiva. Preparan el inicio de la temporada 2019 que para Alegna González comenzará en abril, con el Meeting de Marcha en Podebrady, República Checa, el campeonato europeo más antiguo. Cambiará de categoría y competirá en la prueba de los 20 kilómetros.  Su prioridad este año es mejorar sus marcas y conseguir un buen resultado en la Universiada Mundial que tendrá lugar en julio próximo en Nápoles, Italia.  El 1 de marzo comenzó la tercera fase de preparación, que consiste en mejorar la velocidad y el ritmo de la marcha. El trabajo es recorrer distancias más cortas, pero más rápido: un tramo de mil metros caminando rápido y otros mil despacio. Muchas repeticiones con descanso de tres minutos hasta completar 10 kilómetros: alcanzará 180 pulsaciones por minuto en la parte más intensa del entrenamiento.  Alegna González, de 1.58 metros y 41 kilos que se reducen a 39 o 38 cuando está en su mejor forma deportiva. Su grasa corporal oscila entre 10% y 12% de su peso. Parece frágil, pero sus fibras musculares se sienten como el acero, sólidas como su carácter, como su capacidad de tolerancia al sufrimiento físico, la que le ha permitido caminar sin lesionarse unos 4 mil kilómetros en los casi cuatro años desde que cambió a su familia por el entrenamiento, por esas largas y hartantes sesiones de caminar y caminar sola, de resistir y aguantar.  Su etapa de maduración llegará en unos cuatro o cinco años. Su objetivo en Tokyo 2020 es clasificar y ser competitiva. Su misión en París 2024 es una medalla.  “Cumplir todas las sesiones de trabajo tan pesadas forja el carácter. Sus debilidades podrían estar en su físico, hay que cuidarla para evitar lesiones. Pero entre sus cualidades se cuenta la determinación. Es firme y tenaz. No se da por vencida y nunca se rinde. Hay etapas de maduración, no se puede ser campeona fácilmente cuando cambias de una categoría a otra. Hay que darle espacio”, explica Zamudio.  Son cuatro los hermanos González Muñoz: Yadira, Ricardo, Jesús Guadalupe y Juan David. Los tres varones estudiaron en Ojinaga para ser profesores de educación física. Yadira dio a luz a Alegna en 1999. Al fin mamá soltera, la niña se quedó a cargo de la abuela, María de los Ángeles Muñoz, Angelita, como la llaman sus conocidos. Yadira trabajaba 12 horas al día para solventar los gastos de sus dos hijos. Angelita hacía las veces de mamá ante la ausencia. Los tíos de Alegna fundaron un club de atletismo en el deportivo municipal de Ojinaga, una instalación maltrecha con una pista y unas cuantas canchas. Su sobrina cursaba el cuarto año de primaria y todas las tardes se la llevaban a entrenar. Entonces, la marcha ni figuraba en esa ciudad fronteriza bordeada por los ríos Bravo y Conchos.  Los ojinaguenses se burlaban del movimiento de cadera y piernas de quien lo practicaba. Era un movimiento de “gays”, decían. Y algunos remedaban la técnica de quienes se atrevían a ejecutarla. Decenas de chamacos se reunían todas las tardes en el club de los hermanos González. Se los llevaban a competir con recursos propios a carreras organizadas por iglesias y maquiladoras, sobre todo de Chihuahua.  Debido a los hasta 48 grados que se sienten en Ojinaga, los entrenamientos eran a las siete de la noche. Casi siempre les apagaban la luz y el trabajo era a oscuras. Entre las penumbras estaba Alegna, que desde los 15 años se definió por la marcha.  Su tío Jesús Guadalupe descubrió las cualidades de Alegna y comenzó a pulir el diamante. La niña recorría las calles de Ojinaga caminando sola, acompañada nada más por el tío que la entrenaba sin pensar que trabajaba con una futura campeona mundial juvenil.  Cerca del fin Ignacio Zamudio la vio por primera vez en la prueba de los 5 mil metros de marcha sub 18 en la Olimpiada Nacional 2015. Valeria Ortuño ganó esa competencia e impuso récord nacional. González, representando al estado de Chihuahua, terminó en el octavo sitio.  El entrenador quedó impactado por su técnica al caminar, suelta y natural. Puso atención en su elasticidad. Habló con ella y con su entrenador y tío materno. La invitó al CNAR, donde podría cursar el bachillerato y al mismo tiempo entrenar para, en poco tiempo, convertirse en una atleta de élite.  En un inicio, Yadira González le negó el permiso de mudarse a la Ciudad de México. Cómo cree una adolescente de 16 años que puede irse, así nomás, a vivir sola a mil 500 kilómetros de distancia. Así que le autorizó hacer un campamento de unos días y nada más.  En agosto de ese año, a Alegna le avisaron que todo estaba listo para recibirla en el CNAR. Sólo necesitaba el permiso por escrito y firmado de su mamá. Los González Muñoz le echaron montón a Yadira: que déjala ir, que es una gran oportunidad. La niña tiene talento, le va a ir muy bien. Que no le va a pasar nada, desde acá le echamos la bendición. Que tú vete, Alegna, no le hagas caso a tu mamá. Inténtalo… Y así hasta que Yadira aceptó. Viajó a la Ciudad de México, conoció las instalaciones y le dio permiso a su hija para quedarse.  Cuando se enteró de los logros de Valeria Ortuño y Yanelli Caballero, otra alumna de Zamudio y que fue campeona mundial juvenil en 2009, Alegna entendió que el deporte de alto rendimiento es más que una Olimpiada Nacional. Supo de las competencias centroamericanas y panamericanas, de los mundiales y de los Juegos Olímpicos. Y pensó: yo quiero ser como Valeria y Yanelli, y la idea de ganar ya nadie se la arrancó de la cabeza.  “Sentí muchas ganas de triunfar a nivel nacional e internacional y eso me dio mucho impulso, pero tres veces he estado a punto de tirar la toalla. Ya estaba harta de entrenar, de la misma rutina y de no ver a mi familia ni en vacaciones. Veía que mis amigos publicaban sus fotos o mi propia familia reunida en festejos, como Navidad, y yo acá entrenando sola. La marcha es un deporte de resistencia y también muy solitario. He tratado de dejar de lado esas cosas, sé que siempre voy a extrañar, pero trato de no estar pensando en eso.” La señora Angelita recuerda que marzo de 2017 fue un momento crucial en la carrera deportiva de su nieta, a quien llama hija. Su bisabuela materna falleció. Zamudio le dio permiso de asistir al funeral siempre y cuando llegara a tiempo a Ciudad Juárez para competir en el Challenge de Marcha.  Después del velorio y de la ceremonia religiosa, la familia se reunió en la casa de la bisabuela. Delante de todos Alegna anunció que ya no se iría. La rebasó el dolor causado por la pérdida.  “A todos nos cayó como balde de agua fría. ¿Cómo que no se va, mija? Si usted dijo que quería irse y que sacrificaría todo. Decía que aquí está su familia, que nos extrañaba. El profesor Zamudio estuvo hable y hable diciendo que ya tenía que estar en Juárez que está a unas ocho horas de aquí.  “Todos platicamos con ella, la convencimos. Ya no había ni salidas de camión para allá y nos tuvimos que ir de aventón. Esa fue una de las veces más duras para ella porque le costó mucho despedirse de nosotros. Platicamos mucho por teléfono, sus tíos, su mamá, yo, todos los días. Cuando dice ‘ya me quiero regresar’, le decimos: ‘Adelante mija, nada más no se vaya a arrepentir de lo que decida. Véngase si quiere, aquí la recibimos’.  “Poco a poco se ha convencido de que dejará la marcha hasta que llegue a los Juegos Olímpicos. Adelante, que entrene. No es que se vaya a regresar de verdad, pero hay días de mucha nostalgia, porque ella ha sacrificado mucho por el deporte”, narra la abuela. Recompensa ante la nostalgia En el tiempo que González ha estado con Ignacio Zamudio ha mejorado considerablemente. En la parte técnica le ayudó a corregir el braceo. Levantaba demasiado los brazos y rompía el ángulo de 90 grados, la forma de “L” que hay que cuidar. La marcha es coordinación del braceo y el paso para avanzar con soltura y ritmo cada vez más rápido.  En julio de 2015, Alegna pesaba escasos 36 kilos y tenía un ritmo de 5:10 minutos por kilómetro. Al año bajó hasta 4:35. Hoy día camina en promedio cada kilómetro en 4:22-4:20, pero cada vez se reduce más el margen de seguir disminuyendo el tiempo, porque empieza a llegar al límite de sus capacidades físicas.  Zamudio dice que sería excelente para la marcha mexicana que Alegna mejorara tanto que incluso supere a la subcampeona olímpica de Río 2016, Guadalupe González, pero será complicado saberlo puesto que a partir de 2021 desaparecerá la prueba de 20 kilómetros. Tanto los hombres como las mujeres competirán en 10 y 30 kilómetros. La prueba fuerte de Alegna será la de 10 kilómetros y sólo el tiempo dirá si algún día competirá en la de 30.  Por lo pronto, al entrenador lo deja tranquilo saber que a pesar de la nostalgia que siente por su familia, González seguirá entrenando hasta ganar una medalla mundial u olímpica.  “Tiene claro que quiere consolidar su carrera deportiva. Tiene muchos estímulos porque ve que su trabajo la recompensa: después de ese octavo lugar en la Olimpiada Nacional hasta hoy ha ganado todas las competencias. No veo una atleta juvenil en México, de ningún deporte, como ella. Es cuatro veces campeona del serial mundial de marcha, campeona panamericana dos veces, campeona mundial otras dos. No ha perdido una sola competencia”. González dice que no se siente diferente. Los títulos mundiales del año pasado y ser distinguida como la mejor deportista de 2018 no le despegaron los pies del suelo. Ni su familia ni ella misma imaginaron que obtendría estos resultados y mucho menos en tan corto tiempo.  “Tengo la motivación de decir ‘ya pudiste ganar algo importante dos veces. Sigue trabajando’. Ahora que voy a la categoría libre sé que será un cambio difícil, pero entreno para ello. No es algo imposible. Sé que a largo plazo lograré cualquier meta. Llegar a Juegos Olímpicos es mi objetivo, pero no sólo estar ahí como participante o una buena rival. Quiero ganar una medalla.”  Lo que el corazón extraña y lo que su mente anhela. Alegna González suspira por la familia. Camina rumbo a la gloria olímpica. Camina y camina. Sola. El poder de la mente. Saberse talentosa. Caminar. Resistir. Caminar. Resistir. Caminar sola. Resistir… Este reportaje se publicó el 3 de marzo de 2019 en la edición 2209 de la revista Proceso.

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