Festejan prematuramente la muerte del Estado Islámico

domingo, 7 de abril de 2019 · 09:51
Con la caída de Baghuz, las fuerzas sirias dan por terminado el califato del Estado Islámico, decretado en 2014 por Abubakr al Bagdadi. Pero entre los kurdos (principales combatientes de la coalición internacional que lucha en Siria) prevalece la preocupación, pues se entiende que los yihadistas –muchos de los cuales siguen vivos y activos– aún tienen la capacidad de hacer daño y posiblemente también la de reconstituirse. En el edificio más alto de Baghuz, el sábado 23 la bandera negra del Estado Islámico (EI) fue reemplazada por la amarilla de las Fuerzas ­Democráticas Sirias (FDS), una coalición militar integrada en 80% por unidades kurdas. Era la culminación de un gran esfuerzo que recayó fundamentalmente sobre ese pueblo desde que logró resistir la ofensiva yihadista sobre Kobane, en el otoño de 2014. En esa guerra dentro de la guerra cayeron 11 mil de sus compañeros. “Estamos muy felices hoy. Elevamos los nombres de nuestros mártires, no desperdiciamos su sacrificio”, dijo a la prensa Smako Shekaki, uno de sus comandantes. “Eliminamos el autodenominado califato; su derrota territorial es de 100%”, tuiteó el vocero de las FDS, Mustafa Bali. Parecía decirle “ahora sí” a un presidente Donald Trump que, según un recuento del ­Washington Post, había hecho este mismo anuncio, con variantes, al menos 14 veces en el último trimestre. Según El Corán, la forma de gobierno legítima para la humanidad es el califato. No puede haber más que uno solo al mismo tiempo. No lo ha habido desde que Mustafa Kemal Ataturk, padre de la república turca, decretó la desaparición del anterior, el Imperio Otomano, en 1923. Pero en 2014, el líder del EI, Abubakr al Bagdadi, hablando desde la Gran Mezquita al Nuri, de Mosul, se declaró califa del territorio que sus tropas habían conquistado en una guerra relámpago, aproximadamente del tamaño de Gran Bretaña, arrancado a Siria e Irak. Con el apoyo de la aviación estadunidense, que les abrió paso con intensos bombardeos, los kurdos habían recuperado el último reducto yihadista: se acabó el califato. Pero precisar que se trata de una “derrota territorial” no es fortuito: están enviando el mensaje de que esto no se ha acabado, pues a nivel ideológico, el EI persiste.  Materialmente también, aunque disminuido: muchos de sus guerrilleros huyeron y se dispersaron por el desierto; otros esperan en células durmientes en la región y seguramente en países occidentales también; miles de esposas de los yihadistas, que los acompañaron soportando terroríficas noches de bombardeos, están ahora en campos de refugiados; no pueden ser enjuiciadas porque no son combatientes, pero conservan la ideología; y el emir Bagdadi logró escapar y, al frente de una maquinaria de propaganda por internet que ya ha demostrado su eficacia. En cualquier momento puede reactivar a sus seguidores. Los kurdos enfrentan el problema urgente de qué hacer con los 5 mil prisioneros que capturaron. Más angustioso es que el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, quiere invadir las zonas bajo control kurdo en cuanto las tropas estadunidenses se vayan. Y Trump ya dijo que las va a retirar. Auge y caída Bagdadi era el líder de una de las ramas de Al Qaeda, la organización creada por Osama bin Laden y que, a su muerte, pasó a ser dirigida por Ayman al Zawahiri. El 8 de abril de 2013 Bagdadi se rebeló, anunció la formación del Estado Islámico de Irak y Levante (EIIL, aunque después retiró el apellido “de Irak y Levante” para dejar el nombre en Estado Islámico) exigiendo la sumisión de Zawahiri y sus leales –que no obtuvo–, y después, al anunciar el califato en mayo de 2014, reclamó la obediencia de todos los caudillos musulmanes, reyes o presidentes, lo que tampoco consiguió. Su extrema brutalidad (miles de personas fueron decapitadas, lapidadas, ahogadas o defenestradas; las matanzas fueron cosa común) y su declarada intención de continuar sus conquistas en Medio Oriente, además de sus ataques terroristas en países de la zona y occidentales, consiguieron unir a potencias globales y regionales y a todos los bandos en conflicto, en el propósito común de contener y derrotar al EI.  Los yihadistas habían ganado fama de invencibles, especialmente después de que unos 800 de ellos hicieron huir a cinco divisiones (30 mil soldados) del ejército de Irak y tomaron Mosul. Eventualmente, la población bajo su dominio fue estimada de entre 3 y 8 millones de personas, entre ellos unos 50 mil extranjeros que llegaron atraídos por la promesa de vivir bajo las reglas de dios. Los primeros que lograron detenerlos fueron los kurdos, en 2014: los de Irak lo hicieron a 40 kilómetros de su capital regional, Erbil; y los de Siria resistieron el duro sitio a Kobane. Una vez que se inició la ofensiva general en su contra, el EI perdió Mosul en octubre de 2016 y un año después, su capital, Raqqa. En la parte siria de la guerra, el peso de los combates terrestres recayó fundamentalmente en las tropas kurdas de las FDS, en tanto que la coalición encabezada por Estados Unidos realizó 33 mil 961 bombardeos, según el portal especializado Airwars. El núcleo final de la resistencia se estableció en Baghuz, junto al Éufrates, a donde habían huido Bagdadi, lo que restaba de sus combatientes y decenas de miles de civiles. El 7 de enero, según reportes de inteligencia, el autodenominado “califa” fue objeto de un atentado cometido por un grupo de sus seguidores, de origen tunecino, pero logró escapar al desierto de Irak. El asalto kurdo comenzó el 9 de febrero y enfrentó la feroz resistencia de quienes, en el discurso, estaban dispuestos a morir sin rendirse, hasta terminar el sábado 23 con la destrucción de los últimos reductos enemigos. Victorias de tuit Para Trump, el EI es el ejército de las múltiples derrotas definitivas. Lo declaró por primera vez con un tuit –“¡Los hemos vencido!”– que tuvo 115 mil “likes”, el pasado 20 de diciembre, tres meses antes de que el verdadero hecho ocurriera. Lo acompañó del anuncio de que los 2 mil soldados de su país serían retirados en menos de 90 días, lo que provocó sorpresa y alarma entre sus aliados.  Los kurdos, especialmente, recordaron que Trump podía decir lo que quisiera pero para ellos los yihadistas seguían vivos y disparando. Además de que la salida de las tropas de Estados Unidos, que además de apoyar la ofensiva sirven como escudo ante el ejército turco, abriría el camino para que Erdogan ordenara su exterminio.  Un mes más tarde, Trump inició una carrera de 13 tuits en siete semanas, según el recuento del Washington Post, anunciando la muerte del califato: que ya había ocurrido “al 100%” (16 y 28 de febrero), que tendría lugar en las próximas horas (15 y 22 de febrero y 2 de marzo), que pasaría “la semana siguiente” (31 de enero, 6 y 11 de febrero) o “pronto” (30 de enero y 1, 3 y 10 de febrero), o que se lograría “esta misma noche” (20 de marzo). Refugiados, prisioneros Durante la batalla de Baghuz, los atacantes hicieron varias pausas para permitir que la población saliera de la zona de combate. Una parte de ella fue sojuzgada por el EI, pero otra constituye su base civil, incluidas unas 67 mil mujeres con sus hijos. Se teme, además, que hayan podido escapar yihadistas disfrazados. Los campos de refugiados son uno de los puntos de emergencia por la necesidad de atender a las decenas de miles de personas que los llenaron este mismo año. Muchas de ellas provienen de países europeos y han solicitado que las admitan de regreso, lo que ha provocado agudos debates.  Un problema más complicado que el de los refugiados es el de los prisioneros que han tomado las FDS: unos 5 mil hombres, de los que casi mil son europeos. En febrero Trump volvió a sorprender y alarmar cuando tuiteó que “Estados Unidos les está pidiendo a (Gran) Bretaña, Francia, Alemania y otros aliados europeos que se lleven a 800 combatientes del EI que hemos capturado en Siria y los sometan a juicio”. Si no lo hacen, advirtió, “los vamos a tener que soltar”.  Los kurdos se apresuraron a decir que no se pueden permitir dejar libres a los yihadistas, y los europeos adelantaron que no están dispuestos a procesarlos en sus países, que esto debe ocurrir en donde cometieron sus crímenes: Irak y Siria. El lunes 25, las FDS llamaron a la comunidad internacional a “establecer un tribunal especial internacional en el noreste de Siria para procesar a los terroristas”. Al cierre de la edición, no obstante, su petición no había tenido respuesta. La idea pervive A pesar del triunfalismo de Trump, prevalece la preocupación porque se entiende que el EI mantiene la capacidad de hacer daño y posiblemente también la de reconstituirse, si encuentra las condiciones propicias.  Antes de conquistar territorio y declarar el “califato”, el EI no era más que una idea con gran magnetismo, y después de perderlo, lo sigue siendo, reforzada por el victimismo y la nostalgia.  Los atentados terroristas que se han cometido en su nombre en otros países no han sido ordenados, dirigidos o apoyados por la matriz de la organización, sino que han sido realizados de manera independiente por personas inspiradas en el llamado de Bagdadi. Además, varias organizaciones armadas juraron lealtad al EI –algunas muy activas y mortíferas– y se asumen como sus “wilayat” o provincias en Libia, el Sinaí, Saudiarabia, Yemen, Argelia, Afganistán, Pakistán, Nigeria y el Cáucaso Norte (Rusia). Aunque no les ha otorgado un estatus oficial, también se han afiliado a él grupos de Somalia, Bangladesh y Filipinas. El problema de Rojava La bandera amarilla de las FDS presenta, a manera de escudo, un mapa de Siria en el que destaca un triángulo en la parte superior derecha: es la región llamada Rojava, controlada por los kurdos que, de esta forma, reafirman que no buscan la independencia, aunque tanto la han anhelado, sino la autonomía dentro del país, similar a la que goza en Irak la Región Autónoma del Kurdistán. La guerra en Siria está en su etapa final. El gobierno de Bashar al Assad ha logrado imponerse en casi todo el territorio, excepto en la provincia de Idlib, donde todavía resisten milicias islamistas; en el cantón kurdo de Afrin, ocupado por el ejército turco; y en Rojava.  Trump ha reconsiderado parcialmente su decisión de retirar a sus 2 mil soldados. Ahora dice que se quedarán 200 en la zona donde todavía vagan los grupos dispersos del EI, y otros 200 en otro lugar “más cerca de Israel”. No se sabe si un par de centenares de estadunidenses podrán disuadir a Turquía de invadir Rojava, como asegura Erdogan que hará en cuanto pueda. Por si acaso, los kurdos buscan abrir negociaciones con el presidente Assad sobre el estatus futuro de la zona: si les conceden la autonomía en términos favorables, el ejército sirio podrá recuperar el control de la frontera norte del país y funcionar como colchón que evite la ofensiva turca.  Este reportaje se publicó el 31 de marzo de 2019 en la edición 2213 de la revista Proceso

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