Da Vinci y el enigma de ' La Gioconda Desnuda”

domingo, 16 de junio de 2019 · 10:11
Esta es la historia fascinante de un retrato atribuido a Leonardo da Vinci expuesto desde el sábado 1 de junio en una muestra del Museo Condé de la ciudad de Chantilly, Por fin develado el misterio de La Gioconda Desnuda. Son los curadores de la misma quienes la cuentan detalladamente, en el quinto centenario de la muerte en Francia del artista florentino. Todo gira alrededor del misterio de la Mona Lisa. CHANTILLY, Francia (Proceso).- Expuesto en una rotonda bañada por una luz tenue a cierta distancia de las demás obras de la muestra, el frágil retrato de la llamada La Gioconda Desnuda, dibujado hace cinco siglos al carboncillo negro con realces blancos, desconcierta tanto como fascina. El rostro algo andrógino de esa mujer joven que exhibe con serenidad su busto desvestido, luce muy distinto del de la Mona Lisa con la que comparte sin embargo una sonrisa levemente burlona. Se parece –sin ser igual– esa posición del cuerpo de las dos damas, ambas sentadas. Coincide el gesto de sus manos: la derecha suavemente apoyada sobre la muñca izquierda, la izquierda reposa sobre el brazo de un sillón. Agudiza la extraña sensación de androginia que emana del retrato, el brazo izquierdo de La Gioconda Desnuda a la vez desproporcionado y muy varonil. ¿Realizó Leonardo da Vinci esa obra singular que el Museo Condé-Castillo de Chantilly considera como una de las máximas joyas de su coleccion? “Muchos elementos nos llevan a pensar que el genio toscano puede ser el autor de ese dibujo”, confía, sibilino, Vincent Delieuvin, curador en jefe del Departamento de Pinturas del Museo del Louvre, especialista del arte italiano del siglo XVI. Delieuvin, quien atiende a un grupo de periodistas en víspera de la inuguración el pasado sábado 1 de junio de la muestra La Joconde Nue, le mystère enfin dévoilé (“Por fin develado el misterio de La Gioconda Desnuda”), en el Museo Condé-Castillo de Chantilly, es uno de los tres curadores de la exhibición junto con Mathieu Deldique (curador del mismo museo) y Guillaume Kaserouni (del Museo de Bellas Artes de la ciudad de Rennes, al oeste de Francia). Vincent Delieuvin asume también la curaduría de la gran restrospectiva de la obra de Leonardo da Vinci que el Louvre albergará del 24 de octubre de 2019 al 24 de febrero de 2020, en el marco de la conmemoración del quinto centenario luctuoso del genio florentino. Según enfatiza, ambas muestras celebran los profundos lazos que unen a Leonardo da Vinci a Francia, donde el maestro vivió los tres últimos años de su vida. Invitado personalmente por el rey Francisco 1, uno de sus más fervientes admiradores, el genio toscano llegó a la ciudad de Amboise –cuyo castillo era una de las residencias de la realeza gala– en octubre de 1516 y se instaló en el hermoso castillo de Cloux, hoy conocido como el Clos-Lucé, puesto a su disposición por el monarca. Adulado por él y su corte, el maestro llevó una intensa vida intelectual, social y artística hasta su fallecimiento el 2 de mayo de 1519 a la edad de 67 años. Gracias al testimonio del cardenal de Aragón, quien lo visitó en octubre de 1517, se sabe que Da Vinci viajó a Francia con sus tres obras predilectas: La Gioconda –la mas querida de todas–, La Virgen, Santa Ana y el Niño, y Santa Ana y San Juan Bautista. Historiadores del arte desataron polémicas –aún no del todo acabadas– al sugerir que el artista pudo haberse traído también un retrato pintado de La Gioconda Desnuda, del cual nunca se encontró huella. Nadie sin embargo hizo la minima alusión a la presencia en Amboise de la versión previa del cuadro dibujada al carboncillo negro. Se sonríe Mathieu Deldique, cocurador de la muestra, cuando se le pregunta si quedó realmente dilucidado el misterio de La Gioconda Desnuda tal como lo proclama el título de la exhibición… “Nunca lo será del todo –confiesa–. Debemos admitir que desconocemos la génesis de esa versión erótica de la Mona Lisa. Leonardo da Vinci no se refiere jamas a ella en sus numerosos escritos, pero es justo señalar que el maestro no solía comentar su trabajo artístico en sus cuadernos. No existen documentos de archivos ni testimonios describiéndola. En 2017, a solicitud nuestra, los expertos del Centro de Investigación y de Restauración de los Museos de Francia (C2RMF), sometieron el dibujo a una serie de análisis cientificos –recurrieron en particular a la reflectografia infrarroja– que nos brindaron informaciones de suma importancia.” Según cuenta Deldique, el C2RMF evidenció la presencia de centenares de agujeros minúsculos en todo el contorno de la silueta de La Gioconda Desnuda que confirmaron la vocación de “cartón preparatorio” del dibujo. “Leonardo da Vinci usaba siempre la misma ‘tecnica de calca’“ –explica el curador–. Disponía su cartón preparatorio agujerado sobre una tabla de madera, cubría todos los agujeros con polvo de carbón y luego lo retiraba. Los trazos quedaban entonces perfectamente reproducidos.” Los expertos identificaron además la filigrana del papel sobre el que está dibujado el retrato de La Gioconda Desnuda y descubrieron que correspondía al que se utilizaba en Florencia entre 1480 y 1532. “Esa datación y varios elementos más tienden a demostrar que el cartón preparatorio de Chantilly fue realizado paralelamente a la creación de la Mona Lisa, es decir, entre 1503 y 1506, en el taller florentino de Leonardo da Vinci”, enfatiza. Por si eso fuera poco, la reflectografía infrarroja reveló de manera incuestionable la presencia de numerosos trazos ejecutados por un zurdo. Leonardo da Vinci era ambidiestro, pintaba con la mano derecha y dibujaba con la izquierda. Francisco Melzi, su discipulo más talentuoso, tambien era zurdo. Tan prudente como Vincent Delieuvin, Mathieu Deldique concluye: “Hoy día podemos afirmar que existen 80% de posibilidades de que ese retrato al carboncillo de La Gioconda Desnuda sea obra de Leonardo da Vinci. En todo caso, si no fue realizado por el maestro mismo, ese cartón preparatorio fue ejecutado en su presencia por uno de sus discípulos más cercanos y más talentuosos”. Por falta de prueba contundente, el curador no se atreve a mencionar a Francesco Melzi. Los hallazagos del C2RMF constituyen el episodio más reciente de la historia caótica de esa obra insólita adquirida en febrero de 1862 por el Duque de Aumale, hijo de Luis Felipe 1, último rey de Francia recordado en México por la poca gloriosa Guerra de los pasteles que lanzo en 1838 contra la aún muy inestable Republica mexicana. Militar de carrera, miembro de la Academia Francesa, de la Academia de Bellas Artes y de la de Ciencias Sociales y Politicas, considerado como el más grande coleccionista de arte de su epoca, el Duque de Aumale vivió entre Francia –residiendo en su Castillo de Chantilly– e Inglaterra, donde tuvo que exiliarse dos veces por razones políticas. De Aumale veneraba al genio florentino y por lo tanto no vaciló en gastarse 7 000 francos, una verdadera fortuna, para comprar el “auténtico dibujo de Leonardo da Vinci” que le propuso Henry de Trinqueti a principios de 1862. Escultor de cierto renombre, Trinqueti, quien asesoró en varias oportunidades al célebre coleccionista en su adquisición de obras de arte, presentó el dibujo como “el cartón preparatorio del cuadro de La Gioconda Desnuda de Leonardo da Vinci del museo del Hermitage de San Petersburgo”. No dio mayores precisiones sobre el origen del dibujo ni sobre la identidad de su dueño, limitándose a asegurar al Duque que el Museo del Louvre no había podido comprarlo debido a problemas de presupuesto, y que el British Museum de Londres ansiaba conseguirlo. Hasta la fecha se sigue sin saber a ciencia cierta quién vendió el dibujo a De Aumale, sólo existen conjeturas. En realidad –reconoce Mathieu Deldique–. “todavía no logramos saber cuál fue el destino del retrato al carboncillo de La Gioconda Desnuda durante tres siglos y medio, entre 1503-1506, periodo en que consideramos que pudo haber sido realizado, y 1862”. La obra fue expuesta en el Castillo de Twickenham, residencia londinense del Duque De Aumale durante sus años de exilio en Inglaterra (1848-1872). Lució primero en una sala dedicada a su selecta colección de dibujos de grandes maestros y luego en la galeria de pintura del palacio. En ambos casos un rótulo precisaba: La Gioconda, cartón preparatorio de un cuadro del museo de San Petersburgo. Autor Leonardo da Vinci. Origen: Baron Trinqueti. De Aumale nunca perdía una oportunidad de presumirla con sus numerosos y distinguidos visitantes. En 1875 el famoso exiliado fue autorizado a volver a Francia, donde llegó con toda su colección de arte empacada en unas cincuenta gigantescas cajas. El Duque restructuró por completo su Castillo de Chantilly para poder exponer sus 800 pinturas (del siglo XV al XIX) y mandó construir una elegante rotonda para albergar “su” Gioconda Desnuda. En 1886 nuevos problemas políticos condenaron otra vez a De Aumale al exilio. Viudo, sin heredero y preocupado por el porvenir de su colección, optó por heredarla al Estado francés, pero puso sus condiciones: exigió que su castillo fuese convertido en museo después de su muerte y prohibió modificar la museografia ideada por él. De Aumale pudo volver a Francia en 1889 y murió ocho años más tarde. Poco tiempo después expertos e historiadores del arte empezaron a expresar serias dudas acerca de La Gioconda Desnuda del Museo del Hermitage. Con el curso de los años el cuadro de Rusia fue descalificado y atribuido a un seguidor tardío –del siglo XVII o quizá del XVIII– del maestro. La descalificacion de San Petersburgo afectó el prestigio del dibujo del Museo Condé-Castillo de Chantilly. El cartón perdió su “aura” e inclusive llegó a ser objeto de críticas vulgares. Varios especialistas lo tildaron de copia “caricatural” de la Mona Lisa. Fue precisamente la persistencia de estas polémicas la que llevó a los directivos del Museo Condé a someter la obra a los análisis científicos de los Museos de Francia. Según explican Deldique y Delieuvin, a lo largo de 500 años el frágil dibujo al carboncillo sufrió alteraciones. Las últimas están perfectamente documentadas. El “culpable” es nada menos que Henry de Trinqueti, quien pasó una temporada en el Castillo de Twickenham en 1862 durante la cual procedió a una “restauración” de la obra. En realidad perjudicó las preciosas huellas del dibujo original. “La espectografía infrarroja permitió establecer una clara diferencia entre los trazos originales y las intervenciones posteriores, y evidenció la altísima calidad de estos trazos originales”, recuerda Delquique. Los expertos del C2RMF demostaron en particular que el ligero estrabismo de La Gioconda Desnuda de Chantilly, que tantas críticas generó entre los detractores del dibujo, se debía precisamente a estas intervenciones desafortunadas. En el estado actual de las investigaciones, los curadores consideran que el retrato dibujado del Museo Condé fue utilizado por un discípulo de Leonardo entre 1515 y 1525 para realizar el retrato pintado al óleo sobre tabla de La Gioconda Desnuda de San Petersburgo. La obra, prestada por el Museo del Hermitage, es una de las estrellas de la muestra La Joconde Nue, le mystère enfin dévoilé. Está expuesta frente a la rotonda en la que se exhibe el dibujo de Chantilly, y al lado de una tercera Gioconda Desnuda, también pintada sobre tabla a partir del mismo dibujo al carboncillo, probablemente entre 1515 y 1525, como el de Rusia. El cuadro que pertenece a un coleccionista privado esta albergado por el Museo Ideale, dedicado al genio florentino en la cuidad toscana de Vinci. “Es la primera vez que se exhiben juntos estos tres retratos”, se enorgullece Deldique. La versión erótica de la Gioconda tuvo un inmenso éxito en toda Europa entre el siglo XVI y el XVIII. Tenemos conocimiento de unas veinte copias de ese retrato. El fenómeno dio un fuerte impulso a la representación de la desnudez femenina profana que había emergido en el curso del siglo XV.” Según precisa Delieuvin, el retrato dibujado al carboncillo de La Gioconda Desnuda de Leonardo da Vinci –o directamente inspirado por él– se inscribe en la tradición neoplatónica que prevalecía en Florencia y en Venecia a mediados del siglo XV. Los pintores de esa corriente, entre los que destacan Sandro Boticelli y Piero di Cosimo, consideraban que la representación de un cuerpo desnudo perfecto era la mejor manera de evocar la belleza inmanente del ser humano, y que su contemplación permitía que el alma alcanzara lo divino. “Así nació el género de la bella donna desnuda, intemporal, idealizada y sensual que declina y enriquece el dibujo de Chantilly”, insiste Deldique. “A diferencia de la Mona Lisa, sublime retrato de Lisa Gherardini, esposa de Francesca de Giocondo, ninguna musa inspiró la composición de La Gioconda Desnuda de Chantilly”, sigue contando. El doble erótico de Mona Lisa es una mujer alegórica dotada de algunos rasgos andróginos muy simbólica del ideal de la belleza que aspiraba a representar Leonardo da Vinci en una simbiósis de lo masculino y lo femenino”. Arquetipo de esa bella donna idealizada, el Retrato de Simonetta Vespucci pintado hacia 1480 por Piero di Cosimo, que pertenece a la colección del Museo Condé-Castillo de Chantilly, es por supuesto otra figura mayor de la muestra La Joconde Nue, le mystère enfin dévoilé. Exhibida en la primera sala, hundida en una penumbre íntima, esa obra maestra acoge al visitante rodeada por El retrato alegórico de una mujer joven, de Sandro Botticelli ( finales del siglo XV) y por el Retrato ideal de una mujer, de BartolomeoVeneto (hacia 1505-1510). “Son las deslumbrantes antecesoras de La Gioconda Desnuda –confía Vincent Delieuvin–. Las tres son la quintaesencia de esa corriente neoplatónica en la que se enmarca y que transciende el dibujo de Chantilly”. El tema de La Gioconda Desnuda fascinó tanto a pintores y coleccionistas, que a lo largo de los siglo XVI florecieron múltiples retratos de mujeres con el busto desnudo, sentadas todas en la misma posición que la Mona Lisa. Con el curso del tiempo las damas aparecieron con la misma postura giocondana, algunas sentadas ante precisosos tocadores y otras en elegantes bañeras atendidas por sirvientas y rodeadas por niños chiquitos. Unas damas se notan etéreas e intemporales, otras supuestamente idealizadas desbordan sensualidad. “Son las ‘hijas’ de La Gioconda Desnuda que se convirtieron en figuras alegóricas del universo cortés, de la primavera, la fertilidad, la fecondidad”, comenta Delieuvin. Una veintena de bellezas neo-neoplatónicas están expuestas en la muestra del Museo Condé reluciendo como eróticas damas de compañía de la misteriosa Gioconda Desnuda. Este texto se publicó el 9 de junio de 2019 en la edición 2223 de la revista Proceso

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