Tres poetas de origen indígena evocaron la recia pelea del artista oaxaqueño por los olvidados de la justicia social y el maltrato a su cultura: la juchiteca Irma Pineda Santiago, el veracruzano Mardonio Carballo y el mazateco Juan Gregorio Regino. La primera narró la denuncia de Toledo cuando desaparecieron a su padre; el segundo, hoy titular de Culturas Populares, Indígenas y Urbanas, lo confrontó sobre el miedo y el artista le dijo: “Yo no lidio con él, lo asumo”; y el tercero, director del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas, recordó su batalla por los idiomas primigenios.
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Irma Pineda Santiago –poeta indígena e hija del desaparecido por el Ejército Mexicano Víctor Pineda Henestrosa, Víctor Yodo, defensor de los derechos de los campesinos zapotecas y fundador de la organización social Cocei (Coalición Obrera Campesina Estudiantil del Istmo)– despunta la labor como activista de izquierda y luchador social de Francisco Toledo, amigo de su padre:
“Siempre dijo no a muchos proyectos que eran perjudiciales para los pueblos indígenas. Fue el portavoz de los silenciados y mediador de varios problemas sociales, aunque peligrara su vida.”
Elegida, en junio pasado, precisamente para representar la voz de los pueblos indígenas de toda Latinoamérica y el Caribe en el foro permanente sobre indígenas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para el periodo 2020-2022, Pineda Santiago manifiesta, con pesar, para Proceso, que “hemos perdido una representación muy importante para los pueblos”.
–El fundador del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO) y del Patronato Pro Defensa y Conservación del Patrimonio Cultural y Natural de Oaxaca no estaba de acuerdo con la construcción del Tren Maya, por ejemplo, ¿qué opina? –se le pregunta a la también ensayista, traductora y docente zapoteca.
–Sí, no concordó con muchos proyectos que no eran buenos. Se solidarizó con la población al decir no a una minera, no a la instalación del McDonald’s en el centro de Oaxaca en 2002, y así a cualquier plan que veía que sería negativo para la gente y el patrimonio cultural. Alzaba la voz tajante con un ¡no!, ¡alto!...
Se le recuerda a la autora de libros de poesía bilingüe (zapoteco-español), y cuya obra ha sido traducida al alemán, inglés, italiano, portugués, ruso y serbio, que el pintor denunció amenazas de muerte, por correos electrónicos, de Los Zetas en 2012, y relata por teléfono:
“Así es, y eso nunca le preocupó. A finales de los setenta y en los ochenta estuvo aquí, en el Istmo de Tehuantepec, y le tocaron balaceras, le tocó la represión, la persecución, y él nunca se asustó. Son situaciones que poco se saben de él porque en ese momento no contábamos con las redes sociales, pero anduvo aquí participando de manera muy activa con la Cocei, donde hubo muertos, desaparecidos, encarcelados y baleados. No se amedrentó. Su valentía viene de mucho tiempo atrás.”
–En su obra artística, Toledo denunciaba todo, como pasó con la exposición El maíz de nuestro sustento, que inauguró en la estación Zapata del Metro el 29 de enero de 2015 con la campaña “¡Defendamos nuestro maíz, no al maíz transgénico!”.
–Siempre fue solidario, hasta en su obra, como lo hizo el 15 de diciembre de 2014 al volar 43 papalotes que elaboró con los rostros de los estudiantes de la Escuela Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, desaparecidos en Iguala. Los creó en honor a ellos (Ahí dijo: “Se buscan bajo tierra, busquémoslo allá arriba también”).
“Igual elaboró una serie de grabados en honor a mi padre, desaparecido político, de quien fue su amigo. La tituló Libertad para Víctor Yodo, para exigir su presentación. Él siempre fue fraterno con estas causas sociales, con presos políticos, con los asesinados por el poder, en fin.”
Originaria también de Juchitán, Pineda Santiago rememora:
“Yo era muy niña en esa época que mi padre y él eran amigos, pero mi madre me cuenta que Toledo llegaba a la casa a buscar a mi papá para platicar y echarse unos mezcalitos. Por ejemplo, antes de que el Ejército se llevara a mi padre (estoy hablando de 1978), ellos planeaban comprar una imprenta para hacer un periódico local. Y cuando desaparecieron a mi padre, Toledo fue una de las voces que exigió su presentación. Después mantuvo el contacto con mi madre.
“Ya en la etapa adulta tuvimos más acercamiento por mi propio trabajo. Él se interesó en lo que yo escribía y nos invitó a algunas actividades en las instancias que creó. Pero siempre estuvo cerca de nuestras vidas.”
Rememora con exaltación:
“Recuerdo mucho que Toledo dejó de ver a mi hermano por varios años y, como físicamente es igual a mi papá, cuando lo volvió a ver, le impresionó mucho el parecido. Entonces se puso a llorar y llorar... No podía contener las lágrimas. Lo abrazaba y le decía que se parecía mucho a mi papá.”
–¿Le contó su preocupación con respecto a la violencia del país?
–Si, lo platicábamos, sobre todo después de los estudiantes de Ayotzinapa. Para él era terrible que siguieran ocurriendo las desapariciones forzadas, la represión hacia los pensares distintos. Pero él estaba consciente de seguir siendo una voz disidente. Si no lo hacía, porque era conocido, los demás teníamos menos posibilidades de ser escuchados. Incluso sabía con claridad las repercusiones. Igual llegó un momento en el que ya estaba más allá del bien y del mal, y sabía que se podía expresar con certeza, y era escuchado. Eso daba muchos ánimos a los demás.
“Igual, estuvo como mediador para resolver varios conflictos, como el del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, y en 2006 con el movimiento fuerte de los maestros en Oaxaca, cuando apareció la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, etcétera. Aprovechó su papel como figura visible para llevar las demandas de los que no podían ser tan perceptibles en ese momento.”
A su vez, el poeta veracruzano Mardonio Carballo, titular de la Dirección General de Culturas Populares, Indígenas y Urbanas de la Secretaría de Cultura, realza a este semanario:
“Tuve la fortuna de entrevistar al maestro Toledo hace algunos años, y justo le pregunté cómo le hacía para lidiar con el miedo ante las consecuencias de protestar y denunciar, y me dijo: ‘No lidio con él, lo asumo’. Y eso me parece importante, asumir el miedo como una responsabilidad de la propia sobrevivencia, de la defensa de la propia vida, me parece una de las enseñanzas más importantes con respecto al artista.
“Su activismo siempre estuvo ligado a las batallas de los más pobres. Digamos que era un hombre que se ofendía cuando se vulneraban los derechos de los más pobres.”
La cultura, eje del desarrollo
–¿Cómo vio ese compromiso de Toledo para con las lenguas indígenas? –se le cuestiona a Pineda Santiago.
–Por fortuna el maestro siempre tuvo claro que la cultura era el eje para el desarrollo de un pueblo, para su desarrollo emocional y espiritual, que es lo que nosotros entendemos como desarrollo, más que lo económico. Fue fundador de la Casa de la Cultura de Juchitán, en 1972, y a finales de los setenta, apoyó, pagando con su dinero, la edición de la revista Guchachi’ Reza (Iguana Rajada), que dirigía el maestro Víctor de la Cruz, los cuales fueron espacios para la difusión de nuestro idioma. En la Casa de la Cultura siempre hubo talleres y de ahí salieron grandes escritores. A principios de los ochenta, patrocinó ediciones de libros, discos con cantantes locales que componían en zapoteco.
“En sus últimos años se dedicó de manera más sistemática a crear materiales didácticos para la enseñanza de la lengua, a financiar algunos talleres de enseñanza del zapoteco y también a becar a algunos jóvenes creadores para que continuarán enseñando la lengua y continuaran creando materiales de enseñanza. Creó el Premio CaSa del Centro de las Artes San Agustín, que igual fundó.”
Enfatiza la escritora:
“Él siempre insistió, lo platicamos varias veces, aunque no lo logró, y me consta que platicó con varios líderes, en que los profesores egresados de normales bilingües se quedaran en su región lingüística para enseñar las lenguas. Lo conversó con la Sección 22, con algunos creadores, en fin, pero es algo que por cuestiones sindicales no se logró aterrizar.”
Por su parte, Juan Gregorio Regino, poeta mazateca y quien desde enero de 2017 es director del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas, subraya a esta reportera:
“Por un lado decía que no se estaba dando una educación bilingüe, y por el otro señalaba que los maestros, aunque fueran bilingües, no estaban en el área de la lengua que ellos hablaban. Francisco Toledo es un ejemplo a seguir. Nos iluminó a los pueblos.”
Este texto se publicó el 8 de septiembre de 2019 en la edición 2236 de la revista Proceso.