Sacerdotes católicos, en defensa de su derecho a casarse

domingo, 22 de septiembre de 2019 · 10:26
A principios de octubre, en el Sínodo Amazónico, obispos de todo el mundo debatirán sobre la conveniencia de que el celibato no sea obligatorio para los sacerdotes en la zona amazónica, debido a la falta de jóvenes con vocación para ordenarse. En entrevista, Lauro Macías, representante de una organización de curas casados de México, explica por qué la Iglesia necesita sensibilizarse a los problemas que causa la imposición del celibato y a las ventajas de hacerlo opcional. QUERÉTARO, Qro.- Lauro Macías, coordinador nacional de Ministrare, la organización que aglutina a los sacerdotes casados de México, aguarda con “mucha esperanza” el llamado Sínodo Amazónico, en el que obispos de todo el mundo por fin debatirán el espinoso tema del celibato y la necesidad de dar cabida en el sacerdocio católico a los hombres casados. “No hay duda, ese sínodo será un gran acontecimiento histórico porque someterá a discusión la supresión del celibato en la zona del Amazonas, después de nueve siglos de que la Iglesia impuso el celibato obligatorio y nunca más permitió debatir el tema. Pero hoy busca nuevas luces para actualizarse, lo cual nos da mucha esperanza a los sacerdotes mexicanos casados”, comenta Macías. Si se logra suprimir el celibato en esa amplia región sudamericana, agrega, este hecho será la “punta de lanza” o el “caballo de Troya” para que luego “se vaya suprimiendo gradualmente” en otras regiones del mundo. –La falta de vocaciones sacerdotales es una razón para suprimir el celibato en el Amazonas. ¿En este punto hay alguna diferencia con México? –se le pregunta. –¡Ninguna! Lo que pasa en el Amazonas pasa también en México y en todo el mundo. Es exactamente el mismo problema; en todos lados se padece la falta de sacerdotes, lo cual provoca un abandono en la atención pastoral a la población, que sigue aumentando por la explosión demográfica. “Aquí en México este problema se da tanto en el ámbito rural como en el urbano. Y no solamente entre la gente pobre, como pudiera suponerse, sino también entre la población pudiente. Nos duele mucho ver el abandono en que se encuentran los fieles, sin distingo de su clase social. “Esto es gravísimo, muy preocupante, es como si una institución se estuviera quedando sin colaboradores y sin relevo generacional. En México, los seminarios se están despoblando y la edad promedio de los sacerdotes es de 60 años. ¿Quién los va a sustituir? Yo tengo bastante contacto con jóvenes; muchos de ellos no tienen ningún problema en dedicarse al sacerdocio, pero siempre y cuando no se les imponga el celibato. Por eso ya hacía falta que el Vaticano debatiera el tema. Nosotros en Ministrare llevamos años pidiendo este urgente debate.” –A raíz del Sínodo Amazónico, ¿ahora sí podría el episcopado mexicano debatir el tema en una asamblea de obispos? –Mire, a diferencia de otros episcopados, como el brasileño y el holandés, donde hay obispos que públicamente piden esta discusión, aquí no hay ni un ­minúsculo grupo de obispos que proponga analizar el asunto. Nadie se atreve. ¡Nadie! Los obispos mexicanos son muy conservadores; siguen obsesionados con esa idea de que el celibato es la perla del sacerdocio. “¡Hombre! La perla del sacerdocio debería ser el servicio a los demás. Jesús jamás se puso como modelo de hombre célibe, y sí se puso en cambio como modelo de humildad y de servicio al prójimo. Ese es el camino que debemos seguir. En fin, a pesar del sínodo, no creo que los obispos mexicanos discutan el tema del celibato. No tienen la convicción de hacerlo.” –¿Ni aun habiendo una instrucción del Papa Francisco para que cada episcopado aborde el problema? –Bueno, con una orden papal de por medio o con una instrucción de Roma, por supuesto que el episcopado mexicano abordaría el tema del celibato, porque le guarda gran obediencia al Papa. Por fin se atrevería a tocar el asunto. “El mismo Francisco, antes de convocar al sínodo, exhortó a los obispos a presentar propuestas. Les decía: ‘Hagan propuestas valientes, anímense, sean pastores con olor a oveja’. El Papa tiene además una pastoral de acercamiento a grupos marginados. Entre ellos incluye a los sacerdotes casados y a sus familias, con quienes, en 2017, llegó incluso a convivir en Italia. Son gestos suyos muy significativos.” En marzo de ese año, en una entrevista publicada en el semanario alemán Die Zeit, Francisco reconoció que “la crisis de vocaciones sacerdotales es un gran problema”, por lo que, dijo entonces, “debemos analizar si los viri probati (hombres probados) son una posibilidad… También debemos determinar cuáles serían sus funciones, por ejemplo, en comunidades remotas”. Contra el celibato obligatorio En el Sínodo Amazónico, a celebrarse en el Vaticano del 6 al 27 de octubre, precisamente se analizará la posibilidad de ­recurrir a los viri probati, que son los hombres casados de probada virtud y fe a quienes se les concedía la ordenación sacerdotal en la Iglesia primitiva. En esa misma línea, los sacerdotes mexicanos casados de Ministrare siempre han pedido la supresión del celibato obligatorio, para así ellos poder ejercer su ministerio sacerdotal, al que le dedicaron años de estudio y trabajo pastoral. Dice al respecto Lauro Macías: “Los ­sacerdotes casados somos un lamentable desperdicio, pues la Iglesia invirtió mucho en nuestra formación para luego desecharnos y discriminarnos. Hubo un tiempo en que incluso se nos veía como traidores y desertores. Hoy, por fortuna, ya no se nos denigra tanto. “Muchos de nosotros estamos ­dispuestos a colaborar con la Iglesia, tenemos toda la preparación para hacerlo. Podemos dar los sacramentos, celebrar la eucaristía y hacer otras labores. Incluso lo haríamos sin cobrar, pues afortunadamente tenemos nuestros respectivos trabajos. No andamos buscando chamba. Yo mismo, por ejemplo, me dediqué a la docencia y fui psicoterapeuta; ahora estoy jubilado”. Macías calcula que en México “hay miles” de sacerdotes casados, “quizá oscilemos entre 2 mil y poco menos de 4 mil, no lo sabemos con exactitud”. Pero refiere que es una cifra considerable si se toma en cuenta que en México hay alrededor de 14 mil sacerdotes católicos en funciones y reconocidos formalmente. Agrega: “En México cada vez es más frecuente que los jóvenes abandonen el sacerdocio al poco tiempo de ordenados, cosa que no ocurría antes. Veo muchachos que sólo duran dos años en el ministerio y luego dicen: ‘Yo no soy de aquí’, y se salen porque no pudieron sobrellevar el celibato, una disciplina impuesta por la Iglesia hace nueve siglos, en el Concilio de Letrán de 1123. “Para la sociedad mexicana actual es poco relevante esa vieja disciplina, sobre todo para la juventud. Yo tengo mucho contacto con jóvenes estudiantes y siempre me preguntan intrigados: ‘¿Y eso ­para qué?’. Simplemente no entienden la razón del celibato. Hoy la sexualidad ha dejado de ser algo vergonzoso.” –¿Es el celibato la principal razón por la que se abandona el sacerdocio? –Sí, es la causa principal. La constante que se repite en todas partes. En segundo lugar está el desencanto que provoca el clericalismo y las políticas internas de la Iglesia. Hay sacerdotes muy apostólicos que mandan todo a volar al ver estas luchas por el poder. También es frecuente que se salgan por la incomprensión de sus obispos. Se dice que Jesús instituyó el ministerio por amor al pobre, pero en venganza, el demonio instituyó el clericalismo. Entrevistado en la ciudad de Querétaro, donde radica actualmente y desde donde viaja a otros puntos del país para atender los quehaceres de Ministrare, Macías hace la siguiente aclaración: “Quiero ser enfático: Nosotros no estamos contra el celibato, sino contra el celibato obligatorio. De manera que si el celibato es un don de Dios, pues que lo viva quien lo tiene. Pero no que se nos imponga a todos. Además el celibato no es un dogma de fe, sino una cuestión disciplinaria que puede suprimirse. Nuestra postura es que sea opcional”. Refiere también que muchos sacerdotes casados, pese a que la jerarquía se los impide de manera formal, siguen dando los sacramentos y realizando actividades pastorales en los templos. Dice: “Tenemos compañeros párrocos a cargo de templos que, cuando se les carga la chamba, nos piden apoyo. Los ayudamos con mucho gusto. Esto se da a nivel parroquial, entre nosotros, aunque los obispos lo saben, pero se hacen de la vista gorda, miran para otro lado. Qué bueno. Mucho ayuda quien no estorba. “Yo incluso he dado servicios sacerdotales en lugares apartados que lo requieren. En una ocasión, en unas comunidades indígenas de Chiapas se me juntó un montón de gente pidiéndome los sacramentos. Se los di y celebré la eucaristía. En otras ocasiones, cuando algún familiar o amigo está hospitalizado, le doy la comunión o la unción de los enfermos. Lo saben luego otros enfermos y me empiezan a pedir esos servicios. Esto ocurre porque la gente los necesita, por la falta de sacerdotes. “Todo esto lo hago con la conciencia tranquila, pues el mismo Código de Derecho Canónico estipula que el bien supremo de la Iglesia es el bien de las almas. De manera que no me hago bolas y hago lo que debo. Y así actúan muchos otros ­sacerdotes casados, sin aceptar ninguna retribución económica a cambio.” –En una entrevista anterior usted me comentaba que mantenía encuentros con obispos mexicanos, con quienes analizaba estos temas. ¿Lo sigue haciendo? –Sí, claro. Hasta el momento me he ­reunido con unos 10 obispos. No puedo decir sus nombres porque son reuniones muy personales. Siento que ellos ven con simpatía nuestro trabajo en Ministrare. Jamás me han dicho ‘no lo hagan’, aunque tampoco me han dicho ‘bravo’. Los obispos me han tratado con amabilidad y siempre nos despedimos con un fuerte abrazo. En al amplio espectro de quienes rompen el celibato, prosigue Macías, no sólo están quienes abandonan el sacerdocio para casarse y formar una familia, sino también aquellos que siguen ejerciendo el ministerio y, llevando doble vida, tienen mujer e hijos de manera un tanto oculta. “En México, el caso más sonado de este tipo de sacerdotes es el del fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, cuyos hijos salieron a reclamar su herencia tan pronto murió”, dice. Los hijos de sacerdotes en funciones, continúa, deben padecer el “drama humano” del padre ausente o incluso desconocido. “Son prácticamente huérfanos con padre vivo”. Y relata: “En mi trabajo como psicoterapeuta me tocó tratar a un joven que tuvo un tremendo shock al descubrir que su padre no era un agente viajero, como se le hizo creer, sino un sacerdote”. Aprovechando el próximo debate sobre el celibato, precisamente algunas asociaciones de hijos de sacerdotes ya empiezan a manifestarse. Entre ellas Coping International, fundada en 2014 por el psicoterapeuta irlandés Vincent Doyle, hijo de un sacerdote; lo mismo la organización francesa Los Hijos del Silencio, cuyos miembros acaban de ­reunirse con obispos de Francia para exponer sus casos. Ambas asociaciones le están exigiendo al Vaticano un pronunciamiento público sobre los niños engendrados por sus sacerdotes, un tema hasta el momento tabú. Se espera que otras organizaciones también presionen para que haya un posicionamiento sobre el desaforado libertinaje homosexual del llamado ‘lobby gay’ de la Curia Romana, en el que participan encumbrados cardenales y arzobispos muy alejados del ideal de castidad, como ampliamente lo documenta la investigación Sodoma; poder y escándalo en el Vaticano, del escritor Frédéric Martel. “En este sínodo debe dársele voz a los laicos y a sus organizaciones, pues tienen mucho que aportar”, dice Macías. Las organizaciones de sacerdotes casados, adelanta, también se manifestarán durante el sínodo, a través de la Federación Latinoamericana de Sacerdotes Católicos Casados y de la Confederación Internacional de Sacerdotes Católicos Casados, de las cuales Ministrare forma parte. Nombrado por el Papa, uno de los organizadores del sínodo es el cardenal Carlos Aguiar Retes, arzobispo primado de México. Y aún está por determinarse qué obispos integrarán la delegación mexicana que viajará a Roma. Macías concluye, expectante: “Por lo pronto ya comenzó la confrontación entre los obispos que luchan por suprimir el celibato obligatorio en el Amazonas y los tradicionalistas que pelean por mantenerlo. Unos y otros empiezan a externar sus argumentos. ¿Qué postura ganará?… Eso se sabrá al concluir el sínodo”. Este reportaje se publicó el 15 de septiembre de 2019 en la edición 2237 de la revista Proceso.

Comentarios