Revista Proceso

Los que devoran los bosques

En el sureste del Estado de México, los bosques de los municipios colindantes con Morelos padecen una brutal tala ilegal y las consecuencias económicas las pagan los pobladores que solían beneficiarse de ellos. Pero oponerse a esos delitos puede pagarse aún más caro.
jueves, 5 de noviembre de 2020 · 18:59

OCUILAN, Edomex (Proceso).- “Hablar de tala aquí es como hablar de narco en Jalisco”, dice Misael Zamora casi murmurando en un restaurante campestre en una de las curvas que serpentean hacia el santuario de Chalma. En público, el defensor del medio ambiente prefiere guardar silencio respecto de la clandestinidad que asedia los bosques en los municipios de Ocuilan, Xalatlaco, Santiago Tianguistengo, Xonacatlán y Otzolotepec. 

Prefiere callarse porque no quiere que la muerte venga de nuevo, como hace 13 años, cuando un grupo de talamontes asesinó a su hermano Aldo durante una emboscada en la comunidad de Santa Lucía, en la que él salió herido. Tampoco quiere revivir el calvario de su padre, cuando fue encarcelado en 2015 por un delito que no cometió. En mayo de 2016, Ildefonso Zamora Baldomero fue reconocido como preso de conciencia por Amnistía Internacional (AI).

“Yo trabajo para detener la tala ilegal en nuestros bosques y ese trabajo me costó caro. Me costó la vida de mi hijo y mi libertad. Quiero seguir trabajando por el bien de mi comunidad y porque la tala está acabando con gran parte de nuestra madre tierra”, explicó Zamora Baldomero a la organización no gubernamental desde su encierro.

Envuelto en el silencio del bosque y con el pesar reciente de la muerte de su padre, Misael enumera el historial de agravios contra su familia, que culmina con un proceso penal fabricado en su contra con el aval de autoridades estatales y municipales en Morelos y el Estado de México. 

Misael Zamora en un terreno reforestado por su familia. Foto: Alejandro Saldívar
Misael Zamora en un terreno reforestado por su familia. Foto: Alejandro Saldívar

“Yo y mi familia hemos sido objeto de persecución en revancha por lo que hicimos hace más de una década –reitera–. Soy víctima de una acusación fabricada, víctima de un delito que se me está imputando, el cual nunca cometí. No hay justicia. La autoridad te persigue, se enfoca en encarcelarte, en fabricar delitos. Mi padre fue encarcelado y a mí me pretenden encarcelar por un delito al que me he opuesto gran parte de mi vida. Por eso ya no denuncio la tala. Planto árboles, reforesto, combato incendios, inculco a quien puedo el cuidado al medio ambiente.”

–¿Cuáles son las acusaciones?

–La fiscalía me acusa de talar, lo cual es una falta de respeto, una burla para mi familia por parte de las personas que me acusan, una burla para la lucha de muchos años. Si algo hay que aprender de esto, es que al que obra bien muchas veces no le va bien. El único delito que hemos cometido es cuidar el medio ambiente. Si las autoridades consideran que nos tienen que tratar mal, pues… ya lo estamos viviendo.

–¿Con qué evidencias te acusan?

–La única evidencia que tienen es un peritaje de Probosque, acompañado de los testimonios de tres policías estatales y un elemento de la Sedena. Me acusan de derribar un árbol en una zona boscosa, durante un operativo conjunto entre la Policía Estatal y el Ejército, cuando en realidad nada de eso es cierto. Aquí en el pueblo todos me conocen, saben mis actividades. Nunca he intentado dañar el bosque, al contrario, lo hemos cuidado; sería lo último que haría, sobre todo después de perder a un hermano por cuidar el bosque. No puedes ir en contra de tu propia doctrina.

–¿Las amenazas de muerte se heredan?

–Ojalá y no, sería lo más vergonzoso para el Estado que no le pone fin a un hostigamiento permanente. Tal parece que al Estado no le importa, porque ni siquiera ha habido un pronunciamiento, una instrucción de cesar sus represalias en contra de mi familia.

–¿Quiénes amenazan al bosque?

–La principal amenaza son las personas que depredan la flora y la fauna. Una de las principales amenazas ha sido la tala ilegal y, en consecuencia, la falta de agua. Hay que recordar que los árboles son los principales captores de agua. Cuando no hay árboles se erosiona la tierra y no se recargan los mantos acuíferos. Los manantiales que nos abastecían de agua hace 20 años hoy están a la mitad de su capacidad. Si no hacemos conciencia, quizás en 30 años no tendremos agua. Estamos a tiempo.

Misael permanece absorto en el bosque que su abuelo y su padre reforestaron desde hace varias décadas. Se trata de una hectárea de tierra inapropiada para la agricultura, donde crece el espíritu de la familia Zamora. Los bosques de Ocuilan forman parte del Gran Bosque de Agua, el cual abastece tres cuartas partes del agua que se consume en la Ciudad de México.

Reforestación en el municipio de Ocuilan, Edomex. Foto: Alejandro Saldívar
Reforestación en el municipio de Ocuilan, Edomex. Foto: Alejandro Saldívar

Un picnic con la Guardia Nacional

A lo largo de la carretera que cruza el Parque Nacional Lagunas de Zempoala (PNLZ), las copas de los árboles se han adaptado al roce constante de camiones de redilas cargados con sillas, mesas y percheros de madera recién tallada. Sortean el camino de doble vía que por momentos se vuelve ­intransitado. 

En la carretera que circunda las lagunas, una docena de vacas pasta en un paisaje desolador: troncos abandonados entre matorrales despuntados por el ganado, colinas que parecen mordisqueadas por tractores, zanjas para evitar el acceso de camiones de carga, un borrego que disecciona una bolsa de basura. En algunos llanos se aprecian algunos troncos derribados y recién cortados que aún tienen la resina fresca de la primera noche de tala. Un tanatorio de árboles.

En los límites entre Morelos y el Estado de México se contabilizan al menos seis puntos de extracción de madera, a menos de cuatro kilómetros donde la Guardia Nacional (GN) hace acto de presencia los fines de semana frente a decenas de familias que van a explorar la orilla del lago principal. 

“Empezaron los asaltos, los secuestros, la violencia. Ya no venía la gente. Pedimos al municipio que viniera la Guardia. Ya de menos regresó la visita”, comenta una de las cocineras del parque. 

Elementos de la Guardia Nacional en el Parque Nacional Lagunas de Zempoala, en el estado de Morelos. Foto: Alejandro Saldívar
Elementos de la Guardia Nacional en el Parque Nacional Lagunas de Zempoala, en el estado de Morelos. Foto: Alejandro Saldívar

En el local contiguo una agente de la GN degusta un chicharrón con cueritos frente a sus compañeros, que pasean con sus fusiles entre los niños. En un quiosco vacío los soldados han dispuesto sus armas como si fueran papalotes en venta. Los visitantes los observan con curiosidad, pero su presencia no los inhibe. Filas de motociclistas aguardan con micheladas en la orilla del lago, un par de casas de campaña, el fuego vivo del carbón a medio día, un ­sándwich envuelto en una bolsa de pan Bimbo. 

A unos pasos de la concurrencia dominical se abre paso un reguero de ramas frescas, bosque adentro, cortezas ancestrales dañadas por machetes, troncos heridos por motosierras, bosque profundo, campamentos donde se procesa y transforma la madera en tablas, polines, vigas o gualdras. 

Un árbol talado en el Parque Nacional Lagunas de Zempoala, en el estado de Morelos. Foto: Alejandro Saldívar
Un árbol talado en el Parque Nacional Lagunas de Zempoala. Foto: Alejandro Saldívar

“Es muy peligroso hablar del tema de la tala acá”, dice un hombre de casaca con el logo de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp). “El problema es que los mismos que se encargan de cuidar el bosque son los que lo saquean. Los taladores están coludidos con inspectores y vigilantes forestales, quienes facilitan los permisos a cambio de un dinero”, dice un guardabosques.

El panorama en los alrededores del PNLZ se enturbia por su cercanía con Cuernavaca, donde al menos cinco organizaciones se disputan el trasiego de distintas sustancias ilícitas, entre ellas el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), Los Rojos, La Familia Michoacana, Los Tlahuicas y Los Mayas, según informó José Antonio Ortiz Guarneros, titular de la Comisión Estatal de Seguridad (CES). Al problema de la tala se suman los cadáveres que aparecen constantemente en el límite entre Morelos y el Estado de México, en la zona colindante con la 24ª Zona Militar, en Cuernavaca. 

“Ocuilan no es ajeno a lo que vive el estado y el país. En la parte sur está muy marcada la delincuencia organizada. Nos han llegado a comentar de la presencia de grupos alternos a las instituciones oficiales que tienen injerencia en los gobiernos”, asegura Vicente Rivera Fuentes, alcalde del municipio mexiquense.

–¿Qué tipo de grupos? 

–Grupos que se dedican a realizar acciones al margen de la ley.

“En Ocuilan tenemos algunos problemas colaterales, máxime cuando somos vecinos de Cuernavaca. Nos dejan cuerpos sin vida con señales de violencia, maltrato y algunos anexos más. Eso nos hace copartícipes en la vivencia de la delincuencia en el país”, explica Rivera Fuentes, quien sucedió en el cargo a Félix Alberto Linares González, fallecido en un accidente aéreo el 4 de enero de 2020, después de sufrir diversas amenazas por denunciar la tala ilegal.

En las denuncias por la tala, la Comisión de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Cambio Climático del Senado de la República ha documentado que en un día se perdían hasta 400 árboles, provocando la deforestación en más de 2 mil 500 hectáreas en la región. Ante la mirada de la autoridad, el delito de tala se presenta de distintas maneras, desde cultivos de supervivencia, hasta narcotráfico y minería.

Como una de las consecuencias, entre 2012 y 2019 han sido asesinados 83 defensores del medio ambiente, según el monitoreo del Centro Mexicano de Derecho Ambiental (Cemda). Este año se suman otros 10 defensores ambientales asesinados, según la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat). A mediados de octubre Filiberta Nevado, defensora del bosque en Zacacuatla, Hidalgo, denunció amenazas de muerte de “una mafia de talamontes”.

–¿Quiénes son los talamontes? –se le pregunta al alcalde de Ocuilan.

–La Policía Municipal y la GN tienen identificados a los líderes de dos o tres grupos. Son alrededor de 600 personas las que se dedican a ese trabajo. Hace cinco meses que llegué, los talamontes trabajaban a todas horas como si fuera un asunto legal y rentable. En la carretera hacia las lagunas veíamos el paisaje de la deforestación, residuos de tala y del procesamiento de árboles a la vista de todos. La poca madera que talan ya no la amontonan en el municipio, sino que se la llevan directamente a las ciudades. 

“Tenemos informes de que sus patrones viven en Cuernavaca y la Ciudad de México. Ellos, sin hacer el trabajo de tala, procesan la madera con algún certificado apócrifo. Ahí es cuando su precio crece hasta 70% de su valor original.”  

Con la militarización de las carreteras en la zona disminuyó la extracción de madera, aunque el alcalde reconoce que es un problema latente en la región. Lo que sucede en los alrededores de Ocuilan se replica en al menos otros cinco puntos identificados por las autoridades federales como “zonas de alta incidencia de tala ilegal” en el Estado de México: 1. Nevado de Toluca, 2. Izta-Popo, 3. Cobio-Cruces, 4. Subcuenca del Valle de Bravo y 5. Reserva de la Biosfera de la Mariposa Monarca. 

Un paraje deforestado en el municipio de Ocuilan, Edomex. Foto: Eduardo Miranda
Un paraje deforestado en el municipio de Ocuilan, Edomex. Foto: Eduardo Miranda

Biodiversidad en riesgo

En el bosque, cuando las nubes son bajas, apenas se esbozan los picos de los pinos. En las alturas, son mástiles de pájaros carpinteros, tecolotes, halcones, aguilillas, calandrias y zorzales. Desde el aire aún se observan las ruedas de los camiones abriéndose paso entre el bosque. Todas las marcas conducen a parajes donde eventualmente se extrajo madera.

“La deforestación es una de las principales causas de pérdida de la biodiversidad. Deforestar implica alterar las cadenas de comunicación entre especies y, por lo tanto, las consecuencias son hasta el grado… como la pandemia”, explica Andrés Lira, catedrático del Conacyt adscrito al Instituto de Ecología A.C. (Inecol), con sede en Xalapa, Veracruz. 

“Las comunidades en México –expone el especialista– tienen muy claro el valor de los bosques. No está mal que usemos los recursos del bosque, pero hay que conocer para poder usar, cuando perdemos esa noción o queremos sacar ventaja con tendencias aceleradas marcadas por los mercados es donde se pierde el balance. Lo podemos ver en la historia ambiental, en las rutas de extracción de madera en las selvas mexicanas, ejemplo del abuso y de la alteración a los ecosistemas y las coberturas forestales.

“Los árboles son un elemento fundamental. Toda esta red de interacciones ecológicas depende de la presencia de elementos arbóreos y perderla o eliminarla es quitar eslabones en esta complicada red de relaciones ecológicas, produciendo un impacto negativo en nuestra calidad de vida.”

–¿Cómo se articula la relación entre el bosque y el agua? –se le pregunta.

–La cobertura forestal garantiza la captación de agua, tanto a nivel atmosférico, por las partículas en forma de vapor que se condensan y escurren, manteniendo al ecosistema sano. Las raíces son el vehículo que eventualmente conduce hacia los mantos freáticos. Si eliminamos los bosques perdemos esa capacidad de recarga, acarreando el problema de pérdida de suelo, cobertura forestal y otros procesos de los cuales depende todo el ciclo del agua y nuestro bienestar.

–¿Quiénes devoran al bosque?

–Somos todos, en sentido estricto, toda la cadena de consumidores. No tienes que ser un deforestador con una motosierra o un machete. El deforestador puede ser una persona en la ciudad que consume los productos derivados de los bosques. Tenemos que hacer conciencia colectiva, educar nuestras formas de consumo para tratar de frenar la deforestación. 

Reportaje publicado en el número 2296 de la edición impresa de Proceso, en circulación desde el 1 de noviembre de 2020.

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