Colombia

El exguerrillero "Otoniel": auge y caída del principal socio del "Chapo" en Colombia

Dairo Antonio Úsuga David, Otoniel, quien hasta el mes pasado era el principal abastecedor de cocaína de los cárteles mexicanos de la droga, pudo eludir durante años a los miles de policías y soldados que lo perseguían.
viernes, 19 de noviembre de 2021 · 18:47

Exguerrillero y exjefe paramilitar, Otoniel se convirtió en el mayor narcotraficante de Colombia. Dirigía al Clan del Golfo, principal abastecedor de cocaína para las mafias mexicanas, especialmente la de Sinaloa. Durante años las fuerzas de seguridad lo persiguieron por las selváticas regiones del noroeste colombiano. Cayó el pasado 23 de octubre. Las autoridades sudamericanas prevén un reacomodo del crimen organizado en su país y un ajuste de acuerdos con los cárteles de México.

BOGOTÁ (Proceso).- Dairo Antonio Úsuga David, Otoniel, quien hasta el mes pasado era el principal abastecedor de cocaína de los cárteles mexicanos de la droga, pudo eludir durante años a los miles de policías y soldados que lo perseguían en el noroeste de Colombia, gracias a su vasta experiencia en la guerra irregular: era un capo del narcotráfico que había sido guerrillero y jefe paramilitar.

Con esa formación, Otoniel dirigía, desde la clandestinidad en la selva, el denominado Clan del Golfo –la principal banda criminal de Colombia, con unos 3 mil 200 hombres armados– y con ese poder de fuego llegó a controlar la tercera parte de la producción de cocaína en este país.

El principal capo colombiano de la droga de la última década fue capturado el pasado 23 de octubre en el intrincado Nudo de Paramillo como parte de una operación de la Policía Nacional y el Ejército que se prolongó seis años y que involucró a unos 2 mil comandos de élite, 150 oficiales de inteligencia y agencias de Estados Unidos y del Reino Unido.

El director de la Policía Nacional de Colombia (PNC), general Jorge Luis Vargas, dice a Proceso que en diferentes puntos montañosos del Nudo de Paramillo el narcotraficante solía recibir a delegados de los cárteles mexicanos “para cerrar tratos de tráfico de cocaína a gran escala”.

De acuerdo con Vargas, también “recibía personalmente a esos emisarios cuando eran temas muy sensibles los que había que tratar”, como el intercambio de drogas por armas. 

Vargas indica que el Cártel de Sinaloa, y en menor medida el Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG), eran los “principales aliados de negocios” de Otoniel, quien aparecía en la lista de los más buscados de la DEA, al lado de capos como Rafael Caro Quintero, El Mayo Zambada y Nemesio Oseguera, El Mencho. 

Según un informe de inteligencia de la PNC, Otoniel, quien manejaba unas 20 toneladas de cocaína al mes, desarrolló en la primera mitad de la década pasada una estrecha relación de negocios con el entonces jefe del Cártel de Sinaloa, Joaquín El Chapo Guzmán, y llegó a ser “su principal nexo en Colombia”. 

Vargas asegura que con la caída de Otoniel los cárteles mexicanos “perdieron a su principal abastecedor de cocaína”, aunque es temprano para determinar si esa captura tendrá un impacto en la producción de esa droga y si otros capos del Clan del Golfo mantendrán en su actual nivel las relaciones de negocios con el Cártel de Sinaloa y el CJNG.

De hecho, el segundo jefe del Clan del Golfo, Jobanis Ávila, Chiquito Malo, era quien atendía a la mayoría de “emisarios” mexicanos, en especial en los últimos meses, luego de que en agosto del año pasado murió en un operativo policiaco el primo de Otoniel, Darío Úsuga, Pueblo, quien también recibía a enviados del Cártel de Sinaloa.

Ríos de cocaína 

Para la policía colombiana, el sucesor de Otoniel como jefe máximo del Clan del Golfo se definirá entre Chiquito Malo; Wilmar Antonio Girando, Siopas; José Gonzalo Sánchez, Gonzalito, y Orlando Ostén, Rodrigo Flechas, todos los cuales forman parte del llamado “estado mayor” de esa organización delictiva y tienen relaciones con los cárteles mexicanos.

Vargas indica que a lo largo de la Operación Agamenón, que se inició en 2015 con el propósito de capturar al jefe del Clan del Golfo y desarticular esa banda criminal, la policía colombiana contó con la colaboración de organismos mexicanos de seguridad.

“Hemos tenido intercambio de información con unidades especiales de la Sedena y de la Guardia Nacional y con información de ellos hemos capturado incluso a varios familiares de Otoniel”, señala el director de la policía colombiana.

En marzo pasado la hermana del capo, Nini Johana Úsuga David, fue capturada en la noroccidental Medellín –con fines de extradición a Estados Unidos– y en 2019 cayó en Honduras Alexander Montoya Úsuga, primo del narcotraficante y uno de sus enlaces con el Cártel de Sinaloa.

Varios cargamentos de cocaína decomisados al Clan del Golfo tienen marcas de carros de lujo y de diseñadores de renombre, que son las que usa el Cártel de Sinaloa para identificar sus paquetes de droga. 

El especialista en crimen organizado Luis Fernando Quijano dice a este semanario que a pesar de la captura de Otoniel, los cárteles mexicanos “no tendrán problemas de abastecimiento de cocaína, porque la estructura del Clan del Golfo sigue siendo muy fuerte y tiene gran capacidad operativa”.

De acuerdo con Quijano, aunque decenas de cabecillas de esa banda criminal han sido capturados o “dados de baja” en los últimos años, “siempre hay un sucesor que asume las funciones del caído y el negocio sigue, porque Colombia está produciendo mucha droga… aquí corren ríos de cocaína”. 

Nini Johana. La hermana-cómplice. Foto: Policía Nacional

El analista de temas de seguridad y presidente de la ONG Corpades considera que las relaciones con los cárteles mexicanos, “especialmente con el de Sinaloa, las mantendrá Chiquito Malo, quien también podría aprovechar la caída de Otoniel para acercarse más” al CJNG.

Además, señala, los cárteles mexicanos de la droga “siempre han tenido varios proveedores en Colombia y, si bien Otoniel era el principal, ellos se han encargado de diversificar sus relaciones con diferentes organizaciones”.

El exdirector de Inteligencia de la policía colombiana, general Jairo Delgado, señala que pese a la captura del capo es un hecho que “el mercado de la cocaína es lo suficientemente rentable como para darle continuidad a fenómenos criminales como el Clan del Golfo y otras estructuras”. 

Según estimaciones de la policía colombiana, las 240 toneladas anuales de cocaína que manejaba Otoniel tienen un valor de 600 millones de dólares en las costas de Colombia; en México alcanzan un precio de 3 mil 600 millones dólares y en Estados Unidos llegan a 8 mil 400 millones de dólares. “Hay una rentabilidad suficiente como para que el mercado de la cocaína se siga manteniendo”, dice Delgado.

Un informe del centro de pensamiento Fundación Ideas Paz (FIP) indica que la captura de Otoniel tendrá efectos “leves y limitados” en el mercado de drogas, porque los centros de producción y las rutas controladas por los mandos medios y los cárteles “no sufrirán mayor afectación logística”.

El estudio, sin embargo, prevé un recrudecimiento de la violencia por los ajustes de mando, la renegociación de las reglas del juego y las ambiciones de las estructuras locales del Clan del Golfo, que tiene presencia en las principales zonas productoras de hoja de coca y además recibe ingresos de la extorsión, la minería ilegal, el microtráfico de drogas y el tráfico de migrantes.

Esa banda criminal, señala la FIP, “viene presentando serios problemas de desconfianza interna”. Las autoridades colombianas han dicho que se entregarán las recompensas de unos 800 mil dólares –ofrecidos por la policía– y los 5 millones de dólares que prometió la DEA por información que condujera a la captura del capo, lo que supone que hubo una delación interna.

Narcocorrido del escándalo 

En los inicios de la Operación Agamenón contra Otoniel, la policía incautó varias propiedades del capo y en una de ellas encontró un CD de música que llamó la atención de los investigadores y que fue enviado a la entonces Procuraduría General de la República (PGR) de México.

El disco compacto contenía un narcocorrido que, según la PGR, era muy parecido a uno de los que circulaban en el norte de México, inspirados en El Chapo Guzmán. Eran finales de 2015 y el jefe del Cártel de Sinaloa de esa época cobró notoriedad internacional por su fuga por un túnel del penal de máxima seguridad de El Altiplano, el 11 de julio de ese año.

Cuando El Chapo fue recapturado, en enero de 2016, la policía colombiana divulgó el narcocorrido de Otoniel y señaló que éste lo mandó componer “para emular” a su socio mexicano.

El corrido es autoría de músicos colombianos del género norteño mexicano, que es muy popular en este país, y según la investigación el jefe del Clan del Golfo “les pidió casi plagiar una pista hecha para El Chapo y acomodarla” a la personalidad del capo colombiano.

La canción exalta a “un hombre muy valiente/el cual se llama Otoniel/y lo sigue mucha gente”, y tiene miles de hombres “fuertemente armados”.

“Esa canción sonó muchos años en tiendas y establecimientos nocturnos de Urabá (región noroccidental con fuerte presencia del Clan del Golfo) y ahora sonará más”, dice una fuente de la policía colombiana.

Entre las aberraciones del capo, según la fuente consultada, estaban el abuso de menores de edad, su relación poligámica con su esposa Blanca Madrid Benjumea y las tres hermanas de ésta –a quienes pagó cirugías estéticas para que todas se parecieran– y su costumbre de llevar colchones ortopédicos a la selva para dormir cómodo pese a la persecución policiaca.

Tropas colombianas. Posar con el trofeo.

Guerrillero, paramilitar y narco 

A sus 50 años, con unos kilos de más y recluido en una prisión cuya ubicación se mantiene en secreto, Otoniel espera ser extraditado a Estados Unidos, donde enfrenta cargos por narcotráfico y concierto para enviar cargamentos de cocaína “a través de México” con destino al mercado estadunidense.

Para Delgado, el caído jefe del Clan del Golfo (el nombre de la organización se origina porque tiene su bastión en el Golfo de Urabá), es “un caso único a nivel global” por su amplia experiencia como guerrillero izquierdista, paramilitar de extrema derecha y capo de la droga.

Cuando era adolescente Otoniel ingresó –junto con su hermano Juan de Dios, alias Giovanny– a la guerrilla maoísta del Ejército Popular de Liberación (EPL), donde recibió formación política y aprendió tácticas de lucha insurgente.

Desencantado tras la desmovilización del EPL, el joven y su hermano dieron un viraje político y acabaron enrolados en los grupos paramilitares que combatían a las guerrillas. Allí conocieron el mundo del narcotráfico.

A mediados de la década de 2000, los hermanos y el narcotraficante Daniel Rendón Herrera, Don Mario, fundaron las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC), que se presentaron como un grupo político en armas pero que la policía catalogó desde entonces como una banda criminal dedicada al tráfico de drogas, denominada Los Urabeños.

Tras la captura de Don Mario en 2019 y la muerte de su hermano Giovanny en 2012, Otoniel asumió el control de la organización, a la cual nunca dejó de referirse como las AGC y como un grupo político en armas.

La banda de Los Urabeños fue renombrada por la policía como Clan Úsuga tras reclamos de habitantes de Urabá que se sintieron estigmatizados. Luego las personas de apellido Úsuga se quejaron de ese nombre y la organización delictiva recibió el nombre de Clan del Golfo. 

Para Delgado, el conocimiento acumulado por Otoniel para generar violencia y manejar el tráfico de cocaína pone en evidencia que el negocio del narcotráfico en Colombia pasa por el ámbito de las guerrillas, los paramilitares, las bandas criminales y hasta por la negociación política.

En 2016, cuando la exguerrilla de las FARC negociaba un acuerdo de paz con el Estado, Otoniel propuso también al gobierno de la época una entrega pactada y sus abogados tuvieron acercamientos con funcionarios del Ministerio de Justicia, aunque nunca se llegó a un acuerdo. 

El jefe del Clan del Golfo, dice Delgado, era un delincuente que por el conocimiento que tenía de las tácticas de guerra de guerrillas, del accionar paramilitar y del negocio del narcotráfico, se convirtió en un capo “hábil y sagaz” con capacidades de organización, de manejo de rentas criminales y de control territorial a través de la violencia, y por ello las autoridades tardaron tanto en atraparlo. l

Reportaje publicado en el número 2350 de la edición impresa de Proceso, en circulación desde el 14 de noviembre de 2021.

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