Revista Proceso

El último aliento del fotoperiodista

El periodismo gráfico está de luto: en la tarde del viernes 2 murió Marco Antonio Cruz, uno de los más importantes fotógrafos documentales de México. "Su cámara prodigiosa lo sigue con amor de padre y hermano", escribió sobre él Julio Scherer García.
sábado, 3 de abril de 2021 · 12:07

El periodismo gráfico está de luto: en la tarde del viernes 2 murió Marco Antonio Cruz, uno de los más importantes fotógrafos documentales de México. Las imágenes que su lente captó denotan no sólo un alto valor estético sino un claro compromiso social con su tiempo: documentó huelgas obreras y luchas campesinas, exhibió críticamente al poder y a quienes lo detentan, puso el foco en las condiciones en las que viven los desplazados del sistema. Fue, entre otras cosas, fundador de La Jornada, creador y director de la agencia Imagenlatina y, hasta su muerte, jefe de fotografía del semanario Proceso. “Su cámara prodigiosa lo sigue con amor de padre y hermano”, escribió sobre él Julio Scherer García.

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– Marco Antonio Cruz murió el Viernes Santo. El mismo día que fotografió los pies de Judas ahorcado de un árbol en el viacrucis de Iztapalapa en 1986. Dicha fotografía creó un ícono del fotoperiodismo: a la fecha algunos fotoperiodistas que cubren la verbena intentan fotografiar el mismo encuadre, que de manera consciente o inconsciente se cristalizó en la mente de una generación. Se trata de una fotografía en blanco y negro que impacta al espectador debido a la suspensión de un cuerpo por encima de un horizonte repleto de peregrinos.

Marco Antonio Cruz falleció mientras manejaba su bicicleta Brompton en una pendiente de la Ciudad de México, con el corazón al límite, como le gustaba vivir en sus paseos ciclistas, sorteando automóviles, autobuses, tráileres y mangueras atravesadas en las ciclovías. No le dio más, se detuvo, como la cámara que ya no obtura de nuevo.

Marco Antonio Cruz. Foto: Germán Canseco

Marco Antonio Cruz enriqueció la tradición fotoperiodística, pero no se circunscribió a ella, experimentó con la acuarela, la escultura en madera, el fieltro, el dibujo, la pintura, la gráfica y otros materiales que atesoraba en su domicilio, en el sur de la Ciudad de México, donde últimamente acostumbraba dar paseos en bicicleta con su hijo Emiliano, que esta vez no lo acompañaba.

Durante 2016 y 2017 Marco Antonio cruzaba la ciudad de sur a norte en una bicicleta Orbea para sus citas, en el Centro de la Imagen, con Alfonso Morales, quien hacía los ajustes de la exposición Relatos y posicionamientos, una retrospectiva de toda su obra artística y fotográfica. En esa exposición destaca uno de sus proyectos más importantes, “Habitar la oscuridad”, donde piensa y fotografía alrededor de la idea de ceguera.

Desde sus primeras fotografías el autor rompía el hilo conductor de la imagen del poder. En Así es, revista del Partido Socialista Unificado de México, documentó huelgas obreras, luchas campesinas y los incipientes reclamos por buscar a los desaparecidos de la Guerra Sucia. En el diario Oposición publicó sus caricaturas y críticas visuales hacia el statu quo. Sus retratos de Fidel Velázquez, publicados en La Jornada, crearon las condiciones para criticar abiertamente a quienes detentaban el poder. Además documentó la masacre del Ejército en Rancho Nuevo, San Cristóbal de la Casas, Chiapas, el 3 de enero de 1994, y algunos otros sucesos, como el terremoto de 1985 en la Ciudad de México.

Marco Antonio Cruz perteneció a una generación de fotógrafos documentales con un claro compromiso social y estético con su tiempo. Entrado el nuevo milenio fundó la agencia Imagenlatina, donde se formaron varios fotoperiodistas a quienes contagió con sus consejos. 

“Fue mi mentor, maestro y amigo. Todo el aprendizaje fue entre camaradería y confianza. Nunca voy a olvidar cuando me dijo, recién entrado a Imagenlatina en el 2000: ‘Siempre llega antes, vas a encontrar una foto más’. Tenía razón”, cuenta el fotoperiodista Octavio Hoyos.

Foto: Alejandro Saldívar

A dicha generación le inculcó no sólo la encomienda de la nota diaria, sino la planeación y elaboración de proyectos documentales, que son también materia primordial del cuerpo de trabajo de Cruz. La vida cotidiana y el azar son otras cualidades de su obra fotográfica, como escenas callejeras donde los perros pasean en carreteras neblinosas y en aceras conflictivas. 

Portador de una estética propia, Cruz reconocía el valor del tiempo, asunto que veía muy fragmentado en la actualidad. Ya no se trata de medir la exposición con la palma de la mano, como le enseñó Nacho López. Debido a su educación artística dominó los procesos del medio fotográfico, era consciente de la importancia de imprimir en plata sobre gelatina –como lo hizo con el retrato de Emiliano Zapata–, oficio que aprendió del fotógrafo Héctor García, uno de los precursores del fotoperiodismo en México y una de sus principales influencias junto con la fotógrafa Mariana Yampolski.

El tema de retratar el tiempo desde una perspectiva social lo llevó a relacionarse con Julio Scherer, con quien compartió sus últimos retratos en vida. Apasionado de las cámaras Leica, compartía con sus compañeros en la revista Proceso su colección. Mientras trabajaba en la revista ordenaba sus incontables proyectos, entre ellos, la clasificación de su archivo fotográfico. 

Durante la pandemia, Marco Antonio encontró un desfogue creativo en la caricatura, asunto que ya había explorado desde el inicio de su carrera. Fino en sus trazos y conciso en el color, colocó su atención en la situación política y social por la que atraviesa el país: autoritarismo, corrupción, desigualdad. 

"Mago". Marco A. Cruz

En el ámbito académico se publicaron recientemente dos volúmenes que exploran y analizan gran parte de su trabajo como artista y fotoperiodista: Marco Antonio Cruz: la construcción de su mirada (1976-1985), del investigador Alberto del Castillo; y Poéticas sobre la ceguera, de Arturo Ávila Cano. Ambas, reflexiones sumamente profundas como el asunto mismo de la mirada en la obra fotográfica de Cruz. 

Su constante lucha contra el tedio de la vida cotidiana lo llevó a organizar rodadas ciclistas con sus compañeros. Juntos íbamos a Xochimilco o Chapultepec con el único mandato de combatir la batalla contra el tiempo fotografiando lo que encontráramos.

Al filo de esta edición, su pareja, la fotógrafa Ángeles Torrejón recibió la noticia en voz de su hijo Emiliano, a pocos kilómetros de donde Marco ya no pudo pedalear más. Ciclista y fotógrafo incansable, Marco Antonio Cruz se fue, en la misma ciudad que recorría y retrató infinidad de veces.  

"Investigando". Marco A. Cruz

Obituario publicado en la edición 2318 de la revista Proceso, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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