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Niños mexicanos migrantes: Los fotógrafos más pequeños del mundo

En su libro El profeta, el libanés Gibrán Jalil Gibrán (1883-1931), conocido como “el poeta en el exilio”, decía que nuestros hijos no son nuestros, sino “hijos del deseo de la vida, deseosa de sí misma”.
domingo, 11 de julio de 2021 · 20:03

En su libro El profeta, el libanés Gibrán Jalil Gibrán (1883-1931), conocido como “el poeta en el exilio”, decía que nuestros hijos no son nuestros, sino “hijos del deseo de la vida, deseosa de sí misma”. En un planeta de muros, racismos y pandemia, 20 niños hijos de inmigrantes mexicanos pobres, con edades que fluctúan entre tres y cinco años de edad, recibieron en el Storyteller Children’s Center de Santa Bárbara, California, cámaras desechables por el cocinero, músico y profesor mexicano Fernando Morán. Con ellas, 12 niñas y ocho pequeños tomaron una veintena de fotos donde muestran el mundo con sus ojos libres de prejuicio.

(Proceso).– De educación preescolar y sangre mexicana son los fotógrafos más jóvenes del mundo.

Imágenes con cámaras desechables de cartón y rollos de 110 mm tomadas durante esta segunda primavera del covid por 20 niñas y niños de tres a cinco años, hijos de inmigrantes en su mayoría pobres, sin hogar y provenientes de México, se exhiben hasta el lunes 6 de julio por las vitrinas del viejo Macy’s en el mall Paseo Nuevo en el corazón de Santa Bárbara, California, Estados Unidos.

Equipados con sus portátiles desechables, estos pequeños retrataron la vida familiar mientras jugaban en la playa y jardines de la ciudad, así como durante sus paseos al invernadero de la Misión de Santa Bárbara (erigida en 1786 por franciscanos), una idea de Fernando Morán Romero, cocinero y profesor del Storyteller Children’s Center (Centro Infantil Cuentacuentos) en su campus de la calle State, en la costa estadunidense del mar Pacífico.

Músico y escritor, Morán nació hace seis décadas en la Ciudad de México. Hace un lustro se unió a los proyectos pedagógicos de este par de planteles terapéuticos preescolares –ambos desde 1988 en el condado de Santa Bárbara–, ofreciendo enseñanza gratuita de alta calidad a infantes una vez cumplidos 18 meses de nacidos, hijitos de padres migrantes sin hogar o de escasos recursos. Dice Morán, autor del libro Historias de una canción:

“Cuando hace un año abrimos nuevamente, me di cuenta de los cambios traumáticos que la pandemia había causado a los pequeños. Entonces pensé en cómo proveerles de mejores elementos para sobrellevar el encierro, pues ellos apenas y pueden expresarse, ya que se hallan en proceso de aprender a hablar.

“Una de las ideas fue que ellos nos dijeran qué es lo que están viviendo, mirando y sintiendo en este mundo, a través de fotografías. Así como les damos crayones de colores para que pinten o dibujen a sus papás o sus casas, se me ocurrió conseguirles camaritas con la finalidad de que expresaran sus intereses de acuerdo a sus necesidades, puesto que cada niño es diferente.”

Algunos chamacos prefieren correr, otros modelar figuras en harina o plastilina, y algunos optan por el arte, la música y la naturaleza. Agrega Morán desde Santa Paula, Ventura, una hora al este de Santa Bárbara por carretera:

“Nuestra escuela se especializa en traumas infantiles provocados por violencia doméstica, que es muy frecuente aquí en Estados Unidos, o por los problemas genéticos debido al uso de drogas de los papás. La mayoría de los niños que evaluamos aquí tienen lo que llamamos un comportamiento desafiante, gritan y padecen falta de concentración. El equipo directivo de Storyteller nos pidió encontrar nuevas soluciones para su desarrollo creativo.

“Al año de la pandemia yo me di cuenta de que muchos niños deambulaban en los patios de la escuela siempre trayendo algo en la mano, agarraban cosas, bloquecitos o las piezas para armar de la marca danesa LEGO, que no son para ir así; entonces fabricamos con ellos unos binoculares y después un periscopio de juguete y material reciclable. Eso les ayudó porque a los niños les gusta bastante la exploración, aprenden observando.

“Hablamos luego de los espejos, cómo se ven los reflejos y las personas en el agua, las sombras; de los animales, los rayos del Sol, la brillantez de la Luna, las olas, porque vivimos a la orilla del mar… todas esas cuestiones científicas y geográficas las iban asimilando. De modo que pensé lógicamente: la fotografía va a serles una herramienta útil y fundamental por la época sedentaria que vivimos, además de fomentar su mirada artística. Están en la era digital con los teléfonos celulares o las tablets, pero no se esfuerzan por inventar, todo se les da hecho ya, tienen las series de televisión y las películas hechas, yo me di cuenta de que lo que un niño necesita es él mismo crear.”

Así, con sus imágenes reveladas, y coordinada con el Museum of Contemporary Art Santa Barbara, Paseo Nuevo, Junior League of Santa Barbara, el proyecto federal educativo Head Start y Oniracom, la exposición fotográfica muestra una obra de 8 x 10 pulgadas por cada una de las 12 niñas y de los ocho niños, 20 en total. Storyteller Children’s Center, dirigido por Susan Cass, acaba de publicar el folleto de la experiencia, donde leemos:

Esta exhibición es el resultado de un plan de estudios creado por los maestros del Head Start para instruir a los niños de 3 a 5 años sobre la memoria, el tiempo y la reflexión… A cada niño se le enseñó a usar un visor, un avance de viento y un flash en una cámara desechable. Los maestros utilizamos literatura, además de fabricar cámaras a partir de materiales reciclables. Los maestros observamos cómo los niños se divirtieron e interactuaron entre ellos, compartiendo y desarrollando habilidades, como el manejo del instrumento, y sobre todo cómo el quehacer fotográfico influyó en su comportamiento socioemocional. Compartimos con las familias y la comunidad los momentos capturados en los patios de nuestra escuela, durante las excursiones y en los hogares de los niños, así como dentro de nuestros barrios. Nos sentimos muy orgullosos de este trabajo y esperamos que ustedes celebren con nosotros esta exposición.

Ventanas al universo

El padre de Fernando Morán, Ignacio Morán, obrero textil y empleado bancario, era aficionado al dibujo y la fotografía, por lo cual su familia posee un archivo de imágenes “memorable, grande… yo me metía de chiquito al cuarto oscuro de la casa a revelar con él, y de mi madre heredé la pedagogía”.

Asegura Morán que con algunas maestras del Storyteller Children’s Center (como Silvia Mejía, Francisca González, Laura Campos y su esposa Alicia Jiménez, profesora en la otra sede Storyteller, en De la Vina Street), les mostraron a los ocho niños y 12 niñas del centro en la calle State, cámaras de museo “muy antiguas” y decidieron comprarles “las desechables, rectangulares o de cartoncito”, inventadas hacia 1986 por Fuji con flash incluido y cartuchitos de película de 110 mm “que ahora han vuelto al mercado”.

La maestra Genezaret Cardoso declaró al diario de Santa Bárbara The Giving List (La vida a través de un preescolar de Storyteller, el 28 de mayo pasado):

“Los niños se llenaron de una enorme alegría al aprender un nuevo método de captar imágenes, y portar las cámaras a su hogar fue una oportunidad maravillosa para lograr una expresión propia sin la intervención de un adulto.”

Morán, representante del conjunto etno-rock Tribu y fundador de la banda Salario Mínimo, relata que aprovechó el arribo de la primavera:

“Las escuelas se mantienen con donaciones particulares, apoyos federales del gobierno de Estados Unidos y los estatales de California. Tenemos 52 niños, ocho de un año y medio a tres. Regresaron al Centro Storyteller muy ansiosos, ya habíamos trabajado un poco haciendo cámaras primitivas con ocho niños y 12 nenitas de tres a cinco años, quienes posaban; pero en abril comenzamos en forma y descubrimos que para tomar fotos requerían cultivar más la paciencia. Fue increíble….”

Jon Clark, miembro de la directiva Storyteller y donador desde 2002, explicó a la publicación The Giving List:

“Los niños y las familias de Storyteller luchan con todo en contra suya. En Storyteller ayudamos a las familias a ejercer su propia fuerza para asumir los retos y plantar las bases del triunfo. El componente clave es el amor, brindado por gente experta.”

Prosigue Morán:

“Cuando le empiezas a enseñar a una niña que al ir a fotografiar un pájaro debe saber esperar y aguardar el momento para capturar su imagen, te parece hermoso ver cómo va adquiriendo destreza fotográfica. Entre marzo y abril repartimos 20 cámaras y cada niño tomó unas 20 fotos, en total captaron como 400. Afortunadamente estamos muy en armonía con la naturaleza, hay muchos árboles y vegetación, vienen ardillas, en la escuela tenemos plantas, así que comenzamos a enseñarles los procesos de germinados, cómo crecían los granos, y los fotografiaban. Fue un proceso de casi dos meses.”

Relata que la didáctica en Storyteller no se imparte con clases formales (“nada de que ‘ahora, niños, al salón que les toca clase de fotografía’… no fue la enseñanza en los salones”), sino en la libertad de la naturaleza, con métodos que se remontan a la escuela Summerhill y a la doctora María Montessori.

Afina:

“Cada viernes salimos a caminar o brincotear por los parques públicos.

“Nos queda muy cerca la Misión de Santa Bárbara, allá llevamos las cámaras, jugaron ellos a fotografiar, y también en un jardín de juegos con resbaladillas, fuentes y el arroyo. Como pasaron un año de pandemia encerrados en sus casitas y los sin hogar en centros de refugio o en carros, la gente camina muy poco. Hay una foto de la niña Leslie que me gustó, la tomó en el camión porque ella utiliza el transporte público, le salió muy artística.”

El siguiente paso para la niñez migrante en la escuela –afirma Fernando Morán–, será filmar un cortometraje o una película de cine preescolar con las ideas de las chavitas y los chavitos fotógrafos (www.storytellercenter.org). 

Reportaje publicado el 4 de julio en la edición 2331 de la revista Proceso, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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